Filosofía en español 
Filosofía en español

Sujeto y objeto

Sujeto y objeto

En filosofía se entiende por sujeto un ser dotado de conciencia y de voluntad, que conoce y actúa en conformidad con sus propios designios. Al sujeto se contrapone el objeto, como una cosa exterior hacia la cual se dirige ]a conciencia y la actividad del primero. La filosofía idealista afirma: “No hay objeto sin sujeto”, es decir, el mundo exterior no existe fuera de la conciencia e independientemente de ella. El materialismo dialéctico, por el contrario, afirma que “el objeto existe independientemente del sujeto”; por consiguiente, sin el ser material, no hay ni puede haber ninguna conciencia. El materialismo dialéctico reconoce al mismo tiempo que el sujeto, el hombre, no contempla pasivamente el mundo objetivo, sino que actúa conscientemente sobre él, modificándolo y a la vez modificándose él mismo. El materialismo dialéctico comprueba la conexión y la acción recíproca existentes entre el sujeto y el objeto, siendo este último la base de esta acción mutua.

Diccionario filosófico marxista · 1946:291

Sujeto y objeto

Se entiende por sujeto un ser dotado de conciencia y de voluntad, y opuesto a un objeto exterior que el primero trata de conocer y sobre el cual actúa. La filosofía idealista proclama: “No hay objeto sin sujeto”, negando así la existencia del mundo exterior al margen e independientemente de la conciencia. El materialismo dialéctico, por su parte, afirma la independencia del objeto respecto al sujeto, la imposibilidad de la conciencia al margen de la materia. Sin embargo, el sujeto no contempla pasivamente el mundo objetivo, sino que actúa prácticamente sobre él, transformándolo y transformándose él mismo. El materialismo dialéctico muestra el vínculo y la acción recíprocas entre el sujeto y el objeto, y que el objeto es la base de esta interacción.

Diccionario filosófico abreviado · 1959:486

Sujeto y objeto

Categorías filosóficas. En un principio (por ejemplo, en Aristóteles), el sujeto se concebía tomo portador de algunas propiedades, estados y acciones; en este sentido, era idéntico al concepto de substancia. Dicho sentido del término “sujeto” se conserva hasta en nuestros días. Sin embargo, a partir del siglo XVII, el concepto de “sujeto”, lo mismo que el de “objeto” –que le es correlativo– empezaron a emplearse, ante todo, en sentido gnoseológico. Por sujeto hoy se entiende al hombre, que obra y conoce activamente, está dotado de conciencia y voluntad; por objeto, lo dado en el conocimiento o aquello hacia lo que está orientada la actividad cognoscente u otra actividad del sujeto. Materialismo e idealismo han resuelto de manera distinta el problema de la relación entre el sujeto y el objeto, problema unido a la cuestión fundamental de la filosofía. El materialismo ha considerado el objeto como existiendo independientemente del sujeto, lo ha concebido como mundo objetivo y, en sentido estricto, como objeto de cognición. Sin embargo, el materialismo premarxista no podía resolver científicamente el problema de la relación entre objeto y sujeto, pues veía sus relaciones reciprocas sólo como acción del primero sobre el segundo. Además, el sujeto era concebido como algo pasivo, que sólo recibía la acción exterior. Se tomaba al sujeto como hombre aislado, cuya esencia se veía únicamente en su origen natural. El sujeto permanecía pasivo no sólo en el terreno de la cognición, sino, además, en el de la actividad práctica, ya que el viejo materialismo no podía comprender el carácter, objetivamente sujeto a ley, de la actividad del hombre, que persigue sus fines subjetivos. El punto de vista del idealismo sobre esa cuestión es opuesto. Los idealistas inferían sólo de la actividad del sujeto la interacción entre sujeto y objeto, así como la existencia misma del objeto, intentando en este plano explicar el papel activo del sujeto en el conocer. El idealismo subjetivo, además, entendía el sujeto como unidad de la actividad psíquica del individuo, y eliminaba el objeto, concebido sólo como conjunto de estados del sujeto. Son valiosas las conjeturas del idealismo objetivo, especialmente de Hegel, relativas al papel de la práctica en la relación entre sujeto y objeto, a la dependencia en que esta relación se halla respecto de la historia, a la naturaleza social del sujeto. Ahora bien, al conferir valor absoluto a la actividad gnoseológica del sujeto, como es inherente al idealismo, se llegó a la conclusión de que el objeto es resultado y producto de la actividad del sujeto, al que se entendía, por añadidura, como ser o substancia puramente ideal. El materialismo dialéctico parte de que el objeto existe con independencia del sujeto, pero a la vez los considera formando una unidad. El sujeto mismo en otra relación es objeto, por lo cual se subordina a las leyes objetivas. De ahí que no exista un abismo de principio entre sujeto y objeto. La base de su interacción se halla constituida por la práctica histórico-social de la humanidad, y sólo partiendo de semejante práctica es posible llegar a comprender la actividad gnoseológica del sujeto. Esto significa que el hombre pasa a ser sujeto sólo en la historia, en la sociedad; por ende, no es un individuo abstracto, sino un ser social, cuyas facultades y posibilidades han sido formadas, en su totalidad, por la práctica. Aun siendo una fuerza activa en la interacción del sujeto con el objeto, el hombre depende, en su actividad, del objeto, dado que éste establece determinados límites a la actividad libre del sujeto. Así surge la necesidad de conocer las leyes del objeto para poder concordar con él la actividad del conocimiento. La acción del sujeto, asimismo, se encuentra condicionada objetivamente por sus necesidades y por el nivel a que haya llegado el desarrollo de la producción. En dependencia de tal nivel, así como del grado de conocimiento de las leyes objetivas, el hombre se fija fines conscientes, y en el transcurso de la consecución de dichos fines, se modifican tanto el objeto como el sujeto mismo. A medida que la sociedad avanza, aumenta progresivamente el papel de los factores subjetivos, sobre todo bajo el socialismo, donde el desarrollo social es controlado por el hombre, lo cual no significa, naturalmente, que se modifiquen los fundamentos de la relación entre sujeto y objeto.

