[ Santiago Valentí Camp ]
Francisco Giner de los Ríos
Este insigne filósofo es conocido no sólo en España, sino en toda Europa. Primogénito de una familia de intelectuales, lleva el apellido ilustre por antonomasia.
Nació en la ciudad de Ronda, provincia de Málaga en 1840, hijo de una hermana del orador y estadista Ríos Rosas y de un probo funcionario de Hacienda. Siguió la segunda enseñanza en el Instituto de Alicante en la época de Castelar. Con extraordinario aprovechamiento cursó las carreras de Filosofía y Letras y Derecho, terminándolas a los 19 años. Los profesores que más influyeron en su educación fueron D. Francisco Javier Llorens (en la Universidad de Barcelona, donde estudió algunos cursos), D. Francisco Fernández y González (el actual rector de la Universidad Central), de quien fue discípulo predilecto en Granada y el genial D. Julián Sanz del Río en Madrid.
Mediante brillantísimos ejercicios de oposición ganó en 13 de agosto de 1867 la cátedra de Filosofía del Derecho, correspondiente al período del Doctorado en la Universidad Central, salió del profesorado al ser perseguidos su maestro Sanz del Río y el venerable fundador de la Institución para la enseñanza de la mujer D. Fernando de Castro. Cuando triunfó la gloriosa Revolución de Septiembre, recobró su cátedra. En 1875 el gabinete de Cánovas-Orovio decretó ab irato la separación de sus cátedras a Giner, Salmerón, Azcárate, Laureano Calderón, González de Linares, Barrio Mier y Guzmán Andrés.
Una real orden dictada en 3 de marzo de 1881 por el ministro de Fomento liberal don José Luis Albareda, le devolvió, lo propio que a sus compañeros, al escalafón general de catedráticos de las Universidades españolas.
El Sr. Giner ha permanecido constantemente alejado de las luchas políticas, en distintas ocasiones le fueron ofrecidos cargos importantes; en 1873 siendo ministro de Gracia y Justicia D. Nicolás Salmerón le propuso para la subsecretaría de aquel departamento, pero la íntima y cariñosa amistad que le une con el ilustre repúblico no le impidió rehusar el cargo, así mismo algunas veces se negó a aceptar actas de diputado y senador.
En Madrid en 1876, con Montero Ríos, Moret, Salmerón, Labra, Azcárate, González de Linares, Figuerola, Calderón (Laureano), García Labiano y Mesía, fundó “La Institución libre de Enseñanza”, única obra nacional que le interesa, aparte de toda mejora política general y cuanto se relaciona con la Pedagogía, a cuyo engrandecimiento ha cooperado sin cesar, ilustrando a la opinión y prestando su concurso a los funcionarios que se han esforzado en mejorarla y ponerla al nivel de los pueblos adelantados y cultos. No pocos políticos, ministros y consejeros de Instrucción pública, solicitan su opinión antes de presentar un proyecto de ley, un plan de reforma de la enseñanza o alguna disposición que se relacione con los problemas pedagógicos.
Para poder exponer y analizar la obra pasmosa del eximio catedrático, sería indispensable dedicarle mucho más espacio del que dispongo en las columnas de La Publicidad.
Condensar sus doctrinas sociológicas es un trabajo arduo, porque el Sr. Giner se ha consagrado a la renovación pedagógica con sin igual preparación y es tal la magnitud de su esfuerzo y la variedad de sus trabajos que le ha privado de reunirlos en forma de tratados especiales. Para tener siquiera una idea de la trascendental función que en la cultura de España ejerce, basta considerar que desde hace 30 años es el inspirador de la tendencia filosófica educadora con carácter moderno, radical y transformador. Su cátedra siempre fue y sigue siendo actualmente un verdadero laboratorio de trabajo serio y fecundo, cuyo ambiente vivificador se evidencia por los resultados; de ella procede esa brillantísima pléyade de pensadores y maestros que auguran una España nueva, digna y honrada, apasionada de la verdad y el bien. Pocos sabios han sido tan admirados y queridos de sus discípulos y contados han logrado tenerlos tan eminentes; sirva de ejemplo citar a Caso, Soler, Costa, González Serrano, Builla, Alfredo Calderón, Clarín, Cossio, Flórez, Posada, Altamira, Sela, Fray Candil, Dorado Montero, Unamuno, Vida, Morote, Zozaya, Quirós, Palacios y muchos más que hoy dirigen a la juventud estudiosa y son l'élite del profesorado y de la prensa avanzada.
D. Francisco Giner dedica todas las energías de su actividad a conservar en La Institución libre de Enseñanza el interés doctrinal de la juventud hacia los problemas de la educación intelectual y moral, procurando acrecentarlos en su ánimo para que su eficacia y virtualidad trascienda a la esfera de las cuestiones sociales.
