Filosofía en español 
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Fundador: Don Félix Lázaro García

[ Necrología de Félix Lázaro García (1808-1869) ]

Retiramos el primer artículo que teníamos preparado, para dar cabida en lugar preferente a la Necrología del Sr. D. Félix Lázaro García, fundador y director que fue de este periódico.

Sentimos no disponer de todo el espacio posible para insertar los diferentes originales que sobre su muerte y otros sucesos de actualidad se nos dirigen. El periódico es pequeño, y no podemos complacer a todos.


Necrología.

Según anunciamos en el último número de este periódico, el dignísimo Director del mismo y por tantos títulos benemérito Párroco del Salvador, Santa Eulalia y San Lorenzo de esta ciudad pasó a mejor vida, después de una corta pero penosa enfermedad en la noche del 16 al 17 de este mes.

Consternados aún con la pérdida de tan digna persona y por el inmenso vacío que deja entre nosotros, un deber de gratitud, de compañerismo y cariño pone la pluma en nuestras manos, para reseñar, siquiera sea de una manera rápida y desaliñada, según tenemos ofrecido, algunos de los pormenores de su vida, sus trabajos, su laboriosidad y los señalados servicios que prestó a la causa de Dios.

Digno de nuestro amor y nuestro respeto, y acreedor es a que no quede sepultada en su tumba la memoria de aquel, que consagró su existencia al esclarecimiento de la verdad, a la defensa de la Santa Iglesia y al bien de la Sociedad.

El Sr. D. Félix Lázaro García nació en la parroquia de los Santos Justo y Pastor de esta ciudad en 21 de Febrero de 1808.

Sus honrados y laboriosos padres procuraron darle una educación esmerada y religiosa, y después de las primeras letras y el estudio de la Latinidad cursó en este Seminario Conciliar desde 1821 tres años de Filosofía y sucesivamente los siete de Sagrada Teología con notable aprovechamiento, adquiriéndose señalada honra entre sus condiscípulos y reputación merecida entre sus maestros y superiores, así por su aplicación y nobles prendas, como por el acertado desempeño de los honoríficos cargos de Secretario, Fiscal, Gimnasiarca y Moderante de ambas Academias.

Conocedor de sus excelentes cualidades, bello carácter y ciencia poco común, contando la edad de 23 años, fue presentado por el Ilmo. Sr. Obispo, Don Joaquín Briz para el Curato de Santa Eulalia de esta ciudad, a cuyo título recibió las órdenes sagradas, empezando a regir la parroquia con honra propia, bien espiritual de sus feligreses y gloria de Dios en Enero de 1833. Antes de esta fecha y al propio tiempo que la cura de almas, desempeñó con lucimiento las cátedras de Filosofía por dos años, y en uno, a la vez que la Secretaría de Estudios, la de Instituciones Teológicas del mismo Seminario.

Los acontecimientos políticos, que sobrevinieron en nuestra Nación a consecuencia de la muerte del Rey Don Fernando sétimo y las marcadas ideas, que en la diversidad de pareceres, manifestó nuestro finado a favor de la causa de Don Carlos, por considerarla justa, legítima y la más apropósito para el bien y prosperidad de la patria, hubieron de motivar su salida de esta ciudad y amada parroquia en Agosto de 1837.

Si se exceptúa un pequeño intervalo, 13 años estuvo privado de las dulces afecciones de la familia y del hogar doméstico, y la mayor parte de este tiempo sufriendo con valor, resignación y severidad imperturbable, siempre las incomodidades y a veces los rigores de la emigración y del destierro: porque hombre de arraigadas, profundas y sólidas creencias católicas encontraba consuelo para sus penas, bálsamo saludable para sus llagas y escudo impenetrable contra los tiros del infortunio en las divinas máximas de nuestra Religión Sacrosanta.

