Materia y sensación
El materialismo considera la materia como lo primario, y la sensación, la conciencia, como lo secundario, lo derivado de la materia. El idealismo subjetivo considera las sensaciones o el complejo de sensaciones, como lo primario, y la materia, lo secundario, derivada de las sensaciones. El materialismo metafísico, aun reconociendo el carácter secundario de la sensación, la consideraba erróneamente como propiedad de toda materia, lo que le llevó inevitablemente a la idea de la animación general de la materia. El materialismo dialéctico, basándose en los datos de las ciencias naturales, considera que la sensación es la propiedad de la materia altamente organizada, “la transformación de la energía de la excitación exterior en un hecho de conciencia” (Lenin). En el fundamento de la propia estructura de la materia “sólo puede suponerse la existencia de una propiedad similar a la sensación” (Lenin). En la fase superior del desarrollo de la materia, cuando nace la vida, aparecen también los factores fundamentales de ella: el intercambio de sustancias entre el organismo y el medio que lo circunda, y la excitabilidad, es decir, la propiedad del organismo de responder (reaccionar, reflejar) a toda acción del mundo circundante. La excitabilidad es la base fisiológica sobre la cual se forman, en el proceso del desarrollo de los seres vivos, las diversas formas de sensaciones: táctiles, visuales, auditivas, olfativas, gustativas. La excitabilidad es inherente a los vegetales y a los animales, pero las sensaciones en una forma nítidamente expresada, sólo son inherentes a los animales que han alcanzado un grado especial de organización. “La sensación… es el producto más elevado de la materia organizada de cierto y determinado modo” (Lenin). Cuanto más complejo y perfecto es el organismo del animal y, particularmente, su sistema nervioso y sus órganos sensoriales, más finas y más variadas son sus sensaciones. El desarrollo de las sensaciones en el hombre está condicionado en grado considerable por su historia social. “El ojo del águila ve bastante más lejos que el ojo humano, pero este último observa en las cosas considerablemente más que el primero” (Engels). Esto se debe al hecho de que a la actividad de los órganos sensoriales del hombre se une también la actividad de su raciocinio. El pensamiento, la conciencia del hombre, forma superior del reflejo del mundo objetivo, que ha nacido de las formas más simples, las sensaciones, actúa a su vez inversamente sobre ellas, dotándolas de un carácter consciente. La sensación es la fuente del conocimiento. No es posible conocer los cuerpos y sus propiedades, sino a través de las sensaciones.
Diccionario filosófico marxista · 1946:211-212