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Gómez Pereira

La recepción del pensamiento de Gómez Pereira en Europa:
del Barroco a la Ilustración

Rafael Llavona Uribelarrea
Javier Bandrés Ponce

Revista de Historia de la Psicología, 1993, volumen 14, nº 3-4, páginas 131-137


Resumen: En este artículo se analiza el impacto de la obra de Gómez Pereira en la cultura europea del XVI al XVIII a través de autores como Vallés, Suárez, Leibniz y Voltaire, entre otros. Este análisis desmiente la leyenda de autor ignorado que rodeó a Pereira desde el XVIII.

En el artículo «Alma de las Bestias» de la Enciclopedia de Diderot y D'Alembert puede leerse: «Descartes, seguido de un grupo numeroso, es el primer filósofo que se atrevió a tratar a las bestias como puras máquinas: pues Gómez Pereira, que lo dijo algún tiempo antes que él, apenas merece que se hable aquí de él, puesto que cayó en esta hipótesis por puro azar y, según la juiciosa reflexión de M. Bayle, él no había sacado su opinión de sus verdaderos principios. Así, no se le hizo el honor ni de rechazarla ni de seguirla, ni siquiera de recordarla; y lo más triste que le puede suceder a un innovador, no hizo secta.» (tomo 1, pág. 343, trad. del autor.)

El artículo de la Enciclopedia representa el estereotipo que desde la segunda mitad del XVIII contribuirá al olvido de la Antoniana Margarita, publicada en 1554, y de su autor. Este estereotipo responde a una valoración de la obra de Pereira que se remonta a Bayle y los artículos aparecidos a partir de 1684 en la revista Nouvelles de la Republique des Lettres. La historia de la recepción de la obra de Pereira en Europa durante los dos siglos posteriores a la publicación de la Antoniana Margarita nos muestra que el artículo de la Enciclopedia dista mucho de reflejar la polémica que se desarrolló en Europa en torno al pensamiento del médico español pero, a su vez, nos dicta una lección sobre el azaroso destino que puede esperar a una idea que probablemente no nació en el momento ni en el lugar adecuado.

La tesis del automatismo animal propuesta por Pereira (vid. Bandrés y Llavona, 1992; Bernia, 1975) representa una de esas ideas-límite que normalmente producen un fecundo debate del que, mediante el juego de la dialéctica, termina surgiendo una síntesis superadora. Esto solo en parte fue verdad en nuestro caso, debido a que el debate sobre las ideas de Pereira pronto fue ensombrecido por otro tan espectacular como estéril: el que se desató sobre la supuesta deuda intelectual que Descartes se negó a reconocer al médico español.

Partamos, pues, de una distinción previa sobre los autores que se hacen eco de la obra de Pereira: «precartesianos» (comentaristas de Pereira anteriores a la [132] publicación del Discurso del Método) y «postcartesianos». Entre estos últimos distinguiremos dos «tradiciones» y algunas figuras de criterio independiente. La primera tradición partiría de Vossius y contaría entre sus filas con Borrichius, Blomius, Hallervordius y König. La segunda tradición, partiendo de Bayle y Baillet, la engrosarían algún polemista –Huet– y muchos seguidores: Calmet, Brucker, la Enciclopedia, Moreri y Chambers. Entre las figuras independientes se cuentan Willis, Cardoso, Leibniz, Ulloa, Forner y Voltaire.

Época postcartesiana

Comenzaremos describiendo las «tradiciones» postcartesianas, cuyo influjo ha llegado hasta nuestros días, para, a continuación, mostrar como la época precartesiana enfocaba la cuestión de modo menos polémico y más fértil intelectualmente.

La primera de estas dos tradiciones parte de G.J. Vossius. Este intelectual holandés, de gran influencia en la cultura europea del XVII, es, probablemente, el primero en analizar la obra de Pereira tras la publicación del Discurso del Método. Vossius (1642) no hace, sin embargo, la menor referencia a la reciente obra de Descartes y estudia la Antoniana Margarita tanto de forma directa como a través de los comentarios de Francisco Vallés (vid. infra). Para Vossius, Pereira es el primero en negar la sensibilidad a los animales para no tener que concederles el pensamiento. Vossius realiza algunos comentarios menores sobre Pereira que se convertirán en clichés repetidos frecuentemente: Pereira era agudo y docto, tardó 30 años en redactar la Antoniana Margarita, el libro está dedicado a sus padres...

