Filosofía en español 
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Conspiración de la pólvora

Dase el nombre de “Conspiración de la pólvora” a una conspiración fraguada por trece católicos ingleses para volar el palacio de Westminster por medio de barriles de pólvora puestos debajo de dicho edificio, y ocasionar con ese la muerte de los principales del Estado y del Rey Jacobo, en cuyo lugar habría de ser proclamada su hija la Princesa Isabel. Jacobo I fue el sucesor de la Reina Isabel, hija de Enrique VIII, fallecido en 3 de Abril de 1603. Hijo de María Estuard, había sido arrebatado a su madre y puesto en manos de los protestantes, y educado por éstos. Pero como Rey de Escocia (1567-1603) sólo sentimientos benévolos había mostrado para con los católicos, y había sostenido relaciones con la Santa Sede; habiendo entrado en correspondencia con Belarmino, hubo un momento en que dio esperanzas de próxima conversión, según se ve por la carta del mes de Enero de 1600, que el célebre Cardenal le dirigió en contestación a la suya. (En Frizon, Vida del Cardenal Belarmino, pág. 324, en 4.º, Nancy, 1716.) Pero habiendo subido al trono de Inglaterra, y reuniéndose así primeramente en él los tres reinos, cambió enteramente de disposiciones respecto a los católicos; rodeóse de personas que le eran notoriamente hostiles, y pasados solo treinta y cinco días de su advenimiento al trono promulgó un edicto totalmente contrario a ellos. Esa hostil, cruel e injusta política fue el pretexto y el punto de partida de la conspiración de la pólvora. Corresponde el primer pensamiento de la misma a Roberto Catesby, individuo de una de las más estimables familias de Inglaterra. Creyó que con un Príncipe débil, como lo era Jacobo, se podía y debía temerlo todo. Para conjurar los males que juzgaba estaban a punto de caer sobre los católicos, fantaseó la idea, verdaderamente criminal e insensata, de hacer perecer en una misma catástrofe al Rey, al Parlamento y a los grandes del Estado.

Pero no llegó de un golpe a concebir semejante proyecto, que pasó por varias fases. Una vez germinado ya en su mente el pensamiento de librar a los católicos ingleses de una situación llena de peligros, buscó cómplices para su empresa, y encontró desde luego tres de los más valientes en los tres reinos: Tom Winter, de la familia de Huddington; Tomás Percy, de Northumberland, y Juan Wright. Decididos estos cuatro caballeros a pasar por todo para libertar a sus hermanos en la fe, a quienes las potencias católicas parecían abandonar, discutieron primeramente juntos, y sin pedir consejo, qué medios habían de adoptar para la más segura consecución de su objeto. Desechóse por impracticable el levantarse en armas, y se vino a parar en la idea de penetrar por un pasadizo subterráneo hasta los cimientos del palacio Westminster, donde se pondrían barriles de pólvora destinados a volarlo en la primera ocasión oportuna. El número de los conjurados fue sucesivamente aumentando hasta trece. Pero el 28 de Octubre de 1605, el Gobierno, que acababa de recibir aviso de la conjuración por uno de los cómplices, tomó sus primeras disposiciones para impedir su éxito, y el 5 de Noviembre siguiente, día señalado para la sesión real, Sir Tomás Kneevett, bailío de Westminster, se apoderó de los barriles de pólvora e hizo arrestar a Fawkes, uno de los conjurados, que fue al punto sometido a interrogatorio en presencia del Rey. Después fueron también procesados sus cómplices y entregados al suplicio. Su crimen es un hecho fuera de duda, y los católicos ingleses no vacilaron en reprobarlo. Con todo, los anglicanos no escrupulizaron envolver en una misma acusación a los católicos en general, y a los jesuitas ingleses en particular, algunos de los cuales, principalmente los Padres Garnett y Texmund, tenían frecuente relación con Roberto Catesby y los demás conjurados. Mas es cosa probada hoy día que a los jesuitas no se los enteró del complot. Roberto Catesby y sus compañeros lo habían fraguado solos, sin revelarlo a nadie: y sobre ellos solos recae ante la historia la responsabilidad del atentado. (Crétineau-Joly, Historia de la Compañía de Jesús, tomo III, pág. 59 y sig., 2.ª edición. París, 1836; La situación de los católicos bajo Jacobo I. Narración de la conspiración de la pólvora, por el P. Gerard (en inglés), publicada con su vida por John Morris, en 8.º Londres, 1871.)