Filosofía en español 
Filosofía en español


El Restaurador
Sábado 8 de noviembre de 1823


Noticias extranjeras.

Francia. París 27 de octubre. El Diario de los Debates envuelto largo tiempo en un silencio diplomático acerca de los negocios de España, y de la política ministerial, habló ayer al cabo, y habló como un doctrinario que se complace el hacer de maestro con los Reyes. Cierto es que no pudiendo destruir ni los hechos ni los acontecimientos, conviene desde luego que el poder revolucionario está destruido en España; que el Rey Fernando sentado sobre el trono de sus mayores, es dueño de dar a su pueblo las instituciones que juzgue necesarias; que esta era la única misión de la Francia; que lo restante no está bajo de nuestra inmediata influencia. Sigue en pos de esto una hermosa prosopopeya sobre la clemencia, la sabiduría, la generosidad que alejan fuera de sí venganzas sistemáticas, odios de partido, persecuciones interesadas, haciendo de este modo concurrir al servicio del estado todas las fuerzas intelectuales y morales de la nación, sin desechar a ningún hombre influyente que abandonado a la desesperación pueda ser un enemigo implacable. Ved ahí según el Diario de los Debates el cetro reparador, ved ahí las restauraciones que cierran el abismo revolucionario. Con estos lugares comunes trata el órgano ministerial de influir sobre el gabinete español, no solo dando consejos, sino ofreciendo nuestra política por modelo. Él no se desalienta por esas situaciones difíciles y desgraciadas, en las que los monarcas no pueden seguir el impulso de su corazón, concediendo a pesar suyo alguna cosa a las pasiones populares que los rodean. Tal es la posición en que el Diario de los Debates nos representa a Fernando apenas libre en medio de la gran mayoría de su Pueblo exaltado y exasperado, y lejos de poder prestarse a una reconciliación general. ¿Y qué remedio ofrece este gran político para tantos males causados por la revolución española? La disolución del ejército, y su organización sobre nuevas bases. Medida que presentó la Bandera Blanca como indispensable para la restauración a la nación española, y que reprodujo un mes después el órgano ministerial. Pero no pudiendo disimular ese deseo de influir que siempre le acosa, intima por decirlo así al gabinete de Madrid el que satisfaga enteramente a los votos de la Francia y a las necesidades de su política, cuyo ejemplo presenta como un consejo diario y público que damos a la España, requiriéndola para que medite el espíritu de nuestra restauración, y aprenda a nivelar por ella la suya. Este tono inseparable en otro tiempo de la diplomacia imperial, desdice tanto de la benéfica moderación del venerable Jefe de la Casa de Borbón, como es ofensivo, a nuestro modo de entender, de la majestad de un trono que acaba de salir de entre sus ruinas. Por otra parte descubrimos en él una falsa aplicación; ¿qué ejemplo puede sacar la España del estado actual de nuestra restauración y del giro de nuestra política? ¿Son por ventura iguales las circunstancias de ambas? No ciertamente. La España lo mismo que la Francia en 1815 toca ya a su segunda restauración, e igualmente que la Francia en esta época, es víctima de las mismas pasiones, de los mismos embarazos y de las mismas penas. Preguntemos al órgano ministerial ¿si los seis primeros meses de la restauración francesa no ofrecen poco más o menos el mismo espectáculo que la península presenta ahora? ¿si los realistas franceses no estaban tan justamente exaltados y exasperados como los de España? ¿y qué se hubiera dicho entonces si los aliados se hubieran tomado la libertad de dar lecciones en sus gacetas al gobierno francés con ese aire de protección y superioridad que afecta hoy el Diario semi-oficial? (Le Drapeau blanc.)

