Filosofía en español 
Filosofía en español

Democracia como Institución: Nematología y Tecnología

[ 892 ]

Crítica a la Ideología del Fundamentalismo democrático idealista (tecnológico y nematológico)
desde la Teoría del Espacio Antropológico

El momento tecnológico de una sociedad democrática, como el de cualquier otra sociedad política, aunque tienda a ser circunscrito por la doctrina del Estado de Derecho (una doctrina jurídica, constitucionalista o internacionalista) en el eje circular del espacio antropológico, comprende o participa también, necesariamente, del eje radial y del eje angular constitutivos de este espacio [244]. Y esta participación se refleja, ante todo, en el momento nematológico [876] de un modo más o menos explícito. Por lo demás, la inscripción directa de cada contenido en un eje dado es, en general, abstracta, puesto que, con frecuencia, cada inscripción en un eje tiene lugar a través de los otros dos.

Las democracias tienen componentes tecnológicos que se inscriben, desde luego, en el eje circular del espacio antropológico, y tanto cuando las democracias son consideradas en sí mismas como sociedades soberanas (por ejemplo como Estados nacionales, reconocidos por el Derecho Internacional), como cuando son consideradas en sus relaciones con otros Estados, es decir, en sus relaciones internacionales públicas o privadas. Por ejemplo, la capa conjuntiva de cada sociedad democrática (con sus tecnologías legislativas, ejecutivas o judiciales) se inscribe íntegramente en el eje circular; la capa cortical [828] (la tecnología de su diplomacia o de su marina de guerra, por ejemplo) se inscribe también en el eje circular.

Más aún, estas “inscripciones”, en tanto no son puntuales (para cada punto o segmento del tiempo circular), es decir, no se mantienen únicamente en la Realpolitik del presente inmediato, porque se extienden necesariamente hacia el pasado más o menos lejano (la Historia, las genealogías de los conflictos pretéritos que se ponen en el origen de los presentes…) y, desde luego, hacia un futuro infecto, pero indefinido (tanto como la eutaxia [563] de cada Estado).

El desarrollo de estas tecnologías (por ejemplo, el desarrollo de planes y programas de alcance secular, o bien, el desarrollo de la historia nacional de las instituciones hacia los límites de su prehistoria, con objeto de trazar, por ejemplo, las lindes con Estados vecinos) se mantendrá, en lo posible, en el terreno positivo de sus contratos o tratados positivos con Estados particulares definidos. Sobre estos tratados o pactos se edifica el derecho internacional positivo, cuya fuerza de obligar deriva exclusivamente de la presión que puedan ejercer los demás Estados firmantes del tratado, pero no deriva, en modo alguno, de principios metafísicos éticos o morales del llamado “derecho natural”, como pueda serlo, por ejemplo, el principio Pacta sunt servanda (deben respetarse los pactos). Todavía Kelsen lo consideraba como un principio fundamental del Derecho Internacional; pero sólo tiene fuerza de obligar cuando efectivamente presionen los Estados implicados sobre uno dado; cuando esto no ocurra el principio perderá toda su fuerza pragmática normativa.

Ahora bien: sin perjuicio de la positividad tecnológica “punto a punto”, el momento nematológico tendrá que asumir la perspectiva global del “Género Humano” (de la Humanidad, del Hombre). Y ello sin necesidad de sustantivar este “género humano” [720], como si fuera una entidad separada (jorismática) respecto de los Estados particulares [722]. El “Hombre” de la Declaración Universal de los Derechos Humanos [481-488] no es una entidad separada no ya de los individuos humanos sino de los Estados particulares, puesto que solamente existe y evoluciona a través de aquellos Estados o pueblos. No es el hombre, no son los hombres, los sujetos de derechos o los sujetos del deber; son los hombres integrados en Estados definidos (griegos, romanos, iberos, galos o chinos), y en conflicto o cooperación mutua.

