Filosofía en español 
Filosofía en español


Emilio Junoy

¿Madrid solidario?

¿No encerrará irónica paradoja el interrogante?

¿Será verdad tanta belleza?

Este buen pueblo de Madrid, sincero, impresionable como una sensitiva; el pueblo que Goya amó, el que explotan, pretendiendo representarlo, oligarcas recamados de oro y resplandecientes de pedrería, ¿será cierto que se va convirtiendo a Solidaridad por horas, por minutos?…

¡La palabra es tan bella!… ¡Es tan humano el concepto!…

Los que conocen el alma madrileña, la genuina, la pura, señalan síntomas reveladores de la inesperada metamorfosis.

En la movediza inconsistencia de la opinión de Madrid, los psicólogos de la localidad advierten significativas manifestaciones de un cambio, de una conversión fulminante, que pronto trocará en entusiasmo el horror, en simpatía el odio, en aclamaciones repletas de pasión y de esperanza las miradas de reojo, los arrugados entrecejos, la maldición fija en los labios contra los supuestos detractores de la bandera gualda y roja.

Algo, algo de esto hemos podido observar los solidarios, que no hace mucho, al llegar a la corte, sentimos la sensación del vacío, la frialdad glacial del ambiente hostil, en plena, tibia y esplendorosa primavera –una de estas primaveras de Madrid, limpias, iluminadas por un sol amable que policroma los tonos más grises y da vida y esplendor a los objetos, extendiendo las perspectivas y ampliando los horizontes entre chorros de luz…

Espíritus tan catalanes como el del propio Puig y Cadafalch, sombrío para los que no le tratan, claro como el de un niño en actitud admirativa delante de las cosas nuevas, observador refinado, pródigo en el deslizar juicios hondos propios de una mentalidad potente, entre rarezas infantiles y paradojas rayanas en la extravagancia, hasta Puig y Cadafalch, tan buen constructor de casas y palacios en Barcelona como destructor de convencionalismos y ruinas en Madrid, ha confesado esta inesperada impresión de benevolencia hacia los solidarios, de curiosidad ansiosa, pero en la que parece palpitar un principio de esperanza, por conocer todo el pensamiento de Solidaridad.

Es innegable que hay en la situación un elemento escénico, teatral, del que puede depender en gran parte el éxito de la obra, el debut de los artistas, el porvenir del programa del Tívoli: la censura o el aplauso.

O serán llevados en andas los solidarios, como toreros gloriosos que han vencido en la lidia, o nos arrojarán por réprobos y malos patriotas, como perros rabiosos, o nos silbarán como bueyes mansos que no dieron juego; como leones enjaulados, sin garras y sin dientes, que no acertamos a emocionar al pueblo, ávido de novedades, de emociones fuertes.

¡Pero, ah!, el sentido de Solidaridad, lo que es su sustancia y nervio, la médula de este movimiento; la aspiración nacionalista, que no es separatismo, sino todo lo contrario, Nación de Naciones, Nación nueva, más fuerte, más grande, más unida; el prólogo de una Iberia histórica: todo eso que requiere no sólo entusiasmo, fe, arresto y audacia, sino la acción perseverante de todos los días y de todos los minutos; todo lo que se necesita para que el ¡viva España! de Maragall, nuestro glorioso poeta catalán, sea fecundo como una lluvia en las áridas llanuras de Castilla; todo esto, quizás esté todavía muy lejos del alma de Madrid, muy fuera del interrogante, cuya respuesta sería aventurado anticipar.

Emilio Junoy.