El Restaurador, que tiene a la vista el artículo del diario de los Debates, observa los diferentes ataques que ha sufrido, ya por el periódico que acabamos de citar, y ya por el constitucional. Tal debe ser la situación de un diario, que constituyéndose por moderador supremo de los partidos tiene que luchar con todos, y a la verdad con poco fruto hasta ahora. Sus repetidos consejos, sus tiernas amonestaciones dirigidas al partido democrático que ha dominado en España, y que no produjeron fruto alguno, deben desengañarle de que no está destinado para convertir infieles. No sabemos si será tomado a pechos. Al parecer la pintura que hace del pueblo español, describiéndole como una masa exaltada, unos sentimientos tan ajenos de una sana política, prueban que carece absolutamente del conocimiento del carácter español que en su mayor exaltación solo pide que sin hacer caso de hombres influyentes, se aplique a cuantos lo merezcan la sentencia pronunciada por el oráculo de los liberales el señor Benjamín Constand hablando de la Francia en la carta cuarta de su memoria de los cien días. “Entre otros errores del Gobierno, se cuenta la debilidad que ha manifestado con los revolucionarios, y debe ser más severo con ellos, si no quiere ser destruido de nuevo.”

Gibraltar 30 de octubre. Beltrán de Lis continúa preso sin haberse presentado ninguna persona que responda por la deuda que le reclaman de España, y se sospecha que se van agregando algunos más acreedores: la misma suerte que a este le aguardaba a su dependiente D. Juan de Dios Álvarez de Mendizábal si hubiese puesto los pies en tierra, pero olió la chamusquina, y se fue para Londres.– Los emigrados constitucionales que están en ésta continúan con sus maquinaciones, esparciendo noticias falsas y alarmantes. Sospecho que las hagan circular en España por impresos hechos aquí, como sucedió cuando Riego levantó el estandarte de la rebelión. Si el gobierno nuestro tiene noticias creo que estará muy vigilante, y si lo ignora, será muy bueno hacérselo saber. Deseo el remedio de los males que nuevamente nos amenazan, y no quiero que mi nombre salga al público, pues de saberse podían darme mucho que sentir. (Cart. fidedig.)


Noticias de España.

Granada 1.º de noviembre. Hoy ha salido el señor general francés conde Molitor con parte de su ejército, y mañana sale el resto; dicen que con dirección a Cartagena.– Ayer se sorprendió a un vecino de esta ciudad su casa, y se hallaron en ella gran porción de armas, morriones y municiones, y una lápida guarnecida de plata con letras de lo mismo. El principal se ha fugado; pero se han preso algunos relacionados. Ello es que aquí hay muchísimos negros refugiados de todas las provincias, y los buenos temen, no sin fundamento, que reunidos con los de aquí vuelvan a intentar de las suyas, si el gobierno no anda vigilante y no manifiesta la actividad y energía que contra tal canalla se requiere.

Valladolid 5 de noviembre. Este señor General acaba de tener noticia de que 60 constitucionales de caballería del Empecinado han sido alcanzados y batidos por nuestros lanceros no lejos de Santi Espíritus. Falta el parte detallado.

Oropesa 3 de noviembre. Acaba de ser arrestado en la escabrosa sierra del Castañar de Ibor el bien conocido e insigne exdiputado a cortes D. Manuel Sainz de Buruaga, cura párroco del lugar de Calera en el arzobispado de Toledo, y uno de los que votaron en Sevilla la traslación de nuestro amado Soberano a Cádiz y el nombramiento de Regencia. Venía aproximándose al pueblo que fue de su domicilio, hospedándose en las casas de sus adictos hasta que llegó a Talavera la Vieja; y aunque se trató de ocultar su llegada, no faltó entre los amantes del Rey nuestro Señor quien la observó, y por medio de un propio se dio parte al comisario de Vigilancia pública en el partido de Oropesa el doctor D. Julián Calleja, quien tomando las más activas providencias para el arresto, encomendó esta empresa al alférez retirado en dicha villa D. Segundo de Lujan y Monroy. Este oficial con dos realistas pasó en su busca a Talavera la Vieja, y con noticia que tuvo de que con su familia se dirigía Buruaga al pueblo de Valde la Casa, pasó allá arrostrando mil peligros por causa de los arroyos que hubieron de atravesar, que con las muchas lluvias iban bastante crecidos. Habiendo encontrado y detenido la familia y equipaje del Cura, volvió a Talavera la Vieja, en donde se le dijo que el ex-diputado se hallaba en el Castañar de Ibor, y encaminándose a dicho pueblo, a beneficio de las diligencias del presbítero capellán D. Antonio Santos, logró arrestarle, y ha sido conducido a esta villa, donde se halla bien custodiado hasta que la autoridad superior resuelva.

