Voltaire, Diccionario filosófico [1764]
Sempere, Valencia 1901
tomo 3
páginas 96-97

Cuaresma
I

Sólo nos ocuparemos de la Cuaresma con relación a su parte civil. Pero es útil y conveniente que haya una época en el año en la que se maten menos toros, menos terneras, menos corderos y menos volatería. Todavía no hay pollos jóvenes ni pichones en Febrero y en Marzo, que es la época de la Cuaresma. Es conveniente que se suspenda algunas semanas la carnicería en los países donde los pastos no son tan alimenticios como en Inglaterra y Holanda.

Los magistrados han dispuesto sabiamente que la vianda se venda más cara durante ese tiempo en París, y que el exceso de lo que se saque de ella se entregue a los hospitales. Este es un producto casi insensible que pagan durante corto tiempo el lujo y la gastronomía a la indigencia, porque los ricos son los que no tienen bastante fuerza de voluntad para guardar la Cuaresma, ya que los pobres ayunan todo el año.

El reducido número de ricos, hacendistas, prelados, magistrados, grandes señores y grandes damas que se dignan comer de vigilia, ayunan durante seis semanas, saboreando lenguados, salmones y otras clases de exquisitos peces.

Uno de nuestros más famosos hacendistas tenía ajustado por cien escudos diarios un correo para que le trajera pescado fresco a París. Ese gasto hacía vivir a mucha gente, y el que lo abonaba tenía la satisfacción de comer pescados más sabrosos que la carne. Lúculo no hubiera celebrado la Cuaresma con mayor voluptuosidad.

No sucede lo mismo a los pobres. Los que comen cordero por poco dinero, cometen un gran pecado, pero buscarán inútilmente ese alimento durante la Cuaresma. ¿Qué comerán, pues? [97] Castañas, pan de centeno, queso fabricado con la leche de sus vacas, cabras y ovejas, y los huevos que ponen sus gallinas. En algunas iglesias, sin embargo, se les prohibe que coman durante la Cuaresma huevos y todo lo que tenga leche. ¿Qué pueden entonces comer? Nada. Consienten en ayunar, pero no en morirse de hambre, porque les es absolutamente necesario vivir, aunque no sea más que para trabajar las tierras de los frailes.

¿Preguntaremos si es justo que pertenezca al ramo eclesiástico prohibir a los labradores que coman queso, que ellos mismos fabrican, y huevos, que les ponen sus gallinas? Debe pertenecer al ramo civil, que es el que debe velar por la salud de sus habitantes, todo lo que hace referencia al ramo de salud pública. En esto no debe inmiscuirse la autoridad religiosa. No encontramos en ninguna parte que Jesucristo prohibiera a los apóstoles comer tortilla; al contrario, en el Evangelio de San Lucas, capítulo X, les dice: «Comed todo lo que os den.»

La santa Iglesia manda que se observe la Cuaresma, pero su mandato sólo se extiende al corazón, y sólo puede imponer penas espirituales. No puede condenar hoy a la hoguera, como hacía antiguamente, al pobre hombre, que, no teniendo más que tocino rancio, se lo coma con un pedazo de pan negro al día siguiente del martes de Carnestolendas.

Algunas veces, en ciertas provincias, los curas, excediéndose de su deber y olvidando los derechos que competen a la autoridad civil, se meten en las posadas, casas de comidas y restaurantes, para ver si los cocineros tienen algunas onzas de carne en sus marmitas, algunos pollos asados y algunos huevos en el armario. Si encuentran algo de esto, intimidan a los sencillos habitantes del pueblo, usando con ellos hasta de la violencia, porque esos infelices ignoran que los eclesiásticos usan de un derecho que no tienen, y los sujetan a una inquisición odiosa y digna de castigo.

Sólo los magistrados pueden legislar sobre los géneros más o menos abundantes que pueden alimentar a los habitantes de las provincias. El clero tiene obligaciones más elevadas.


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