Nicola Abbagnano, Diccionario de filosofía [1961]
Fondo de Cultura Económica, México 1963 (2ª 1974)
páginas 442-445

Espíritu

(ingl. mind, spirit; franc. esprit; alem. Geist; ital. spirito). Se pueden distinguir los siguientes significados:

1) El alma racional o el entendimiento (véase) en general; éste es el significado predominante en la filosofía moderna y contemporánea y en el lenguaje común.

2) El pneuma (véase) o soplo animador, admitido por la física estoica y que de ella ha pasado a diversas doctrinas antiguas y modernas. Éste es el significado originario del término y del cual han surgido todos los demás. Este significado perdura aún en las expresiones en las cuales por el espíritu se entiende «lo que vivifica». Kant, en su teoría estética, usó el término en este sentido. "Espíritu –dice– en el significado estético es el principio vivificante del sentimiento. Pero lo que con este principio vivifica el alma, la materia de la cual se sirve, es lo que confiere aliento [443] finalista a la facultad del sentimiento y lo coloca en un juego que se alimenta de sí y fortifica las facultades mismas de las que procede» (Crít. del juicio, § 49; Antr., § 71b). En este sentido la palabra espíritu ha permanecido en el uso corriente, en el cual a veces se opone a la «letra», para indicar lo que da vida o, sin metáforas, el significado auténtico de alguna cosa. En este sentido es también adoptada por Montesquieu en el título de su obra El espíritu de las leyes.

3) Las sustancias incorpóreas, o sea los ángeles, los demonios y las almas de los difuntos. En este sentido Locke adoptaba la palabra spirit (reservando mind para espíritu en el significado 1) y decía: «Porque, quitando unas pocas y, si así puedo llamarlas, superficiales ideas acerca de los espíritus, que deducimos por reflexión sobre el nuestro, y de allí, lo mejor que podemos, deduciendo la idea del Padre de todos los espíritus, el eterno e independiente Autor de ellos, de nosotros y de todas las cosas, carecemos de noticias ciertas de los demás espíritus, hasta de su existencia, salvo por la vía de la revelación» (Essay, IV, 3, 27). Y Kant en los Sueños de un visionario explicados por los sueños de la metafísica (1766) entendía Geist en el mismo sentido: «Un espíritu –dice– es un ser que tiene la razón. No es un don milagroso, por lo tanto, ver espíritu ya que todo el que ve hombres ve seres que tienen razón. Pero –prosigue–, este ser que en el hombre tiene razón es solamente una parte del hombre y esta parte, que lo vivifica, es un espíritu» (Traüme eines Geistersehers, I, 1). Como Locke, Kant es escéptico acerca de la existencia del espíritu en este sentido y, en todo caso, considera imposible demostrarla. También en este sentido la palabra espíritu ha perdurado en el uso corriente (véase Ángeles; Demonio; Espiritismo).

4) La materia sutil o impalpable que es la fuerza animadora de las cosas. Este significado, que es resultado del estoico, se encuentra con frecuencia en los teósofos del Renacimiento y, sobre todo, en Agripa (De occulta philosophia, I, 14) y en Paracelso (Meteor., pp. 79 ss.).

5) En fin, y en relación más estrecha con el significado 1), el término significa a veces disposición (véase) o actitud (véase), como en las célebres expresiones de Pascal «Espíritu de geometría» y «Espíritu de fineza» y en expresiones corrientes como «Espíritu religioso», «Espíritu deportivo», &c.