Madrid 7 de noviembre.

Hoy ha sufrido la pena de horca, que manda la ley, el malaventurado D. Rafael del Riego, En todo el tiempo que ha estado en Capilla, nosotros por nuestro ministerio particularmente interesados en la salvación eterna de este infeliz, no le hemos perdido de vista, y cuantas noticias adquiríamos nos consolaban con la seguridad de que el Señor le concedía la gracia del arrepentimiento. Edificantes y curiosas anécdotas pudiéramos narrar; pero nos limitamos a tres harto notables. Pidió para su espiritual asistencia a PP. Dominicos, “porque, dijo, son gente de carrera y doctrina: de niño asistía a un convento de su orden a ayudar a Misa, y me inspiraron devoción a la Virgen del Rosario.” Los PP. le han asistido con celo, y Riego se mostró tiernamente reconocido a éstos, y a muchos eclesiásticos que le visitaron para consolarle. No debemos omitir las palabras que dijo anoche a un eclesiástico muy condecorado en esta Corte que le alentaba. “Siento, como es natural, morir en una horca. Pero conozco que mucho más merecía por los males que he causado, y por los muchos más que a mi nombre se han ejecutado. Me resigno y solo aspiro a la gloria; y aun casi deseo estar muchos años en el Purgatorio para expiar mis delitos, y que el Señor se digne concederme aquella.” En la misma noche de movimiento propio pidió se llamase un escribano, y ante él dictó una especie de profesión de fe político-cristiana, abjurando sus extravíos, pidiendo perdón al Rey, a la nación y a los particulares a quienes hubiese ofendido, y rogando le perdonasen a él igualmente. Añadió de palabra, que no lo haría desde el patíbulo, no por pusilanimidad, sí porque no se creyera que este paso nacía de vanagloria, de la que quería estar muy exento en aquel terrible trance.

Asistió al suplicio un numerosísimo concurso, y no se notó la menor señal de insulto, y sí un silencio propio de las circunstancias, hasta que verificada la muerte se rompió aquel con los gritos de viva la Religión y viva el Rey. Con la mayor circunspección y detenimiento hemos extendido esta narración para escarmiento de los malvados, confusión de los incrédulos, bochorno de los revolucionarios (cuya conducta tanto contrasta en estos lances con la del pueblo religioso y realista), y para oprobio sempiterno de los fugitivos compañeros y más criminales que el mismo Riego, quienes sin duda dirán en su estilo gentílico-liberal, que no murió como héroe, pero nosotros nos consolamos asegurando que murió como cristiano.

– En el Suplemento al Diario de Zaragoza de 3 del corriente, leemos lo que sigue:

“Capitanía general de Aragón. El Mariscal de campo Jefe de E. M. del 5.º cuerpo desde el cuartel general de Alcarraz, con fecha de 1.º del actual me remite el extracto de una carta que desde el cuartel general de Sarriá le dirige el general Despres jefe de E. M. del 4.º cuyo tenor es el siguiente:

“Mi estimado general, los Comisarios encargados por el general Mina, de ir a comunicar el armisticio a los gobernadores de Tarragona y Hostalrich, han marchado en la noche del 25 al 26, hoy esperamos a los que deben tratar sobre la entrega de las demás plazas: es probable que las negociaciones se terminarán en este mismo día: que mañana tomaremos posesión de los fuertes de Monjuí y de la Ciudadela, y al siguiente entraremos en la ciudad de Barcelona.”