Sin embargo, precisamente por la reciprocidad y la transitividad de estas relaciones entre los hombres de los diversos Estados (y, con ellos, de las correspondientes culturas, razas, religiones…), se hace necesario establecer como referencia una idea universal del hombre a título de invariante (o género posterior) de los pueblos, Estados, culturas u hombres. Y si es cierto que en el Antiguo Régimen (por no decir también: en las redes constituidas por Estados del pretérito) esta entidad englobante (el Género Humano) quedaba establecida en Occidente por la teología cristiana (el género humano creado por Dios, caído y resucitado a través de la figura de Cristo, como hombre-Dios), los llamados “derechos humanos” (de 1789) tuvieron como antecedente los derechos y los deberes de los cristianos en toda la universalidad católica (y esta es la razón por la cual Pío VI pudo condenar la Declaración de los Derechos Humanos de 1789) [736].

Sin embargo, las tecnologías de los derechos humanos del Nuevo Régimen eran muy similares a las tecnologías correspondientes del Antiguo Régimen. El principio cristiano de la igualdad de los hombres en Cristo (“ya no hay griegos ni bárbaros, ni judíos ni gentiles”), implicaba una tecnología pedagógica y dialogante [844] orientada a alcanzar la resolución pacífica de cualquier tipo de conflictos que surgieran en el medio de la Pax Christi; en el Nuevo Régimen la tecnología de las relaciones entre los pueblos se orientará por la finalidad de lograr una paz perpetua, proclamando la deslegitimación de la guerra (Tratado de París de 1931), mediante la consideración de la guerra como una metodología propia de la época del salvajismo (“la guerra no existe en la civilización”), y mediante la sustitución del principio de Clausewitz (“la guerra es la continuación de la política por otros medios”) por el principio pacifista [851] (“la política excluye la violencia, y la guerra es el fracaso de la política”) [852]. Tras la Segunda Guerra Mundial (Carta de las Naciones Unidas de 1945) los Ministerios de la guerra comenzarán a denominarse Ministerios de defensa, se tendió a sustituir al soldado de leva por el soldado mercenario; el objetivo inmediato sería el desarme total, y no sólo el de las armas nucleares; y las acciones bélicas no se llamarán guerras sino “misiones de paz” [853].

La diferencia entre las tecnologías del antiguo y del nuevo régimen afectarán sobre todo a la nematología: Cristo, el hombre Dios, será sustituido por el Género Humano, aunque con funciones similares a las de la deidad cristiana. Sobre todo en lo concerniente a sus relaciones con otros seres de la Naturaleza: el “hombre” de los derechos humanos será también el único y soberano; muy pronto, sobre todo en Alemania, la Gracia, que a través de Cristo y del Espíritu Santo elevaba a los hombres sobre los animales y sobre los demás seres vivientes que pudieran existir en la Tierra o en los Cielos, se transformará en Cultura (en el Reino de la Cultura) [420]. El Espíritu Santo comenzará ahora a soplar en la humanidad a través del Volksgeist del “espíritu de los pueblos”. Cada pueblo, “poseedor de una cultura propia”, podrá constituirse en Estado soberano [422].

Constatamos, en resolución, cómo el escueto positivismo de la nematología democrática (que se limita a suponer que la normativa pacifista impuesta a los ciudadanos está ya conseguida y consolidada) contiene un desaforado idealismo metafísico detrás de sus fórmulas “positivas”. El idealismo de la Idea del Género humano soberano que actúa en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 como fuente de todos los demás valores y derechos vigentes.

