Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano Montaner y Simón Editores, Barcelona 1895 |
tomo 16 páginas 459-460 |
Pedro José Proudhón Biografía. Célebre escritor francés. Nacido en Besanzón a 15 de enero de 1809. Muerto en Passy a 26 de enero de 1865. Era el mayor de los cinco hijos de un pobre tonelero. Descendía, sin embargo, de una de las ramas de la familia de un famoso jurisconsulto de su apellido. Destinado a la profesión de su padre, sólo merced a la bondad de algunas personas caritativas logró el favor de estudiar gratuitamente en un colegio de su ciudad natal. A pesar de su celo y de los rápidos progresos que alcanzó, no pudo permanecer allí mucho tiempo y fue colocado, como aprendiz, en un taller tipográfico, donde se distinguió nuevamente por sus cualidades de inteligencia y asiduidad. Merced a su trabajo constante y a una vida de continuas privaciones, pudo a la vez socorrer a su familia, por extremo necesitada, y volver a empezar su educación. Negóse (1830) a formar parte de la redacción de un diario, órgano de la prefectura. Después de haber ocupado diversos puestos en varias imprentas de provincias, se asoció (1837) a Lambert y Mauricio de Besanzón para explotar un nuevo procedimiento tipográfico. En aquella época no se había ocupado todavía más que de algunos trabajos etimológicos; pero encargado de preparar una edición de la Biblia, la enriqueció con preciosas notas sobre los principios de la lengua hebrea. Siguiendo los consejos de un erudito eclesiástico, reimprimió una obra del abate Bergier, titulada Elementos primitivos de las lenguas (Besanzón 1837), a la cual añadió, aunque sin dar su nombre, un tratado con el título de Ensayo de Gramática general. Este trabajo, reimpreso aparte en 1840, es poco conocido; pero la Academia de Besanzón, que reconoció su mérito, concedió al autor una pensión de 1.500 francos en 1838. Aprovechando aquel inesperado recurso, Proudhón se estableció en París, dio algunos trabajos a la Enciclopedia católica de Parent-Desbarses, dos de ellos titulados «El Apocalipsis» y la «Apostasía», y dirigió a la Academia de Besanzón, que había propuesto el asunto como tema de un certamen, su Defensa de la celebración del Domingo (Besanzón 1840). A la misma sociedad fue a la que remitió su famosa Memoria titulada ¿Qué es la propiedad? (París 1850). De todos sus escritos, este es el que ha excitado más a la crítica seria o jocosa, y está casi exclusivamente consagrado a desarrollar esta especie de axioma escrito en las primeras páginas: La propiedad es el robo, frase de la cual decía su autor que «es de esas que no se pronuncian dos en un siglo.» Aquella Memoria, llamada a producir más tarde tanto ruido, fue apenas conocida en la época de su publicación. Sólo la Academia a que estaba dedicada se conmovió hasta el punto de dirigirle una severa reprimenda y de retirarle la pensión que le tenía concedida. Después fue Proudhón víctima de persecuciones judiciales; pero el economista Blanqui, delegado para examinar la obra, declaró que no había en ella nada reprensible. Este juicio valió a Blanqui la dedicatoria de una segunda Memoria sobre la propiedad escrita por Proudhón, y que lleva por título el mismo lema (1841). Citado en enero de 1842 ante los tribunales de Besanzón, por su tercera Memoria, Advertencia a los propietarios, Proudhón fue absuelto. Bien pronto renunció (1842) a la explotación tipográfica, y fue invitado por M. M. Gauthier, sus amigos, para ir a Lyón a encargarse de la dirección de transportes por el Saona y el Ródano. Ocupó este cargo desde 1843 a 1847, e introdujo en el servicio importantes reformas. Prosiguiendo, a pesar de esto, el curso de sus trabajos filosóficos, publicó en París dos de sus más importantes producciones: De la creación del orden en la humanidad (1843), exposición de una teoría de organización política, y el Sistema de las contradicciones económicas (1846), donde combate con el mayor denuedo a los reformadores utopistas como a los economistas de la escuela inglesa. Trabajaba una obra de gran importancia, relativa a la Solución del problema social (1848), para la organización del crédito y de la circulación