Filosofía en español 
Filosofía en español


[ Concepción Arenal ]

Variedades. Álbum de La Iberia

Lengua Universal
de D. Bonifacio Sotos Ochando

El siguiente artículo que publicamos es el último trabajo con que nos ha favorecido al ausentarse de la corte, con objeto de reponer su salud, nuestra distinguida colaboradora la señora doña Concepción Arenal de García Carrasco, cuyos escritos han merecido muchas veces el honor de ser reproducidos por nuestros colegas de la corte y de provincias antes de que llevaran el requisito obligatorio de la firma. J. de la Rosa.

Tregua por un momento a la política, tregua por un momento a ese trabajo tan parecido al de Sísifo de llevar hasta la cima una pesada roca que vuelve a caer apenas se deja, y que es preciso levantar de nuevo apenas se cae; tregua a la tarea ingrata de acumular trabajosamente ceros que no tienen por el momento valor alguno, que nada significan, hasta que el tiempo con su mano al parecer caprichosa, coloca detrás una cifra, y los hombres leen al fin una cantidad.

Dejemos por hoy esas nadas que tan laboriosamente nos ocupan, y olvidando lo que la posteridad olvidará, recordemos lo que habrá de recordar sin duda alguna. Alejémonos del campo agotado de la actualidad, y recorramos aquel donde las flores no se marchitan, donde no se pone nunca el sol de la inteligencia, que tiene por inmenso horizonte el porvenir y por suave brisa la esperanza.

Si hace algunos meses hubiéramos hablado de la lengua universal del señor Sotos, como de una cosa posible, aceptable, hacedera, la rutina o la indiferencia hubiera sonreído desdeñosa, parapetándose en nuestra escasa autoridad. La de la razón hubiera sido en vano invocarla; sabido es que necesita por aliado el tiempo y no había transcurrido bastante; la del autor, con ser mucha, parecía interesada: nos confesábamos, pues, desarmados en frente de los imposibilistas; era preciso esperar.

Afortunadamente no ha sido necesario esperar mucho; un tribunal competente, imparcial e irrecusable, ha dado su fallo; la indiferencia por lo que es grande, bello y noble, no puede decorarse ya con ninguno de los nombres que profana. El mundo científico tiene su capital, París, y hay en París una Sociedad lingüística que se ocupa del gran problema de una lengua universal. Oigamos lo que dice una comisión de su seno encargada de informar sobre varios proyectos, y en particular sobre el de nuestro compatriota el señor Sotos Ochando.

En su primer informe la comisión observa «que la empresa de la Sociedad es colosal, erizada de dificultades, y la única de este género que hasta ahora se ha intentado; pero que una Sociedad llamada a contar entre sus miembros los hombres más eminentes de todos los países, puede dar cima a trabajos superiores a las fuerzas de un individuo.»

«La comisión reconoció que la lengua universal debía tener un carácter científico, que debía ser clara, sencilla, fácil, racional, lógica, filosófica, rica, armoniosa y además elástica para prestarse a todos los progresos futuros; y como es evidente que ninguna lengua antigua ni moderna tiene este carácter, ni estas condiciones, todas fueron desechadas por unanimidad.»

Se examinó después si podría adoptarse una lengua viva modificándola, enriqueciéndola, completándola y haciendo en ella grandes cambios; pero la comisión se convenció que nada valía esto, porque tales modificaciones la harían completamente distinta de la primitiva, y no impedirían que fuese irracional, antilógica, arbitraria, difícil y casi tan defectuosa como las actuales. «En su consecuencia, la comisión se pronunció por una lengua a priori.» Es decir, formada expresamente para este fin.

Se enumeran en seguida y se discutan varios sistemas y teorías para la formación de una lengua universal; y todos ellos fueron desechados por la comisión después de un maduro examen.

Tal era el estado de la cuestión, cuando se presentaron a la comisión dos proyectos serios y completos de lengua universal a priori, y dignos de su atención, a saber: el de Mr. Letellier (de Caen), y el del señor Sotos Ochando. «Este último, dice la comisión, se recomendaba ya por el carácter y reputación del autor, que había ocupado en España puestos eminentes, como superior del gran Seminario de Murcia, diputado a Cortes en 1822, miembro del Consejo de instrucción pública en España, profesor de su Universidad central y director del Colegio politécnico de Madrid. Además el señor Sotos, cuya modestia iguala su saber, había publicado obras importantes para la enseñanza, recomendadas por el ministro de Instrucción pública en Francia. Finalmente, el proyecto de lengua universal, había obtenido ya un legítimo tributo de elogios, y las más favorables apreciaciones de muchas sociedades sabias y de un gran número de escritores distinguidos de diferentes países. Pero un trabajo de esta naturaleza podría pasar perfectamente para con nosotros, sin este acompañamiento de recomendaciones, pues sus cualidades hablan en su favor con bastante elocuencia.»

