Filosofía en español 
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Materia y forma

Llamaban así los escolásticos a los dos elementos constitutivos de todo compuesto. Según ellos, las cosas compuestas estaban sujetas a mudanza, pero como en toda mudanza hay algo que permanece y algo que varía, a ese sujeto permanente al través de las variaciones llamaban materia y a ese otro, que no era el mismo antes que después de la mudanza denominaban forma. Dos clases de mudanzas podían verificarse en la naturaleza; mudanzas accidentales y mudanzas sustanciales: las cosas materiales cambian unas veces de accidentes, de formas exteriores, de cualidades extrínsecas, como por ejemplo, un pedazo de madera puede convertirse en un banco, en una mesa, en una estatua, pero conservando la misma naturaleza o sustancia de madera, y entonces habrán variado solamente los accidentes, figura, forma exterior, orden y composición de partes, &c. Otras veces, las cosas no solo cambian de accidentes, sino también de sustancia, de naturaleza y de ser, así la madera antes citada puede ser quemada, y entonces ya muda de sustancia, ya no conserva la misma naturaleza de madera, sino que se ha convertido en otras cosas distintas, como humo, vapor, ceniza, &c. De igual modo los alimentos que toma el animal, se convierten en sangre, huesos, carne, &c., que ya no tienen la misma naturaleza, ni el mismo ser que tenían antes. Pues bien; así como en el primer caso hay un sujeto que permanece idéntico al través de las diferentes formas accidentales que recibe, así también en el segundo caso debe haber un algo, un substratum, un fondo común que permanezca idéntico al través de las diferentes mutaciones [133] sustanciales que experimenta; pues de lo contrario no habría mutación sino creación de nueva sustancia. En el primer caso, lo que permanece idéntico es la sustancia material ya constituida, y esto es lo que llamaban los escolásticos materia segunda o actuada, y a los accidentes que esta recibía llamaban formas accidentales; en el segundo caso, lo que permanece idéntico no es la sustancia material ya constituida en el cuerpo, sino un elemento parcial de que se compone el cuerpo, una entidad incompleta, un sujeto indiferente por sí para ser madera, piedra, mármol, &c., o cualquier otra sustancia material; a esto denominaban los escolásticos materia prima, y llamaban forma sustancial a ese otro elemento también parcial e incompleto, que uniéndose con la materia prima constituía con ella la sustancia material, el cuerpo, y determinaba a la materia indeterminada a ser esta o la otra especie de cuerpo, como aire, piedra, fuego, &c. Como la principal importancia del sistema escolástico relativo a la materia y forma se halla en la necesidad de admitir la materia prima y la forma sustancial como elementos constitutivos de los cuerpos, nos limitaremos a estudiar estos dos principios, dejando a un lado la materia segunda y la forma accidental.

Según lo que acabamos de decir, la materia prima no es una verdadera sustancia, sino un elemento primordial, del cual se forma la sustancia corpórea, y en este sentido se dice que pertenece al orden sustancial, y que es una sustancia imperfecta e incompleta. Esto debe admitirse, porque ningún accidente puede ser sujeto de mutación sustancial. Debe ser además algo real, porque la nada no puede ser sujeto de mudanzas, y finalmente algo potencial, porque en sí no incluye ninguna actualidad o determinación ni aún de existencia, sino que es una mera capacidad que puede recibir todas las formas sustanciales, las cuales contraen su indeterminación a ser esta o la otra especie de cuerpo. Con esto ya se comprenderá la definición de Aristóteles, el cual definía la materia prima, diciendo: Id quod neque est quid, neque quantum, neque quale, neque aliquid eorum quibus eus determinatur, sed commune horum subjectum.

Los modernos la definen: «Un elemento parcial, una realidad incompleta, indiferente y sin forma ni determinación alguna, destinada a unirse con la forma sustancial para constituir la esencia sustantiva del compuesto corpóreo.»

La materia prima no tiene pues ninguna actualidad ni determinación, porque la menor determinación sería contraria al estado de potencialidad que envuelve el concepto de la misma anteriormente a la recepción de la forma, de donde se infiere que la materia prima no puede existir por sí sola y con exclusión de la forma en la naturaleza, sino que cuando existe en la realidad debe tener una forma u otra, porque toda cosa existente tiene una naturaleza específica y una esencia concreta y determinada. Pero esta especificación, esta actualidad y esta determinación no la tiene la materia de sí y por sí misma, sino que le viene de la forma; de modo que la materia prima, considerada en sí misma y con abstracción de la forma, aunque no es un puro nada porque es una realidad positiva, no es sin embargo un cuerpo determinado, una sustancia de esta o de la otra especie, un ser existente y en acto, sino una parte esencial de la sustancia corpórea, un algo en potencia para existir y constituir esta o la otra sustancia. Por esto los escolásticos decían que la materia prima era prope nihil, y por eso también San Agustín decía que la materia prima era «una esencia indeterminada, que ni es cuerpo ni espíritu, ni podemos decir de ella que es ni que no es. No es, porque no existe en acto, es, porque se distingue de la nada, y por consiguiente se la puede nombrar verdadera entidad.»