monetaria, cuando la revolución de febrero le alcanzó bruscamente en medio de las más ardientes luchas. Sorprendido, dudando todavía, y no concediendo a los jefes del movimiento más que una relativa confianza, se contentó por espacio de un mes con observar los acontecimientos, tomando a su cargo (1º de abril) la redacción de El Representante del Pueblo, diario, suspendido en el mes de agosto siguiente, y cuyos artículos, redactados en un estilo violento y vigoroso, llamaron rápidamente la atención. Su popularidad creció de tal modo que, al hacerse las elecciones de 4 de junio, fue nombrado representante del Sena por 77.094 votos. Tres semanas después se puso a cubierto de las persecuciones que hubiera podido acarrearle su presencia en el arrabal de San Antonio durante las jornadas de junio, haciendo la extraña confesión de que había ido «a admirar el sublime espectáculo de las descargas.» En la Asamblea Constituyente, afectando el mayor desdén hacia las formas políticas, se erigió audazmente en jefe de secta, y no intervino en las discusiones para otra cosa que para hacer notar la puerilidad y la insuficiencia de ciertas medidas. Luego de haber votado con la derecha contra la abolición de la pena de muerte, explanó (31 de julio) su famosa proposición relativa al impuesto de la propiedad. En ella pedía que el Estado se apoderase de la tercera parte de los intereses y del capital, a fin de llegar por la nivelación del crédito a la fundación seria de la República. Esto era, en otros términos, exigir en nombre del proletariado la liquidación inmediata de la propiedad, que se transformaba, según su sistema, en posesión transitoria e individual. Aquella proposición, cuya lectura provocó las más violentas interrupciones, fue rechazada por 691 votos, en una orden del día motivada por «un atentado odioso contra los principios de la moral pública y un llamamiento a las malas pasiones.» Un solo representante, Greppo, pareció protestar, con su voto de adhesión, contra aquella censura general. Algún tiempo después Proudhón se abstuvo de apoyar la enmienda de Pyat en favor del derecho al trabajo (5 de noviembre), por no sostener «una teoría en la cual las consecuencias destruían las premisas,» y votó contra la totalidad de la Constitución (6 de noviembre), que consideraba, con su cortejo de instituciones monárquicas, como un peligro para la libertad. En las demás cuestiones políticas o sociales sus votos se unieron a los del partido democrático. Luego de haber reconocido la imposibilidad de propagar sus ideas en la tribuna, tomó la pluma y fundó sucesivamente tres publicaciones diarias: El Pueblo (23 de noviembre de 1848 hasta abril de 1849); La Voz del Pueblo (1º de octubre a 16 de mayo de 1850), y otro diario con el mismo título del primero (15 de junio a 13 de octubre de 1850), abrumados de denuncias y suprimidos los tres. En estas hojas sostuvo una apasionada polémica con los diversos jefes de escuela o de partido: Ledru Rollín, Pedro Leroux, Lamartine, Luis Blanc, Cabet, Considerant y Cavaignac, a los cuales hizo blanco de todo género de ataques, tratando de convencerlos de su impotencia. Citado multitud de veces ante los tribunales, veía siempre pagadas las multas que se le imponían, por suscripciones iniciadas por una parte del pueblo, que se obstinaba en personificar en él la revolución de febrero. Sus discursos y sus libros, ensalzados y denigrados con la misma pasión, se arrebataban de sus manos a miles de ejemplares. De ellos citaremos: El derecho al trabajo (1848); Los Maltenses (1849); Demostración del socialismo (id.); y las Ideas revolucionarias (id.), cuyos principios, eminentemente subversivos contra el orden político y social, tenía por principales antagonistas a Thiers, Bastiat, Alfonso Karr, de Lavergne, Forcade, y hasta el intencionado caricaturista Cham en El Charivari. Pasando, por fin, de la teoría a la práctica, Proudhón fundó (31 de enero de 1849), con el nombre de Banco del Pueblo, una sociedad comercial con un capital de 5.000.000 de francos, destinada a organizar la abolición del interés, la circulación gratuita de los valores, y, como consecuencia, la supresión del