Filosofía en español 
Filosofía en español


[ Santiago Valentí Camp ]

La nueva investigación sociológica
 
I

En el individuo y en las razas, es superior la vida racional a la material. La reflexión producto complejo de causas y efectos por su naturalidad exige forzosamente concierto ordenado y duradero para complir los fines propios de los seres políticamente asociados.

Numerosas las necesidades sociales, entre las permanentes la libertad es anterior a todas, pues sin ella no hay normalidad posible en el conjunto orgánico relativamente armónico dentro de la civilización moral y materialmente considerada.

Incomprensible el progreso social absoluto sin incurrir en utopía de filantropía especulativa, resulta absurdo que la vida sana, robusta, productiva de los ciudadanos pueda someterse a norma alguna artificial, sea cual fuere el título de esta, su historia y sus aplicaciones presentes. Progreso social y perfeccionamiento individual, no son más que objetos de estudio absolutamente posibles, pero solo cabe observarlos relativamente en los actos humanos y en los factores orgánicos de nuestra existencia.

Hay avance lento, incesante, parcial, de racionalidad a expensas del automatismo en los seres aislados y conjuntos dentro de las nacionalidades más cultas, y esta es la obra del arte y la ciencia universales proponiéndose hacer del hombre un ciudadano por medios intrínsecos o naturales.

Para convivir es indispensable antes poder individualmente vivir y nuestra existencia material, aunque inferior a la racional en categoría, está tan concretamente definida por necesidades imperiosas e ineludibles que cuanto se diga del hombre ciudadano no puede ser oponible a las leyes vitales que rigen la estática y dinámica zoológicas.

Decir vida social es afirmar la existencia precisa de ideales civilizadores. Los ideales protogénicos de toda civilización; la justicia y la equidad teóricas y prácticas son ambas ilusorias sin la preexistencia de la libertad política constituida en las legislaciones y afirmada en las costumbres que sintetizan el adelanto de los pueblos.

Importa no olvidar jamás que en la libertad individual está basada la colectiva, y en vano se acumulan sofismas para poner en duda que el orden moral y el adelanto político son naturales o lógicos efectos de la actitud tutelar del Estado difundiendo la instrucción para elevar la condición del obrero, si aprende a conocerse como elemento activo.

No constituye un ideal secundario ni aplazable para la civilización el conocimiento práctico del organismo, que a la Biología corresponde hacer patrimonio del ciudadano, muy esclavo de su ignorancia mientras vive sin preocuparse de las potencias, aptitudes, necesidades y fines de su ser, no ya en principio sino expresamente de hecho. Los sabios, eruditos y filántropos del tiempo nuevo, reformador y crítico, intentan convertir los ideales verosímiles en hechos útiles a la normalidad de los pueblos y esta grandiosa labor tiene tal expansión o alcance que no cabe en los reducidos límites de criterios cerrados, el pesimista u optimista, el despotismo de la tradición o la innovación intransigente.

Del exceso si no del abuso de la abstracción han nacido, llegando hasta nuestros días, las monstruosas antinomias con las que se pretende explicar la vida humana evolucionando hacia la civilización, cual si la razón y el cuerpo o el espíritu y la materia fueran separables a título de entidades biológicamente distintas, de cuyo conflicto dependieran el porvenir de la humanidad y los triunfos científicos del estudio concreto que averigua las funciones de conservación y perfeccionamiento sociales. Acaso del sobrado abstraer antiguo o histórico resulte el incesante concretar de hoy en ciencia y en arte, pero se impone universalmente la necesidad de juzgar y criticar los principios y consecuencias explicativas de verdadera realidad en el individuo y en el cosmos.

Precisa mucho fijarse en la crítica de las divisiones categóricas de la ciencia estudiando al hombre –ser racional y animal– pues si hay confusión está menos en los nombres que en el objeto de cada una de las partes encargadas del conocimiento correspondiente.

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La Sociología en su parte analítica-descriptiva depende del progreso en el conocimiento de la vida humana, cuyas manifestaciones mentales –Psicología– y materiales –Física, Mecánica, Química– deben ser naturalmente interpretadas como fenómenos cosmológicos sometidos a leyes universales. En cuanto a la parte sintética de esa ciencia, necesariamente abarca la suma de inducciones generalizadoras precisas para lograr la sistematización de los estudios que se refieren al ser natural y racional de las personas políticamente asociadas.

