Filosofía en español 
Filosofía en español


Discurso leído en la solemne instalación del colegio de San Felipe Neri de Cádiz, por su director, regente de estudios don Alberto Lista.

Desde este momento queda instalado, bajo la protección del padre de las luces y de la verdadera sabiduría, y con la advocación de San Felipe Neri, amigo en la tierra, y tutelar ahora en los cielos, de la juventud virtuosa e instruida, el nuevo colegio de filosofía y humanidades de Cádiz. La víctima divina de propiciación, inmolada sobre el ara santa, ha consagrado el naciente establecimiento.

Nuestros mayores acostumbraban celebrar todas las empresas importantes, todos los sucesos de consecuencia, todas las instituciones útiles con las solemnidades de la religión. Sus almas piadosas y fervientes nada tenían por noble, grande ni sublime, aún en el orden material del mundo, sino lo que se emprendía y ejecutaba con el auxilio celestial. El genio de Colón, tan original, tan atrevido, no creyó haber quebrantado la inmensa barrera que se preparaba entrambos hemisferios, sino ayudado por la mano del Señor, y el inmortal Magallanes, intentando una empresa de mayores peligros y dificultades, invocó en el humilde convento de la Victoria de Triana, a la Madre de las misericordias.

Y sin embargo, ni los trabajos de aquellos insignes navegantes, ni las hazañas de los generales de mar y tierra que tantas páginas gloriosas han dado a la historia de nuestra patria, ni las expediciones militares, políticas o mercantiles tienen una relación tan inmediata con el principio intelectual y religioso, como la educación moral y literaria de la juventud. El cristianismo ha elevado a dignidad de sacramento el vínculo que da hijos a la sociedad: el cristianismo consagra también con el más tierno, con el más sublime de sus misterios, las instituciones que convierten a los niños en hombres útiles a sí mismos, a su familia y a su nación por sus conocimientos y su moralidad.

Ni se crea que solo los institutos destinados a la enseñanza de las ciencias sagradas, son dignos de la sanción religiosa. No lo ha creído por cierto así nuestro sabio y venerable prelado, cuando accediendo a la súplica de la junta directora del colegio, acaba de implorar la asistencia del cielo por la sangre del Eterno mediador, para la juventud que ha de dedicarse a los diversos estudios de que necesita la patria. Nada que sea útil a los hombres es indigno de la religión de la caridad. Todo lo acoge, todo lo santifica, excepto el vicio y la ignorancia.

Los que extrañen que la junta directora, de acuerdo con los sentimientos del pueblo de Cádiz, célebre en todos tiempos por su civilización y piedad religiosa, haya solicitado con ahínco enlazar la instalación del colegio con el acto más augusto y más solemnemente celebrado de nuestra santa religión, son más dignos de lástima aún que de censura. Es una desgracia de la época actual, hija del filosofismo y de las preocupaciones anti-religiosas del siglo pasado, que sea necesario todavía demostrar la íntima unión que existe entre el cristianismo y la sabiduría: entre los progresos de las luces y conocimientos en todos los ramos del saber, y la doctrina del evangelio. Felizmente aquellas preocupaciones van cesando, merced quizá al escarmiento, maestro duro a la verdad y cruel, pero cuyas lecciones son infalibles y seguras.

No es necesario recordar la perfección de la moral, ciencia entre todas las naturales la más útil al género humano, en los primeros creyentes del cristianismo. Basta indicar que cuanto dijeron con elocuencia, muchas veces ambiciosa y no pocas falaz, los Zenones, los Sócrates, los Platones, los Tulios y los Sénecas, eso y mucho más practicaban sin ostentación, sin engreimiento, los humildes alumnos del Crucificado. La moral del paganismo no llegó en su mayor y más sublime esfuerzo más que al amor de los amigos. El evangelio enseñó la caridad universal, y deduciéndola del amor de Dios, reveló a los hombres el misterio de su existencia, y fundó la ciencia de las costumbres y la filosofía racional sobre su verdadera base.

