Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano Montaner y Simón Editores, Barcelona 1890 |
tomo 8 páginas 559-560 |
Forma (del lat. forma): f. Figura o determinación exterior de la materia. Mariana. L. F. de Moratín. — Forma: Disposición o expresión de una potencialidad o facultad de las cosas. Cosme Gómez de Tejada. — Forma: Fórmula y modo de proceder en una cosa. Rivadeneira. Busca para despedirse; Abrevia para partirse Con palabras lisonjeras. Cristóbal de Castillejo. — Forma: Molde en que se vacía y forma alguna cosa; como son las Formas en que se vacían las estatuas de yeso y muchas obras de Platería. — Forma: Tamaño de un libro en orden a sus dimensiones de largo y ancho; como folio, cuarto, octavo, &c. — Forma: Aptitud, modo y disposición de hacer una cosa. Larra. — Forma: Calidades del estilo, o modo de expresar las ideas, a diferencia de lo que constituye el fondo sustancial de la obra literaria. — Forma: Tratándose de letra, especial configuración que tiene la de cada persona, o la usada en determinado país o tiempo. Diccionario de la Academia de 1729. — Forma: Pan ázimo, cortado regularmente en figura circular, mucho más pequeña que la de la hostia, y que sirve para la comunión de los legos. Se le da este nombre aun después de consagrada, y, aunque no tan comúnmente, se dice también de la hostia con que celebra el sacerdote. Santa Teresa. Fr. Luis de Granada. — Forma: Palabras con que se hacen los Sacramentos, determinadas por Cristo y la Iglesia para cada uno de ellos. P. Juan Martínez de la Parra. — Forma: Impr. Molde que se pone en la prensa, para imprimir una cara de todo el pliego. (Grabado siguiente). — Forma del Ayuno: Lo que respecto a las comidas se observa en él; y se dice que la guarda el que no come nada fuera de aquéllas aunque está dispensado de ayunar. — Forma Silogística: Modo de argüir usando de silogismos. — Forma Sustancial: Llamábase así en las escuelas a lo que es en sí y por sí, según la definición de Aristóteles. — Dar Forma: fr. Arreglar lo que estaba desordenado. — De Forma: m. adv. De modo. Se usa para explicar que una cosa se hizo bien o mal. Diccionario de la Academia de 1729. — De Forma: loc. Dícese de la persona de distinción y prendas recomendables. Cuantas mozas tiene el pueblo De Forma; convida a dos Y se formará un cuarteto Que asombre a la comitiva. Ramón de la Cruz. — En Debida Forma: m. adv. For. Conforme a las reglas del derecho y prácticas establecidas. — En Forma: m. adv. Con formalidad, y ajustado a los requisitos exigidos. Que autoriza a usted en forma Para que escriba en su álbum Lo que guste. Bretón de los Herreros. — En Forma: For. En Debida Forma. — En Toda Forma: m. adv. Bien y cumplidamente; con toda formalidad y cuidado. — Forma: Filosofía. La forma de las cosas y de los seres equivale a la posición que tienen, a cómo se revelan y manifiestan. La manera de concretarse los objetos (V. Finito y Límite) en sus límites propios constituye la forma de los propios objetos, cómo son. Así concebida la forma, es necesario pensar que algo se concreta, que no se informa lo vacío y lo que carece de realidad, de donde resulta que no es exacta la precipitada distinción y aun antinomia que se establece entre el fondo (esencia) y la forma de las cosas, pues el primero es lo concretado en la segunda y de principio informador la sirve. Se percibe con claridad la forma, posición o tesis, que dicen otros, de los objetos materiales, porque los límites que circunscriben el contenido de ellos son susceptibles de una aprehensión semimecánica, y a veces es fácil distinguir (aunque no sea legítimo separar) los límites que bordean y circunscriben la forma de los objetos del contenido de estos propios objetos. De esta distinción procede después la separación que se pretende establecer entre el fondo y la forma, concepciones abstractas, que carecen de valor, pues ni existe fondo informe, ni se concibe forma vacía (sin fondo). Pero en los objetos y seres, que no caen directa ni completamente bajo la acción de los sentidos, la cuestión de la forma (aunque lleve implícita la del límite) se refiere al cómo o a la manera de ser, fuerza o energía íntima, que se manifiesta en fenómenos limitados y circunscriptos, pero que no agotan la forma, realidad potencial o in potentia que, según su principio informador, toma forma adecuada en cada caso y momento al convertirse en realidad efectiva in actu. Expresa en tal caso la forma una realidad positiva, pero susceptible, aun dentro de los límites en que de momento se concreta, de nuevas posiciones y determinaciones. Estudia, según este sentido, la Morfología o ciencia de las formas, a partir de la Cristalografía, señaladamente en las formas de los organismos vivos, la forma como el resultado y término de la evolución inherente al principio informador o idea directora, que diría C. Bernard. Claro es que en este sentido la forma brota y se desarrolla, lo mismo que la planta de sus raíces, más que como concepto abstracto o molde arbitrario, del fondo constitutivo de los seres en relación constante con el medio en que se nutren y en conexiones íntimas con las variaciones y aun desviaciones que la influencia innegable del medio determine en el tipo primordial de los seres. El examen de estas desviaciones, subordinadas al principio de la unidad de composición, corresponde a la debatida cuestión de la variedad o fijeza de las especies. V. Transformismo. La forma, en cuanto implica posición, designa a la vez oposición entre seres finitos o limitados y hace que surjan en el pensamiento las ideas de relación y dependencia, en las cuales intervienen para los seres vivos el medio y para todo las condiciones y circunstancias que rodean a lo formable. Concreta de este modo (gradualmente) el pensamiento la exterioridad e interioridad; de suerte que afirmada la posición de lo dado en forma, se afirma la oposición a todo lo que existe fuera de sus límites concretos. Tesis y antítesis que se completan en la síntesis ante la consideración de