Filosofía en español 
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Cuestiones proemiales

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Antropología cultural

Tercera gran perspectiva categorial [788] constituida con posterioridad a la Antropología médica [259] y a la Antropología biológica [260], con las cuales ha mantenido siempre relaciones muy ambiguas. La dificultad estriba en poder establecer su campo gnoseológico [190] con fórmulas adecuadas, dado que ese campo está encubierto ideológicamente por los propios antropólogos que lo cultivan, incluso por quienes lo cultivan obteniendo frutos admirables. Se da por supuesto muchas veces que todos los que investigan bajo este rótulo (aunque unos sean especialistas en formas de parentesco elemental, otros en el carnaval y unos terceros en los flujos del puerto de Bilbao) trabajan dentro de una misma unidad sistemática. Pero esto es una ficción. Tras el desarrollo de la Antropología médica, y el de la biológica, resulta imposible identificar este campo con el “Hombre”.

Ya desde el tiempo de E. Tylor, los antropólogos han recurrido a la Idea de cultura como fórmula capaz de cubrir investigaciones tan diversas, dado que las formas de parentesco elemental, los carnavales o los flujos del puerto de Bilbao son configuraciones culturales. La Antropología sería, en el fondo, “Culturología”, según la conocida propuesta de W. Ostwald, popularizada por L. White. Pero semejante determinación del objeto de la Antropología cultural es aparente, por razón de que “Cultura” es una Idea y no una categoría [783] y porque es sencillamente erróneo suponer que la Antropología cultural sea una Teoría General de la Cultura. Hay muchas estructuras culturales (por ejemplo, las que estudian los lingüistas) que no son antropológicas. De hecho, la Antropología no se ocupa de la Economía, ni de la Teología (en el sentido de las religiones superiores).

No es ni el Hombre ni la Cultura, sino una determinada perspectiva del Hombre y de la Cultura la que hace que los antropólogos culturales resulten capaces de organizar categorialmente los hechos, aunque según líneas diferentes a como los organiza la Antropología médica o la Antropología biológica. Precisamente por ello el análisis diferencial no solamente es indispensable, sino esclarecedor. Mientras en la Antropología médica (tal como la hemos presentado) los términos son los órganos del individuo humano, y en la Antropología biológica son las clases de individuos humanos (principalmente razas), en cuanto están inmersos en una taxonomía biológica envolvente, en cambio la Antropología cultural no tomaría como términos a los individuos, sino a grupos de individuos (bandas, clanes, tribus), en tanto estos grupos constituyen unidades o círculos culturales relativamente especificados, en rigor, “individualizados” en un rango lógico característico. Es evidente que un campo constituido por múltiples círculos culturales, relativa y suficientemente autónomos, en cuanto a la organización de la vida en un determinado medio geográfico, ha de ser un campo relativamente aislado (aislamiento que tiene un sentido gnoseológico correlativo al que tiene la individualidad –con “solución de continuidad mutua”– de los organismos en la Antropología biológica). Pues solamente de este modo será posible analizar los procesos de su perpetuación, solamente así podrán establecerse relaciones nomotéticas entre los diferentes círculos culturales, constituyéndose clases, no ya de individuos biológicos, sino de sociedades o de culturas [423-435]. Y ocurre que esta perspectiva –cuyo formato lógico es el de las totalidades distributivas– aplicada al estado actual de la humanidad en cuanto a su desarrollo cultural, es casi puramente abstracta. En algún sentido lo ha sido siempre, porque nunca ha habido sociedades humanas, a partir de un cierto nivel de su desarrollo, totalmente aisladas del resto. Pero, sin perjuicio de estos contactos, es evidente que tiene sentido hablar de sociedades “aisladas” o, por lo menos, “autónomas” en lo que se refiere al proceso de reproducción de sus formas culturales (entre las cuales se incluyen, desde luego, las formas de explotación de los recursos del medio y de su transformación endógena). La situación “distribuida” de la humanidad sería, pues, la situación de elección para la Antropología cultural, en cuanto a ciencia nomotética. Situación que no excluye, sino que incluye, la posibilidad de transformaciones “endógenas”, por tanto, de paralelismos, entre las sociedades.

A medida que el desarrollo histórico de los últimos núcleos coloniales y su integración (acaso para desgracia de ellos) en la sociedad universal se ha acelerado en el último siglo, así también la Etnología va desapareciendo y convirtiéndose en una disciplina arqueológica.

Esta organización del material antropológico como campo gnoseológico de formato nomotético se corresponde con la distribución de la humanidad en la forma de sociedades bárbaras y, en consecuencia, “la barbarie” [242] es el campo de elección de la antropología cultural.

En todo caso, lo esencial para nosotros no es el concepto de barbarie, con sus connotaciones tradicionales, cuanto el concepto de “sociedades relativamente aisladas”, cuyo paradigma son, sin duda, las sociedades tribales preurbanas, o preestatales. De hecho, éstas son efectivamente las sociedades que preferentemente aparecen en el campo de estudio de la Antropología cultural, las sociedades que estudió el funcionalismo y las que estudia el materialismo cultural, pues el “aislamiento”, como hemos dicho, es, para la Antropología cultural, lo que la individualidad orgánica exenta es para la Antropología biológica o médica.

{E&U/EPI 203-209 /
PrRo / → AAC}

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