Filosofía en español 
Filosofía en español


Fermín Gonzalo Morón

Juicio crítico de las Lecciones de filosofía ecléctica por don Tomás García Luna

Cualquiera que sea el poco aprecio con que hoy miremos la filosofía del siglo pasado, es necesario convenir en que ella formó un sistema de teorías consecuentes y unidas entre sí, deducidas de un principio que fue por decirlo así el fundamental de todas sus acciones y la ciencia que sirvió de apoyo a ese espíritu analítico y material que distingue las obras de los más esclarecidos ingenios de la pasada centuria; fue la que Destut Tracy llamó ideología, y hoy denominamos psicología o filosofía. Por lo mismo, si la razón y la experiencia han demostrado en nuestros días los errores y vacíos de las teorías filosóficas del siglo XVIII, es forzoso comenzar por examinar de nuevo al hombre, considerado especialmente bajo el aspecto de sus facultades intelectuales y morales. Ningún estudio es por cierto más importante que este, ni se halla en relación tan inmediata con las cuestiones que más interesan a la humanidad en general, y al individuo en particular: en efecto, si el hombre es un ser corpóreo y material de mas excelente sensibilidad solo que los animales, como aseguraron los ideólogos y fisiólogos del siglo pasado, claro es que las ideas de deber, [381] de justicia absoluta, de la inmortalidad del alma, es decir, todos aquellos principios fundamentales que son el freno y el consuelo del hombre privado, y la más firme base de la sociedad, desaparecen completamente; mientras que adoptadas las teorías contrarias, se ve naturalmente surgir un nuevo orden de cosas moral y político. El estudio pues que conduce a darse una razón exacta de la organización psicológica del hombre, fundamento de las ciencias morales y políticas, y sin cuyo detenido examen no pueden resolverse con acierto las más importantes cuestiones de las mismas, y aun las que tienen relación con la parte filosófica de la literatura y de las bellas artes, es uno de los estudios más graves y dignos del hombre pensador. Nosotros por lo mismo no podemos menos de felicitar al señor García Luna, por haberse dedicado con perseverante atención y muy laudable celo a cultivar y propagar entre la juventud sedienta de saber los estudios filosóficos tan desatendidos siempre en nuestra patria; y la Revista de España consagrada principalmente a promover el desarrollo científico de nuestro país, faltaría a uno de sus especiales institutos, si no hiciese cumplida mención y justicia al tomo primero de las lecciones que acaba de publicar el señor García Luna. Y desempeñamos este deber con tanta mayor satisfacción, cuanta es más estrecha la identidad de nuestros principios e ideas filosóficas, y más conveniente en la península la generalización de las teorías espiritualistas de las escuelas alemana y escocesa y de la moderna francesa. Es siempre una fatalidad de nuestro país, desde que en el siglo XVII perdió su superioridad política e intelectual, el que no habiendo llegado todavía para nosotros una época de creación y originalidad, vivamos casi del todo de ideas extrañas, y estemos casi siempre en la región de los adelantamientos 20 o 30 años atrasados de Francia e Inglaterra. [382] Decímoslo esto a propósito de las lecciones de filosofía ecléctica del señor García Luna: porque mientras en el extranjero yacen hoy desacreditadas las teorías más o menos materialistas de Locke y de Hume, de Condillac, Destut Tracy y de Cabanis, todavía andan las de los últimos en boga entre nosotros, si se exceptúa el corto número de jóvenes dedicados con afición a la ciencia, y deseosos de estar al corriente de los adelantamientos filosóficos de los demás países. Y no es porque en España haya hecho grandes progresos la filosofía material y analítica del siglo XVIII; sino porque esta es la que aprendieron casi todos los hombres notables hoy, y ni han querido seguir el progreso ulterior, ni ha habido todavía quien se haya dedicado a darle conocer y a generalizarle entre la juventud estudiosa. Por esta razón damos también doble mérito y utilidad a las lecciones de filosofía pronunciadas en Cádiz y en el ateneo de Madrid por el señor García Luna, de las cuales vamos a presentar un rápido bosquejo.

