Filosofía en español 
Filosofía en español

Televisión material y Televisión formal

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Televisión: Artes superficiales / Artes tridimensionales

La televisión refuerza la tendencia a la especialización de las experiencias apotéticas [679] que son ya características de los teleceptores orgánicos (vista y oído). De esta especialización, derivan muchas semejanzas, sin perjuicio de las profundas diferencias (tecnológicas y ontológicas), entre la televisión y el cinematógrafo. Ante todo, y en el plano de las cámaras, las semejanzas “topológicas” de los respectivos escenarios de origen y, por tanto, de los actores o actantes (generalmente personales) que en estos escenarios se manifiestan. Las cámaras cinematográficas, como las telecámaras, se sitúan, necesariamente, por razones topológicas, ante escenarios apotéticos intangibles. También en el terreno de las telepantallas, que recogen las morfologías obtenidas por las cámaras, se mantiene la semejanza entre los “escenarios terminales” (las pantallas) que han de ser contempladas a distancia por el espectador.

Los “escenarios terminales” (las pantallas, sean grandes o pequeñas) reproducen, a su vez, la misma estructura topológica del teatro, su escena y su anfiteatro. Quien se sentaba en las gradas de anfiteatro dispuesto únicamente a ver y oír (el “teórico”, el cultivador del bíos teoretikós, en el sentido de Heráclides Póntico) lo que en la escena ocurría, pero sin intervenir en ella con sus conductas prácticas (propias del bíos politikós o del bíos apolaustikós), creaba una estructura semejante, por no decir idéntica, a la que crea quien se sienta en la sala del cine o ante la pantalla de su televisor. La diferencia esencial es ésta: en el teatro el escenario real está ahí delante con su estructura tridimensional, junto con la de los cuerpos o bultos (de vultus = faz) que en él actúan; mientras que en la sala del cine, o en la de la televisión, la función del escenario está desempeñada por las pantallas bidimensionales, en las cuales solo percibimos apariencias de bultos, “sombras” de bultos que se supone actúan, a su vez, en otros escenarios exteriores a la sala.

La telepantalla nos ofrece, ante todo, proyecciones superficiales o sombras de escenarios tridimensionales, como ocurre tanto en procesos naturales de reproducción de cuerpos en espejos, como en procesos artificiales de reproducción de cuerpos (en la pintura, en la cámara oscura, en la fotografía, en el cine o en la escultura: el interior de una escultura es escultóricamente irrelevante; tan infantil es el intento de “levantar las faldas” a una menina de Velázquez, como el intento de abrir la cabeza del Pensador de Rodin para explorar el interior de su cerebro o de su espíritu: “tu cabeza es hermosa, pero sin seso”). Uno de los problemas filosóficos más interesantes que suscitan las obras pictóricas, fotográficas o escultóricas (es decir, las obras de “arte superficial”), es el de dar cuenta de la capacidad de sus figuras para representar el “interior”. En el cinematógrafo, y en la televisión, el movimiento de las imágenes constituye (respecto de la pintura) un incremento de posibilidades o recursos extraordinario. Ahora bien: es muy corriente conceptuar la televisión como una variedad de cine a domicilio, pero la estructura tecnológica de la televisión (así como la situación descrita en el mito de la caverna platónica) [691] se desarrolla en un sentido topológicamente inverso a la estructura del cine.

{Tv:AyV 202-203, 206-207 /
Tv:AyV 202-209}

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