«La comisión se ha hallado definitivamente con sólo dos proyectos serios, completos y dignos de la atención de la Sociedad, y su examen será objeto de otro informe. Entretanto, creemos poder declarar que el proyecto del señor Soto Ochando, es el que ha reunido en el seno de la comisión las más vivas y numerosas simpatías.»

Este informe, dice el secretario, fue escuchado con mucha atención y muy aplaudido.

En su segundo informe la comisión hace la historia de cuanto se ha escrito sobre la materia y pasa a informar sobre el proyecto de Mr. Latellier (de Caen) que declara inadmisible, concluyendo que es defectuoso, absolutamente impracticable, y que vale mucho menos que el de Delormel y el de Mairnieux.»

La comisión se ocupa, en fin, del proyecto del señor Sotos, y dice: «Que será la parte más fácil y más agradable de su tarea. La mayor parte de los individuos de la Sociedad conocen ya este trabajo. Acogido desde su aparición con grandísima benevolencia, obtuvo las simpatías de todas las personas que asistieron a las dos sesiones en que le expuso su autor. Tal fue la consecuencia natural de su notable sencillez, de la claridad de su método, de la unidad y regularidad de su plan, y de la fácil aplicación que hacía esperar. Esta impresión favorable, lejos de borrarse con el tiempo, como suele suceder, se ha hecho más profunda, cuando ha podido ser razonada y fundada en un conocimiento más perfecto, debido a nuevas explicaciones dadas por el autor a los artículos publicados en los periódicos.»

«No obstante, estas prevenciones favorables no podían arrastrar el juicio de la comisión, que para corresponder a su misión de confianza debía examinar, pesar y discutirlo todo con el mayor cuidado. Así lo ha hecho, y se felicita del buen resultado de su examen detenido y reflexivo. En efecto, fundado sobre los principios del análisis y de la lógica, elaborado con un método y habilidad, que se buscarían en vano en los otros trabajos análogos; método y habilidad, que son la manifestación de una inteligencia robusta y despejada, que sabe atacar los obstáculos y vencerlos, este proyecto satisface, a nuestro parecer, las condiciones que deben exigirse de una lengua universal, porque si no es perfecto, fácilmente pueden introducirse en él todas las modificaciones que se juzguen necesarias.»

El informe prueba por citas sacadas de un periódico (El Heraldo), «que el señor Soto en el año de 1845 había ya mirado la cuestión de la lengua universal bajo todas sus fases, y había mostrado en la teoría la misma elevación y el mismo espíritu filosófico, la misma rectitud de juicio, la misma habilidad de que ha dado pruebas en la práctica.»

La comisión hace algunas objeciones de poca importancia, y añade: «Fuera de estos defectos, y algunos otros menos importantes, la gramática del proyecto en cuestión se presenta con cualidades excepcionales. Por lo demás, como hemos dicho ya, el señor Sotos es mucho más sabio de lo que se creería escuchando su lenguaje. Trata las cuestiones gramaticales más arduas con una superioridad que todo el mundo deberá reconocer, así como la ciencia y profundidad de las disertaciones que presenta con este motivo, y entre las cuales señalamos en particular su teoría sobre el verbo.»

«Fácil le ha sido al señor Sotos el hacer resaltar las cualidades tan numerosas y diversas que distinguen a su lengua universal, y las incalculables ventajas que resultarían de su adopción. Por lo mismo nos ha sido fácil también el convencernos de que esta lengua es como dice el autor regular en su construcción, clara, sencilla, fácil, muy armoniosa, muy rica, y que satisface a todas las necesidades de nuestra época y se presta a todos los progresos que el porvenir puede ofrecer. Se sabe además, que es esencialmente analítica, pues que el nombre de cada objeto contiene su definición, y eminentemente filosófica, es decir, razonada en todas sus partes. Es, pues, un instrumento del mayor valor para analizar, clasificar y fijar los principios de las ciencias, y para rectificar el juicio, pues que es imposible acostumbrarse a hablar y a razonar en una lengua analítica y filosófica, sin adquirir el hábito de un raciocinio exacto en todas las materias.»