De estos cinco significados, el único estrictamente relacionado con la problemática de la filosofía moderna es el primero. Fue Descartes quien introdujo e hizo valer este significado. «Yo no soy, por lo tanto, precisamente hablando, más que una cosa que piensa, o sea un espíritu, un intelecto o una razón, que son términos cuyo significado antes me era desconocido» (Méd., II). Y en la respuesta a las segundas objeciones precisa, en forma de definición, el significado del término: «La sustancia en la cual reside inmediatamente el pensamiento es aquí denominada espíritu. Si bien este nombre resulta equívoco por atribuírselo también al viento y a los licores muy sutiles, yo no conozco, en efecto, ninguno que sea más apropiado» (II Rép., def. VI). Si bien la noción de sustancia resulta intermediaria entre los significados nuevo y viejo (sustancia incorpórea) del término, en esta expresión cartesiana, por el uso que de ella se hace, establece más bien su equivalencia con el término conciencia. Sustancia pensante o conciencia, intelecto o razón, son por lo tanto los sinónimos de espíritu. Locke, según se ha dicho, usó en el mismo sentido el término mind (mente) (cf., por ejemplo, Essay, II, 1; 5). Leibniz decía a su vez: «El conocimiento de las verdades necesarias y eternas es lo que nos distingue de los simples animales y nos hace tener la razón y las ciencias, elevándonos al conocimiento de nosotros mismos y de Dios. Esto es lo que en nosotros se denomina alma racional o espíritu» (Mon., § 29). A su vez, Berkeley adoptó el término y estableció las equivalencias: «Este ser activo y que percibe es el que nosotros denominamos mind, spirit, soul (alma) o my self (yo)» (Principles of Human Knowledge, I, § 2). Hume entendió el término como alma, intelecto o yo (Treatise, I, 4, 2, ed. Selby-Bigge, p. 207). Estas equivalencias se mantuvieron constantemente en el uso posterior del término y de tal manera los problemas a los que da origen son los relacionados con [444] las nociones de alma, conciencia, entendimiento, razón y yo. Bajo estas voces se hallará la indicación de los problemas a los que ha dado origen la noción espíritu en sus diferentes especificaciones. Basta aquí con recordar que algunos usos paradójicos que a veces ha hecho del término en cuestión la filosofía contemporánea, se refieren, en realidad, al significado tradicional, instituido por Descartes. Así, cuando L. KIages opone el espíritu al alma, entiende por espíritu el conjunto de las actividades racionales frente a las tendencias instintivas, representadas por el alma (Der Geist als Widersacher der Seele [«El espíritu como adversario del alma»], 1929). Y por otro lado G. Santayana entendió el espíritu en el mismo sentido, también cartesiano, de conciencia: «Por espíritu entiendo no solamente la intuición pasiva implícita en el ser dado de toda esencia, sino también el entendimiento y la creencia que puede acompañar la presencia de la esencia» (Scepticism and Animal Faith, cap. 26, Dover Publ., p. 272; trad. esp.: Escepticismo y fe animal, 1952). Es, por lo tanto, casi inútil advertir que en la expresión puesta en boga por Dilthey «ciencias del espíritu» se entiende por espíritu la actividad racional del hombre. Véase Ciencias, clasificación de las.

Solamente Hegel dio una especificación diferente a la noción de espíritu, a través de sus nociones de espíritu objetivo y de espíritu absoluto. En tanto que por espíritu subjetivo entiende Hegel el espíritu finito, o sea el alma, el entendimiento o la razón (el espíritu en el significado cartesiano del término) (Enc. § 386), por espíritu objetivo entiende las instituciones fundamentales del mundo humano, o sea el derecho, la moralidad y la ética y por espíritu absoluto entiende el mundo del arte, de la religión y de la filosofía. En estas dos concepciones el espíritu deja de ser actividad subjetiva para convertirse en realidad histórica, mundo de valores. En tanto que el espíritu objetivo es el mundo de las instituciones jurídicas, sociales e históricas y culmina en la ética, que comprende las tres principales instituciones históricas, la familia, la sociedad civil y el Estado, el espíritu absoluto es el mundo de la conciencia de sí que se revela a sí misma en sus productos más altos que son el arte, la religión y la filosofía (Ibid., 486, 553). Las tres formas del espíritu son, según Hegel, manifestaciones de la Idea, o sea de la Razón infinita, pero solamente en el espíritu objetivo y en el espíritu absoluto se realiza la Idea o Razón plenamente a sí misma o llega a su total y adecuada manifestación. Estas nociones caracterizan el idealismo romántico de raíz hegeliana, en el cual el espíritu se identifica con el sujeto absoluto o con el yo universal, como lo hiciera Gentile (Teoria generale dello Spirito, 1920), o con el Concepto en su universalidad o concreción, que es la Razón absoluta, como lo hiciera Croce (Logica, 1920, pp. 26 ss.).