A ella, a la defensa de sus dogmas y sana moral consagró su pluma en la época, que venimos recordando, como colaborador de varios periódicos religiosos y dando a la luz pública la obra de sermones titulada Biblioteca predicable, su primera edición, a la que han seguido otras dos numerosas, en Madrid año de 1848. En esta obra, que consta de 24 tomos en 4.º menor, y fue compuesta y recopilada con la cooperación de otros Sres. Sacerdotes, abundan originales sobre diferentes materias del Sr. Lázaro, en los que aparecen desde luego la facundia de su ingenio y los muchos, claros y sólidos conocimientos, que adquirió durante sus estudios. En ellos abundan las bellezas de la oratoria, gran fondo de erudición, abundante novedad de ideas; ortodoxia pura y la sencillez propia para enseñar e instruir al auditorio.

Somos también deudores a su laboriosidad del librito titulado Archivo de los consuelos, traducción del de S. Juan Crisóstomo, Nemo loeditur nisi a seipso, impreso en Madrid año de 1849.

No se limitaban los conocimientos de nuestro inolvidable compañero a doctrinas y materias de suyo graves y serias, cuales son las del dogma, moral, controversia ascética y liturgia: le eran también conocidas las del género jovial, propias de su carácter franco y expansivo, y de esto tenemos una prueba en el opúsculo Veintiún cuartos de hora, obrita, que sirve para entretener el ánimo en los momentos de distracción y recreo.

Anteriormente a las fechas ya citadas y hallándose desterrado en uno de los pueblos de esta Provincia, compuso, al observar la marcha de la política, el Sistema liberal impugnado por sí mismo, que después publicó en Madrid en 1844, en cuyo libro (que pudiéramos llamar primer ensayo como escritor) con estilo familiar, gran maestría, copia de datos y convincentes argumentos pone de relieve la falsedad de los principios, que en los 35 años trascurridos, han servido de base a los Gobiernos, que tomaron las riendas de esta Nación, digna de mejor suerte.

Estas producciones de su talento, y otras de que hablaremos después, le dieron a conocer en toda la península y en las posesiones de Ultramar, y aquellas, su franco y noble carácter, la firmeza y constancia de voluntad le granjearon el aprecio y estimación de personas de alta esfera y valía. Muchos Prelados, como testimonio de afecto a sus doctrinas puras y tributo a su mérito, le honraron confiriéndole licencias absolutas para celebrar, predicar y confesar en sus diócesis etiam pro monialibus; y otros varones eminentes en ciencia y virtud, con cuya amistad se honraba nuestro finado, le proponían para ascender a los honores y dignidades, a cuya aceptación siempre se negó con ánimo decidido y resuelto, contento y satisfecho con vivir en su amada Segovia y residir en su querida parroquia, a la que volvió desde Madrid en Marzo de 1850.

Durante estos últimos 19 años, ha consagrado su vida y sacrificado su salud robusta en llenar con toda solicitud los muchos y multiplicados deberes del arduo y penoso cargo del ministerio parroquial en su dilatada feligresía; más numerosa y dilatada desde 1852, en que le fue agregada la suprimida parroquia de Santo Tomás Apóstol; y mucho más a contar desde 1.º de Julio del año próximo pasado, en cuya fecha por virtud del arreglo de parroquias verificado en esta Diócesis, hubo de ser trasladado a la del Salvador, entrando a formar esta parroquia su feligresía y las de Santa Eulalia, San Lorenzo y la de los Santos Justo y Pastor. La asistencia a los enfermos, para proporcionarles los auxilios y consuelos espirituales, al confesonario, la predicación no interrumpida, el ornato y esplendidez de los templos, la solemnidad del culto, la conservación y aumento de las congregaciones, hermandades y cofradías, la exactitud en las rúbricas eran sus atenciones preferentes. Mucho le deben las corporaciones y objetos indicados y muy mucho la Congregación Sacerdotal como hermano y socio fundador. El celo por la honra y gloria de Dios le abrasaba como a otro Finees, y en todas partes ha dejado gratos recuerdos de su actividad, celo y religiosidad.