D. Nicolás Salmerón y D. Francisco Giner han sido los herederos y continuadores de la tradición filosófica del gran Sanz del Río, este pensador y Krause son los autores que más influjo ejercieron en la formación de su personalidad; pero siempre se ha orientado con vida y luz propias, siempre se destaca en su trabajo el pensador profundo, el espíritu abierto a todos los ideales elevados y generosos, la inteligencia superior y pronta a descubrir los arcanos de este prisma de infinitas caras llamado realidad, hombre austero, de proceder intachable, temperamento equilibrado y en quien se hallan en perfecta harmonía la inteligencia, el sentimiento y la voluntad; apareciendo su criterio original en un sentido de compenetración de ideas y doctrinas, en las que se traslucen principios tan varios como los sostenidos por Montesquieu, Schelling, Savigny, Feuerbach y una honda devoción por ciertas fórmulas históricas de la especulación filosófica, desde Taparelli y Stahl, hasta las positivas sostenidas por Comte, Spencer y Huxley, advirtiéndose también a veces las resurrecciones al misticismo de Tolstoi.
Caracterizan al pensador español extraordinaria sinceridad al exponer doctrinas ajenas; gran prudencia y circunspección cuando se trata de formular juicios, y un vehementísimo deseo de justicia, de verdadera solidaridad y acendrado humanismo, quiere que las ideas sanas se truequen en ideas de fuerza, agentes de la voluntad o sea en fecunda realidad social que logre ennoblecer y dignificar al hombre, acercándole a las regiones sublimes de la idealidad.
En su cátedra todos los problemas son objeto de estudio familiar en la forma, y en el fondo revive el modo socrático. La vocación que algunos jóvenes –pocos en número desgraciadamente– tenemos por la Sociología se debe principalmente a sus sabias enseñanzas y a las de Azcárate y Sales y Ferré.
El Sr. Giner además de su prodigiosa laboriosidad como catedrático es un escritor infatigable, meritísimo; difícilmente podré dar noticia de todos sus libros, aun dejando de mencionar los de Estética, Crítica y Arte y las numerosas traducciones de Krause, Ahrens y Röder; he aquí algunos: “Estudios jurídicos y políticos”, “Programa de Filosofía del Derecho”, “Estudios filosóficos y religiosos”, “Lecciones de Psicología” (en colaboración con E. Soler y A. Calderón), “Principios elementales del Derecho”, “Estudios sobre educación”, “Principios de Derecho natural” (en colaboración con A. Calderón), “Educación y enseñanza”, “Campos escolares”, “Resumen de la Filosofía del Derecho” (en colaboración con Alfredo Calderón) y “Estudios y Fragmentos sobre la teoría de la persona social”.
En estos dos últimos libros y a algunos artículos publicados en La España Moderna, “Revista general de Legislación y Jurisprudencia”, “La Administración” y el Boletín de la Institución libre de Enseñanza están expuestas y desarrolladas íntegramente sus doctrinas sociológicas. El fundamento primordial y completo de sus ideas puede definirse: en un positivismo analítico de orientación idealista y trascendente, o quizá mejor expresado, un idealismo crítico y positivo, que si por una parte desecha lo que algunos literatos y entre ellos Brunetiere, han dado en llamar bancarrota de la ciencia, por otra no es de los que creen inútil y enojoso el estudio de la Metafísica; en este respecto ofrece muchos puntos de contacto con Spir y Bergson. Es innegable que el señor Giner dentro del movimiento modernísimo de la Filosofía se halla en situación singular por lo original, que ha influido poderosamente en el modo de determinarse las corrientes del pensamiento en nuestro país, actualmente conserva una neutralidad de expectación, viendo cómo se derrumban el espiritualismo arrieré y el positivismo meramente o fisiológico, especie de idealismo invertido, más apriorístico y precipitado de lo que pudiera creerse a primera vista.
En el Derecho ha desenvuelto un concepto filosófico sumamente práctico que emana de las teorías de Krause y acaso sea más útil y fecundo en resultados que el evolucionismo; esta concepción bastante conocida entre nosotros se halla contenida en la trascendencia dada al elemento ético y la afirmación del carácter interno, inmanente de la conciencia, de las relaciones jurídicas, en oposición a la que considera el Derecho como relación puramente exterior y coactiva que es Kantiana. En rigor lo que da verdadera unidad a sus ideas sociológicas es el considerar orgánica y dinámica a la realidad, formando un todo y en cada una de sus determinaciones. Esta concepción tiene su arranque en las doctrinas de Krause y Schelling, pero el profesor español le ha dado gran alcance desarrollándola ampliamente hasta donde lo hacen posible las deducciones de los positivistas y el carácter eminentemente psíquico de la totalidad de las relaciones humanas. Siguiendo esta dirección deduce que la realidad es orgánica y persistente; la sociedad es un organismo pero no organismo meramente físico, a semejanza, si es que no enteramente al modo del cuerpo animal o aun de la planta, según afirman Lilienfeld, Hellwald, Häckel, Jaeger, Spencer, Worms, Novicow y Espinas.
Gran parte de su último libro lo dedica a la exposición y crítica de las doctrinas de Schäffle, uno de los tratadistas más discutidos en esta época.
La crítica de los libros y artículos del señor Giner exige condiciones de lugar y tiempo no abreviados, pero la semblanza del maestro de los maestros, puede intentarse a grandes rasgos teniendo en cuenta que a su cátedra concurren uno y otro año los doctores y los jóvenes superilustrados, atraídos por la magia de su palabra sencilla y reposada, que a modo de cincel esculpe admirablemente las más intrincadas concepciones y doctrinas del pensamiento humano.
Barcelona, enero de 1900.