Olaus Borrichius, médico y profesor de la Universidad de Copenhague, comenta en una carta, fechada en 1661, el descrédito que supone para Descartes la creciente opinión –pulsada en un viaje por Bélgica– de que Descartes tomó sus ideas sobre el automatismo animal de la obra de Pereira. La carta, publicada en 1667, es el primer documento público en el que se relaciona a Descartes con Pereira.

Hallervordius (1676) sigue a Borrichius y a Vossius –a través del Hexaemeron de Blomius (1664)–, repitiendo los lugares comunes ya citados pero introduciendo un error fundamental: según este autor, Pereira defiende que los animales sí tienen alma sensitiva. Difícil es explicar el origen de tan monumental equivocación, pero no es su único error, ya que también –esta vez siguiendo a Linden– bautiza a Pereira como «Jorge».

König (1678) cita a Vossius, pero va a seguir a Hallervordius con tanta fidelidad que repite sus mismos errores: Pereira se llamaba Jorge y defendía la sensibilidad –que no la insensibilidad– de los animales.

La tradición interpretativa que parte de Bayle y Baillet será la que termine imponiéndose como valoración standard de la obra del médico español. Bayle hace referencia por primera vez a la polémica sobre la originalidad de la obra de Descartes en un artículo aparecido en 1684 en la revista Nouvelles de la Republique des Lettres. En 1697 recogerá de nuevo, en el artículo «Pereira» de su Diccionario, sus opiniones sobre nuestro autor acompañándolas de las de Baillet (vid. infra). En esencia, Bayle da por sentados los siguientes puntos. Pereira era amigo de paradojas y usaba y abusaba de [133] la libertad de filosofar, cosa extraña, añade Bayle, «viniendo de un país donde peligra tanto la libertad del alma como en Turquía la del cuerpo». Fue el primer autor moderno que propuso la tesis del automatismo animal, pero no como resultado de ningún principio ni necesidad filosófica. Pereira, ni tuvo seguidores, ni su libro despertó el suficiente interés como para que nadie se molestara ni en refutarle. Descartes, por tanto, no podía haberse inspirado en la obra de un autor prácticamente desconocido. A Pereira, además, se le habían adelantado varios autores de la antigüedad clásica.

Bayle, junto a todas estas rotundas afirmaciones, confiesa que él solo llegó a «ver» un ejemplar de la Antoniana Margarita en manos de Mr. Faure.

Bayle pronto encontró eco en otro autor francés. Baillet (1691) se suma a la opinión de que Descartes llegó a la tesis del automatismo animal por necesidad de su sistema filosófico y añade, además, que esta tesis anidaba en el pensamiento del joven Descartes muchos años antes de que la hiciera pública en el Discours. Baillet no cree que Descartes copiara a nadie y explica la sorprendente coincidencia con el pensamiento de Pereira afirmando que no es extraño que una misma idea tenga varios inventores.

Por estas mismas fechas (1689), el obispo de Avranches P.D. Huet –polemista hostil a Descartes– será el único autor que proteste afirmando que Descartes había «usurpado» a Pereira la idea del automatismo animal.

A partir de ahora, la versión de Bayle va a ser repetida de manera estereotipada por Diccionarios y Enciclopedias. Citaremos algunos ejemplos.

El benedictino Calmet afirma en su Diccionario de 1734 que Pereira fue el pionero de la tesis del automatismo animal pero sin encontrar eco ni siquiera para refutarle.

Brucker (1742) en su Historia de la Filosofía reconoce a Pereira como precursor entre los autores modernos, insiste en la tesis de que la historia de la idea se remonta a Diógenes el cínico y cita, a través de Bayle, las opiniones de Rondel.

Ya hemos citado la versión que el abate Yvon da en la Enciclopedia de Diderot y D'Alembert (1751) acerca de Pereira, tomada de Bayle: Pereira llegó a su tesis «por azar» y no tuvo eco.

En la versión castellana del Diccionario de Moreri (1753) se sigue fielmente, ya en España, la versión de Bayle: Pereira tardó 30 años en elaborar su obra, no tuvo eco, Descartes no lo leyó y, además, la tesis es muy anterior a ambos.

