Filosofía
Etimológicamente considerado, este nombre significa amor de la sabiduría, pues según se dice, cansado Pitágoras de que le llamasen sofós (sabio) dijo a sus admiradores: “no soy sofós (sabio), sino filósofos (amante de la sabiduría)”. Desde entonces por filosofía se entiende el estudio o investigación de la naturaleza y causas de las cosas. Si bien es de advertir que no es filosofía investigar cualesquiera causas, sino el escudriñar las más remotas y superiores; puesto que el estudio de las causas inmediatas pertenece a otras ciencias particulares, como sucede con la física que estudia las leyes que motivan los fenómenos de los cuerpos; mas a la filosofía pertenece investigar de dónde proceden estas mismas leyes; y si son ellas alterables o constantes, de quién dependen, y a qué fin han sido impuestas a los cuerpos.
Además, como hay dos vías por las cuales el hombre puede llegar al conocimiento de las cosas, una natural y otra sobrenatural, la filosofía se procura dicho conocimiento, no por vía de revelación, sino por medios naturales, o sea por la razón, partiendo empero de principios claros y evidentes, los cuales vemos con tanta abundancia de luz, que el entendimiento humano queda avasallado por ellos.
Esto supuesto, debemos rechazar aquella definición de la filosofía, que considera esta ciencia como un mero depósito de tradiciones, sin que la razón humana pueda por sí sola levantarse al conocimiento cierto de algunas verdades, siquiera sean estas de orden natural. Asimismo conviene que de ninguna manera admitamos que la filosofía, como ciencia de la razón, sea la ciencia de las ciencias, la ciencia trascendental, la única que merece el nombre de ciencia, y a la cual todas las demás se hallan subordinadas. Ciencia de la razón en verdad es la filosofía, pero si no quiere errar no se separe de la fe, y en las cosas dudosas déjese iluminar por la revelación, que es palabra veraz del Dios verdadero. Así entendió la filosofía la escuela alejandrina, que recibió nombre en tiempo de San Clemente, quien consideraba esta ciencia como instrumento favorable a la religión. Mas cuando prescindiendo de la Fe ha querido la razón andar a sus anchuras, ha fabricado una filosofía vana, representada por un sinnúmero de sistemas más o menos erróneos, reprobada por San Pablo y los Padres de la escuela llamada africana.
El objeto de la filosofía es Dios y la criatura, esto es, el ser infinito y el ser finito. Mas como entre los seres finitos se halle el alma humana, ser inteligente distinto de los demás, de aquí la célebre división de Wolf en Teodicea (tratado de Dios), Cosmología (tratado del mundo) y Psicología (tratado del alma). Mas como estos seres pueden considerarse en abstracto, y ser estudiados en sus propiedades generales, de ahí la Ontología, o sea tratado del ser en general. Esto por lo que toca a la filosofía considerada especulativamente. Que si esta se considera en lo que se refiere a la práctica, se ocupa de los actos humanos, ora considerados en abstracto como hace la Ética, ora considerados en el individuo y con relación a Dios, a sí mismo y a sus semejantes, que es precisamente el objeto del Derecho natural.
No siempre los filósofos han estudiado con tanta amplitud el objeto de la filosofía, pues Tales, considerado como fundador de esta ciencia entre los griegos, solo se ocupó en buscar el origen y las causas primordiales del mundo corpóreo, mientras que Sócrates solo a la Ética daba toda la importancia. Pero Platón y Aristóteles abarcaron todo el objeto de la filosofía, fundando ambos, aquel con su método sintético, tendiendo al idealismo, y este con su método analítico acariciando el realismo, dos sistemas célebres, en torno a los cuales se han agrupado constantemente los más eminentes sabios de todas las edades.
Después de la venida de Nuestro Señor Jesucristo al mundo y su predicación celestial, la filosofía pudo ser depurada de los perniciosos errores que contenía en su seno, hijos del orgullo humano y de la oscuridad en que andaba envuelta la humanidad a causa del pecado de origen.
Y aunque los Santos Padres ponían todo su empeño en los estudios teológicos, lo cierto es que en el fondo de sus obras se hallan tesoros inmensos de ciencia filosófica, que supo reunir el gran genio de la Edad Media Santo Tomás de Aquino; guardados más adelante por los filósofos llamados escolásticos, entre los cuales brilla como estrella de primera magnitud, nuestro inmortal Suarez.
Más tarde, algunos espíritus turbulentos y mal avenidos con la religión, proclamaron a voz en grito que la filosofía arrastraba ominosas cadenas, y divorciándola de las puras nociones que de Dios, del mundo y del hombre, nos ha proporcionado la revelación, la empujaron por caminos vedados, y desde entonces la vemos rodar por los abismos sin fondo del panteísmo germánico, o por las torcidas vías del abyecto materialismo de los franceses, no sin que hayan aparecido filósofos como Leibnitz y Balmes, que se han esforzado en volverla a buen sendero, y como Liberatore, González y Zigliara, que tienen el mérito de haberla reconciliado con los dogmas de nuestra sacrosanta religión.
Actualmente continúa todavía esta doble tendencia; pues mientras los unos quieren que la filosofía sea parto único y exclusivo de la razón, sin lazo alguno que la sujete a la religión; nosotros, doblando nuestras cabezas ante la verdad revelada, y creyendo que esta es metafísicamente cierta por ser palabra de Dios, conocedor de todas las cosas y sumamente veraz, reconocemos que la filosofía entonces es verdadera, y por tanto admisible cuando no se aparta de los dogmas católicos, ni contradice lo que nos propone como de fe nuestra Santa Madre la Iglesia Romana.