capital. A pesar de los unánimes ataques de los diarios, había recogido un considerable número de suscripciones, cuando una condena de tres años de prisión, por delito de imprenta, le obligó a interrumpir esta operación y a salir furtivamente de París (28 de marzo). Las oficinas del Banco del Pueblo fueron cerradas poco tiempo después por orden de la autoridad, sin que se prosiguieran las diligencias incoadas. Después de haber residido unos cuantos meses en Ginebra, en casa de M. Fazy, se presentó a las autoridades (4 de junio), fue encarcelado en Santa Pelagia y se casó allí (1850) con la hija de un negociante. En aquella prisión escribió las obras siguientes: Confesiones de un revolucionario (1849); Actos de la revolución (id.); Del crédito (1850), discusión contra Bastiat, con el cual había ya cruzado una serie de cartas con el título de Capital e intereses (1849), y La Revolución social demostrada por el golpe de Estado (1852), obra notable por sus afirmaciones y en la que presenta esta alternativa para el porvenir: o la anarquía o el cesarismo. Puesto en libertad (4 de junio de 1852), volvió a la vida privada. Uno de sus escritos de aquella época, el Manual de las operaciones de la Bolsa (1856), publicado por primera vez sin nombre de autor, es una sátira de las más incisivas contra la especulación y los especuladores. Posteriormente publicó una voluminosa obra, que reúne el estilo del libro filosófico al desenfado del folleto, y que está dedicada irónicamente a monseñor Mathieu, cardenal-arzobispo de Besanzón, y en su persona, a todo el clero francés. Titúlase De la justicia en la revolución y en la Iglesia. Nuevos principios de Filosofía práctica (1858). Denunciado este libro y recogidos los ejemplares en las librerías y en casa del editor, fue su autor entregado a los tribunales y condenado a tres años de prisión y a 4.000 francos de multa, por lo que tuvo que refugiarse en Bélgica, hasta que, a fin de diciembre de 1860, le fue notificada en Bruselas su completa absolución y pudo volver a Francia. Desde entonces su vida, aunque activa y dedicada a sus cotidianos trabajos, logró cierta tranquilidad, no siendo interrumpida la paz de su hogar hasta que le sorprendió la muerte. Su familia se opuso a la suscripción pública que intentó abrirse en su favor, siendo, en febrero de 1870, trasladados sus restos al cementerio de Montparnasse. Los escritos de Proudhón de esta última época de su vida son los siguientes: La Guerra y la paz, investigaciones sobre el principio y la constitución del derecho de gentes (1861); Teoría del impuesto (id.); La Federación y la unidad de Italia (1862); Los demócratas juramentados y los refractarios (1863); Las mejoras literarias, examen de un proyecto de ley para establecer en provecho de los autores, inventores y artistas un monopolio perpetuo (id.); Del principio federativo y de la necesidad de reconstituir el partido de la revolución (id.); ¿Han dejado de existir los tratados de 1815? y Actos del futuro Congreso (id.). Después de su muerte aparecieron algunas obras inéditas. De ellas merecen citarse: Los Evangelios anotados (1865), que fueron denunciados y valieron al editor un año de prisión, y Francia y el Rhin (1867). En este último año se empezó a publicar la edición completa de sus obras. He aquí ahora los títulos de las versiones castellanas de algunas obras de Proudhón: Amor y matrimonio (Barcelona, en 8º), traducción de A. López Llasera; Obras póstumas. Los Evangelios anotados por J. P. Proudhón (Madrid 1869, en 4º), con retrato; Filosofía del progreso (ídem, 1868-69, en 8º; 1885, en 12º); De la capacidad política de las clases jornaleras; Solución del problema social (id., 1869, 2 t. en un vol., en 8º); Teoría de la propiedad (id., 1873, en 8º mayor), traducción de Gabino Lizárraga; Filosofía popular (id., 1868, 2 t. en un vol., en 8º); El principio federativo (en 8º mayor), traducción y prólogo de Francisco Pí y Margall; Sistema de las contradicciones económicas (2 t.); Contradicciones políticas (un vol.), publicadas en Madrid en castellano por los editores de la Biblioteca Universal. |
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