No recorreré tampoco el periodo de la edad media, largo, tempestuoso, en que la religión luchó a brazo partido con la barbarie septentrional y la falsa civilización del islamismo: dio asilo en sus monasterios y templos a los más preciosos monumentos de las artes y de la sabiduría griega y romana: abrió institutos metódicos de enseñanza desconocidos en la antigüedad, y los perfeccionó hasta el punto a que han llegado en nuestros días.

La munificencia de León X, imitada por otros príncipes, restauró las bellas artes y las letras en Europa: un sacerdote de Thorn descubrió el verdadero sistema del mundo: a un religioso se debieron los primeros progresos de las ciencias físicas. Pascal, el inmortal Pascal, tan célebre por sus virtudes religiosas como por su saber, hizo a estas ciencias y a las exactas, dar pasos de gigante: dejó en su triángulo el germen del cálculo infinitesimal, fecundado después tan felizmente por Leibnitz y por Newton: nadie ignora que los jesuitas por una parte, y por otra los sabios de Port-Royal, tan desgraciadamente adversarios en otras materias, han sido en la Europa católica los creadores y los maestros de la ciencia de las humanidades: de esta ciencia sublime, que dejando al entendimiento el imperio de la verdad, busca para la imaginación los vestidos de la belleza, que el Supremo Hacedor ha impreso a todas sus obras; y multiplica los placeres intelectuales del hombre, mostrando íntimamente unidos los tres principales objetos de sus facultades: lo virtuoso, lo verdadero, lo bello.

La ilustre concurrencia que tiene la dignación de oírme, los sacerdotes, los magistrados, los padres y las madres de familia; los jóvenes alumnos, primicias del colegio de San Felipe Neri, toda la población de Cádiz y de su provincia, todos los españoles en fin, a cuyas manos llegue este discurso, conocerán fácilmente por la exposición de los principios ya enunciados, cuál será el sistema de educación adoptado por la junta directora para el nuevo establecimiento.

Su principal base será la santa religión que profesamos, y la moral del evangelio explicada, inculcada diariamente, repetida con frecuencia en discursos catequísticos y morales, fortificada con la asistencia al santo sacrificio de la misa, y con la sagrada comunión que recibirán los alumnos, dispuestos para ella, a intervalos convenientes. La primer palabra que se exhale por la mañana de los labios infantiles será una alabanza del Señor, invocando su misericordia: la última que pronuncien antes de entregarse al sueño, será un himno de acción de gracias. Velaráse incesantemente su conducta para conservar la inocencia de las costumbres.

Estos principios han sido dictados por la junta directora que en esta parte (lo repito con placer) es interprete de los sentimientos del pueblo gaditano, en el cual corren parejas la cultura y la religión, y que sabe que sin creencia religiosa no hay moral pública: que la primera obligación del hombre es conocer el verdadero término y objeto de sus acciones; y que toda instrucción es manca e imperfecta si no está dirigida por el espíritu de la caridad. El uso que debe hacerse de los conocimientos es más importante aún que los conocimientos mismos. Yo he tenido el honor y la felicidad de servir de redactor a ideas tan verdaderas como sublimes.

La religión ha de presidir a la educación moral y a la instrucción literaria; y por lo mismo ésta será lo más extensa posible; y la junta se propone extenderla todavía más en lo sucesivo. Se ha dado tanta ampliación a las ciencias matemáticas, porque además del gran número de carreras para las cuales son necesarias, es casi imposible hacer progresos sin ellas en el estudio de la naturaleza. La historia, bien estudiada, es la fuente de la verdadera política: la literatura, el recreo más digno del hombre, y la maestra del poeta y del orador: la economía, el fundamento de la buena administración, la ciencia del comercio, del mayor interés en este pueblo, destinado por su posición para ser el primer emporio del mundo; que lo fue en otro tiempo, y que si el deseo no me engaña, lo volverá a ser algún día. Los idiomas sabios antiguos son necesarios como auxiliares de la ciencia de las humanidades, señaladamente el latino, que no es lícito ignorar a ningún literato español, porque es la piedra de toque de la propiedad de nuestra lengua. El francés y el inglés son además precisos para el diplomático, el viajero y el comerciante.