Las propiedades de la materia prima son el ser ingenerable e incorruptible. Aquello que se engendra no se crea ex-nihilo, sino que se forma de otro sujeto anterior, pero la materia prima no supone otro sujeto anterior, porque es el primer sujeto de todas las formas. La materia prima es además incorruptible, porque nada se corrompe sino por la separación de sus principios constitutivos, y así sólo puede corromperse el compuesto corpóreo por la separación de la materia y forma, que son los dos principios que lo constituyen, mas la materia siempre permanece idéntica al través de las variaciones, sin experimentar alteración alguna, y por lo tanto es incorruptible e indestructible y sólo puede dejar de ser por aniquilación.

Sabido ya lo que es la materia prima, se concebirá más fácilmente la forma sustancial. Así como en las mutaciones accidentales hay algo que actúa y determina la materia segunda, así también en las mutaciones sustanciales se necesita algo que actúe la materia prima, y la determine a ser esta o la otra especie material, como piedra, madera, &c. Este algo se llama forma sustancial. De aquí se infiere que la forma no es una sustancia ya constituida, sino una entidad incompleta, el segundo elemento parcial, que junto con el primero, o sea la materia, constituye la sustancia del compuesto corpóreo; se infiere también que pertenece el orden o género sustancial, porque es un elemento componente de la sustancia, y además porque si fuera accidente supondría la materia segunda o actuada; y finalmente, es algo actual, porque [134] es el principio que reduce la materia prima del estado de potencia al de acto, y contrae su indeterminación, reduciéndola a ser esta o la otra especie de cuerpo. Podemos definirla «un elemento parcial, una realidad incompleta que actúa y determina la materia prima, uniéndose con ella para constituir el compuesto corpóreo, al cual da el ser sustancial y la naturaleza específica que le caracteriza y distingue.»

Según esto, la primera operación de la forma es sustanciar o dar el ser sustancial a la cosa. Por esto decían los escolásticos: Forma dat esse rei, que la forma daba a la materia el esse simpliciter, o sea el esse ens actu, el ser absoluto, el ser de sustancia, mientras que la forma accidental daba el esse secundum quid, como el ser bueno, malo, grande, pequeño, &c., o sea el esse ens actu hoc, es decir, los accidentes que suponen ya el ser sustancial en la cosa. Pero como, según ya hemos dicho antes, la materia no ha existido jamás sin la forma, de aquí que la materia no ha dejado de estar jamás en el estado de sustancia. En un principio, Dios, al crear la materia, concreó la forma, y posteriormente, en virtud de las transubstanciaciones, la materia pasa de una forma a otra, pero jamás deja de tener alguna.

Pero la forma no sólo da el ser sustancial a la materia, sino que le da también el ser, esta o la otra especie de sustancia corpórea. A causa de esa gradación que forman todos los seres del Universo, no hay ningún ser que no se halle colocado en este o en el otro grado de entidad, cuyo grado está constituido por el género próximo y la diferencia específica, los cuales forman la especie propia y determinada del ser. Pues bien; a la forma sustancial debe la cosa estar constituida en este género y en esta diferencia, o sea el pertenecer a esta especie y no a otra distinta. Por la forma sustancial, el fuego es fuego, el aire es aire, el agua es agua y todas las cosas materiales son lo que son, y no otras cosas diferentes. Pero aquello, por lo que la cosa es lo que es y no otra cosa distinta, es la esencia de la misma: luego si por la forma las cosas materiales son lo que son, la forma será la que constituirá la esencia propia y determinada de cada ser corpóreo, y por eso los escolásticos decían que la razón de la esencia o quididad de la cosa era la forma: «Ratio quidditatis est forma.»

Esta ligera explicación bastará para dar una idea de las teorías escolásticas, acerca de la materia y la forma y de las innumerables consecuencias que de ellas deducían. No eran tan bárbaros como les parece a algunos modernos, cuando decían que individuatio consurgit ex actuali conjunctione materia cum forma, No hay que ridiculizar lo que llamaban acertadamente principio de individuación, que, bien explicado, da mucha claridad a todas sus teorías sobre los compuestos, los compuestos químicos, las mutaciones sustanciales o accidentales, y tantas otras cosas de que no se ocupan los modernos, sino cometiendo mil desatinos, que prueban que no han llegado ni de muy lejos a aquella profundidad y precisión filosófica. Afortunadamente, las doctrinas escolásticas han adquirido en este siglo celosos partidarios y defensores, y en especial lo que enseñaban sobre la forma sustancial, ha sido aplicado felizmente a las ciencias físicas por algunos distinguidos naturalistas, como Conti, Tommasi, Santi, Liberani y otros.

C. Tormo Casanova, Pbro.