Diccionario filosófico · 1965:443

Sujeto y objeto

(lat. subjectum y objectum.) Categorías filosóficas. Inicialmente (por ejemplo, en la doctrina de Aristóteles), el concepto de sujeto designaba al portador de las propiedades, de los estados y acciones, y en este sentido era idéntico al concepto de substancia. A partir del siglo 17, el concepto de objeto, lo mismo que el de sujeto, correlativo con él, se emplea ante todo en el sentido gnoseológico. Hoy, por sujeto se entiende el individuo o grupo social actuante y cognoscente, poseedor de conciencia y voluntad; por objeto, algo a que se orienta la actividad cognoscente y de otra índole del sujeto. La cuestión de la relación entre el sujeto y el objeto, vinculada con el problema fundamental de la filosofía, se resolvía de manera distinta por el materialismo y el idealismo. El materialismo premarxista enfocaba el objeto como existente independientemente del sujeto y lo entendía como mundo objetivo y, en sentido estricto, como objeto del conocimiento. El sujeto constituía algo pasivo, que sólo aprehende los influjos desde fuera. El sujeto se entendía como individuo aislado, cuyas peculiaridades vienen determinadas por su origen natural, porque no se habían desentrañado aún las regularidades de la actividad material, que constituye la auténtica base de la actuación del sujeto. Los idealistas deducían la interacción del sujeto y el objeto y la existencia misma del objeto de la actuación del sujeto, concebido como Dios, idea, &c., intentando explicar sobre esta base el papel activo del sujeto en el conocimiento. El idealismo subjetivo se caracteriza, además, por la comprensión del sujeto como unidad de la actuación psíquica del individuo y por los intentos de negar la existencia del objeto, es decir, lo entiende únicamente como conjunto de estados del sujeto. Son valiosos los atisbos del idealismo objetivo, sobre todo los de Hegel, sobre el papel de la práctica en la relación entre el sujeto y el objeto, y sobre la dependencia de esta relación de la historia, de la naturaleza social del sujeto. El materialismo dialéctico parte del reconocimiento de que el objeto existe independientemente del sujeto, pero al mismo tiempo los estudia en unidad. El objeto no es contrario abstracto del sujeto, pues este último transforma activamente el objeto, y la base de su interacción es la práctica socio-histórica. Es precisamente en ella donde los aspectos y propiedades de la realidad se convierten en objeto, cuya transformación en la actividad práctica y teórica del sujeto permite reproducir en la conciencia el contenido de la realidad objetiva. En conformidad con ello se debe distinguir la realidad objetiva, el objeto y el objeto del conocimiento. Desde este punto de vista puede ser comprendida también la actividad del sujeto, que se forma y cambia en el proceso de transformación del mundo exterior. Esto significa que el hombre se convierte en objeto sólo en la historia, en la sociedad, por lo cual es un ser social, cuyas capacidades y posibilidades están formadas totalmente por la práctica. Por eso, el marxismo no entiende lo subjetivo como estado interno (psíquico) del sujeto, opuesto al objeto, sino como derivado de la actividad del sujeto, que reproduce en las formas de esta última el contenido del objeto. Siendo fuerza activa en las interconexiones del sujeto y el objeto, el hombre no actúa, empero, de modo arbitrario, pues el objeto pone determinados límites a la actividad del sujeto. Sobre esta base, precisamente, surge la necesidad de conocer las regularidades del objeto para coordinar con ellas la actuación del sujeto, puesto que sus fines se forman en correspondencia con la lógica del desarrollo del mundo objetivo y están condicionados objetivamente por las necesidades del sujeto y el nivel de desarrollo de la producción. En dependencia de ello, así como del nivel de conocimiento de las regularidades objetivas, el hombre se plantea fines conscientes. En el curso de su realización van cambiando tanto el objeto como el sujeto mismo.

Diccionario de filosofía · 1984:413-414