Para la investigación no pueden existir limitaciones, mientras se concreta a la descripción más íntima o elemental posible de los fenómenos vitales, pero en cuanto la abstracción se propone la explicación de las causas –esencia y finalidad– del vivir el hombre y de la convivencia jurídica, es ocioso consignar que hay innumerables dificultades para distinguir lo que es científico de lo que no llega a serlo por razones del método empleado en el análisis del todo social y de sus componentes obligados. Llámese positivo o empírico el procedimiento empleado para conocer las acciones orgánicas del ser humano en su constante y condicional modo de ser, espontáneas o provocadas, regulares, coordinales, sucesivas y sometidas a leyes por evolución natural del cuerpo o de la inteligencia, no puede desconocerse que una gran parte, la mayor, del progreso se debe a la preferencia dada por los modernos pensadores{1} al hecho sobre la hipótesis. Anteponer la descripción a la interpretación del relativismo fenomenal observable es necesidad ineludible para el arte y la ciencia de las acciones vitales favorables o nocivas a la constitución y desenvolvimiento de la sociedad. Por medio de la experimentación descriptiva se adquieren lenta pero seguramente la erudición generalizadora y el sistema científico con certidumbre y exactitud.

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Si Platón pudo despreciar caprichosamente todo cuanto lleva el carácter de hecho particular, o sea el empirismo, ahora éste dispone ampliamente del conocimiento objetivo, que pone al hombre en posesión de la realidad externa hasta el punto maravilloso de adelanto artístico o industrial, resolviéndose en civicultura y economía a la vista de todos y que el famoso discípulo de Sócrates no podía en modo alguno imaginar, aun extremando sus ideales y abstractas especulaciones.

De la observación cosmológica predominante sobre la especulación ha nacido el progreso social concretando las condiciones vitales del medio y del ser en cuya armonía o compatibilidad se halla la normalidad individual y colectiva. Mientras la ciencia de las leyes vitales amplía de necesidad el conocimiento muy detallado de las propiedades o atributos inherentes al hombre culto y al medio, sino alcanza a estar la naturaleza de ambos considerados en sí; logra mostrarlos como factores recíprocos de un producto definido o elemental de conjunto, cuya normalidad está cada instante más sometida a los adelantos técnicos, pues podemos conservar o destruir en gran parte las manifestaciones del hombre en su medio.

Proponiéndose saber el por qué de la vida los antiguos carecían de recursos para detallar el cómo son objetivas las acciones y reacciones fatales o contingentes del medio en la individualidad y en el conjunto. El desarrollo positivo de las ciencias sociales tiene su origen en el empirismo racional que procura los conocimientos especiales, concretando los hechos antes de generalizar y dando al dogma, al símbolo y al mito el valor que les corresponde paralelamente a la ciencia, pero jamás formando parte de ésta, ni menos contra y por encima de ella. Por esto el conocimiento de la vida tiende a ser exclusivamente experimental y procede comenzando por inquirir las propiedades elementales de los componentes.

La investigación de los órganos y funciones vitales parte de la noción fundamental siguiente: es inadmisible todo principio de análisis técnico que no afirme la “inmanencia de la vida en la substancia organizada”, sea cual fuere la jerarquía de ésta desde el micro-organismo hasta el hombre. Así se comprende que si el vivir es un individualizado modo de ser orgánico superior de conjunto, inseparable de las acciones externas mesológicas, la ciencia y la práctica experimentales tienen a su cargo la demostración de las condiciones propias de este conflicto activo, recíproco, permanente que la substancia cósmica ofrece pasando circularmente de anorgánica a viva en estos dos fundamentales modos de estar definida o integrante del ser y del medio.

A medida que aumenta el caudal de la evidencia biológica objetiva y esencialmente útil a la vida humana social –progreso material– se va notando más e imponiendo con creciente imperio la necesidad de demostrar cuáles son los fundamentos positivos de la evidencia subjetiva a la sociabilidad, en tanto que la civicultura –progreso moral– es una consecuencia de la racionalidad efectiva, privada o pública dentro de las nociones modernas.

Carecen casi por completo de interés las grandes polémicas doctrinales, sistemáticas referentes al alcance positivo de la verdad objetiva empleándola en cosa favorable a la vida material humana, tal vez porque los hechos se imponen auctoritate propria, y hoy la controversia reside entera a veces más apasionada que útil, limitándose a esclarecer no tanto la naturaleza íntima de los actos subjetivos como las relaciones coordenadas entre la inteligencia y la voluntad, de un ser individual y también social, esto patentiza que la filosofía entra en un periodo de regular tranquilidad inquisitiva con sólo no oponer lo subjetivo a lo objeto de nuestra existencia.