En la breve introducción que precede a estas lecciones, manifiesta el señor García Luna los inconvenientes de seguir un sistema exclusivo para explicar los fenómenos intelectuales y morales, y dice bellamente que el orden moral no puede subsistir si se desconoce en el análisis de las facultades humanas la espiritualidad del yo que piensa y quiere, y que el espíritu de sus lecciones es eminentemente religioso y moral: así sucede en efecto, siendo este otro motivo para que en la época actual sean acreedoras al aprecio público.

En la primera lección expone el señor García Luna varias consideraciones propias para dar una idea general de la filosofía. El hombre según el mismo, antes de discurrir y de filosofar, ejerce su actividad física, intelectual y moral; y la filosofía comienza cuando conocidos por aquel los [383] hechos procede a indagar las causas de los mismos: la filosofía pues según el señor García Luna es el conocimiento de las causas, la razón por decirlo así de los hechos: mas en su entender, cuando ella se define de esta manera abstracta y general, es más bien que ciencia un método para la formación de todas las ciencias. «Pero habrá (dice) de denominársele ciencia, siempre que ciñendo el dominio de sus investigaciones, se reduzca al estudio de las facultades intelectuales. En este caso, en vez de inquirir las verdades que constituyen el patrimonio de las otras ciencias, se propone conocer cual es la esencia misma de la verdad. En otros términos, descubiertas las razones especiales que sirven para explicar ya el mundo físico, ya el mundo moral, convierte su energía al examen del medio de que se valió para conseguir tales descubrimientos.»

Esta idea de la filosofía nos parece exacta y conforme al juicio general que hoy se tiene de ella: sin embargo aquí queremos exponer una observación, que no ha tenido presente ninguno de los escritores que hemos leído, y que ha escapado también al Sr. García Luna: y no la haremos confiados ciegamente en su certeza y valor, sino a fin de que se tenga presente, y se discuta sobre la misma.

En nuestro concepto, no solo los ideólogos del siglo pasado, sino aun los filósofos del presente han limitado el campo de la filosofía propiamente dicha: los primeros negaron las facultades morales y el espiritualismo del hombre; y los segundos solo se ocupan en el examen de las facultades intelectuales, confundiéndolas o no distinguiéndolas bien de las facultades que podemos llamar morales; en nuestro juicio ambas cosas son diversas, y ambas pertenecen al dominio de la psicología, como que sin su debida distinción y separación no puede menos de ser incompleta y errónea la resolución, que se de a las cuestiones mas importantes sobre [384] la virtud, el deber, y los sentimientos más elevados. Para nosotros, el hombre es un ser triple; físico, intelectual y moral: y aunque la psicología o filosofía no necesita examinarle cumplidamente bajo las tres relaciones, sino considerando solo aquellos hechos especiales de su organización física, intelectual y moral, que tienen un enlace íntimo con el objeto de aquella, es en nuestra opinión preciso examinar y distinguir bien las facultades intelectuales y las facultades que podemos llamar morales. La psicología, es como antes dijimos, el fundamento de las ciencias morales y políticas, y no solo tiene por fin explicar el origen, formación, y deducción de las ideas, sino resolver las cuestiones más importantes a la humanidad, del deber, de la virtud, de la inmortalidad, y de los sentimientos religiosos, de lo bello, de lo infinito &c.: todas estas cosas son del dominio de la psicología, y por decirlo así, la parte mas principal y elevada de la misma. Por esta razón, no basta como han hecho hasta aquí los filósofos examinar solo las facultades intelectuales, o confundirlas con las morales. La ciencia no puede llegar a la claridad y perfección debidas hasta que se distingan bien estas cosas, y se de a cada una la importancia respectiva que debe tener: es necesario no olvidar que la psicología se ocupa no solo en exponer las leyes del entendimiento o del raciocinio, sino que aceptando la religión, da hasta cierto punto los fundamentos racionales de la moral: por lo mismo es preciso extender el campo de la psicología, distinguiendo las facultades intelectuales y las morales, puesto que sin esta separación no pueden demostrarse con toda la claridad apetecible las más arduas cuestiones de la filosofía. El hombre no solo piensa, sino que siente: el hombre no solo tiene la idea de la virtud, de la religión, de la gloria, de lo bello, de lo infinito &c. sino que tiene sentimiento de todas estas cosas: en el entendimiento del hombre hay una [385] parte espiritual y por decirlo así divina y otra en el sentimiento; y de la misma manera que aquel puede extraviarse o concebir ideas perjudiciales, así el corazón en lugar de latir por la religión, la gloria, la virtud, la piedad &c. puede verse arrastrado por las pasiones maléficas de la especie humana. Semejante distinción es importantísima; porque si bien este astro, que llamamos razón, concibe la idea de todas estas cosas, es necesario convenir, en que los sentimientos elevados y profundos de la religión, del deber, de la virtud, de lo bello, y de la gloria &c. son más bien obra del corazón que de la razón, y se demuestran mejor por esta parte de la organización moral del hombre que por la intelectual: ambas se auxilian, es verdad, y aun la primera puede corregir los extravíos del segundo, pero nosotros siempre opinaremos con el respetable dictamen de madama d'Staël, que sin recusar la ayuda de la razón, la moral debe fundarse mas en el sentimiento que en aquella, y que el criterio de ciertos hechos debe buscarse en el sentimiento, como el de otros debe buscarse en la razón. La psicología, pues, que en último término, tiene por objeto dar el criterio de verdad de los hechos, debe, si no ha de quedar manca e incompleta, examinando separadamente las facultades intelectuales y morales del hombre, no confundir por decirlo así el espiritualismo racional del hombre con el espiritualismo moral, y señalar a cada uno su importancia. Esta es la nueva marcha que en nuestro concepto está hoy abierta a la psicología, y con la cual adquiriría un grado de claridad y perfección de que hoy todavía carece.

