[ Santiago Valentí Camp ]
Pedro G. Dorado Montero
Es el criminólogo español de mayor reputación en Europa. Su nombre antes soló conocido por los escasos amateurs de la ciencia penal, hoy se ha extendido por todos los ámbitos de la Península y ya los que de cultos se precian, reconocen que Dorado es un pensador, un sabio; pero no a la española, improvisado y hecho con bombos y reclamos a tanto la línea en los periódicos de mayor circulación, sino un profesor eminente, sincero, original, de conocimientos vastos y de firmes y honradas convicciones; tan modesto como enemigo irreconciliable de toda manifestación que tienda a exaltar personalidades.
Nació D. Pedro Dorado, en Navacarros, pueblo del partido de Béjar, provincia de Salamanca, en mayo de 1861. No contaba más de cuatro años, cuando perdió el brazo derecho a causa de un accidente desgraciado; y esta vicisitud parece que ejerció influjo decisivo en la orientación de su porvenir, desviándole de las faenas y labores del campo que por la posición modesta de sus padres hubieran seguramente esterilizado y obscurecido su talento.
Su pobre madre, precisada a ganares la subsistencia, y sin el desahogo pecuniario indispensable para dar la instrucción debida a su hijo, consiguió mediante sus gestiones que le admitieran en un colegio de Béjar. Allí fue el joven alumno todos los días salvando a pie la legua y media que separa a Béjar de su pueblo natal, hasta que gracias a su inquebrantable tesón y a los relevantes méritos de que había dado prueba, logró obtener el título de bachiller.
Dado el primer paso y vencidas las primeras dificultades, quiso proseguir el estudioso joven su penosa odisea estimulado ya por los triunfos de adolescente y contando con el vigor de la juventud para continuar con perseverancia y mayor resistencia a la adversidad aquel camino que le obligara en su anterior etapa a recorrer a diario tres leguas.
Y el insigne pensador triunfó; porque el hombre que pone la voluntad a contribución de un ideal logra vencerse a sí mismo, con lo que fácilmente se obtiene sobre los demás segura victoria.
Al cuarto año de cursar en las Facultades da Derecho y Filosofía y Letras de Salamanca, obtuvo por oposición una beca de las creadas merced a la iniciativa del malogrado catedrático de Metafísica D. Mariano Arés; terminadas las dos carreras, pasó a Madrid para doctorarse en Derecho: el rector de la Universidad Central, haciendo justicia al comportamiento académico de Dorado, le nombró alumno del Colegio de San Clemente de Bolonia: ambas distinciones otorgadas a sus merecimientos le permitieron continuar los estudios en Italia durante los cursos de 1885 a 87.
Nombrado este último tiñó profesor auxiliar de la Universidad de Salamanca, explicó diversas asignaturas de Derecho, hasta que en 1892 ganó mediante brillantísimos ejercicios de oposición una cátedra de la Universidad de Granada, y por permuta, pasó a Salamanca, donde actualmente profesa el Derecho Penal.
Con esta honrosísima y envidiable serie de méritos positivos, a los cuales debe añadirse su singular aptitud y vocación para la didáctica, como lo atestigua la juventud estudiosa que proclama a Dorado Montero […] respetables, se comprende que su autoridad esté sólidamente cimentada y su personalidad científica sea de todo punto indiscutible.
Escribe con gran soltura y corrección; su estilo es elegante, conciso, deleita la claridad y sencillez con que expone, y sorprende agradablemente la sinceridad y valentía de sus concepciones. Salva hábilmente la obscuridad del tecnicismo y sabe aumentar el interés del lector al tratar problemas complejos y doctrinas intrincadas que, de otra suerte, fueran inabordables.
Sus numerosos artículos jurídicos, sociológicos, penitenciarios y de crítica bibliográfica, publicados en La España Moderna, Boletín de la Institución libre de enseñanza, Revista general de Legislación y Jurisprudencia, La Administración y algunos periódicos de Madrid, le acreditan de activo y notable propagandista de la moderna ciencia social.
Su primer libro fue un estudio acerca de “La Antropología criminal en Italia”, publicado en 1890 con tanta aceptación, que se agotaron tres ediciones en pocos meses. En 1891 lo refundió y completó con otro muy notable titulado “El Positivismo en la Ciencia Jurídica y Social italiana”, en el cual estudia con suma detención el desenvolvimiento de la Filosofía del positivismo y su aplicación a las disciplinas jurídicas y sociales en Italia comparativamente a España. Lo poquísimo que aquí se conoce de los tratadistas y libros de Derecho de aquella nación se debe a los trabajos de Dorado.
