Vida
Engels ha dado la siguiente definición clásica de la vida: “Vida es la modalidad de existencia de los cuerpos albuminoides, modalidad que consiste, sustancialmente, en el proceso de autorrenovación constante de los elementos químicos integrantes de esos cuerpos”. La esencia del proceso vital consiste, ante todo, en una constante y simultánea creación y destrucción de lo vivo. “Dondequiera que nos encontramos con una manifestación de vida, esta va unida a un cuerpo albuminoide, y viceversa, dondequiera que nos encontramos con un cuerpo albuminoide, siempre y cuando no atraviese por un proceso de descomposición, unida a él irá siempre y necesariamente una manifestación de vida... ¿En qué consisten realmente estas funciones vitales que se dan siempre y por igual en todo ser vivo? Consisten principalmente en que el cuerpo albuminoide absorbe y asimila ciertas materias adecuadas del medio, a la par que otras partes más viejas del cuerpo se descomponen y son eliminadas. Otros cuerpos no vivientes se transforman, se descomponen o se combinan también en el transcurso de los procesos naturales, pero, al hacerlo, dejan de ser lo que eran. Una roca desmoronada por el aire, no es ya tal roca; un metal oxidado se convierte en herrumbre. La diferencia está en que lo que en los cuerpos muertos es causa de extinción, es en la albúmina la condición fundamental de vida. A partir del momento en que esta transposición ininterrumpida de los elementos integrantes del cuerpo albuminoide, este intercambio permanente de asimilación y desasimilación cesa, el cuerpo albuminoide se extingue, se descompone, es decir muere. La vida, modo de ser del cuerpo albuminoide, consiste, pues, ante todo, en ser al mismo tiempo el que es y otro; pero no por obra de un proceso al que se le someta desde fuera, como puede también ocurrir, y ocurre no pocas veces, con los cuerpos muertos. Por el contrario, la vida, el intercambio de materias que se desarrolla por asimilación y desasimilación, es un proceso automático, inherente, innato al propio cuerpo sobre el que actúa, a la albúmina, y sin el que ese cuerpo no podría existir” (Engels). Desde muy antiguo, en el problema de la vida hay una lucha entre dos líneas fundamentales, dos corrientes fundamentales en la filosofía: el idealismo, bajo la forma de vitalismo (ver), y el materialismo. La filosofía y la biología que se manifestaban activamente contra el vitalismo, trataban de fundamentar como una antítesis del idealismo el concepto sobre la vida desde el punto de vista del materialismo mecanicista que niega la diferencia cualitativa entre lo vivo y lo muerto y que trata de “reducir” todos los fenómenos vitales a procesos físico-químicos e incluso a los mecánicos más simples. Descartes, algunos materialistas franceses del siglo XVIII y otros, trataban de demostrar con analogías la identidad de los organismos vivos con las maquinas. Sólo el materialismo dialéctico supera la limitación, tanto de los vitalistas como de los mecanicistas, en la interpretación de la vida, concibiéndola como una de las formas del movimiento de la materia. Partiendo de la unidad de la materia, el materialismo dialéctico hace notar al mismo tiempo la originalidad cualitativa de la vida que nace de la materia no viva como resultado del proceso de desarrollo a modo de saltos. Negando los groseros intentos de la creación de la compleja estructura de los organismos vivos de lo no vivo, así como refutando las ideas de la eternidad de la vida o de su aparición como resultado de un acto creador, Engels desarrolló la concepción histórica acerca de que la vida procede de la Naturaleza inorgánica como resultado de una larga evolución (prolongada durante millones de años) de la materia no viva. Haciendo su aparición en una determinada fase del desarrollo histórico de la Tierra, los cuerpos albuminoides fueron sometidos constantemente y siguen sujetos a mutaciones; el desarrollo de seres vivos del mundo orgánico en general, hallándose en estrecho enlace con toda la Naturaleza, tuvo su expresión científica en la teoría de la selección natural, cuyas leyes fueron establecidas por C. Darwin (Ver).
