La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Gómez Pereira

Teófilo González Vila
Noticia bio-bibliográfica sobre Gómez Pereira

IV. La suerte histórica de Gómez Pereira
2. Segundo período. De Bayle a Menéndez Pelayo


2.1. Gómez Pereira, beneficiario de la «gloria» cartesiana

El año 1684, cuando parecía que «jamás había habido un tal Pereira en el mundo»{18} lo presenta Bayle, con toda su autoridad, como el primer defensor histórico del mecanicismo animal. Antes lo había hecho, como dijimos, Vossius, aunque sin repercusión. Son la autoridad de Bayle y la grandeza de Descartes las que hacen que suene para Pereira, no tan fuerte como él lo deseara, la hora de la gloria. La «noticia» proporcionada por Bayle da lugar a una rica polémica que desde el primer momento se centra en la originalidad que, así las cosas, podría corresponder a Descartes en la defensa de unas tesis para las que en aquel momento se [106] buscan ya mucho más lejanos precursores.{19} Bayle, que no regatea (y defiende a ultranza) la gloria que Pereira merece por la formulación primera del mecanicismo animal, es también el más decidido defensor de la originalidad que, pese a todo, es necesario seguir reconociendo a Descartes. Aun cuando Pereira le hubiera proporcionado una «idea general», el mecanicismo cartesiano viene impuesto a priori –subraya Bayle– por un contexto sistemático en el que, aun sin proponérselo, lo hubiera hallado el francés, mientras que el pereirano no pasaría de ser una ingeniosa tesis aislada. Podemos encontrar repetidas casi hasta la saciedad estas consideraciones de Bayle, sobre todo en autores franceses. Al hacerse cargo de las numerosas acusaciones de plagiario recaídas sobre Descartes, su biógrafo Baillet no puede menos de enfrentarse también con la cuestión de la presunta influencia de Pereira en la formulación cartesiana del automatismo animal. Sostiene Baillet que esta doctrina no está determinada en Descartes por la necesidad de salvar la coherencia con unos principios sistemáticos, sino que se debe exclusivamente a la «libertad» de su espíritu. La teoría mecanicista habría sido obra ya del «joven Descartes» (cuando no tenía aún «principios» que salvar), y, en cualquier caso, había quedado formulada en su mente el año 1625; difícilmente, en tal caso, pudo inspirársela un autor al que, según propio testimonio, no había leído en 1641.{20} Ni las prolijas observaciones cronológicas de Baillet, ni el testimonio de Descartes (tan poco fiable a este respecto), bastan a excluir de modo definitivo la posibilidad de que el ilustre filósofo francés conociera muy pronto una obra que circulaba desde 1554 y que en Holanda era, sin duda, de más fácil acceso que en España. Entre quienes tienen a Pereira por proveedor indiscutible de Descartes, merece ser citado Huet al que para su «censura de la filosofía cartesiana»{21} hubiera bastado el que Pereira, como abiertamente reconoce Bayle, se anticipara a Descartes en la defensa de una doctrina que tanta atención concentraba en éste y [107] que era, como había recordado Baillet,{22} lo más valorado por Pascal en el pensamiento cartesiano.

2.2. Siglo XVIII. Gómez Pereira «vuelve» a España

Desde los primeros años del siglo XVIII encontramos autores españoles que se ocupan ya con Pereira, hasta ahora y desde Bayle sólo atendido por círculos intelectuales franceses en razón de su presunta influencia en Descartes. No hay reparos ahora en hablar de Pereira. Paradójicamente, Descartes nos lo convierte en una «gloria nacional». Lo cual no quiere decir, por otra parte, que vayan a realizarse estudios serios sobre su pensamiento. Quienes se pronuncian sobre él no harán sino eso: pronunciarse. Sin más razones para negar su influencia en Descartes que las expuestas por Bayle; ni con otras para afirmarla que las dictadas por un patriotismo ligero.

