Filosofía en español 
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Libertad

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Libertad según el modelo dialéctico progresivo: la perspectiva del materialismo filosófico

Mientras que en el desarrollo regresivo partimos de la libertad como un hecho, en el desarrollo progresivo, el punto de partida es una teoría. La idea de libertad, en tanto es una teoría filosófica, sólo podrá dibujarse en la confrontación dialéctica con otras teorías muy definidas en torno a la causalidad, a la conciencia, etc. Desde las premisas del materialismo filosófico, eliminaremos las teorías de la libertad basadas en el acausalismo: la concepción de la libertad como “libertad acausal de elección”. Pero también las teorías que apelan a un determinismo fatalista, concibiendo la libertad, en el terreno del mentalismo, como “conciencia de la necesidad” (de la necesidad de la concatenación cósmica de causas y efectos, preestablecida, en la cual la voluntad humana estaría intercalada). La idea de libertad la referimos, en cambio, a la acción práctica (proléptica) de la persona, en tanto esta acción (su praxis) determina causalmente resultados objetivos de todo tipo.

La libertad, según esto, sólo aparecerá en las cercanías de la potencia del hacer, de la actividad, no de la pasividad. Aunque causalmente determinados, los resultados de la libertad no pueden tampoco considerarse vinculados a la concatenación universal de las causas. Pero esta tesis sólo es posible mantenerla disponiendo de una concepción adecuada de la causalidad, en la cual la desconexión del orden universal esté asegurada. Es la persona o la sociedad de personas el contexto en el cual habrá de cerrarse la causalidad propia de la libertad. Podremos hablar de libertad precisamente cuando tenga lugar la identidad entre la persona (o las personas) con los resultados de su praxis. Desde esta perspectiva, la libertad no se predicará tanto de una acción personal aislada, cuanto de la cadena de acciones y, en el límite, de la cadena total, que define una vida personal en tanto compromete a las vidas de otras personas. La libertad es un proceso, no un acto.

Según esto, la libertad incluye acciones que no son libres, incluso cuando sean queridas o deseadas. Por ejemplo, no puede decirse propiamente que exista “libertad de pensamiento”, en los casos, al menos, en los cuales los pensamientos sean apodícticos. Nadie tiene libertad para pensar en un decaedro regular. La primera condición para poder hablar de libertad de pensamiento es que haya pensamiento y, generalmente, a lo que nos referimos al pedir la libertad de pensamiento, es a la libertad para la “expresión del pensamiento” (por ejemplo, para expresar el pensamiento de que el proyecto del diseñador de decaedros regulares es absurdo). Soy libre no tanto por ser “causa de mis actos” cuanto porque mis actos son los que me constituyen como persona capaz de convertirse en causa adecuada de esos actos.

La persona libre –cabría decir, mediante una paradoja– es la causa de los actos que la constituyen como persona; paradoja que no es tanto una modulación del esquema de la causa sui cuanto un modo de referirse a un circuito procesual de “causalidad circular”, respecto del cual el esquema de la causa sui podrá considerarse como un límite. Por ello la libertad de la persona sólo puede alcanzar sentido en aquellas secuencias de acciones susceptibles de constituirse como normas, ya sea en el plano ético, ya sea en el plano moral (la conducta de un drogadicto agudo no puede considerarse libre, sino encadenada). Las fracturas de la identidad entre la persona y los actos de su praxis, en la que hacemos consistir el proceso hacia la libertad, procederán de fuentes diversas, que brotan, bien sea del lado de las acciones, bien sea del lado de la persona. Del lado de las acciones: cuando las acciones exigidas por la prolepsis práctica encuentran obstáculos para su ejecución y, en especial, cuando estos obstáculos proceden de las normas según las cuales se configuran otras personas libres. La libertad, con frecuencia, implica el enfrentamiento con las propias normas religiosas, políticas o jurídicas vigentes en la sociedad en la que actúa la persona libre. Del lado de la persona: cuando sus acciones, aun cuando puedan ser ejecutadas sin obstáculos, se manifiesten como no-personales, bien sea porque las prolepsis correspondientes resulten ser designios de otras personas, cuyos planes o programas están en conflicto con planes o programas propios (aunque siempre hay que recordar que nuestros planes o programas proceden en alguna medida de otras personas, de su anamnesis), bien sea porque, aunque ello no ocurra, los resultados y consecuencias de las acciones que ejecutamos según nuestros planes o programas se desvían de ellos.

La libertad sólo se abre camino a través de la lucha, de la fortaleza ética y moral; se desarrolla únicamente en el momento en que nuestra actividad ética y moral colabora en la edificación de la libertad de los demás, en tanto que son realmente distintos de nosotros mismos. Es allí cuando nuestra generosidad se desarrolla sin buscar la correspondencia, ni siquiera el reconocimiento. {SV 334-336}

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