Diccionario filosófico marxista · 1946:315-316
Vida
Engels ha dado una definición clásica de la vida: “Vida es la modalidad de existencia de los cuerpos albuminoides y esta modalidad de existencia consiste, substancialmente, en el proceso de autorrenovación constante de los elementos químicos integrantes de esos cuerpos” (Engels, Anti-Dühring, p. 102, Ediciones Pueblos Unidos, Montevideo, 1948). El proceso vital es la formación y la desagregación ininterrumpidas, simultáneas de la materia viva, la asimilación y la desasimilación. “Dondequiera que nos encontremos con una manifestación de vida, ésta va unida a un cuerpo albuminoide, y viceversa, dondequiera que nos encontremos con un cuerpo albuminoide que no atraviese por un proceso de descomposición, unida a él irá siempre y necesariamente una manifestación de vida... Pero, ¿en qué consisten realmente estos fenómenos vitales que se dan por igual en todo ser vivo? Consisten, ante todo, en que el cuerpo albuminoide absorbe y se asimila otras materias adecuadas de su medio, mientras que otras partes más viejas del cuerpo se descomponen y eliminan. Otros cuerpos no vivientes se transforman, descomponen o combinan en el transcurso de los procesos naturales; pero, al hacerlo, dejan de ser lo que eran. Una roca desmoronada por el aire, no es ya tal roca; un metal oxidado se convierte en herrumbre. Pero lo que en los cuerpos muertos es causa de extinción, es en la albúmina la condición fundamental de existencia. A partir del momento en que esta transformación ininterrumpida de los elementos integrantes del cuerpo albuminoide, este intercambio permanente de asimilación y desasimilación cesa, desde este preciso momento el cuerpo albuminoide se extingue, se descompone, es decir, muere. La vida, la modalidad de existencia del cuerpo albuminoide consiste, pues, ante todo, en ser al mismo tiempo el que es y otro; pero no por obra de un proceso al que se le someta desde fuera, como puede también ocurrir con los cuerpos muertos. Por el contrario, la vida, el intercambio de materias que se desarrolla por asimilación y desasimilación, es un proceso automático, inherente, innato a su portador, a la albúmina, y sin el que la vida no podría existir” (Ibid., pp. 102 y 103).
Engels indica en seguida que las propiedades fundamentales características del organismo vivo –excitabilidad, crecimiento, reproducción, &c.– derivan necesariamente del intercambio de materias que se efectúa en la albúmina. Los descubrimientos recientes de la bioquímica, de la fisiología y otras ciencias, confirman enteramente los pensamientos de Engels. Desde hace mucho tiempo, en el problema de la vida se enfrentan dos líneas fundamentalmente opuestas, dos grandes partidos filosóficos, el idealismo y el materialismo. El idealismo, en este problema, asume la forma de vitalismo (Ver), de weismanismo-morganismo (Ver). Los materialistas premarxistas, aunque combatiendo activamente al vitalismo, intentaban justificar, en la cuestión de la vida, el punto de vista del materialismo mecanicista (Ver) que desecha toda distinción cualitativa entre la materia viva y la materia inerte, y se esfuerza por reducir las manifestaciones de la vida a procesos físico-químicos, y basta a simples procesos mecánicos. Descartes (Ver), ciertos materialistas franceses del siglo XVIII y otros, querían demostrar, por analogía, la similitud de los organismos vivos y las máquinas.
El materialismo dialéctico ha criticado la concepción estrecha acerca de la vida característica de los mecanicistas, así como las ficciones idealistas de los vitalistas. El materialismo dialéctico, considerando la vida como una de las formas del movimiento de la materia, ha mostrado el carácter específico de la vida, nacida de la materia inerte. Refuta las tentativas absurdas de crear directamente organismos vivos altamente organizados, así como la idea de la eternidad de la vida o la explicación de su origen por un acto creador. El materialismo dialéctico ha formulado la concepción histórica del nacimiento de la vida a partir de la naturaleza inorgánica a consecuencia de una prolongada evolución de la materia inerte que se extiende a través de millones de años. La vida apareció gracias a la formación de un substrato primario, la materia viva, cuyo componente principal es la albúmina. La gran diversidad de las formas organizadas y de sus funciones, resulta de la evolución de la materia viva en las condiciones incesantemente cambiantes del medio exterior. Esta multiplicidad de formas del mundo orgánico se traduce hoy en la enorme cantidad de seres vivos, desde los protistas al hombre. El proceso histórico de la evolución de la vida sobre la tierra, las leyes del origen de las diferentes especies de organismos han sido dilucidados por el darwinismo, que asestó un golpe decisivo a las ideas religiosas e idealistas sobre el origen divino de las especies. La doctrina michurinista, al desarrollar el darwinismo de una manera creadora, proporciona una base científica a las leyes de la vida orgánica. La doctrina michurinista aseguró la derrota de la teoría idealista del weismanismo-morganismo, que considera a los organismos independientemente de la influencia determinante del mundo exterior y niega que las modificaciones en la asimilación y en la desasimilación sean la causa principal de los cambios que sobrevienen en los organismos.