Da por segura la influencia de Pereira en Descartes, amplia y profunda, el jesuíta Ulloa (que hace también a Vallés precursor del automismo gassendiano). Después de largas páginas consagradas a «refutar» el mecanicismo y el atomismo, se muestra orgulloso el jesuíta de que hayan sido españoles, compatriotas suyos, los guías (aunque sea en el error) de mentes tan poderosas como la de Descartes. Rechaza Ulloa en Pereira el antihilemorfísmo y un craso materialismo que gratuitamente le atribuye. El mecanicismo que tiene presente Ulloa, difícilmente se identifica con el matizado pereirano. Mérito indiscutible de este crítico es el haber advertido las graves implicaciones gnoseológico-metodológicas entrañadas en la tesis pereirana que niega a los animales toda sensibilidad. Lamentable, en cambio, que para rechazarla parezca conformarse con la consideración, tan poco seria, de que no merece mucho crédito un médico cuando funge de filósofo. Aparte los argumentos antimecanicistas, clásicos y vulgares, Ulloa invoca de nuevo la autoridad de la Escritura. Todavía. El hecho de que Ulloa no se atreva a hacer a Pereira la más pequeña concesión «filosófica», cuando tan orgulloso se muestra de la precursoria de éste respecto de Descartes, puede estar en relación con el valioso dato que nos facilita al informamos de que el silencio español sobre Pereira no ha sido casual, sino de alguna manera, diríamos, «programado» e impuesto como modo el más eficaz de refutarle.{23} Muy de pasada se refieren a Pereira en la [108] primera mitad del XVIII, Martín Martínez{24} y Calmet.{25} Lugar destacado en esta historia corresponde, por evidentes razones, a Feijoo. Para el ilustrado y enciclopédico fraile ovetense, el «caudillo» indiscutible de quienes niegan conocimiento y alma a los animales es Descartes, pues aun cuando Pereira se le adelantara en dar a luz semejante «paradoja», «no tuvo séquito».{26} La fuente de Feijoo no puede estar más a la vista: Bayle. O no tuvo a mano las obras de Pereira, o no se tomó la molestia de leerlas. Tanto ingenio, sin embargo, concede a Pereira y tan penetrante como, a su juicio se necesita para incurrir en determinados errores. Para Feijoo (que llega a conceder alguna especie de discurso a los animales), el mecanicismo es, por supuesto, un grave error que, por respeto a Descartes, considera «ilustre», cuando muy probablemente, defendido sólo por el español Pereira, le hubiera parecido lamentable y vulgar delirio.

La segunda y hasta ahora última{27} edición de las obras de Pereira, datada en Madrid, justo a mediados del siglo XVIII (año 1749), al calor del creciente interés por el mecanicismo, se presenta con todos los pronunciamientos favorables y cuantas licencias pudieran entonces exigirse. Los PP. Juan de Aravaca y Gallo emiten los informes para la eclesiástica y civil respectivamente. Tantos son y tan grandes los elogios con que viene envuelta la obra de Pereira en esta segunda salida, como fueron graves las reticencias que le acompañaron en la primera. Y hasta tal punto resultan panegiristas los censores mismos que uno de ellos, Gallo, reconoce haberse dejado arrebatar por el patriótico entusiasmo cuando le tocaba actuar sólo de juez. Aravaca y Gallo coinciden en elogiar del modo más encendido la agudeza de ingenio, la libertad de opinión, la sagacidad investigadora y el amor a la verdad que revelan las obras sometidas a su juicio. Ambos reconocen que Pereira fue relegado al olvido en su propia patria, y lamentan que hayan sido los extranjeros quienes le acogieran, estudiaran, siguieran y aún despedazaran. A ninguno de ellos cabe la menor [109] duda de que entre los principales beneficiarios pereiranos se encuentra Descartes mismo, y, con más o menos dureza, se quejan de que se haya querido discutir a Pereira una gloria que en justicia le corresponde (sin merma de la inmarcesible que se ha ganado el filósofo francés). Están de acuerdo asimismo en certificar la más estricta ortodoxia del pensamiento pereirano. Gallo, por su parte, no quiere entrar en la cuestión de si el movimiento que tiene su arranque en Pereira ha sido beneficioso o no para la causa católica. En cualquier caso (viene a advertirnos) habría sido el abuso, que no el uso, de la «filosófica libertad de nuestro Gómez», el que habría hecho incurrir a algunos en extremos a los que no hubieran llegado si imitaran a Pereira también en la piedad y en la moderación de sus dictados.{28}