La visión idealista de las sociedades democráticas como unidades políticas capaces de vivir, por tiempo indefinido, “en paz y en libertad”, también desborda ampliamente el ámbito de los contenidos del eje circular del espacio antropológico, e incorpora necesariamente importantes contenidos del eje radial. Y, puesto que en el eje circular, las sociedades políticas se consideran como miembros de una “comunidad universal única”, como un todo “cat-ólico”, de duración indefinido, se hará preciso reconocer un ámbito radial finito, el que está constituido por la esfericidad de la Tierra, en cuyo seno podrán ir formándose las capas basales que suministran la materia y la energía necesarias para la subsistencia y el desarrollo de las sociedades políticas. La armonía entre las partes del todo reconocidas en el eje circular impulsará la comunicación de las diversas sociedades políticas mediante el comercio pacífico y justo, y será el origen de una intrincación progresiva de las partes de las capas basales de cada Estado con las partes de las capas basales de los demás Estados. Con ello se alcanzará una suerte de disolución de la capa basal de cada Estado en las capas basales de los restantes, así como recíprocamente (lo que equivaldrá a reconocer la extinción de los Estados, como unidades efectivas del proceso histórico). La supuesta armonía idealista de estas intrincaciones sucesivas será la razón por la cual se confiará en que los intercambios comerciales podrán llevarse a cabo pacíficamente (diplomáticamente) sin necesidad de recurrir a la guerra o a cualquier otro método violento. Dicho de otro modo: la “globalización” [832] (sobre todo la globalización económica o basal, pero también la globalización institucional, lingüística, cultural, etc.) será el principal mecanismo capaz de evitar que estallen guerras entre Estados soberanos democráticos y que tales guerras traigan causa del incremento demográfico o del agotamiento de una capa basal dada.

Por otra parte, los viajes espaciales permitirán esperar futuras ampliaciones celestes de la capa basal de la sociedad humana. Esta esperanza también desborda, sin duda, los programas políticos circunscritos en el eje circular.

Por último, la visión idealista de las sociedades democráticas como la etapa más alta de la sociedad humana en cuanto sociedad soberana, también desbordará (tanto en los momentos tecnológicos como en los nematológicos) los límites positivos establecidos como fronteras del campo antropológico. La soberanía del Género humano necesitará ser redefinida por respecto de los demás seres vivientes no humanos, los que se representan en el eje angular. A saber, ante todo, los seres vivientes corpóreos (las diferentes especies, géneros, órdenes… de animales terrestres humanos y los supuestos vivientes extraterrestres no linneanos). También los hipotéticos seres vivientes incorpóreos [843], es decir, los espíritus puros (que son todavía tenidos en cuenta no solamente por los pueblos animistas sino también por muchos millones de hombres sujetos a las creencias de las religiones terciarias) [351-372]. Solamente en función de estos seres vivientes no humanos, aunque ellos no figuren en las definiciones estrictas circulares de la democracia constitucional o internacional, la sociedad democrática podrá alcanzar una definición obligada de sí misma, aunque ella desborde los estrictos límites positivos del eje circular en el que se inscribe la capa conjuntiva y se introducirá ampliamente en el eje angular (en el que se inscribe la capa cortical).

Y es así como en las sociedades del Antiguo Régimen la “dignidad del hombre” se establecía por la superioridad de su soberanía sobre los númenes animales linneanos [356], sobre los vivientes corpóreos extraterrestres no linneanos [355], y sobre los espíritus puros, ángeles y arcángeles (vivientes incorpóreos). Así también, en las sociedades democráticas homologadas se mantiene enteramente vivo el interés por la exploración de los supuestos vivientes extraterrestres no linneanos (proyectos Ozma, Seti, Arecibo…), piedra de toque de nuestra “soberanía cósmica” heredera de la dignidad del hombre de los cristianos del Renacimiento. Y la posibilidad de un contacto, acaso cruento (“guerra de Mundos”) entre los hombres que forman parte de las democracias actuales con los vivientes extraterrestres, aun cuando esta posibilidad desborde ampliamente los límites en los que se definen las sociedades políticas democráticas, da lugar sin embargo a nematologías que justifican las tecnologías de las bombas atómicas que están en manos de algunas potencias nucleares, si es que solo mediante la bomba atómica el “Género humano” podrá defenderse de los eventuales ataques de vivientes extraterrestres cuyo poder sobre nuestra soberanía humana es incalculable.

{EC113 /
EC109-113 / → PEP / → MC / → LVC / → PCDRE}

<<< Diccionario filosófico >>>