Todos conformes
Ya no se deben achacar disidencias a la izquierda.
Comiendo, que es un momento de franca manifestación de ideas y afectos, es decir, en el banquete celebrado ayer en el Circo del Príncipe Alfonso, la izquierda, toda la izquierda española allí reunida, juró que no empaña la unidad del partido la más ligera nube de diversidad de opiniones.
Viva expresión de aquella corriente de unanimidad fueron Montero Ríos y Linares Rivas, que se unieron ante la numerosa concurrencia en abrazo fraternal. Nada les separa: viven en comunidad de pensamiento y de aspiraciones. Ellos lo han asegurado: sería descortés y de mal gusto contradecirles.
Montero Ríos afirma que la soberanía nacional es el derecho de nuestro tiempo, y que con ella está él. Supongamos que esa soberanía se declarase republicana; Montero Ríos sería republicano.
Linares Rivas quiere la monarquía con todos sus prestigios y todas sus prerrogativas. El prestigio de la herencia es uno de los mayores para la monarquía, y quien quiere ese prestigio, limita el derecho de la soberanía nacional, no se lo reconoce para destruirlo. Linares Rivas será siempre monárquico.
Pero nada de esto implica divergencia alguna, puesto que ambos aseguran que no existe.
La conformidad de la izquierda brilla sobre todo en un punto, y en él no cabe ciertamente contradicción; es decir, no cabe negar que la izquierda, como si fuera un solo hombre, proclama que su misión es conciliar la monarquía con la democracia. Tanto repite esto la izquierda, y siempre con unanimidad absoluta, que si nosotros fuéramos la monarquía nos daríamos por ofendidos.
¿Qué significa conciliar? Poner paz y amistad entre dos partes desavenidas. La izquierda supone, pues, que la monarquía se halla divorciada del país, y que existe sin el afecto del mismo, toda vez que considera necesaria que ella se dedique a ganárselo.
Para ser monárquicos convencidos y entusiastas no es grande el favor que dispensan a la monarquía los izquierdistas.
Es de considerar, siempre que de la izquierda se trata, a qué punto se lleva la sospecha de sus divergencias; nunca deja de ser hacia el que afecta a la monarquía.
¿Son más o menos monárquicos los izquierdistas? ¿Defienden el principio de la soberanía nacional con mayor o menor ofensa de la institución monárquica? ¿Resistirá su monarquismo a la prueba de un largo plazo como partido militante?
Y por más que una y otra vez la izquierda se declara monárquica de buena fe y entusiasta defensora del trono, vuélvese por uno u otro motivo a poner en tela de juicio su monarquismo.
Parece un estigma del cual a la izquierda no le es posible librarse. Ella se esfuerza por subir hasta la cumbre la mole de su monarquismo, y cuando ya cree adelantado su trabajo, lo destruye un accidente inesperado.
El último era bien reciente. Montero Ríos lo produjo manifestando su concepto sobre la soberanía. Ha sido preciso que Linares Rivas acentuara la nota monárquica, y restableciera el monarquismo de la izquierda.
Si quiere oír un buen consejo para sus fines, deje la izquierda de repetir el concepto en que se manifiesta más unánime.
No haga tanta gala de su pretendida misión, suponiendo a la monarquía desamparada del afecto del país.
Que es lo único en que resplandece la unanimidad de la izquierda