La comisión añade que esta obra es la más propia para destruir las prevenciones comunes contra todo proyecto de lengua universal, «porque en ella se desvanecen todas las objeciones con el poder del raciocinio, y con respuestas tan concluyentes, que a no ser de aquellos de quienes se dice que tienen ojos y no ven, oídos y no oyen, hay que rendirse a la evidencia.»

Finalmente: la comisión, después de algunas observaciones sobre las clasificaciones propuestas en el proyecto y de decir que por no alargarse más omito muchas cosas que podría añadir en su favor, concluye así: «De lo dicho resulta, que el proyecto de la lengua universal del señor Sotos Ochando, es superior bajo todos conceptos a los demás que hemos examinado, que está ejecutado de un modo conforme a las ideas de la comisión y que puede recibir sin alterar sus bases y principios, todas las mejoras y modificaciones convenientes como lo desea el autor. Estamos lejos de creerlo perfecto, como lo prueban nuestras críticas sobre algunos puntos, y acaso se presentarán otras de más valor. Pero entretanto, la comisión es de parecer que se toma desde hoy en seria consideración este proyecto, con exclusión de los demás, y que se trabaje eficazmente en mejorarlo, vulgarizarlo y hacerlo adoptar.»

Sensible es que la comisión, temerosa de extenderse demasiado en un informe que comprendía tantas y tan importantes cuestiones, se haya abstenido hasta de indicar las muchas cosas que dice que podría añadir en favor del proyecto del señor Sotos; tal vez lo haremos nosotros otro día, limitándonos por hoy a llamar la atención del público y del gobierno sobre dos puntos: la alta significación del informe, cuyos más notables párrafos hemos copiado, y el deber en que están las corporaciones literarias y de los hombres que personifican el poder, de auxiliar e impulsar un pensamiento que para mengua de España habría concebido un español, si sólo hallase en su patria indiferencia y desvío.

Basta el simple buen sentido para comprender toda la importancia del informe de la Sociedad lingüística de París. Una respetable reunión de personas competentes que asocian sus inteligencias para una empresa que reconocen colosal, examina detenidamente todos los sistemas más o menos antiguos y más o menos detallados de lengua universal, y los desecha todos. No hay, para resolver el problema otro trabajo hecho, que haberlo planteado con celeridad y reconocido sus dificultades inmensas, cuando he aquí un extranjero, un hijo de esa España que hacía tanto tiempo no llevaba piedra alguna al edificio de la ciencia, que presenta el fruto de sus meditaciones; y los que habían criticado de veras, aplauden entusiastas y adoptan y prohíjan el plan del hombre extraño, en competencia con sus compatriotas. El señor Sotos, proscrito, halló hospitalidad; pensador, ha hallado justicia en esa Francia que en las grandes cuestiones merece siempre bien de la humanidad. Dios la guíe y abrevie la terrible prueba a que ha querido someterla; Dios ilumine ese camino desconocido que recorre la primera, y donde necesariamente se extravía y cae, y Dios toque el corazón de sus poderosos y de sus débiles, porque día vendrá en que tengan mucho que perdonarse mutuamente, y en que si no se abrazan en nombre de la justicia divina, que se llama caridad, se destruirán en nombre de la justicia humana, que se llama derecho.

El señor Sotos Ochando ha pronunciado sobre la lengua universal el fiat lux, y la lengua universal será.

¿Cuándo? Un poco antes o un poco después, según la buena o la mala voluntad de los hombres, que en este caso, como en todos los grandes sucesos, sólo pueden retardar el plazo para su vergüenza, o abreviarle para su gloria.

Es verdaderamente sublime la marcha providencial de la inteligencia humana. El vapor multiplica las fuerzas del hombre, y atravesando las entrañas de la tierra, salvando sus valles profundos o arrostrando las tempestades del Océano, le lleva en horas a recorrer diversos países que de hoy más no son extraños; la electricidad suprime para las ideas el tiempo y el espacio; están a un tiempo en todas partes como el Dios de quien emanan; y cuando apenas los apóstoles del progreso notan con dolor que esas ideas se expresan de distinto modo, se comunican confusamente, llega un hombre y dice: «Yo os daré un medio de fácil comunicación, un instrumento más perfecto y que todos podréis manejar: una lengua universal.»