Finalicemos citando el Diccionario de Chambers (1753) en cuyo suplemento leemos una vez más la manida versión: la tesis es muy antigua, Pereira la formuló claramente después de 30 años de trabajo pero no tuvo influencia y fue «revivida» por Descartes.

Entre las figuras independientes que comentan la obra de Pereira destacan Cardoso, Willis, Leibniz, Ulloa, Voltaire y Forner. [134]

El médico judío Isaac Cardoso va a analizar las tesis de Pereira en su Philosophia Libera de 1673 en relación a la cuestión de la materia prima. Cardoso sitúa a Pereira a la altura de Vallés y Gassendi como atomista moderno que rechaza la doctrina aristotélica tradicional de la materia prima y la sustituye por la de los cuatro elementos.

Thomas Willis, profesor de Filosofía Natural en Oxford, afirmará en su De Anima Brutorum de 1672 –«título fundamental en la historia de la neurofisiología y de la anatomía comparada del sistema nervioso» (L. Piñero, 1983, pág. 413)– que Descartes le pisa los talones a Pereira en la cuestión de la mente animal.

Leibniz refleja su interés por Pereira en su epistolario. En cartas de 1711 y 1713 le encontramos buscando alguien que le preste o le venda un ejemplar de la Antoniana Margarita y, cuando finalmente la encuentra, su opinión es que el pensamiento cartesiano no es muy distinto del de Pereira, aunque estima que probablemente Descartes no leyera su obra.

El jesuita Ulloa se refiere por su parte a Pereira en obras de 1713 y 1715. En el prólogo a la Física Especulativa criticará el atomismo de Vallés y Pereira y, en lo referente a la mente animal, pone de relieve que Pereira considera a los animales como relojes movidos por causas externas. Señala Ulloa que esta tesis tuvo poca fortuna en España pero no así en el extranjero, como revelan las obras de Descartes y Gassendi, entre otros. Ulloa insistirá en estas ideas en su De Anima de 1715, poniendo de relieve que la polémica intelectual seguía abierta.

Cerraremos este repaso con dos obras publicadas tras la reedición de la Antoniana Margarita, realizada en Madrid en 1749.

Citaremos, en primer lugar, el Diccionario Filosófico de Voltaire (1764), en donde el pensador francés se zafa de la polémica adjudicando sencilla y directamente la tesis del automatismo animal a Pereira y Descartes.

Finalmente debemos referirnos a los Discursos filosóficos sobre el hombre de J. P. Forner, en los que este autor comenta la identificación que realiza Pereira entre sensación y reflexión y su consiguiente negación de la sensibilidad animal, refiriéndose además a los comentarios de Willis y a las objeciones de Palacios (vid infra).

Época precartesiana

Los autores precartesianos tienen para nosotros el interés añadido de que están centrados en la obra de Pereira y no en polémicas más o menos estériles. Entre ellos destacan Palacios, el anónimo Endecálogo contra Antoniana Margarita, Vallés, Suárez y Arriaga.

La primera reacción a la Antoniana Margarita fueron las Objeciones de Miguel de Palacios, catedrático de Teología de la Universidad de Salamanca, que se publicaron al año de ver la luz la obra de Pereira. De las varias objeciones planteadas, la más seria giraba en torno a la idea de que la fuerza sensitiva de los brutos es aprensiva y no discursiva. Pereira contestó a las Objeciones, y los textos de esta polémica aparecen junto al texto original en la segunda edición de la Antoniana Margarita. [135]

El anónimo Endecálogo contra Antoniana Margarita es un diálogo aparecido en Medina del Campo en 1556 en el que se critica a Pereira por la vía de la sátira. En él, Pereira es denunciado por un grupo de animales –murciélagos, águilas, cocodrilos, ballenas, lobos, leones y elefantes entre otros– que le acusan de haberles privado de sus sentidos. El abogado acusador –el cocodrilo– obtendrá finalmente la condena de Pereira.