También fuera del idealismo la noción del espíritu objetivo, o sea del espíritu como mundo de instituciones histórico-sociales o de valores institucionalizados o formas de vida, ha encontrado acogida e ilustración. La noción, en efecto, fue aceptada por Dilthey, que la entendió como «la conexión estructural de las unidades vivas, que se continúa en las comunidades» y criticó el absolutismo y el dogmatismo que la noción misma había adquirido en Hegel (Gesammelte Schriften, VlI, p. 150; trad. esp.: Obras, VII, El mundo histórico, México, 1944, F.C.E.; cf. P. Rossi, Lo storicismo tedesco contemporáneo, 1956, pp. 104-105). En este mismo sentido limitado, la noción fue aceptada por E. Spranger, que entendió como ciencia del espíritu la disciplina que se ocupa de las formaciones suprapersonales o colectivas de la vida histórica (Lebensformen, 1914, p. 7; trad. esp.: Formas de vida, Madrid, 1935). Fue aceptada también por N. Hartmann, quien consideró el espíritu objetivo como una superestructura que se eleva por encima del mundo orgánico. Al espíritu objetivo, pertenecerían todas las producciones espirituales, o sea las letras, las artes, la técnica, las religiones, los mitos, las ciencias, la filosofía, &c. Es el verdadero protagonista de la historia, según Hartmann (Das Problem des geistigen Seins [«El problema del ser espiritual»], 1931, p. 262). Por encima del espíritu objetivo sitúa Hartmann al espíritu viviente, que sería la unidad del espíritu objetivo y de la conciencia personal (Ibid., p. 259). N. Hartmann, por cierto, está aún muy cerca de la inspiración hegeliana. Pero el carácter impersonal y subjetivo del espíritu es subrayado también por Dewey, que parte de supuestos filosóficos diferentes. «La historia entera de la ciencia, el arte y la moral –dice Dewey– prueba que el espíritu que aparece en los individuos no es tal espíritu individual. Es en sí un sistema de creencias, percepciones e ignorancias, de admisiones y repulsiones, de expectativas y estimaciones de significaciones instituidas bajo la influencia de la costumbre y la tradición» (Experience and Nature, 1926, p. 218; trad. esp.: La experiencia y la naturaleza, México, 1948, F.C.E., p. 181).

Espíritu nacional

(ingl. national spirit; franc. esprit d'une nation; alem. Volksgeist; ital. spirito nazionale). Concepto introducido por Montesquieu que expresa el carácter fundamental de una nación, en cuanto resultado de una multiplicidad de factores. Dice Montesquieu: «Muchas cosas guían a los hombres: el clima, la religión, las leyes, las máximas del gobierno, las tradiciones, las costumbres, los usos, de donde se forma un espíritu general que es el resultado de ellas» (Esprit des lois, 1748, XIX, 4). Por lo demás, Montesquieu denomina «alma universal» al espíritu nacional (Mélanges inédites, p. 160), pero en todo caso estaba bien lejos de hacer de este concepto una realidad por sí misma. Fue Hegel quien dio este paso al concebir el espíritu nacional como verdadero sujeto de la historia: "El espíritu de la historia es un individuo de naturaleza universal, pero determinado, esto es, una nación en general; y el espíritu que le corresponde es el espíritu de la nación. Los espíritus de las naciones se distinguen, conforme a la idea de que se hacen por sí mismos, según la superficialidad o la profundidad con la cual han comprendido o profundizado lo que es el espíritu» (Philosophie der Geschichte [«Filosofía de la historia»], ed. Lasson, p. 36; trad. ital., I, p. 43). Cada cierto tiempo, un determinado espíritu nacional adquiere la figura de «Espíritu del mundo» (Weltgeist), o sea de guía y de sujeto único de la historia. «El Weltgeist es el espíritu del mundo, tal como se entiende en el conocimiento humano; los hombres están en él como las realidades singulares están con referencia a la totalidad que las sustenta. Y este espíritu del mundo es conforme al espíritu divino, que es el espíritu absoluto. Por cuanto Dios es omnipresente, todo hombre es comprendido, aparece en la conciencia de todos y ello es el espíritu del mundo» (Ibid., p. 37; trad. ital., p. 44). La noción de espíritu del mundo ha sido repetida varias veces y, en general, se encuentra en toda concepción providencialista de la historia (véase).

Espíritus animales o vitales

véase Pneuma.


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