Filosofía en español 
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Espiritismo

Superstición moderna que consiste en pretender comunicar con los espíritus para arreglar, según sus indicaciones, todos los negocios de la vida. Allan-Kardec, que puede considerarse como el gran oráculo de los espiritistas, lo define: «Una doctrina moral y filosófica fundada sobre la existencia, las manifestaciones y la enseñanza de los espíritus.» Estas manifestaciones se suponen de varios modos: primero por golpes acompasados, saltos de las mesas, escritura por medio de un lápiz sujeto a ellas, y recientemente por la mediación de ciertas personas en condiciones para comunicar con los espíritus, y que se llaman mediums.

Presúmese que es una nueva revelación y una especie de culto que establece las verdaderas relaciones entre Dios y los hombres y el mundo espiritual. Sus principales dogmas son las reencarnaciones y pluralidad de existencias, la pluralidad de mundos habitados, en donde se realizan estas existencias y las comunicaciones con los difuntos por apariciones sensibles al oído, y muchas veces a la vista y aún al tacto. Niega los principales dogmas de la doctrina católica, y principalmente el pecado original, el infierno y la eternidad de las penas, la redención por parte de Nuestro Señor Jesucristo, y en general toda revelación propiamente dicha. Yerran los espiritistas acerca de la creación y del origen de las cosas, acerca de la vida futura y acerca de la gracia, y prescinden por completo de la autoridad de la Iglesia. Por último, admiten el indiferentismo en materia de religión, creyendo que todas las religiones son igualmente buenas y útiles para alcanzar la salvación.

Esta superstición empezó en América hacia el año 1848, primero por ciertas manifestaciones y golpes en casa de la familia Fox, en Hydesville, que sonaban con regularidad, dando señales de inteligencia. Después [269] vinieron las mesas giratorias, que respondían por medio de golpes y movimientos a las preguntas que se les hacían, y por último se sustituyó un lápiz atado a un mueble pequeño, que escribiera las respuestas, hasta que al fin algunas personas, con el nombre de mediums, daban directamente las respuestas de los espíritus, siendo como un instrumento pasivo para el comercio con el mundo invisible. Bien pronto creció el número de los espiritistas, y se contaron por millares, de modo que se fundaron varios periódicos y revistas, sin más objeto que dar cuenta de las consultas de los espíritus y propagar la nueva secta. Hacia el año 1851, la nueva superstición pasó a Europa, en donde también adquirió muchos adictos, y en las tertulias se pusieron de moda las mesas giratorias y las sesiones de espiritismo. Se fundaron también muchas revistas y periódicos, y se formaron círculos o grupos en muchas ciudades y pueblos. Sólo en España, la sociedad espiritista establecida en Madrid, llegó a crear más de 80 círculos y grupos espiritistas de propaganda, y fundó además siete periódicos o revistas, sin contar innumerables hojas sueltas, folletos y libritos que reparten con profusión. Cada individuo contribuye con una cantidad mensual para sostener la obra, que a veces es una cuota fija, y otras queda a voluntad de cada uno. Así se logra hacer una diabólica propaganda, y en pocos años se han publicado más de 2.000 obras espiritistas, y se han apoderado de muchas escuelas de primeras letras.

La multitud de fenómenos espiritistas pueden considerarse una continuación de los del magnetismo, y tienen por objeto buscar remedio para las enfermedades, saber las cosas ocultas o futuras, o desarrollar una doctrina filosófica religiosa en oposición con el catolicismo. Esta secta se titula Nuevo cristianismo, y aspira a ser la religión universal y única del porvenir.

Claro es que los católicos impugnaron enérgicamente la superstición y su doctrina absurda e inmoral, probando que los hechos el espiritismo únicamente pueden ser atribuidos a la influencia diabólica. Además de las condenaciones de los Obispos, la Sagrada Congregación la condenó en una Encíclica de 30 de Julio de 1856, dirigida a todos los Obispos de la cristiandad.

No puede dudarse que en efecto sea obra diabólica, porque los fenómenos no se pueden atribuir a superchería de los operadores, siendo como son públicos, constantes y universales. Tampoco a fuerzas desconocidas de la naturaleza, porque muchos repugnan a las leyes físicas y evidentes, como sostenerse los cuerpos en el aire contra las leyes de la gravedad. No pueden atribuirse a Dios o a los ángeles buenos, porque con frecuencia sus enseñanzas son absurdas, heréticas e inmorales; ni a las almas de los difuntos, porque la razón dicta que, separadas del cuerpo, pueden menos que unidas a él, con el que forman una unidad personal. Lo mismo se conoce por el carácter de las revelaciones, que son muchas veces contrarias a la fe católica y a las buenas costumbres, y a veces vanas, supersticiosas o pueriles. Luego únicamente resta la acción de los espíritus perversos o demonios, que se valen de estos medios sorprendentes y maravillosos para engañar mejor.

Por otra parte, los espíritus, según Allan-Kardec, son mentirosos, malvados y truhanes, que se complacen en engañar a la gente, y de ningún modo puede probarse su identidad. De donde se infiere que es una locura y una imprudencia consultarlos por el peligro de ser engañados. Igualmente los mediums, según el mismo Allan-Kardec, pueden engañarse, y se engañan con frecuencia, tomando sus propias ideas por inspiraciones de los espíritus. Por último, las comunicaciones no son siempre iguales, sino que las de un círculo se ponen en contradicción con las que se reciben en otro, y según confesión de los espiritistas, muchas de ellas son absurdas, blasfemas y mentirosas.

Finalmente: los resultados del espiritismo son funestos y perjudiciales a la misma sociedad, según decía a este propósito una acreditada revista francesa: «La mejor condenación de esta perversa secta, sería poder presentar a la faz del mundo una estadística fiel de los casos de suicidios, locuras, divorcios, venganzas, muertes en los experimentos o a consecuencia de ellos, abusos de los magnetizadores, honras perdidas, mistificaciones criminales y otros delitos a que las inspiraciones de los espíritus han arrastrado a sus ciegos y temerarios consultadores.»

El Padre Matignon decía: «no temo asegurar que si el espiritismo llegase a ser universalmente admitido y practicado, constituiría uno de los peligros más serios de que se pueda ver amenazado el orden de la sociedad.»

Luego es preciso rechazar y refutar esta perversa secta, en nombre de la religión y de la moral, en nombre de la razón, y en nombre del interés mismo de la sociedad. {(1) Véase mi obrita La Fe católica y el Espiritismo. 2ª edición. Valencia, Aguilar, 1886.}

Perujo.