Filosofía en español 
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Idea de Imperio

[ 717 ]

Imperio como facultad del imperator / Imperio como espacio de acción del Imperator

Conceptos categoriales de Imperio obtenidos en la vía del regressus (“reflexión regresiva”) [716] hacia los componentes de una sociedad política presupuesta, ya en marcha: el Estado.

I. Imperio como facultad del imperator. Concepto subjetual de Imperio, en cuanto atributo definitorio del imperator, tal como fue delimitado en la Roma antigua, a partir de la institución de la jefatura militar (asociada a prefectos, gobernadores, etc.) y, muy especialmente, de la jefatura militar suprema como dominio de los secreta cordis. Según este concepto subjetual, imperio dice autoridad, capacidad de mandar, poder, poder militar (empleamos el adjetivo “subjetual” para subrayar su referencia a la “exterioridad” de los sujetos corpóreos operatorios [68], referencia que suele ponerse entre paréntesis cuando se utiliza el adjetivo “subjetivo”, como propio de lo que es “mental”, o “incierto”, o “interno”). En las sociedades humanas la autoridad, el poder, la fuerza queda normada, por ejemplo, como una potencia militar de reserva, que podrá ser movilizada en cualquier momento oportuno. Quien en el seno del sistema político esté investido con esa capacidad para utilizar el ejército, como jefe supremo del mismo (para lo que precisará condiciones “etológicas” adecuadas: carisma, energía, etc.), es el imperator, el que posee el Imperio en esta acepción I.

El “imperio subjetual” es ya, según esto, un concepto de “segundo orden” o reflexivo, porque presupone una sociedad política ya constituida, y aun rodeada de otras sociedades políticas o prepolíticas; presupone, por tanto, una sociedad política en la cual haya un ejército y unas estructuras sociales capaces de sostenerlo; un ejército especializado del que se sabe, aun en tiempo de paz, que puede echarse mano, o reclutarse, en cualquier momento para mantener la eutaxia del Estado (si vis pacem para bellum). A medida que la República crece y sus enemigos internos y externos se hacen más peligrosos, la importancia política del ejército aumentará. Y serán las partes de la República (el Senado, los terratenientes, los campesinos, la plebe frumentaria) quienes reflejarán las radiaciones derivadas de la necesidad de sostener sus ejércitos: los exaltarán, a la vez que intentarán delimitar sus funciones. El jefe militar asumirá el imperio, no tanto cuando sea capaz de mandar eficazmente, sino, sobre todo, cuando sea capaz de mandar al servicio de la eutaxia del Estado [563] constituido, por ejemplo, en funciones de dictador comisarial designado por el Senado. (Es la Asamblea la que “reflexiona” sobre la necesidad de entregar al dictador el cuidado temporal de la eutaxia del Estado). En las Doce Tablas se prescribe como norma la de revestir a los cónsules del imperio real que comprende, además de las funciones militares, funciones judiciales, presidenciales, etc. (“Regio imperio duo sunto… militiae summum ius habento…”). La acepción I de Imperio tiene, por tanto, un contenido subjetual, pero no es un concepto meramente etológico [564], previo a la sociedad política; si lo fuera, “imperio” alcanzaría un sentido meramente etológico [565]. También es verdad que la acepción estrictamente subjetual o etológica del imperio podrá reencontrarse, por refluencia, en muchas situaciones de la sociedad política más compleja; pero, en estos casos, el significado del “imperio” quedará “degradado” hasta el punto incluso de perder su pertinencia política, y ello aun cuando se utilice para analizar situaciones de estricto significado político.

El concepto subjetual de imperio encontrará su valor culminante cuando el imperator comience a ser prácticamente el instrumento o representación de la soberanía (respecto del Senado, por ejemplo), es decir, cuando se conciba como suprema dignidad, proceder que se inicia ya con Julio César, según testimonio de Dión Casio (XLIII, 44). Imperator, vendrá a equivaler, entonces, a Princeps (primero en poder efectivo, no solo primero en honor); un poder establecido, además, en función del orden del Estado. El célebre verso en el que Virgilio define la misión de Augusto (Tu regere imperio populo, Romane, memento…, Eneida, VI, 851), es el mejor testimonio del ejercicio del concepto de “imperio subjetual”, en tanto la facultad del Imperio, emanada de Roma y encarnada en el Príncipe, se define, no como un poder arbitrario, sino como un poder dirigido a regir a los pueblos y a mantenerlos en su equilibrio eutáxico.

II. Imperio como espacio de la acción del imperator. Se obtiene a partir del concepto I y representa una suerte de recuperación de un ámbito objetivo: es el concepto de Imperio inicialmente radial (territorial, en principio), que en seguida adquirirá un sentido más amplio (como campo comercial). Tiene un significado “espacial”, en el sentido no meramente físico-geométrico, sino en el sentido de espacio antropológico con sus tres dimensiones (circular, angular y radial). Supone, por tanto, el desarrollo de la “subjetualidad” implicada en la sociedad política de forma tal que resulte “ampliada”, “multiplicada”, en función de todas las partes del “espacio antropológico” [244] que ella controla. Es la “proyección” del “imperio militar” sobre el “espacio antropológico” correspondiente a la República de referencia, a fin de mantener su eutaxia, tanto dinámica como estática, si lo que se pretende es mantener el Estado comprometido por planes y programas [238] de expansión. Hasta donde llegue el poder del control Imperio sobre los hombres, los territorios y hasta los animales (divinos o diabólicos) de su ámbito, llegará el Imperio, en su sentido espacial-antropológico. Cuando los historiadores de la Roma antigua hablan de las “fronteras naturales” del Imperio, están utilizando, precisamente, este concepto de Imperio. Por ejemplo, León Homo, aunque no distingue explícitamente entre las diversas acepciones de “imperio” que estamos diferenciando (y aunque algunas veces las confunda), utiliza esta acepción II cuando dice: “segundo artículo del programa militar (del Imperio) de Augusto: la conquista de las fronteras naturales. Augusto la realiza por dos medios, ambos exclusivamente en su mano: la diplomacia y la guerra”.

El mismo concepto de limes del Imperio, sobre todo cuando se interpreta en su perspectiva emic (como un “horizonte”), implica también el ejercicio del concepto II del Imperio porque el limes, o línea fronteriza (constituida por ríos, fosos, muros, desiertos) que separa a Roma del entorno bárbaro, es un contorno o capa cortical que está tallándose y re-tallándose continuamente por las legiones (ejército del Rin, ejército del Danubio, ejército de Oriente, ejército de África) bajo el mando supremo del imperator. El “imperio”, en esta acepción, mantiene su sentido, operatorio-ejecutivo; y así, en Roma, la institución de la censura, que implicaba un poder determinativo [597], no atribuye imperium (es decir, poder ejecutivo) al censor.

{EFE 183-188 /
EFE 171-367 / → PEP 271-399 / → PCDRE 85-201 / → BS24 27-50}

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