Francisco Vallés, médico personal de Felipe II y profesor en la Universidad Complutense –no olvidemos que Pereira trabajó también ocasionalmente en la corte– comenta las ideas de Pereira, sin citar su nombre, en su De Sacra Philosophia (1587) publicada en Turín y que, en un breve lapso de tiempo, sería editada también en Francia y Alemania. Vallés remite el origen de la controversia a la idea de Estratón de que no puede darse el sentido sin la mente. Si esto se admite, es obligado concederles la racionalidad a los brutos o negarles la sensación. Vallés no acepta la solución de Pereira y propone considerar a los animales como seres racionales, aunque con una racionalidad inferior a la humana. Para Vallés el hombre no es solo ser racional, sino animal científico: el único capaz de utilizar el conocimiento sistemático y los conceptos universales.

Francisco Suárez, profesor en las universidades de Salamanca, Complutense, Roma y Coimbra, entre otras, comenta las tesis de Pereira en su De Anima, publicada en Lyon en 1621. Suárez rechaza los argumentos del automatismo animal tanto en el plano filosófico como en el teológico. Para él está claro que existen distintos grados en el sentir y que los signos de la sensación en los animales casi no son menores que los que encontramos en los niños y en los perturbados. Para Suárez, la solución aristotélica sigue siendo la más acertada.

Concluiremos este repaso con los comentarios de Rodrigo de Arriaga, profesor de la Universidad de Praga, y uno de los escolásticos más destacados del XVII. Arriaga (1632) resume en 5 bloques las objeciones que los escolásticos hacían a Pereira respecto de su negación de la materia prima y concluye que los críticos frecuentemente no captan la profundidad y el refinamiento de su doctrina sobre los cuatro elementos.

Conclusiones

Lo anteriormente expuesto creemos que basta para mostrar lo débil de la interpretación de la obra de Pereira que se impuso a partir del XVIII en Europa. Pereira no pasó desapercibido, fue comentado y criticado por algunas de las mejores cabezas del XVII y XVIII y, desde luego, los años de trabajo invertidos y la extensión de la Antoniana Margarita muestran que su tesis distaba mucho de ser una ocurrencia azarosa.

Descartes tenía motivos para querer desmarcarse de la sombra de Pereira. Al hilo de la cuestión del automatismo animal, Pereira se ocupa de problemas como el de la inmortalidad y la existencia del alma, y cree encontrar un argumento clave para demostrar la existencia de ésta en el principio de que «me conozco conociendo algo, todo lo que conoce existe, luego existo» (Antoniana Margarita columnas 573–574 en la ed. de 1554; pág. 277, col. 2 en la de 1749). El filósofo francés se apresuró a negar su conocimiento de la obra de Pereira cuando su confidente el P. Mersenne se la comentó: [136]

«no he visto Antoniana Margarita ni creo tener gran necesidad de verla, no más que las tesis de Lovaina o el libro de Hansenius, pero me agradaría saber donde se imprimió para poder encontrarla si la necesitase.» (Descartes a Mersenne, 23 de Junio de 1641, trad. del autor.)

Concluiremos este trabajo señalando el hecho, no por frecuente menos lamentable, de que en nuestro propio país la obra de un autor como Pereira terminó siendo percibida (vid. Bullón, 1905; Menéndez y Pelayo, 1933), a través de las versiones de autores que, como hemos visto, casi nunca manejaron realmente la obra de Pereira. Un buen ejemplo lo encontramos en el por tantas otras razones admirable Teatro Crítico Universal de Benito Feijoo. En el artículo «Racionalidad de los Brutos» atribuía a Descartes el ser el caudillo del automatismo animal pues «aunque antes de Descartes Gómez Pereira, medico de Medina del Campo (que unos hacen portugués y otros gallego) en el libro que intituló Antoniana Margarita, dió a luz esta paradoja, esforzándose largamente a probar que los brutos carecen de alma sensitiva, no tuvo séquito alguno, y su libro, sin embargo de haberle costado, como él mismo afirma 30 años de trabajo, luego se sepultó en el olvido.» (p. 131).

Esperamos haber contribuido con este trabajo a mostrar la vigencia del pensamiento de Pereira en los dos siglos posteriores a la publicación de su obra, y haber puesto de relieve que la leyenda de obra rara y pronto olvidada tejida en torno a la Antoniana Margarita fue un recurso, seguido miméticamente por numerosos autores, para soslayar la polémica sobre la originalidad del pensamiento cartesiano.

Bibliografía

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{Publicado en Revista de Historia de la Psicología, 1993, volumen 14, nº 3-4, páginas 131-137.}


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