Hecha esta indicación, que los estrechos límites de un artículo crítico no nos permiten desenvolver cumplidamente, y que solo presentamos a la discusión del público ilustrado y al recto discernimiento del señor García Luna, pasaremos a continuar la exposición rápida de sus lecciones. [386]

En la segunda lección el profesor, deseoso de probar que la variedad de los sistemas no destruyó la importancia ni la utilidad de la ciencia, demuestra con un conocimiento exacto de la historia, que la diferencia de los sistemas filosóficos debe atribuirse en gran parte a las circunstancias del tiempo y lugar. Con este motivo hace el señor García Luna una reseña rápida de las teorías filosóficas que dominaron en el Oriente, en la Grecia, en la edad media y en el siglo XVIII, hasta llegar al origen de la filosofía ecléctica, que en nuestro concepto mas bien que un sistema o cuerpo de teorías, es un método de indisputable utilidad sin duda, y con el cual solo puede llegarse a la imparcialidad y a la verdad. En la misma lección, después de haber demostrado el señor García Luna el influjo que las circunstancias de tiempo y lugar tienen sobre el hombre, prueba cumplidamente, que no le dominan del todo, y que en las obras del filosofo como en las inspiraciones del artista y del poeta, hay siempre algo que es el sello de su ingenio, que es creación suya.

El profesor dedica la tercera lección a justificar la filosofía o método ecléctico: el eclecticismo según aquel nace del espectáculo de los errores de sistemas opuestos entre sí, y su mayor legitimidad es que explica bien todos los fenómenos. Nosotros nos hallamos de acuerdo con la opinión del señor García Luna. La causa de todos los errores y absurdos, fuera de los que provienen de la imperfección de nuestro ser, se halla en la propensión del hombre a apasionarse de los extremos, y en la precipitación con que se lanza a las deducciones generales, sin tener en cuenta todos los hechos o ideas necesarias. Por eso, el método ecléctico, que rechaza los extremos y sistemas en lo que tienen de exclusivo, y que proclama la obligación de examinar todos los fenómenos, y de dar a cada uno la importancia debida, [387] es en nuestro concepto el único camino de verdadera y sólida demostración filosófica.

El señor García Luna consagra la cuarta lección a entrar de lleno en la materia de la psicología: analiza los elementos del pensamiento: distingue en el yo, o sea la actividad intelectual, el objeto exterior, y la sensación: expone rápidamente el vacío que se halla en el sistema de Laromiguiere para explicar las facultades del alma, no obstante que este dio un paso muy adelantado en la psicología y destruyó el sistema sensualista con su célebre distinción de ideas sensibles, ideas de relación, e ideas morales. De aquí pasa a impugnar la escuela sensualista, manifestando sus antecedentes históricos, y las fatales consecuencias que produce en las costumbres equiparar lo justo con lo útil.