Me atrevo, pues, a asegurar a los padres y madres de familia, que han honrado el colegio naciente, o lo honren en lo sucesivo con su confianza, que esta no será engañada. Tienen por garantía de la buena educación de sus hijos, el carácter reconocido de los individuos de la junta directora, los principios que esta profesa y que he desenvuelto con extensión, y el plan de estudios que ha visto el público; plan, cuyas dimensiones son regulares y no difíciles de llenar. Jamás podrá equivocarse un padre sobre el estado moral o intelectual de su hijo. El colegio se lo avisará de oficio por trimestres; podrá informarse, sí quiere, por días. Los alumnos incorregibles, o por defectos morales, o por inaplicación que no es el menor de ellos, serán irremisiblemente expelidos, porque la verdadera cárcel del nuevo instituto será la calle.

También podré asegurar a los padres, que está en su mano corregir el estado lastimoso a que ha llegado entre nosotros la educación literaria. Con solo considerar que el único verdadero caudal que pueden legar a sus hijos es la instrucción, dirigirán a ella todo su conato y solicitud paternal: renunciarán a una ternura mal entendida, que fomenta la negligencia y la inaplicación, propias de los primeros años: no mirarán como perdidas las cantidades que empleen en la enseñanza, y pondrán más atención en examinar por sí mismos, o si no son capaces de ello, por medio de amigos instruidos, los progreso intelectuales de sus hijos. No faltan en España profesores hábiles, sabios y celosos; pero sus esfuerzos suelen inutilizarse por la mala conducta de los discípulos; y esta no puede corregirse sin el auxilio y la vigilancia de los padres.

Antes de concluir quisiera, señores, aun a costa de llamar la atención sobre mí cuando deben ocuparla objetos mucho más importantes, cumplir una obligación de gratitud. Jamás se borrará de mi memoria el distinguido honor que he merecido a los individuos de la junta, a quienes en esta parte como en todas, creo intérpretes de los sentimientos del pueblo gaditano, en haberme elegido para director de los estudios del naciente establecimiento. Mi convicción íntima es que no corresponderé a tan señalado favor, si no consagro mis débiles luces y todas las fuerzas que aún me ha dejado la edad, al lustre y prosperidad del colegio: esto es, a la buena educación de los alumnos.

Y tú, hermosa esperanza de las familias y de la patria, inocente niñez, amable juventud, a tí dirijo principalmente mi voz y mis exhortaciones. ¿Quién podrá verte sin cariño y enternecimiento? ¿Quién, teniendo la obligación de hacerlo, podrá negarse a la empresa, verdaderamente laboriosa, pero la más noble, la más sublime que pueden intentar los hombres, la de fomentar en tu corazón las semillas de la virtud, extirpar las del vicio e iluminar tu entendimiento con la antorcha de las ciencias? Cada sentimiento elevado y generoso que mostréis, ¡oh jóvenes alumnos! cada conocimiento que adquiráis, será para mí y para mis dignos compañeros, vuestros profesores, un placer inestimable.

En este mes cumplo cincuenta años de mi larga carrera de enseñanza, que comenzó a los trece de mí edad. Acaso tengáis por director al decano de los profesores de España. Mis numerosos discípulos han llenado o llenan aún puestos eminentes del estado en la milicia, en la marina, en la magistratura, en los ministerios: algunos han perecido sacrificando gloriosamente su vida por la patria. A todos los he amado con la mayor ternura, porque la paternidad que produce la enseñanza, si no es tan viva como la de la naturaleza, no es menos solicita y eficaz. El mismo amor, la misma solicitud os consagraré. No me faltéis, y vivid seguros de que yo no os faltaré, pues aunque ya anciano, siento que todavía quedan fuerzas en mi voz para dirigiros en vuestros estudios, y fuego en mi corazón para desear vuestra felicidad con toda la energía de mi pasada juventud.

Cádiz 29 de Octubre de 1838.

Alberto Lista

[Diario de la Habana de 8 de Febrero de 839.]