Tantas y tan múltiples tareas no fueron obstáculo para que el leal amigo y entendido escritor, que ya dejó de existir, en su rico ingenio y laboriosidad compusiera el Manual de Examinandos, obra útil para los que han de presentarse al sínodo de examen, y que se imprimió en esta ciudad año de 1853; ni para publicar el Semanario cristiano y literario, periódico destinado a difundir conforme a su título las buenas y sanas doctrinas y de cuya favorable aceptación por parte del público es prueba inequívoca las numerosas suscriciones con que contaba.

Últimamente, para que al terminar su carrera y presentarse al supremo Juez, pudiese decir el Sr. Don Félix Lázaro con el Apóstol San Pablo, Bonum certamen certavi, cursum consummavi, fidem servavi, a pesar de las muchas y complicadas atenciones que le rodeaban en su vasta y crecida parroquia, en las diferentes consultas que evacuaba, fundó y dirigió nuestro periódico a fin del año pasado, para salir como campeón católico a la defensa de los santos derechos de la Iglesia, los del pueblo, los de la libertad verdadera y los de la causa de la legitimidad, además de las conferencias católicas que dio dos veces en semana durante la cuaresma. En este estado, luchando las batallas del Señor, víctima de su celo evangélico le sobrevino la última enfermedad, agravada por su puntualísima asistencia al confesonario, no obstante sentirse enfermo, y administrar el último Sacramento a un moribundo en horas intempestivas del día anterior al en que se acostó, para no volver a levantarse. No desmintió su valor y resignación cristiana en los siete días de enfermedad y confortado con los Santos Sacramentos y auxilios espirituales para el terrible trance de la muerte; la suya fue la del justo, ocurrida a la edad de 61 años, un mes y 26 días, en que dejó para siempre este valle de lágrimas.

Honda impresión y amarga pena ha causado en el ánimo de todos los buenos la prematura muerte de este eminente Párroco, atendida su robusta constitución física y su género de vida parco y moderado, menos en el cumplimiento de sus deberes como católico, escritor y cura de almas, según dejamos expuesto, para los que no conocía límite ni medida. La parroquia ha perdido un celoso pastor y maestro en la ciencia de la salvación; los pobres y desvalidos, de que abunda, un buen padre y decidido protector: el Clero y especialmente el parroquial, un consultor práctico, leal consejero y su constante apoyo; la Iglesia, uno de sus esforzados defensores; la Diócesis un digno Examinador Sinodal; Segovia, un excelente hijo, que la daba honor y gloria, y cuantos teníamos la dicha de conocerle y tratarle un cariñoso compañero y fiel amigo.

Por estas bellas cualidades y excelentes prendas supo adquirirse el amor y simpatías de cuantos a él se acercaban; y su nombre era querido y estimado dentro y fuera de Segovia. Bien claramente lo dicen las frecuentes visitas, la continua afluencia de personas durante su enfermedad, para saber su estado, y la inmensa concurrencia de personas de toda clase y categoría que asistió así al acto tierno y patético de administrarle el sagrado viático, como al de conducir sus restos mortales a la última morada, y a las solemnes honras fúnebres, que por el eterno descanso de su alma se celebraron en la Iglesia de Santa Eulalia, insuficiente, no obstante su capacidad, para contener tan numeroso concurso de gentes, como nunca se vio en esta Ciudad.

Esperamos confiados en que la soberana Reina de los Ángeles y los demás Santos titulares, cuya honra y culto promovió, habrán interpuesto su valimiento y mediación; y en que el Señor, rico en bondad y misericordia, a cuyo honor y gloria consagró su pluma y sacrificó su existencia y su vida, recompensando sus trabajos y sus virtudes, le tendrá en la región de la paz y de la dicha. Y si alguna satisfacción tuviere que exigirle aún la divina justicia, reguemos con instancia, para que cuanto antes vuele su bendita alma a ver la claridad de Dios, único tributo que puede pagar nuestra admiración y nuestro respeto a su grata memoria.

R. I. P.