Santiago Valentí.

{1} Ibering, Schäffle, Röder, Stein, Schomberg, Mohd, Reumelin, Seydel, Löning, Ratbie, Schulze, Orlando, Ferri, D'Aguanco, Puglia, y en España el eximio Sales y Ferré, Builla, Dorado Montero, Posada y González Serrano.

 


La nueva investigación zoológica
 
II

Para la vida social no valen las hipótesis ahora lo que antes, porque dentro del análisis sólo tienen alcance de instrumentos pero no más; sirven de medio hábil descriptivo del relativismo fenomenal, facilitan la comparación metódica de las acciones y reacciones vitales, y por su calidad de nociones abstractas perentorias son útiles al conocimiento de lo concreto demostrable y auxiliares no dueños del estudio natural y objetivo.

Este es el carácter especial nuevo o propio de la observación sociológica averiguando las actividades y potencias de la razón y prefiriendo el conocimiento práctico, positivo, empírico, experimental a su opuesto el teórico, especulativo, dogmático y autoritario. La ciencia nueva está, al parecer tan sólo, enfrente de la antigua pues al cambiar el sistema y el método de llegar a la posesión de la verdad por medios concretos, demostrables desecha la investigación lo supra-sensible o de lo indemostrable y al evitar las disquisiciones infructuosas de otros tiempos el análisis cumple con la misión del progreso, evolutivamente considerada la civilización de los pueblos. No es pertinente aquí un abreviado paralelo para enumerar las antítesis principales que merced al cambio de método resultan entre el ayer y el hoy de las ciencias sociales, cuyos provechosos resultados son notorios en pro de la racionalidad y el mejoramiento de las rayas.

El caudal heredado o saber antiguo –autoritario dogmático– y el adquirido modernamente de libertad y progreso por el naturalismo son patrimonio social cuya necesaria utilidad se subordina a condiciones extrínsecas, mesológicas de lugar y tiempo, y de instrucción y educación o intrínsecas, mentales y a la par revelan cómo se cumple la evolución de los pueblos según predomine la democracia y la solidaridad o el absolutismo y la intransigencia.

Fue un adelanto poderoso la separación de la Teología y la Filosofía. Durante veintitrés siglos la Antropología sólo ha conseguido en parte el lugar que le corresponde por categoría propia dentro del sistema científico-social a que se llama saber ordenado o razón práctica; por tanto no puede causar extrañeza que el pasado y el presente sean tan diversos comparados, merced a la crítica analítica, por sí libre e independiente, enemiga de todos los prejuicios y convencionalismos de secta o religión, superior a todas las tiranías de idolatría o teocracia y en resumen paladión que garantiza la verdad contra las farsas, inútiles para hacer del hombre un ciudadano, cada hora más distanciado de la barbarie.

Para poder vivir políticamente lo primordial es conocer a fondo la estática y dinámica de los organismos nacionales y de sus medios en mutuas relaciones, fatales y contingentes, de contacto, de cambio, de solidaridad, es decir de conjunto, móvil e inestable, sometido a leyes naturales cuya virtualidad o esencia no parece cognoscible más allá de sus modos de exteriorización.

Según la Historia se presentan cronológicamente evolucionando la Biología y la Sociología desenvolviéndose a impulsos del examen dirigido a conocer el hombre, el universo y la civilización, trilogía cuyos fenómenos observables o sensibles importa detallar para referirlos a principios ciertos y fundar en éstos los códigos positivos y las costumbres adecuadas.

Sin duda los más eminentes pensadores antiguos y medioevales han involucrado en sus investigaciones el conocimiento del hombre en el cosmo y civilizándose, pero hasta la época moderna las ciencias –Derecho, Economía, Etnografía, Zoología, &c.,– no han podido relacionarse como enciclopedia investigadora de los principios y hechos naturales –Filosofía– apreciados metódicamente por observación, totalmente libre de hecho, en el hogar, la escuela, el ateneo, la prensa y el meeting por virtud de la emancipación efectiva del análisis, convertido en palanca inalienable del ciudadano moderno.

La emancipación de la tiranía dogmática y la reforma de los códigos en sentido racional menos autoritario o absolutista, se impone porque las guerras religiosas y políticas no bastarán a satisfacer la violenta necesidad de oponer en toda la revolución a la tradición, el arte experimental a la ciencia especulativa, lo concreto a lo abstracto, o si se quiere la razón a la rutina en todas las esferas y manifestaciones de la vida social discutida ampliamente, por espíritu de independencia.

