[ 686 ]
Modulaciones personales de la Idea de Verdad
En las verdades personales [684], el sujeto operatorio que establece la identidad sobre la que se constituye la verdad correspondiente, lejos de quedar segregado de ella, pasa a formar parte de su misma “sustancia”. La involucración del sujeto operatorio en la verdad podrá entenderse tanto en tercera persona (es decir, sin que “yo mismo” me considere involucrado) como en primera persona (si es que de la verdad en cuestión puede decirse: de res tua agitur). El sujeto operatorio, en cuanto sujeto pragmático, habrá de figurar de algún modo en la materia misma de la verdad constituida. Las diversas modalidades del sujeto pragmático (dialogismos, autologismos y normas), pueden ser tomadas como “hilos conductores” para la determinación de otras tantas modulaciones de esta verdad personal y, por extensión, animal.
(A) Verdades autológicas. Los términos sobre los cuales se constituyen estas verdades personales podrán ser considerados como fenómenos referidos a un mismo sujeto corpóreo.
- Verdad soteriológica. Constituye la variedad más importante de estas verdades autológicas, tal como las encontramos en la tradición, teniendo en cuenta la dimensión pragmática presupuesta. Se muestra cuando el sujeto autológico, constituido sobre apariencias empíricas, se presenta a sí mismo como “salvador” [309] de su propia realidad (W. James) o de la de otros sujetos (Ch. S. Peirce). El sujeto de referencia puede tener la figura de una “sustancia egoiforme” (un ego individual, recortado frente a sus alter ego: “yo soy el que soy”, “yo soy la verdad”), o bien la figura de un “nosotros”, recortado ante otros “ellos”: “la Iglesia Católica es la verdad”, “la Nación aria es la verdad”, “el Partido es la verdad”). Cuando nos circunscribimos al espacio gnoseológico [190], también puede reconocerse la dimensión soteriológica de muchos autologismos, en cuanto “salvadores” de la realidad misma del sujeto científico (salvación que algunos, entre ellos E. Husserl, extienden, a través de las comunidades científicas, a Europa o la misma Humanidad). A la verdad autológica se reduce la llamada “verdad moral” (definida tradicionalmente como “identidad o adecuación entre el pensamiento y su expresión verbal o mímica”), cuyo opuesto es la mentira o la hipocresía. La verdad soteriológica, como verdad autológica, se opone en general a apariencias muy características: engaños, imposturas [680], “delirios de grandeza”.
(B) Verdades dialógicas. La verdad, como relación de identidad que se constituye entre sujetos diversos (egoiformes o nosiformes):
- Verdad consenso. Es la variedad más importante de este orden (por ejemplo: J. Habermas en su Wahrheitstheorien, 1973). Esta verdad se establece entre individuos (por ejemplo, entre los miembros de una comunidad científica, o bien entre los militantes de un partido político), entre grupos y, en el límite, entre todos los hombres (consensus omnium), como es el caso de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948. El consensus omnium confiere a la verdad el carácter de “primera persona” del plural; la verdad consensuada equivale a la verdad como ortodoxia y se opone a la falsedad o improbabilidad, atribuida socialmente a la heterodoxia, y en el límite a la demencia autista.
- Verdad acuerdo. Equivale a la identidad de isomorfismo o de adecuación, si admitimos que el isomorfismo solo puede tener lugar cuando sea posible establecer correspondencias entre conjuntos de términos dotados, cada uno de ellos, de operaciones características. No consideraremos legítima la identidad de isomorfismo o de adecuación que en la doxografía encontramos referida a las “verdades consistentes en la adecuación entre el entendimiento y la cosa” o entre el sujeto y el objeto; porque si el isomorfismo es posible entre sujetos operatorios, no es posible entre sujetos y objetos no operatorios, salvo que aquellos o estos se desdoblen según la consabida distinción (y no por ello menos gratuita) entre “objeto conocido” y “objeto de conocimiento”. [88]
(C) Verdades normativas. La verdad se presenta como una relación de identidad personal determinada por la acción (por la co-acción) moldeadora de otros sujetos operatorios, hombres o animales, que proceden ante mi propia subjetividad operatoria en nombre de alguna norma que se supone obliga tanto a los autologismos del sujeto operatorio afectado, como a los dialogismos del sujeto operatorio moldeador (dator formarum).
- Verdad coactiva. Una de las variantes de estas modulaciones de la verdad, es la “verdad-revelación” o “verdad mostrativa” (por oposición a la “verdad demostrativa”), fundada en la norma que prescribe confiar en la autoridad (“coactiva”) de la persona relevante, que desempeña papeles decisivos, no solo en la vida religiosa (las “verdades sobrenaturales reveladas” a los creyentes), sino también en la vida jurídica (el “testimonio”), en la vida científica (la “enseñanza” de las ciencias positivas, que comienza necesariamente como una “revelación de verdades”, como una “verdad impartida” que ha de aceptarse inicialmente por la confianza en la autoridad del maestro), o en la vida política o militar (basada en la confianza de que las normas operatorias derivadas del ejecutivo conduzcan a la eutaxia [563] o la victoria: “el Jefe siempre tiene la razón”).
- Verdad-coherencia. La fuerza de obligar de las normas también pueden derivar de un sujeto más abstracto capaz de reabsorber, en su formalismo, tanto a los autologismos como a los dialogismos, como ocurre en el caso de las normas “lógico-formales” (que implican siempre a la primera persona), que impulsan a la coherencia, como modo de realización, si bien puramente formal, de la verdad personal. La verdad-coherencia, en cuanto verdad normativa, no excluye el reconocimiento de las contradicciones; lo que excluye es su aceptación como tales e incita a la resolución dialéctica [96-107] de las mismas.
{Tv:AyV 286-289 /
→ Tv:AyV 273-303 / → TCC / → BS25a}