Filosofía en español 
Filosofía en español

Areopagíticos

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Diccionario filosófico marxista · 1946

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Diccionario filosófico abreviado · 1959

Areopagíticos

Colección de cuatro tratados: “De los nombres divinos”, “Jerarquía celeste”, “Jerarquía eclesiástica” y “Teología mística”, y de diez cartas, atribuidos durante mucho tiempo al primer obispo de Atenas –siglo I d.n.e.– Dionisio el Areopagita (de donde deriva el nombre de toda la compilación); más tarde se demostró científicamente que la obra es apócrifa. En los “Areopagíticos” se percibe un gran influjo del neoplatonismo, que no existía aún en el siglo I. Se expone en ellos una desarrollada doctrina eclesiástica como tampoco pudo darse en el siglo citado. Hasta mediados del siglo V, en los escritos del cristianismo primitivo falta toda referencia a dicha obra. Los argumentos de este tipo y muchos otros han inducido a los investigadores a fijar la aparición de la obra en el siglo V y a considerar que se había atribuido a Dionisio el areopagita merced a la gran autoridad de que en su tiempo gozó esa figura de la historia inicial de la Iglesia. Algunos científicos consideran que los “Areopagíticos” se deben al obispo georgiano Pedro de Iberia, (Georgia), que ejerció su cargo en Oriente. Por su contenido, los “Areopagíticos” presentan la doctrina cristiana medieval sistemáticamente expuesta: el centro del ser es la divinidad incognoscible; de él se desprenden en todos sentidos emanaciones luminosas, que decrecen gradualmente, a través del mundo de los ángeles y de la zona de la Iglesia hasta las personas y cosas corrientes. En esta doctrina se dan rasgos panteístas muy señalados, progresivos en comparación con el dogma eclesiástico. Durante todo un milenio, hasta el Renacimiento, los “Areopagíticos” fueron la obra más popular del pensamiento religioso-filosófico y sirvieron como una de las fuentes ideológicas de toda la filosofía medieval.

Diccionario filosófico · 1965:22-23

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Diccionario marxista de filosofía · 1971

Areopagíticos

Recopilación de cuatro tratados (“Sobre los nombres divinos”, “Sobre la jerarquía celestial”, “Sobre la jerarquía eclesiástica” y “Teología mística”) y de diez cartas, que durante largo tiempo se atribuían a Dionisio el Areopagita, primer obispo de Atenas del siglo 1 d.n.e., (a su nombre se debe el título de esta colección), que más tarde fue reconocida por la ciencia como falsa. En los areopagíticos se denota una fuerte influencia del neoplatonismo, que aún no existía en el siglo 1, así como se expone una desarrollada doctrina eclesiástica, que tampoco pudo existir a la sazón. Hasta mediados del siglo 5, en ninguna de las primeras publicaciones cristianas figura alegación alguna a dichas obras. Argumentos de esta índole, y otros muchos, obligaron a los científicos a referir la aparición de este código al siglo 5 y considerar que el derecho de autor a Dionisio el Areopagita se le reconocía a la sazón en virtud de su gran prestigio, como una de las primeras personalidades de la Iglesia cristiana. Algunos científicos atribuyen la autoría de los areopagíticos al obispo georgiano Pedro de la Iveria, que actuaba en Oriente. Por su contenido, los areopagíticos constituyen una doctrina cristiana medieval sistemáticamente meditada: el centro del ser es la divinidad incognoscible, que irradia a todas partes emanaciones luminosas, a través del mundo angelical y la esfera eclesiástica que disminuyen gradualmente hasta llegar a los seres humanos y cosas ordinarios. En esta doctrina se dejaban sentir con fuerza las ideas panteístas, más progresistas que el dogma eclesiástico. A lo largo de todo el milenio, hasta el Renacimiento, los areopagíticos eran la obra más divulgada del pensamiento filosófico religioso y constituyeron una fuente ideológica de toda la filosofía medieval. Al mismo tiempo, con la descomposición de la mística medieval, en los areopagíticos se descubrieron elementos de dialéctica y rasgos positivos en la doctrina de la materia y la forma, lo cual se utilizó exitosamente en la lucha contra el aristotelismo medieval y la escolástica.

Diccionario de filosofía · 1984:23-24