Voltaire, Diccionario filosófico [1764]
Sempere, Valencia 1901
tomo 6
página 91

Religión
VI

El hombre que desee convencer de la verdad de su religión a extranjeros o compatriotas, debe dedicarse a esa tarea con moderación y con insinuante suavidad: si empieza por decirles que lo que él les expone está demostrado, encontrará multitud de incrédulos; si se atreve a decirles que únicamente rechaza la doctrina que les expone; porque trata de refrenar las pasiones y porque su razón discurre erróneamente, les sublevará contra él, les afirmará en sus falsas creencias y no conseguirá su propósito.

Si la religión que enseña es verdadera, no conseguirán que lo sea más la cólera y la insolencia. ¿Hay acaso necesidad de ponerse iracundos y furiosos para predicar que el hombre debe ser benigno, benéfico y justo, y que debe cumplir todos los deberes sociales? No hay ninguna necesidad, porque todo el mundo profesa esta religión. ¿Por qué, pues, habéis de injuriar a nuestro hermano cuando le predicáis una metafísica misteriosa? Sin duda porque su buen sentido irrita vuestro amor propio; sois tan orgullosos, que exigís a nuestro hermano que someta su inteligencia a la vuestra; y el orgullo humillado produce la cólera; no da otro resultado. El soldado que recibe veinte heridas de fusil en una batalla no se encoleriza; pero el doctor que queda herido porque le vence una opinión contraria, se convierte en furioso implacable. [92]


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