No parece que esta segunda edición remediara el desconocimiento existente sobre Pereira, pues poco después nos encontramos con referencias a su obra que se nos antojan hechas «de oídas». Así, en un autorizado diccionario histórico de la medicina, aparecido el año 1755, se halla dos veces registrado el nombre de nuestro autor y en ambas mal identificado: en el primer caso aparece como un «Gómez» (cuyo segundo apellido y nombre fueran respectivamente Pereira y Jorge), de muy improbable influencia en Descartes; en el segundo, como «Pereira» (a quien acertadamente ahora se le da el nombre de Gómez) y sin referencia alguna a su posible influencia en el pensamiento cartesiano.{29} Por estas fechas, el P. Isla tributa a Pereira elogios regocijadamente hiperbólicos.{30} Mejor informado está, sin [110] duda, D. Andrés Piquer, que maneja la segunda edición y la ha leído al menos con detenimiento suficiente para considerarse autorizado en el reproche que dirige a quienes no lo han hecho en absoluto. Es de quienes, al par que consideran lamentable «abuso» el entonces muy extendido de considerar «máquina» al hombre, parecen orgullosos de que haya un español en la fuente de tal «dislate». Piquer, sin embargo, hace notar (y esto demuestra que ha leído la AM con algún cuidado), que nunca Pereira tuvo a los animales por puras «máquinas». Da por supuesta la influencia de Pereira en Descartes, y subraya la mayor abundancia de razones con que el español apuntala la teoría «mecanicista».{31} Pero las noticias sobre Pereira siguen siendo fluctuantes: el mismo Nicolás Antonio, según dijimos, no las tiene muy seguras.

Con más o menos fuerza, el nombre de Pereira sonará durante la polémica a que diera origen el «negativo» interrogante formulado retadoramente por Masson de Morvilliers en 1782: «Pero, ¿qué se debe a España? Desde hace dos siglos, desde hace cuatro, desde hace seis, ¿qué ha hecho por Europa?».{32} Ya en la Repensé, de Denina, a cuestión tamaña sale a relucir Pereira como gloria científica española indiscutible, principalmente en razón de lo mucho que, a Juicio del abate, le debía Descartes.{33} Poco antes, Lampillas (otro abate, éste español, aunque exiliado), en una obra de inequívoco título apologético, daba a Pereira por fuente segura de Descartes, y se vanagloriaba de que el pensador castellano, a diferencia de Cardano y de Giordano Bruno, no manchara su nombre «con la superstición, ni con detestable impiedad».{34} Citar a Pereira como «gloria nacional» resulta ya un tópico. En el último cuarto del siglo XVIII, dentro del ambiente creado por el desafío de Masson de [111] Morvilliers, o como eslabones sueltos entre esta polémica y la que luego habrá de sostener Menéndez Pelayo, no faltan quienes insisten en la dependencia del automatismo cartesiano respecto del peirerano, y, entre otros, Férnandez Valcarce, el ilustre deán de Palencia{35}, Forner{36} y Eximeno.{37} Decidido apologista Forner, que asume expresamente la defensa de la filosofía española, parece fundar su elogio de Pereira en un buen conocimiento de la AM.

2.3. Gómez Pereira en el siglo XIX, antes de 1867

No parece que sea fácil encontrar durante los primeros cuarenta años del siglo XIX sino referencias aisladas a Pereira. Como la de Alvarado, que, sin contar con muy firmes conocimientos sobre el asunto, da por sentada la deuda cartesiana con Pereira.{38} Es muy probable que cualesquiera otros aludan por esta época a nuestro autor, se limiten a repetir el esquema apologético, puesto en circulación por Denina. Quienes prestan a Pereira mayor atención en este momento son los historiadores de la medicina española Chinchilla y Hernández Morejón. Hace el primero un apretado resumen de las doctrinas filosóficas y médicas de Pereira (que, por cierto, lo es más de las primeras).{39} Hernández Morejón cita también a Bordeau como autoridad sobrada para dar por segura la siempre traída aportación pereirana a la filosofía de Descartes.{40} Ambos historiadores concuerdan en elogiar sin medida el talento filosófico de Pereira, y celebran que haya sido el primero en detectar las deficiencias de la filosofía escolástica. Lamentemos, por nuestra parte, que historiadores de la medicina no se ocupen precisamente con el Pereira médico: ya es significativo que recomienden también la lectura de la NVM.{41} De 1856 es el «manifiesto» de Gumersindo Laverde en defensa de la filosofía española. Con grandilocuencia se refiere al «vario y magnífico cuadro de la Filosofía española [112] en los siglos XVI y XVII» y llega a hablar de «pereirismo».{41bis} Dos años después, pese a la proclama laverdiana, Fernández Cuevas, que dedica no pocas páginas a esta discutida filosofía española, silencia sorprendentemente el nombre de Pereira.{42}


