Filosofía en español
Diccionario filosófico · 1965
Concepto que caracteriza, en primer lugar, el proceso y los resultados de la transformación de los productos de la actividad humana (tanto práctica: productos del trabajo, dinero, relaciones sociales, &c., como teórica), así como de las propiedades y capacidades del hombre, en algo independiente de los individuos y que los domina; en segundo lugar, la transformación de cualesquiera fenómenos y relaciones en algo distinto de lo que son de por sí, la deformación y desvirtuación en la conciencia de los individuos de sus relaciones vitales reales. Podemos encontrar las fuentes de la idea de la enajenación en las concepciones de la Ilustración francesa (Rousseau) y alemana (Goethe, Schiller). Esta idea expresaba objetivamente la protesta contra el carácter antihumanitario de las relaciones de propiedad privada. El problema de la enajenación continuó elaborándose en la filosofía clásica alemana. La interpretación idealista de la enajenación fue desarrollada con la mayor plenitud por Hegel, para el cual todo el mundo objetivo es el “espíritu enajenado”. Según Hegel, la tarea del desarrollo consiste en eliminar esta enajenación en el proceso del conocimiento. Al mismo tiempo, en la comprensión hegeliana de la enajenación figuran atisbos racionales sobre algunas peculiaridades del trabajo en la sociedad antagónica. Feuerbach consideraba la religión como enajenación de la esencia humana, y el idealismo, como enajenación de la razón. Sin embargo, al reducir la enajenación únicamente a los fenómenos de la conciencia, Feuerbach no encontró las vías reales necesarias para superarla, pues las veía sólo en la crítica teórica. En la filosofía burguesa moderna, así como en la literatura revisionista, la enajenación se caracteriza como fenómeno fatalmente inevitable, engendrado o bien por el progreso técnico y científico, o bien por las peculiaridades extrahistóricas de la actividad humana. La base teórica de tal concepción consiste en identificar la enajenación con la objetivación (Objetivación y desobjetivación), y, por su esencia social, dicha concepción desempeña funciones apologistas. Marx, quien concedió gran atención al análisis de la enajenación, partía de que ésta expresa las contradicciones de una determinada etapa del desarrollo de la sociedad. La enajenación debe su origen a la división del trabajo y está enlazada con la propiedad privada. En tales circunstancias, las relaciones sociales se forman de modo espontáneo, se escapan al control por parte de los hombres, mientras que los resultados y productos de la actividad se enajenan de los individuos y grupos sociales y aparecen como impuestos por otros hombres o por fuerzas sobrenaturales. Marx centra su atención en el análisis de la enajenación del trabajo. Con ayuda de este análisis caracteriza el sistema de relaciones capitalistas y la situación del proletariado. El reconocimiento de la enajenación del trabajo como base de las demás formas de enajenación, comprendidas las ideológicas, permitió concebir la conciencia desfigurada, falsa como resultado de las contradicciones de la vida social real. Al mismo tiempo, Marx fundamentó la tarea de liquidar la enajenación mediante la transformación comunista de la sociedad.
Diccionario de filosofía · 1984:134