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No cabe mostrar aforísticamente sin previos y adecuados desarrollos descriptivos como el Derecho –ciencia, arte– moderno es genuinamente biológico.

Admitido sin reserva el concepto que del Derecho tienen Giner y Calderón “la conducta humana es objeto del Derecho, en cuanto es en sí buena, cumple a nuestros fines, y es libremente realizada”. Como la Antropología forma parte esencialísima o superior de la Biología social y también inseparable de aquella, ya que ambas se ocupan de las actividades del organismo humano por cuanto éste realice fines en condiciones o medios útiles, permanentes y temporales.

Muestras hasta qué punto el Derecho está dentro del estudio biológico social que son sinónimos Filosofía de la Historia del Derecho y Biología Jurídica o sea ciencia de las leyes de la Vida del Derecho. Al estudio novísimo es debido el análisis positivo de la vitalidad de la ciencia jurídica –política, administración, economía– por el cual comienza a ser conocida la naturaleza íntima del organismo del Estado “Institución para el Derecho” cuyas actividades y funciones cuanto más primordiales o superiores –conservación, perfeccionamiento– menos separables son de las que integra el organismo del ciudadano –inteligencia, sensibilidad– considerado éste como unidad activa de la familia, el municipio, la provincia y la nación.

Al inquirir la vitalidad racional y material del Estado moderno, dice el sabio profesor de Oviedo Adolfo Posada: “el Estado significa aquella situación de la colectividad humana, que se funda en el lazo político y que responde a la necesidad de establecer entre los hombres un orden de condiciones libres y recíproces”.

Meyer, Burgess, Gumplowicz, Boutmy, Sidgwick, Woolsey, Holtzendorff, Block, Fouillée, Azcárate, Piernas, J. Costa y J. Vida, exponen en sus tratados las nuevas doctrinas filosófico-jurídicas de esa ciencia político-social concretamente aplicada a la legislación constitucional de los pueblos modernos, europeos y americanos, con capacidad para ser libres prescindiendo de estériles anacronismos.

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La universalidad de los procedimientos inquisitivos es efecto de ese predominio necesario de los hechos “biológico-individuales” –espontáneos, provocados, normales, morbosos– entendidos como primera materia para fundar en la naturalidad de su producción las “nociones sistemáticas y tecnológicas” –libertad, equidad, moralidad, trabajo, bienestar– de suerte que lo concreto preceda a lo abstracto, lo natural-orgánico a la instrucción pedagógica, método nuevo y opuesto al especulativo escolástico combatido por ilustres precursores del movimiento emancipador de la conciencia intelectual, cada lustro más firme y más potente.

La Política en cuanto a su objeto conserva el organismo social cuando existe normalidad para no perderla y cuando sobreviene una perturbación para tornar a recobrarla y en ambos casos siempre por el empleo de medios o recursos positivos y razonados.

Reformista es necesariamente el político que aspira a desarrollar sus observaciones y experiencias de Sociología, sometiendo su criterio a las enseñanzas de la realidad.

Pesar, medir, aquilatar son operaciones elementales del presente estudio social que describe, analiza y compara los organismos en conflicto con los medios provechosos o nocivos, unos naturales y otros obra de los pueblos, cuya paternidad racional ario-semita y greco-romana registran y señalan los anales de la civilización universal.

Por desgracia es mucho más exigente y apremiante la regeneración de los pueblos aletargados e impelidos al abismo por la ignorancia, el quietismo y la insensatez que la dirección sensata de los que caminan en plena posesión del ideal sano y gozan de sus fecundas realizaciones.

De ahí que el prevenir sea menos imprescindible que el castigar y para la sociedad más trascendental obra es el evitar, aliviar y corregir formando el carácter de la nueva ciencia de vivir los pueblos, racionalmente guiados más por la luz de la inteligencia que por el calor del sentimentalismo.

Tiene su mayor poder la Psicología en las ideas, pero no en los idealismos y lo que éstos han producido en la evolución humana social, lo desentraña la crítica analizando sin obstáculo alguno las causas y fenómenos de la vida, normal y perturbada, dando a cada cosa su valor exacto y proclamando la verdad toda, entera, como fin sublime del hombre hecho ciudadano y del filántropo procediendo como naturalista sin miedo y sin tacha.

Santiago Valentí.

 


En el número de ayer publicamos el artículo segundo de nuestro estimado colaborador D. Santiago Valentí, titulado “La nueva investigación sociológica” pero los cajistas pusieron “La nueva investigación zoológica”, error que suponemos habrán corregido nuestros lectores.