Notas

{18} «i1 n'etoit guère plus connu à notre siècle, que s'il n'eût jamáis été mis au monde» hasta el punto de que alguien pudo hacerle nacer en pleno si-glo XII (Bayle, Dictionaire historique et critique (5 em ed. Des-Maizeaux, Amsterdam-Leiden, 1695. 1697), t. III, art. «Pereira (Gometius)», p. 650. Aún después de Bayle no faltará quien, al parecer, incluya en nombre de Pereira en una obra dedicada a damas ilustres por aquello quizá de la Antoniana Margarita (Véase J. G. Ebert, Gabinet der gelehrten Frauenzimmer (1706). p. 23. [106] {volver}

{19} Según referencia marginal de Bayle, Dictionaire historique et critique (ed. c., p. c.),1a noticia aparece por vez primera en Nouvelles de la République des Lettres, Mars 1684, article II, pp. 20, et suiv. El artículo dedicado a PEREIRA (Gometius) en el Dictionaire, ed. c., ocupa las páginas 649-56. {volver}

{20} Adrien Baillet, La Vie de Monsieur DesCartes (París 1691; reedición facsímil de Georg-Olms Verlag-Hildesheim, New York 1972), t. I, pp. 51 ss. {volver}

{21} P.D. Huet, Censura Philosophiae Cartesianae c. 8, n. 8 (ed. Venetiis 1734, pp. 193 ss.). [107] {volver}

{22} A. Baillet, o.c., t. I, p. 52. {volver}

{23} J. Ulloa, Physica speculativa (Romae 1713), Prologus; disp. I, «c. II; disp. U, c. II; De anima (Romae 1715), disp. I, c. VIII, n. 172, p. 132. [108] {volver}

{24} Amigo de Feijoo, publica Martín Martínez (1684-1734) numerosas obras, entre Las cuales Medicina sceptica y cirugía moderna con un tratado de operaciones quirúrgicas (Madrid 1722) suscita entonces una amplia controversia. {volver}

{25} S. Calmet, Dictionarium biblicum (Augustae Vindelicorum 1738), art. «Bestia», t. I, pp. 214 ss., donde nos dice de la obra de Pereira: «Adeo incuriosis oculis lecta... ut ne refutatione quidem digna censeretur». {volver}

{26} Fr. Benito Jerónimo Feijoo y Montenegro, Teatro Critico Universal, discurso 9, párrafo II, nn. 10 s. (Madrid, Francisco del Hierro 1729), t. 3, pp. 182 ss. {volver}

{27} Como ya se dijo en la primera parte de este trabajo al desechar el testimonio de Nicolás Antonio respecto de una edición «Francofurti» en 1610. [109] {volver}

{28} NVM (Madrid 1749). Censura P.D. Joannis de Aravaca. Presbyteri Congregationis SS. Salvatoris (fechada el 10-2-1749), folio 2. P. D. Nicolai Gallo, Congregationis SS, Salvatoris Presbyteri. Censura (fechada el 29-1-1749), folios 3-4. {volver}

{29} Nicol.-Francois-Joseph Eloy, Dictionaire historique de la Medicine ancienne et moderne (Liége 1755), t. I, p. 418; t. II, p. 267. Quien haya llamado «Jorge» (George) a Pereira tuvo fortuna, pues el error se repite con facilidad. Lo encontramos, p.e., también en la que hemos consultado séptima edición del Nouveau dictionaire historique ou histoire abregée de toutes les hommes que se font fait un nom... par une Socité de Gens-de-Lettres (1789), t. VII, p. 132. Consúltense: J.B. Ladvocat, Dictionaire historique portatif (1572); Christophe Saxe, Onomasticum literarium sive nomenclator historico-criticus praestantissimorum omnis aetatis scriptorum (Utrech 1775-1790); J.J. Schelhorn, Amoenitates litterariae (Francfort 1725-1790); Dictionaire universel historique, critique et bibliographique... enrichie des notes et additions des abbés Brotier et Mercier de Saint-Léger, &c., d'aprés le heutième edition publiée par MM. Chaudon et Delandine (9 me edition París 1810 revue, corrigée et augmentée... par une Societé de Savants Françáis et Etrangers, t. XIII, pp. 594 s.) {volver}