Lo que se hace saber al público para su inteligencia y satisfacción de los amantes de nuestro Soberano. Zaragoza 3 de noviembre de 1823.– De Freyres.”


Educación de la nobleza:

Al considerar esos arroyos que despeñándose de cascada en cascada recrean nuestros oídos en la primavera, riegan las praderas y apagan la sed de los mortales; cuando incorporándose unos a otros sucesivamente los vemos formar ríos caudalosos a cuyas riveras se sitúan las artes, para ayudarse del movimiento de sus aguas, cuyas márgenes hermosean árboles de toda especie, sobre cuya corriente compitiendo ya con el mar, conduce el comercio las riquezas de mil regiones diferentes; ¿creería nadie que unos montes pelados, donde no penetra la reja del labrador, ni se oye el martillo del artesano, son el medio de que la naturaleza se vale para proporcionar todos estos bienes, y recrearnos con tantas delicias? Pues ello es así: quitad su elevación, tornead el globo, plantad esa quimérica igualdad sobre su superficie, y tenéis los trabajos de la Mancha extendidos al orbe universal; los vientos lo destruyen; el frío de las más altas sierras se traslada a las campiñas; los ganados carecen de abrigo, abrevaderos y pastos, el hombre de leña y agua, de los artículos todos que forman el temperamento acomodado a su vida. Filósofos, naturalistas degradados a quienes la obra de Dios ha venido a ser escuela de prostitución y desorden, contemplad a la vista de esta verdad física esos proyectos de igualdad, ese odio encarnizado contra la nobleza. ¡Qué son los grandes en un reino sino otros montes en que se funda el Trono; donde la elevación misma atrae las nieves, absorbe los rocíos, forma grandes depósitos que derramados sobre las campiñas sostienen al jornalero, al artesano, al profesor de bellas letras, al enfermo, al necesitado, al pueblo miserable que por falta de luces, o representación no pudo llegar a tanta altura! ¡Qué son sino unos baluartes comunes donde quiebra la furia de los vientos, reflejan los rayos del sol, y se forma la hermosura de las campiñas, la fertilidad de los valles! Registremos nuestro suelo. Esos monumentos de piedad en los templos, de utilidad común en los pueblos, de admiración en las artes, de amparo a las miserias todas que pueden afligir la humanidad: ¿qué nos dicen? Nos edificó la Grandeza, nos demolió una loca igualdad, nunca nos hubieran fundado los hombres reducidos a la clase de colonos sin distinción de jerarquías. Tomemos en la mano los anales gloriosos de nuestra patria: ¿qué vemos? Grandes que estimulados de la ilustre memoria de sus antepasados engrandecen a costa de su sangre el suelo español; plebeyos que dotados de los talentos necesarios fundan sobre sus cadáveres la elevación de su descendencia dejándoles unos medios, un estímulo que despertara en su corazón iguales sentimientos a los suyos. Observemos hasta la masa fétida de una revolución. La naturaleza luchando con los desórdenes de una quimérica igualdad se reorganiza a proporción que calma la efervescencia de las pasiones que la disolvieron, y si no puede reparar la antigua crea otra nueva nobleza sin la que no puede subsistir el trono, o más bien el orbe social. Desengañaos, pueblos; la revolución derrocará los Grandes en quienes la cuna y la posesión de largos años había depositado la nobleza; pero en vez de dividirse ésta entre vosotros, la veréis trasladada a otras manos que faltas de la educación y estímulos de aquellos, harán verdaderamente un yugo lo que en realidad era una institución natural y benéfica para vosotros. La diversidad de fuerzas, talento, aplicación, fortaleza, recursos, &c. debe producir indispensablemente hombres que se eleven sobre los demás; la elevación de los padres debe proporcionar a sus hijos unas prendas, una educación y auxilios especiales; la ley natural de la herencia debe introducirlos al goce de sus bienes y preeminencias; y la nobleza montada sobre estas bases, será perpetuamente una propiedad del cuerpo social que le siga donde quiera que se halle. No es esta obra de la ignorancia y despotismo; es obra de la naturaleza que para equilibrar las partes del cuerpo social, hizo que por su peso mismo descendiesen unas, ínterin daba a otras la energía necesaria para remontarse; que cayeran unas al paso que se elevan otras, que la debilidad hiciera a éstas someterse, y la elevación misma hiciera abatirse por la beneficencia a aquellas, conociendo que la elevación pende en la inferioridad, y ésta de aquella mutuamente. Podrá ser que el vicio haya fundado o funde tal vez la nobleza en alguno que otro de sus individuos. Esta nulidad rectificada por la prescripción, o reducida al fuero meramente interno no debe embarazar a un escritor público que la ve garantizada por las leyes. No es por otra parte transcendental al todo, cuya conservación sobrepuja alguno que otro inconveniente individual; y el Restaurador, bien ajeno de los sentimientos liberales, no ha tomado la cuchilla para destruir sino para sanar; mira los defectos como una consecuencia de la debilidad humana, que debe reparar en cuanto pueda, no como un pretexto de que debe valerse para combatir y aniquilar al cuerpo que restaura. No se le oculta la astucia de sus enemigos; sabe que fundados en la adulación tuercen sus expresiones, aplican exposiciones violentas a sus máximas, y le hacen comparecer como enemigo de los mismos a quienes sirve a costa de su vida. El tiempo lo justificará, cuando disipadas las nieblas de la seducción, le vean los Tronos y los grandes morir generosamente a su lado, conocerán quiénes fueron sus verdaderos amigos; y si no tuviere la gloria de haber restaurado su patria tendrá al menos el consuelo de subir al cadalso diciendo a sus enemigos, no me habéis deslumbrado, vuestros esfuerzos pueden arrancar el alma de las carnes, pero mi mano pierde el movimiento, sin haber soltado jamás la cuerda que debía haber salvado la legitimidad, y concluido con la rebelión. Mas dejemos a la providencia el cuidado de nuestro porvenir, ciñéndonos a lo que al presente pide de nosotros.