No puede escucharse sin admiración mezclada de respeto la explicación con que el señor Sotos quiere atacar, y como poner coto, a los elogios que naturalmente se le tributan. No es la falsa modestia del que quiere ser elogiado dos veces, sino la cristiana humildad del que se mira como un simple instrumento de la voluntad de dios. –«No hay mérito alguno, dice, en esta idea que he hallado sin buscarla, y que compararía a un tesoro cuya existencia creía posible, sin que me hubiese empeñado nunca en averiguar el paraje en que pudiese estar oculto. Un día llegó a mi el que le había escondido, y llevándome por la mano me dijo: –ahí está, toma la llave; –mi único trabajo ha sido darla algunas vueltas antes de acertar a abrir.» –Siempre es bella esta modestia, pero no tiene precio en una época como la actual, en que apenas se puede dar un paso sin hallar alguna nulidad petulante; y escuchando al señor Sotos, es imposible no tributar un doble homenaje a su inteligencia y a su carácter.

Parece tan mala recomendación en las regiones del poder y en los tiempos que corren, la que se imprime en un periódico independiente y liberal, que hemos dudado si sería preferible para el señor Sotos y su lengua universal, que guardásemos silencio; al llamar la atención del gobierno, repetimos las palabras que el pobre Licio dirigía a la desdeñosa Galatea:

Y porque más lo preciarás,
Ojala tú lo probaras
Antes que yo lo dijera.

Pero en fin, como hace dos meses que se ha publicado en la Gaceta el informe de la comisión de la Sociedad lingüística de París, sin que la

Academia de la lengua, de que es miembro el señor Pidal, se haya proponido decir esta boca es mía, y sin que el célebre descubridor de la fosforita haga ningún preámbulo ni tome la iniciativa en nada que tenga relación con la lengua universal, hemos tomado la pluma para hacer esta pregunta: ¿Dejáremos salir al señor Sotos de España, como Génova dejó salir a Colón?

¡Ay del pueblo cuyos más ilustres hijos tienen que salir de la patria para no se extranjeros!

Y el ejemplo de Colón no es oportuno. En la ignorancia de los tiempos en que vivió pudieron sin mengua creerle un visionario: el sentido común no está obligado a comprender al genio. No hay medianía en nuestros días que no imagine que si hubiese conocido al ilustre genovés le hubiera ayudado eficazmente en su empresa, como si la palabra del genio encontrase ahora siempre eco en la multitud, como si no bajasen al sepulcro en el siglo XIX ningún hombre grande ignorado, ningún héroe sin victoria, como dice un poeta.

Más no se trata de inspiración; no tenemos aún idea del sentido común, ni trataremos por consiguiente de imponerle una tarea superior a sus fuerzas. No se trata de lo fabuloso, de lo desconocido; trátase de la lengua universal del señor Sotos, que no es una quimera o una cosa posible nada más, sino una cosa positiva, según la solemne declaración de un tribunal competente trátase, pues, de hacer justicia no más, y el sentido común tiene obligación de ser justo.

Para el hombre que sin posición oficial se asocie a los trabajos del señor Sotos, puede haber y habrá gloria; para los que tienen obligación de auxiliarle, puede haber mengua en no hacerlo.

Nosotros esperamos mucho de los hombres nuevos, de esa juventud que coronó a Quintana, acompañó sus cenizas, y levantará sobre ellas un monumento. Esa juventud se asociará a la grande obra del señor Sotos, no consentirá que vaya a buscar auxiliares en tierra extraña, ni que al dejar la propia le dirija esta triste mirada de hombre superior desconocido, que debe caer sobre un pueblo como una terrible maldición.

Sabemos ya que algunos jóvenes se reúnen y tratan de formar una sociedad, cuyo objeto será trabajar de acuerdo con el autor de la lengua universal; sigan en su buen propósito sin desalentarse por la indiferencia de los muchos, que para el buen apreciador valdrá siempre monos que la aprobación y la simpatía de los pocos.

En cuanto a nosotros, en el estado actual de la prensa, ¿qué podemos ofrecer al señor Sotos Ochando? Reciba nuestra cordial enhorabuena, nuestro sincero homenaje, nuestro débil apoyo. La Iberia le repite las palabras del apóstol: Argentum et aurum non est mihi, quod autem habeo, hoc tibi do. El surge! et ambula! le pronunciará el tiempo.

C. Arenal de García Carrasco.