En la quinta lección demuestra el señor García Luna la utilidad del método histórico para la acertada resolución de muchas cuestiones; distingue entre el estado activo y pasivo del alma; expone la teoría espiritualista de Maine Biran; afirma con razón que las sensaciones se convierten en ideas mediante la actividad del alma, que dirige los órganos de los sentidos a los objetos, comprueba este hecho con varias observaciones sobre los sentidos, y sostiene que la fisiología enseña solo las condiciones orgánicas de la sensación. Continuando el mismo propósito en la sexta lección, distingue entre las funciones inmediatas y mediatas de los sentidos, afirma con certeza que sin la voluntad no nos dan estas idea alguna, y que el hecho de conocer por órganos distintos la sensación y la causa que la produce prueba la actividad del alma, dice que el rectificar esta sus sensaciones unas por otras convence de que es distinta de ellas, que su pasividad consiste en que no puede alterar las leyes de la sensibilidad, y su actividad en que a su albedrío se pone dentro de la esfera de la acción de los objetos exteriores, [388] o se separa de ella, y en que puede dominar sus afectos. Explicado ya el estado activo y pasivo del alma, dedica el señor García Luna la séptima lección a hablar de la sensibilidad del alma y del principio de causalidad: sostiene con razón que los sentidos no pueden darnos la idea de causa, y que la causa personal es el tipo de la idea de causa, siendo tres nombres distintos de una misma cosa la libertad, la actividad, y la causalidad. En la lección octava el Sr. García Luna demuestra que la inteligencia es un elemento distinto de la sensibilidad y de la actividad, manifiesta la necesidad de que concurran la sensibilidad, la actividad y la inteligencia para que haya pensamiento, distingue la atención de la inteligencia, y afirma que los juicios son independientes de la voluntad. El profesor consagra la nona lección a clasificar las facultades intelectuales según Locke, Condillac, Destut Tracy, Laromiguiere, Kant, Gall, y Spurzheim, manifiesta que su diversidad consiste en el diferente aspecto bajo que consideraron estos filósofos la inteligencia, y después de afirmar que los sentidos no bastan por sí solos para darnos una idea de los objetos, y que los primeros son meros instrumentos de la inteligencia, pasa a hablar de la idea del espacio, que según Kant es una idea pura y racional que no solo no procede de la experiencia, sino que es condición de toda experiencia. En la lección decima continua el señor García Luna dando razón de la idea de espacio y de tiempo, y examina lo que es la conciencia y la memoria, manifestando que la primera no es una facultad especial, sino condición de todas nuestras facultades, y que los hechos psicológicos, o interiores son observables como los demás. La lección undécima esta consagrada a tratar de la asociación de ideas, de la memoria y de la imaginación, y en la duodécima y última del primer tomo expone el señor García Luna ideas luminosas acerca de la imaginación y del sentimiento de lo bello. [389] Tal es en rápido resumen el contenido de las lecciones que comprende el primer tomo publicado por el señor García Luna. Dando ahora un juicio general sobre su mérito, debemos decir, que este profesor conoce y comprende bien todos los adelantamientos de la ciencia psicológica, que ha estudiado profundamente su objeto, que está dotado de recto criterio y fino discernimiento. A estas circunstancias debe el señor García Luna haber expuesto con orden y lucidez sus doctrinas, y adoptado las más conformes a la razón y a los progresos de la ciencia: no hay, es verdad, originalidad, ni novedad en sus ideas, notándose en las lecciones haber aprovechado mucho las excelentes observaciones del curso de historia de la filosofía de Mr. Cousin y de los ensayos filosóficos de Remusat; pero no puede negarse al señor García Luna que ha sabido elegir lo mejor, y presentar con orden, claridad y profundidad sus ideas, cabiéndole la indisputable gloria de ser el primero que entre nosotros se haya dedicado con intensión a los estudios filosóficos, y procurado generalizarlos: cosa de alto precio, y digno de mucha estimación por la cual felicitamos sinceramente al señor García Luna, y deseamos continué la impresión de sus lecciones en obsequio de la instrucción pública y de la juventud estudiosa.

Fermín Gonzalo Morón.