La nobleza atendida su institución natural no pende de los enredos, ni se mide por las talegas, ni se limita a la exterioridad de palacios, coches y lacayos. Estos son digámoslo así un culto externo, que recomienda las prendas que la constituyen; y animado de la nobleza interior producen su efecto sobre el hombre terreno y sensible en los días de su peregrinación. La verdadera nobleza se funda en las virtudes religiosas, morales y civiles; no como quiera vulgares sino heroicas; en los servicios importantes dispensados por ellas a la sociedad; en la importancia de los destinos desempeñados en beneficio del común. Las cartas o ejecutorias dispensadas por el Soberano, vienen a ser una canonización política de estas prendas; una patente que eleva al grande para apoyar al trono, para ayudarle en el manejo de los negocios públicos, para proteger al débil y dispensar los bienes de que la providencia le hizo tesorero en beneficio de los pueblos. Semejante a los montes debe derramar sus aguas sobre la plebe prestándola las utilidades que aquellos proporcionan a los valles. Sujetos a la muerte como los demás, antes de trasladar sus cuantiosos bienes, sus distinciones y nobleza a sus hijos deben formarlos para llenar estos designios, y cumpliendo este feudo con que se los entregó la providencia. ¿Quién ignora los obstáculos que ofrece la educación de un grande? ¿Quién los peligros a que su elevación misma le expone, la transcendencia de sus vicios sobre la sociedad, la diversidad de prendas que deben adornarle, los recursos y dirección diferente que pide su instrucción? ¿Quién no ve fluir todas estas de la idea general de la nobleza que acabamos de sentar? Por eso hemos querido establecerla detenidamente, proporcionándonos en ella una regla de nuestras resoluciones posteriores.

(Ya se continuará.)


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MADRID: 1823.
En la Oficina de Don Francisco Martínez Dávila,
impresor de Cámara de S. M.