{30} F. Isla, Historia de Fray Gerundio de Campazas, alias Zotes (1757), 1. 2, c. VI, n. 8 (Madrid, Gabriel Ramírez, 1787), t. I, p. 278. [110] {volver}

{31} Andrés Piquer y A., Discurso de don... médico de Cámara de S. M. sobre el Sistema del Mecanicismo (Madrid, Ibarra 1768), pp. 54-57. {volver}

{32} Enciclopedie Méthodique (París 1782). Geographie Moderno, art. «Es-pagne», t. I, pp. 554-568. {volver}

{33} Denina l'Abbé, Réponse a la question, que doit-on a l'Espagne, Discours lu à l'Academie de Berlín dans 1'Assablée publique du 26 Janvier l'an 1786 (Madrid s/f), 16 s.–La primera respuesta al desafío de Masson de Morvilliers fue la de Cavanilles (Observations de M. L'Abbé Cavanilles sur l'article Espagne de la Nouvelle Enciclopedie, París, Jombert, 1784), que se esfuerza en probar la la contribución de los españoles a la Ciencia en aquellos tiempos. Denina, con mejor acuerdo, se remonta al pasado. {volver}

{34} Lampillas F. J., Saggio storico apologético della letteratura spagnola contro le pregiudicate opinioni di alcuni moderni scrittori, traducción española de doña Josefa Amar y Borbón (Zaragoza, 1784), t. II de la parte II.-, p. 173 s. [111] {volver}

{35} V. Fernández Valcarce, Desengaños filosóficos (Madrid 1787), c. I, párrafo XI, t. I, p. 151. {volver}

{36} J. B. P. Forner, Discursos filosóficos sobre el hombre (Madrid 1787), pp. 184 ss. {volver}

{37} A. Eximeno, Institutiones Philosophiae et Mathematicae (Madrid 1786), t. II, 1. IV, c. VIII, nn. 186 s. {volver}

{38} Fr. Francisco Alvarado, Cartas filosóficas (Madrid 1825), Carta VIII, t. 5, p. 96. {volver}

{39} A. Chinchilla y Piqueras, Anales históricos de la Medicina en general. Historia de la Medicina Española (Valencia 1841), pp. 369-386. {volver}

{40} A. Hernández Morejón, Historia bibtiogra.fica de la Medicina Española, (Madrid 1843), t. III, pp. 37-47. {volver}

{41} A. Hernández Morejón, o.c., p. 46. [112] {volver}

{41bis} G. Laverde y Ruiz, De la filosofía en España: Diario Español (Madrid, 1 de octubre de 1856). Cf. del mismo. De la filosofía española: Revista de Instrucción Pública (30 diciembre 1850); Proyecto de una biblioteca de filósofos españoles: Revista de Instrucción Pública (17 de marzo de 1859), sin firmar. Y de Menéndez Pelayo, Carta-prólogo de la 1a 1ª edición de La Ciencia Española (CE I 7 ss.) (1876).–Allí encontraba Laverde una escuela donde pareciera apuntar un filósofo, aunque más tarde reconociera que, en su afán de encarecer las excelencias de la filosofía española, había «fantaseado» «escuelas y corrientes doctrinales, más o menos conformes con la verdad» (Discurso inaugural del curso académico de 1884 a 1885 en la Universidad de Santiago, en CE I, p. 231 s.) (Aunque, según «nota del Colector», en la edición nacional de las obras de Menéndez Pelayo la redacción del citado discurso laverdiano es obra de este último: cf. CE, ibidem). {volver}

{42} J. Fernández Cuevas, S.I., Historia philosophiae ad usum academicae iuventutis. Historia philosophiae hispanae (Madrid, Eusebio Aguado, 1858), 176-294. {volver}


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