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Gómez Pereira

Gómez Pereira
Diccionario histórico de la ciencia moderna en España
por José Mª López Piñero

(Barcelona 1983)


Gómez Pereira (n. en Medina del Campo, Valladolid, 1500; m. en Medina del Campo, post. 1558), medicina, fisiología, filosofía natural.

Hijo de un comerciante llamado Antonio Pereira, quizá de origen judeoconverso, y de Margarita de Medina, también de una familia de mercaderes, estudió artes y medicina en la Universidad de Salamanca. Allí fue discípulo de Juan Martínez Silíceo, del que aprendió la filosofía natural de orientación nominalista y asimiló el saber médico tradicional de acuerdo con los supuestos del galenismo bajomedieval anterior a la corriente humanista. Al terminar sus estudios volvió a Medina, donde permaneció el resto de su vida dedicado al ejercicio de su profesión y también a atender algunos negocios familiares. Llegó a tener gran prestigio como clínico, como lo demuestra el hecho de que fuera llamado a la corte para asistir al príncipe don Carlos, aunque no llegó a desempeñar ningún puesto en la casa real. Fue por el contrario el prototipo de médico e intelectual plenamente integrado en el estamento de los burgueses de Medina, durante los años de florecimiento comercial de la ciudad. Ello influyó en el carácter de su obra científica, que no puede equipararse a la procedente de la cultura universitaria de esta época.

Gómez Pereira publicó únicamente dos libros, ambos resultado, al parecer, de una preparación a lo largo de varias décadas. El primero, que tituló Antoniana Margarita (1554) en honor de sus padres, es una de las obras más famosas de la historia del pensamiento español. A pesar de ello, no había sido debidamente analizada hasta las recientes investigaciones de José Bernia. Su tema central es la tesis de la insensibilidad de los animales («bruta sensu carent»), que el medinense fue el primero en defender. Con un razonamiento que Laín Entralgo ha comparado al famoso de la estatua de Condillac, Gómez Pereira afirma que si los animales sintiesen, tendrían capacidad de juzgar y no se diferenciarían del hombre: «Si los brutos ejerciesen los actos de los sentidos exteriores como el hombre, al ver un perro o un caballo a su dueño, concebiría lo mismo que concibe un hombre cuando [412] ve a su señor, y afirmaría mentalmente que aquel era su dueño... luego habría que concederle la distinción, que es la más importante entre las operaciones racionales... Si los brutos sienten como nosotros y juzgan, componen y distinguen... ¿Dónde queda la diferencia específica del hombre? ¿Por qué le llamamos animal racional?» La conclusión es que los animales son autómatas –aunque Gómez Pereira no utilice esta palabra– que «se determinan a obrar y a moverse mediante ciertas cualidades transmitidas por los objetos extrínsecos a los órganos de los sentidos». Esta tesis, que le lleva a estudiar el comportamiento animal con un detalle inédito, supone una determinada filosofía natural. Bernia ha desmentido el atomismo y también el mecanicismo que Menéndez Pelayo y otros autores habían atribuido a Gómez Pereira. Su física continúa siendo la tradicional, aunque sustituya la materia prima aristotélica por los cuatro elementos considerados en su conjunto, de donde procederían las cualidades primarias. Básicamente, es la filosofía natural nominalista que había aprendido de un seguidor de los «calculatores» como Martínez Silíceo. También la anatomía y la fisiología del sistema nervioso en la que se apoya es la del galenismo bajomedieval que había estudiado en Salamanca. Su rebelión frente a la autoridad de Aristóteles y Galeno es muy distinta a la surgida en el seno del movimiento humanista. Afirma que Erasmo de Rotterdam y Ios demás autores de su mentalidad se limitan a una mera discusión terminológica, en lugar de interesarse por el discernimiento de la realidad. Considera que ha conseguido romper la «fascinación» de los clásicos, actitud que puede servir de ejemplo a los «que, como yo, se esfuercen en investigar la verdad». De todas formas recomienda cautela en la crítica de las doctrinas antiguas, que reserva para la edad madura tras una vida dedicada al estudio.

La Antoniana Margarita motivó dos críticas inmediatas. Miguel de Palacios, catedrático de teología en Salamanca, atacó a Pereira desde la ortodoxia académica en sus Objectiones adversus nonnulla ex multiplicibus paradoxis Antonianae Margaritae (1555). Francisco de Sosa, doctor avecindado en la propia Medina, defendió «que los brutos sienten y por sí mueven», en su Endecálogo contra Antoniana Margarita (1556), sátira destinada a un público burgués. Más tarde, la tesis de Gómez Pereira acerca de la insensibilidad de los animales fue expuesta y criticada por el médico Francisco Valles en De sacra Philosophia (1587) y por el filósofo y teólogo Francisco Suárez en De anima (1621), obras ambas de gran difusión en toda Europa.

En 1641 el propio Descartes, en una carta a una personalidad tan significativa como Marin Mersenne, afirmaba que no conocía el libro del médico de Medina y que no tenía interés en leerlo. A partir de esta época, sin embargo, se relacionó de modo habitual la Antoniana Margarita con la obra de Descartes, aunque solamente sus adversarios lo hicieron para cuestionar su originalidad, como ya a finales del siglo XVII hizo el obispo Pierre Daniel Huet en su [413] Censura philosophiae cartesianae (1689).