Diccionario filosófico abreviado · 1959:522-524
Vida
Forma de movimiento de la materia; es superior a las formas física y química, y posee varias peculiaridades específicas. Los rasgos fundamentales de la vida se hallan señalados en la conocida definición de Engels: “La vida es la modalidad de existencia de los cuerpos albuminoideos, y esta modalidad de existencia consiste, sustancialmente, en el intercambio constante de sustancias con la naturaleza externa que los rodea” (t. XX, pág. 616). En la actualidad, por “cuerpo albuminoideo” o “protoplasma” se entiende el sistema formado por una serie de sustancias específicas de la vida: albúminas, ácidos nucleicos, combinaciones fosfóricas, &c. La vida existe en forma de organismos vivos singulares; cada uno de ellos surge de otro semejante a él mismo, recorre un ciclo de desarrollo individual, produce otros seres que le son semejantes y muere. Los organismos, al entrar en conexión con el medio inanimado y entre sí, constituyen sistemas de órdenes más complejos, en última instancia, un sistema único de vida en la Tierra, sistema que ha recorrido un camino de desarrollo que va de las formas más simples hasta el hombre. Es particularidad esencial de los cuerpos vivos el metabolismo, la destrucción y la nueva formación de las estructuras orgánicas, la desasimilación y la asimilación. En la investigación de numerosas leyes de la vida, entre ellas las que aún no han sido resueltas por la ciencia, resulta de extraordinaria importancia metodológica su acertada interpretación filosófica. Los vitalistas (Vitalismo) explican las particularidades especificas de la vida (organización, adecuación a fines, regulación, &c.) por la acción de una fuerza vital inmaterial concebida como rectora de la materia “estancada”. Los mecanicistas consideran la vida sólo como un sistema complicado de procesos físico-químicos y niegan la especificidad de ella. Desde el punto de vista del materialismo dialéctico, la vida, además de las leyes físicas y químicas, que desempeñan en ella un papel subordinado, posee sus propias leyes biológicas específicas. La investigación de la vida incluye también una serie de problemas filosóficos de carácter teórico general: acerca de la relación entre la parte y el todo, la forma y el contenido, sobre la correlación entre lo preformada y la complejidad dirigida, acerca del carácter específico de la determinación biológica, sobre los principios de los sistemas que se autoestructuran; incluye los problemas de la evolución y otros.
Diccionario filosófico · 1965:481-482
Vida
Es, según la definición de Engels, el “modo de existir de los cuerpos albuminoideos, cuyo momento fundamental lo constituye el intercambio permanente de substancias con la naturaleza exterior que los circunda...”. Según afirman los mecanicistas (Mecanicismo), la esencia de la vida puede ser reducida a las leyes de la física y la química, con lo que limitan lo vivo a reacciones químicas y a interacciones físicas. Los mecanicistas son refutados por los vitalistas (Vitalismo), quienes consideran que no es posible explicar la vida por los procesos materiales que tienen lugar en el organismo, que la especificidad de lo vivo se halla vinculada a la existencia de una “fuerza vital” inmaterial y animada. Mas ninguno de estos dos puntos de vista son correctos. La vida no es algo inmaterial, sino una de las formas del movimiento de la materia, forma que se diferencia cualitativamente de las demás. Desde luego, en los organismos vivos se operan procesos tanto físicos como químicos, al margen de los cuales no puede ser comprendida la vida. Sin embargo, ésta no puede ser reducida a las leyes físico-químicas, ya que estas leyes sólo forman su base. La verdadera naturaleza de la vida y su especificidad se ponen de relieve en las leyes biológicas, las cuales no son inherentes a la materia inorgánica. La vida aparece en la Tierra como resultado de la prolongada evolución de la naturaleza, en el transcurso de la cual se integra una gran diversidad de organismos vivos. La vida dispone de rasgos específicos, propios a todos los organismos, tales como el intercambio de substancias, la estructura peculiar de su organización, el crecimiento, la reproducción y su adaptación a las cambiantes condiciones del medio ambiente. Según ha sido establecido en la actualidad, los portadores de la vida son la albúmina y los ácidos nucleicos, los cuales forman parte de todos los organismos conocidos y vienen a ser la síntesis de las substancias obtenidas del medio circundante por los organismos, del que toman los productos para su actividad vital. De este modo, en el proceso del intercambio de substancias se realiza el autodesarrollo de los organismos, la autorrenovación de sus partes componentes. La unidad estructural y funcional básica de lo vivo es la célula. Los organismos multicelulares se desarrollan habitualmente a partir de una célula fecundada mediante la división consecuente, el crecimiento y la especialización de las células. Las particularidades formadas históricamente en unas u otras especies se transmiten por herencia en el proceso de reproducción, circunstancia que determina la relativa estabilidad de las formas vivas en el transcurso de un período prolongado. La substitución de generaciones asegura el proceso ininterrumpido de la existencia de los organismos y constituye la condición de la evolución de lo vivo.
