Filosofía en español 
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Los cuákaros

Derivase este nombre del inglés quake, que significa temblar, y se les dio a estos sectarios a causa de que están en un continuo temor de los juicios de Dios, por la material inteligencia del texto de S. Pedro, «procedamos con temor de ofenderle durante el tiempo de nuestra peregrinación.» En el reinado de Carlos I, cuando las guerras civiles despedazaban la Inglaterra, un artesano llamado Jorge Fox, fundó esta sociedad en 1650. Creyéndose inspirado de Dios iba por las aldeas declamando contra aquella guerra cruel, promovida por Cromwell; y contra los ministros que la fomentaban: hablaba siempre del amor de Dios y del próximo, y sentaba como principio de su doctrina una total igualdad entre sus hombres y aunque esto le produjo prisiones y castigos severos, todo lo sufría con admirable paciencia. Fuéronse aumentando los cuákaros con motivo de la persecución de Cromwell, que por fin llegó a respetarlos y temerlos, habiendo además adoptado sus opiniones varios teólogos célebres. Los sectarios Guillermo Penn, Roberto Barclay y Jorge Keit, hicieron muchos prosélitos en Holanda, en Alemania y en América.

He aquí una idea de las costumbres y principios religiosos y morales de los cuákaros.

Condenan no solo toda clase de juegos de azar sino también todos aquellos inocentes y honestos entretenimientos con que los hombres se recrean. Proscriben la música, el baile, los espectáculos, la lectura de romances y novelas, y aun el ejercicio de la caza les está vedado.

Cada individuo de una comunidad está encargado de vigilar acerca de la conducta de sus hermanos, y de aquí resulta que los vicios y defectos de cada uno son conocidos de la corporación: cualquiera infracción de sus leyes es juzgada por un tribunal incorruptible, compuesto de sus mismos individuos. A la primera falta se amonesta fraternalmente y en secreto al infractor; mas si reincide es arrojado del seno de la sociedad por una sentencia pública, la cual es pronunciada en la asamblea mensual. El culpable tiene derecho de apelar a la asamblea de cada trimestre, y de esta a la anual: de suerte que todo se hace entre ellos con el mayor pulso y madurez.

Las ideas de los cuákaros, acerca de la jurisprudencia criminal, están fundadas sobre los principios más puros de la moral evangélica: a nadie imponen pena capital, y cuando Penn fundó su colonia en América, que pobló con dos navíos cargados de cuákaros, reservó la pena de muerte solo para los homicidas.

Jamás entablan pleitos en los tribunales: sus diferencias terminan siempre por medio de árbitros. El que hace bancarrota o quiebra, cesa de sacar ningún provecho de la sociedad, hasta que ha pagado enteramente sus deudas. Este reglamento y el cuidado con que miran a los pobres son dignos del mayor elogio.

Los cuákaros son en extremo amantes de la limpieza, viven con frugalidad y recogimiento y se muestran felices. Sus vestidos tienen algo de singular a nuestro parecer: tanto en ellos como en los muebles de sus casas evitan toda especie de adorno. Tienen a mas otras muchas prácticas, que si bien son de poco interés, las observan con una exactitud rigorosa: tal es el no quitarse el sombrero por nadie y el tutear a todos, aun a las personas constituidas en la mayor dignidad, fundados en esta máxima; que el respeto no se debe a ningún hombre, sino a la ley y sólo a la ley.

La doctrina de estos sectarios (llamados también por su fundador hijos de la luz) en cuanto al bautismo y demás sacramentos, es la misma de los Anabaptistas. Otro de sus errores principales es el de negar todo ministerio eclesiástico diciendo que el espíritu de Dios reside igualmente en todos los hombres, e inspira cuando quiere y como quiere, sin distinción de condiciones, sexos, ni edades. Fundados en esto, convienen en que las mujeres pueden predicar en sus asambleas siempre y cuando se sientan inspiradas. Así es que no hay ninguno destinado por oficio a exhortar el cumplimiento de los deberes e instruir a sus hermanos, sino que en cada junta habla el que se cree primero inspirado, al que reemplaza otro u otros hasta que concluye la hora. Esto es lo general, aunque algunas veces la junta nombra a los que han de hablar en las asambleas.

Nada de pompa en las ceremonias fúnebres: nada de monumento: ninguna inscripción sobre la tumba. El cadáver es conducido a la fosa del modo más respetuoso; pero también más sencillo.

Todas sus promesas, todas sus palabras son tan obligatorias como si fuesen acompañadas del más solemne juramento, por lo cual no juran en ningún caso y por ningún motivo. En Inglaterra por un auto del parlamento se les exime de la obligación de jurar en los tribunales aun en los casos que las leyes lo mandan.

Las mujeres son un dechado de virtud doméstica: sus casas, sus hijos, sus familias son todos sus placeres y el único centro de todas sus afecciones.

Tales son en resumen los cuákaros o tembladores, cuyos errores provienen más bien del espíritu que del corazón, pues que generalmente son amables y virtuosos.