La especialidad de Dorado es la ciencia penal en los tres aspectos de criminología, derecho punitivo y régimen penitenciario. Sus trabajos son en la actualidad en número muy respetable, sobresaliendo en primer término los “Problemas jurídicos contemporáneos”, obra de verdadera importancia y que presenta caracteres de novedad en todas sus páginas. Solo lleva publicado el primer tomo de los “Problema de Derecho penal”, libro de extraordinario valor por la profundidad de la investigación, que ahonda y penetra en lo más íntimo de las cosas y para el cual no hay sombras en las mismas regiones de lo inexplorado.
Otro trabajo de gran alcance es “El Reformatorio de Elmira”, bosquejo de Derecho penal preventivo, donde estudia un ensayo interesantísimo para resolver una de las cuestiones más trascendentales de la ciencia penitenciaria: el referente a las sentencias indeterminadas, y cuya resolución necesariamente acabará con todos los sistemas penales que informan los Códigos vigentes. Dorado expone los resultados obtenidos por la institución de Elmira, fundada en los Estados Unidos de América en 1876, analizando y comentando cuanto han dicho los Year Books respecto a la obra realizada, la de más importancia de cuantas ha intentarlo llevar a cabo la ciencia penitenciaria en el siglo XIX.
Los estrechos límites en que forzosamente debe contenerse este artículo impiden analizar como se merecen sus dos libros publicados en Francia y en Italia titulados: “De la responsabilité en matière de délit et de son extension”, “I correzionalisti spagnuoli e la scuola positiva”.
Dorado sigue una tradición honrosa para la ciencia jurídica hispana, que ya desde el siglo pasado ha tenido eximios cultivadores, pudiendo decirse en cierto modo, que reasumen el proceso de nuestra ciencia penal cuyas tres tendencias principales están representadas por Pacheco, el sentido ecléctico; Luis Silvela, la teoría correccionalista, y Dorado la doctrina antropológica, que si bien se formó dentro del movimiento iniciado y sostenido por la escuela positiva italiana, y en ocasiones permite compararle a Ferri, debido a sus anteriores estudios jurídicos, a la indudable influencia de la Filosofía del Derecho del ilustre maestro D. Francisco Giner y a la crítica, profunda y meditada de las corrientes novísimas, se halla en una situación especial, independiente y originalísima.
El joven profesor dedica su generoso esfuerzo a una labor de revisión completa, sin atenuaciones, de todos los problemas que los autores clásicos y correccionalistas, viendo la realidad social de lado y parcialmente, dieron por resueltos prematuramente. Dorado se inspira de una parte en la Biología y las investigaciones de la escuela positiva y de otra en los modernísimos conceptos sociológicos de célebres pensadores y cuya fórmula concreta aún no se halla en la legislación positiva, pero ya se vislumbra merced a los descubrimientos de la Fisiología y la Freniatría. Así es posible afirmar resueltamente que el carácter expiatorio de la pena ha de proscribirse por completo del derecho, cuyo carácter ético importa robustecer modificando la coacción, cuyo efecto represivo ha de ser substituido por el establecimiento de una tutela penal basada en un sistema racional, previsor y preventivo.
Es realmente asombrosa la laboriosidad de Dorado. Sus trabajos se suceden con una rapidez que casi no se concibe; cuando apenas la crítica señala lo que representa y el valor que tiene uno de sus libros, ya anuncia la aparición de otro.
Es al propio tiempo mi distinguido amigo un consumado políglota que en pocos años ha traducido libros sobre Derecho Civil, Economía, Filosofía Social, Política, &c., de autores tan ilustres como Garofalo, Carnevale, D'Aguanno, Nutiti, Gumplowicz, Sigkele, Stricker y Momsen, escribiendo prólogos y extensas notas adaptándolas a la legislación vigente en España.
En síntesis, la personalidad de Dorado es evidentemente completa, porque no solo manifiesta una potencialidad mental circunscrita a la esfera de la pura idealidad, sino que además influye directa y poderosamente a la solución positiva de las más arduas cuestiones sociales.
Debido homenaje de fervorosa admiración dedica La Publicidad al profesor español universalmente respetado y muy querido en Cataluña.