Diccionario marxista de filosofía · 1971:318-319
Vida
Forma de movimiento de la materia, cualitativamente más alta que las formas física y química y que posee una serie de particularidades específicas. Se realiza en los organismos biológicos individuales y en sus conjuntos (poblaciones, especies, &c.). Cada organismo es un sistema abierto, autorganizador, que se caracteriza por la existencia de los procesos de metabolismo, dirección de crecimiento, desarrollo y reproducción. Se conocen distintas concepciones acerca del origen y la esencia de la vida, promovidos por biólogos y filósofos. Las posiciones del creacionismo eran propias de Linneo (reconocía la creación simultánea de los organismos por Dios) y Cuvier (reconocía los actos repetitivos de creación de las formas cada vez más perfectas de vida después de la aniquilación de las anteriores como resultado de “cataclismos”). El vitalismo, que asciende de la doctrina sobre la entelequia de Aristóteles, intentaba explicar los procesos de la vida por la acción de una “fuerza vital” inmaterial (el biólogo alemán H. Driesch), el “impulso vital” (Bergson); ideas análogas eran expuestas por los representantes de la evolución emergente y el holismo. A las concepciones propias del materialismo metafísico se refieren la hipótesis de S. Arrhenius de que las esporas de la vida fueron traídas a la Tierra desde el Cosmos, y la concepción de K. Baer sobre la existencia eterna paralela de la materia animada y no animada. La teoría de A. Oparin presupone la formación inicial de sistemas de coloides complejos semejantes a la proteína, y, luego, de los primeros cuerpos vivos. Según datos de la ciencia moderna, en virtud de la combinación de aminoácidos se formó un sistema material compuesto de dos subsistemas: el director y el dirigido (núcleo de la célula y citoplasma). El núcleo de la célula contiene moléculas de ácido nucleico ADN, cada una de las cuales se compone de dos cadenas de átomos vinculados entre sí por cuatro fundamentos que constituyen el alfabeto del código informativo (genético): la forma de distribución de estos fundamentos determina la sucesión de todos los procesos de la actividad vital del organismo. Ante todo, se trata del metabolismo con el medio ambiente, en el curso del cual el organismo, en tanto que sistema abierto, recibe desde fuera las sustancias que le aseguran el crecimiento, el desarrollo y la formación de organismos filiales en el proceso de reproducción, así como le suministran energía. Así pues, los biosistemas se encuentran constantemente en estado de equilibrio dinámico a nivel biológico de organización de la materia. Las teorías materialistas más importantes que explican el mecanismo de desarrollo del mundo orgánico son: la doctrina de J.-B. Lamarck (Neolamarquismo) sobre la función o no función de los órganos como la fuente de nuevos rasgos en los organismos, adquiridos en el proceso de la vida individual, los cuales son supuestamente heredables, y la teoría de la selección natural de Darwin. Según la genética moderna, los influjos del medio exterior (rayos cósmicos, cambios de temperatura, &c.) provocan cambios no dirigidos en el código genético (mutaciones). Estos últimos conducen al surgimiento de organismos cualitativamente nuevos, que se someten necesariamente a la acción de la selección natural: sobreviven tan sólo los organismos adaptados a las condiciones del medio exterior, y dejan descendencia, que da comienzo a las nuevas especies biológicas. La ramificación del árbol genealógico (que tiene tres ramas principales, correspondientes a los organismos más simples, las plantas y los animales) testimonia que el desarrollo del mundo orgánico no tiene una predeterminación univalente. Hasta la fecha, las búsquedas de las manifestaciones de vida en otros cuerpos celestes del Sistema Solar no se han visto coronados por el éxito. Para decidir si la vida existente en la Tierra es única, se necesitan investigaciones experimentales, no es posible obtener la solución por vía especulativa.
Diccionario de filosofía · 1984:443-444