La contribución de Gómez Pereira fue también tenida en cuenta por otras figuras clave en la configuración de las imágenes modernas de organismo animal y ser humano. El médico inglés Thomas Willis lo citó como el primer autor que había afirmado que los animales carecen de sensación, en su tratado De anima brutorum (1672), título fundamental en la historia de la neurofisiología y de la anatomía comparada del sistema nervioso. Algo parecido hizo Pierre Bayle en un comentario publicado en su revista Nouvelles de la Republique des Lettres (1684) y, sobre todo, en el artículo dedicado a Gómez Pereira de su Dictionnaire Historique et Critique (1695-1697).

A mediados del siglo XVII, el jesuita Rodrigo de Arriaga y el médico lsaac Cardoso, dos españoles simpatizantes del atomismo que desarrollaron la mayor parte de su labor intelectual y científica en otros países europeos, se refirieron también a Gómez Pereira como pensador antiaristotélico. Durante la centuria siguiente, la obra del médico de Medina se convirtió, en manos de Benito Jerónimo Feijoo, Carlos Denina, Juan Pablo Forner y otros autores, en uno de los tópicos de los apologistas de la ciencia española. A ello respondió la reimpresión de sus dos libros en 1749. El enfoque citado perduró en la segunda fase de la polémica sobre la ciencia española, durante la cual Marcelino Menéndez Pelayo publicó su famoso estudio sobre la Antoniana Margarita.

El segundo libro de Gómez Pereira, Nova veraque medicina experimentis et evidentibus rationibus comprobata (1558), está fundamentalmente dedicado al estudio de las fiebres. A pesar de su arrogante título se enfrenta con la piretología tradicional con un método puramente escolástico. Lo mismo que en la Antoniana Margarita, su autor utiliza ampliamente la argumentación «ad absurdum». Los supuestos básicos son los que ya hemos expuesto. Critica a los seguidores del movimiento humanista por haber convertido la medicina en mera destreza filológica y se sitúa en un galenismo dominado por autores bajomedievales, como el avicenista Gentile da Foligno.

El contenido de esta obra ha sido estudiado en detalle por Jiménez Girona. Frente a la opinión de Gentile da Foligno y otros autores bajomedievales, Gómez Pereira afirma que el calor febril no se distingue del natural más que por su cantidad. Define la fiebre como un «calor inmoderado... engendrado en todo el cuerpo por la naturaleza, que se esfuerza en producirlo». Enuncia así un elemento básico de la concepción moderna de fiebre como un proceso reactivo. Ofrece además una nueva interpretación de su mecanismo de producción, basada en la taquicardia como fenómeno primario de la respuesta del organismo. Por lo demás, acepta la clasificación galénica de las fiebres, a las que solamente pone objeciones de importancia secundaria.

Bibliografía

I. Fuentes. Antoniana Margarita. Opus nempe Physicis, Medicis, ac Theologicis non minus utile quam necessarium, [414] Medina del Campo, G. de Millis, 1554. Nova veraque medicina experimentis et evidentibus rationibus comprobata, Medina del Campo, F. del Canto, 1558. Ambas obras fueron reeditadas en el siglo XVIII (Madrid, A. Marin, 1749). No se han localizado ejemplares de una edición en Frankfurt, 1610, que cita Nicolás Antonio.

La Antoniana Margarita es uno de los volúmenes en preparación de la serie de clásicos Hispaniae Scientia, Valencia, Valencia Cultural, 1977 ss. José Jiménez Girona ha publicado la traducción castellana del capítulo VII de la Nova veraque medicina (Archivo Iberoamericano de Historia de la Medicina, 15 [1963], 157-163).

II. Literatura Secundaria. Marcelino Menéndez y Pelayo, La «Antoniana Margarita» de Gómez Pereira, Revista de España, 60 (1878), 362-375, 474-489; 61 (1879), 63-79, 166-192. Narciso Alonso Cortés, Miscelánea vallisoletana. Quinta serie, Valladolid, Tip. Emilio Zapatero, 1930. Max Neuburger, Gómez Pereira, ein spanischer Artz des 16. Jahrhunderts, Archeion, 18 (1936), 113-116. Miguel Sánchez Vega, Estudio comparativo de la concepión mecánica del animal y su funcionamiento en Gómez Pereira y Renato Descartes, Revista de Filosofía, 13 (1954), 359-508. José Jiménez Girona, La esencia de la fiebre en Gómez Pereira, Asclepio, 18-19 (1966-1967), 439-456. José Jiménez Girona, Algunas noticias sobre la piretología de Gómez Pereira, Boletín de la Sociedad Española de Historia de la Medicina, 8 (1968), 7-12. José Bernia Pardo, La diferencia entre el animal y el hombre en la «Antoniana Margarita» de Gómez Pereira, Tesis de Valencia, 1975.

José Mª López Piñero


{Diccionario histórico de la ciencia moderna en España, Ediciones Península, Barcelona 1983, volumen 1, José Mª López Piñero: Gómez Pereira, páginas 411-414.}


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