que el límite distingue la parte de la coparte y a la vez las une en el todo de que ellas participan por igual. La tesis, la antítesis y la síntesis son propiedades formales de los objetos y a la vez leyes, según las cuales el pensamiento concibe la complexión, inherente a toda realidad. El sentido metafísico de la forma en Aristóteles (V. Metafísica, lib. VII), y las interpretaciones que recibió su pensamiento de la Escolástica, han contribuido a aumentar las abstracciones lógicas y aun a poblar de imágenes y de aprehensiones la idea de la forma o manera de ser de las cosas. El quidditas, causa formal, forma esencial y forma sustancial (Véase Entelequia) de Aristóteles y de los escolásticos, es unas veces principio activo, interno; otras concepto puramente lógico, y en ocasiones tipo, semejante á la idea de Platón. La obscuridad de las interpretaciones especulativas, el inmoderado afán de prescindir de la observación, hicieron degenerar el pensamiento en una serie de círculos viciosos, puramente verbales, contra cuyas confusiones protestó el Nominalismo de la Edad Media. Cuando Aristóteles afirma que la forma sustancial se dice de lo que es en sí y por sí mismo, se ve obligado a establecer divorcio completo entre la materia y la forma, declarando que las sustancias sensibles son producidas por la unión de la materia y la forma. Ya en este punto, la abstracción no tiene ni reconoce límite y tiene que concluir negando la realidad de la materia o del fondo, que no existe propiamente hablando, dice Aristóteles, hasta que no recibe la forma para concretarse como algo ti. Sólo resta después declarar que la verdadera esencia de las cosas está y consiste en la forma. Formas preexistentes a la sustancia concretada, y que subsisten cuando la materia pierde su forma sustancial, son otras tantas aprehensiones de la mente, que lógicamente (en lógica inflexible ya dentro del error) tiene que aceptar el aristotelismo y con él todos sus intérpretes. De la teoría de Aristóteles respecto a la forma, apenas sí existe material utilizable, como no sea el del principio de individuación. Las disquisiciones sutiles del razonamiento abstracto sólo sirven para distraer la atención del único punto positivo y concreto, que es la observación de la realidad misma, determinada y concretada siempre en formas propias adecuadas. La Escolástica involucró más y más la teoría aristotélica de la forma, y aun llegó a distinguir seis formas sustanciales: 1ª las de la materia primera o elementos; 2ª las de los compuestos inferiores como las piedras; 3ª a las de los compuestos más elevados como drogas; 4ª las de los seres vivos, las plantas por ejemplo; 5ª las de los seres sensibles, animales; y 6ª la superior a todas las demás o forma sustancial racional que se parece a las otras en ser la forma de un cuerpo (el alma como forma sustancial del cuerpo según la definición aristotélica), pero que no divide con el cuerpo su operación propia, que es el pensamiento. Las interpretaciones de Alberto el Grande, de Santo Tomás y de Guanter amplían o [560] simplifican la teoría, pero siempre queda en la esfera de la especulación abstracta y con la mira exclusiva de hacer aplicaciones teológicas, con pretensiones de explicar problemas que, a pesar de sus apariencias, no tienen conexión ninguna con la forma. El naturalismo contemporáneo, atento principalmente a la observación empírica, ganoso de librarse de las abstracciones lógicas, se limita a observar la posición de los objetos, la realidad positiva y dentro de los límites que la concretan lo semejante y lo diferente en las varias proporciones con que se ofrece, dada la complejidad de todos los objetos. No es el ser vivo, dice la observación, único, sino múltiple. Cuanto más semejantes son las partes que lo constituyen menos se subordinan unas a otras. En el grado en que difieren las partes se subordinan unas a otras y la criatura tiene forma más perfecta, pues la subordinación de las partes al todo del ser vivo indican una criatura más perfecta. La desemejanza en íntima comunidad constituye la concreción del individuo, dice Virchow. Para Virchow, el individuo (lo ya formado) «es una comunidad unitaria, en la cual todas las partes concurren a un fin homogéneo u obran según un plan determinado.» Cuando reconoce este fin como interior o inmanente, declara de un modo implícito la existencia del principio informador o la compenetración de la substancia con la forma, pues añade después que «el fin interno es la medida exterior (el límite) que no excede el desarrollo del ser vivo.» El individuo que lleva dentro de sí su fin y su medida es la verdadera unidad real (ya informada) en oposición a la unidad del átomo que sólo existe en el pensamiento. Vogt (V. Tableaux de la vie animale), que se acerca mucho a la primitiva concepción de Aristóteles, dice: «con la aparición (de dónde?) de la forma se muestra el organismo como individuo, mientras que antes sólo existía la materia informe.» En esta abstracción, la tradicional de personificar y dar realidad a una materia informe y a una forma vacía, se comienza por desconocer que las formas no diferenciadas hasta un límite bien concreto engendran formas superiores, y que lo que se denomina substancia o materia amorfa expresa sólo un menor grado de diferenciación, pero no corresponde a una realidad concreta de materia informe. El principio informador supone la total compenetración de materia y forma. Así resulta la forma el núcleo lógico de la unidad y de la fuerza. Vemos la forma y sentimos la fuerza. Cuando examinamos la forma de una cosa salta a la vista su unidad; cuando prescindimos de la forma sólo aparece la multiplicidad indefinida, de donde vagamente abstrae la Escolástica. La forma es, pues, la unidad de composición, que concierta el mayor grado de lo diferente bajo la subordinación completa a una unidad o principio homogéneo. El principio informador actúa, es activo; la forma deviene y se perfecciona. |
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