Filosofía en español 
Filosofía en español

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Biblioteca Carlos Marx · Dirigida por Wenceslao Roces · Sección II. Los fundadores

C. Marx y F. Engels, El Manifiesto Comunista

Versión española por W. Roces. Editorial Cenit, Madrid 1932, 502 páginas

 
“Notas aclaratorias” de D. Riazanof
 
3. La decadencia de la economía medieval, la época de los descubrimientos geográficos y los orígenes del mercado mundial

  páginas 99-102  

 

La sociedad medieval, basada en la producción en pequeña escala, se hallaba ya envuelta en un activo proceso de decadencia durante la segunda mitad del siglo XV. Los progresos de la economía monetaria, resultado de las crecientes facilidades del cambio, así interior como exterior, crearon condiciones favorables para el desarrollo del capital numerario y mercantil. En el campo, el pago de los tributos feudales va haciéndose cada vez más en dinero en vez de en especie; las condiciones de la pequeña producción, lo mismo la libre que la servil, son cada vez más desfavorables; los terratenientes feudales van convirtiéndose en agricultores y echan mano de todos los recursos con tal de obtener riqueza en forma de dinero. Las fastuosas cortes y las enormes comitivas de los señores feudales fueron disueltas, y sus huestes, privadas ahora de dueño, y con ellas los campesinos que habían sido despojados de las tierras que ellos y sus antepasados venían cultivando durante tantas generaciones, fueron a engrosar las filas de los «pícaros y vagabundos», que infestaban los caminos y las ciudades. A su vez, los gremios independientes, minados por las disensiones entre maestros y oficiales, cayeron bajo la férula del capital mercantil.

Los innumerables adelantos técnicos experimentados por los medios de producción metalúrgica, la manufactura textil, la navegación, los armamentos, la relojería, los instrumentos astronómicos, la invención de la imprenta y los progresos de las investigaciones científicas, especialmente los nuevos descubrimientos hechos en el mundo astronómico: todo vino a imprimir un poderoso impulso a las fuerzas productoras, alentando a los hombres de carácter emprendedor a asumir la iniciativa. La competencia desatada entre los comerciantes y manufactureros de las costas occidentales del Mediterráneo o los de las orillas del Atlántico (sirvan de ejemplo los puertos de Génova y Lisboa) y los venecianos, que tenían el monopolio del mercado del Asia y eran dueños del Mediterráneo oriental, movió a los mercaderes aventureros portugueses, españoles y genoveses, a buscar una nueva ruta hacia las Indias. El príncipe Enrique el Navegante (1394-1460), cuarto hijo del rey Juan de Portugal y la princesa Felipa de Inglaterra, hija de Juan de Gante, se habían distinguido ya, en los comienzos del siglo XV, por los servicios prestados en materia de descubrimientos geográficos. Aquel fué quien mandó barcos a algunos lugares de la costa de Africa hasta entonces desconocidos, y sus capitanes quienes descubrieron en 1418 y 1420 las islas de Madeira y Porto Santo. A él se debió el fletamento de una expedición para explorar las Azores, cuya colonización por los portugueses progresó rápidamente. Por el año 1460, los barcos del príncipe Enrique se habían aventurado hasta cerca del Ecuador, a unas cien leguas más allá de Cabo Verde. En 1486, Bartolomé Días (1455-1500) dió la vuelta al cabo de Buena Esperanza. Antes de que los portugueses pudieran organizar una nueva expedición para el descubrimiento de las Indias, el navegante genovés Cristóbal Colón (1446-1506) partió en su busca por la ruta occidental, y en 1492 descubrió las Antillas. Juan Cabot (1450-1498) y su hijo Sebastián (1474-1557) desembarcaron en las costas de Norteamérica en 1497. Pero hasta un año más tarde no coronó Vasco de Gama (1460-1524) la obra comenzada por Días, abriendo una ruta oceánica hacia la India. Dos años después, el navegante florentino Américo Vespuccio (1451-1512), del cual se deriva el nombre de América, desembarcaba en las costas del Brasil. En 1500, el comandante portugués Pedro Alvarez Cabral (muerto en 1526) emprendió, enviado por el rey, la ruta de Vasco de Gama, pero vientos adversos lo desviaron tanto de su camino, que hacia el Viernes santo de aquel año arribó a las costas del Brasil. Y finalmente, Fernando Magallanes (1470-1521), primer navegante que dió la vuelta al globo, se abrió paso hacia el Pacífico a través del estrecho que lleva su nombre.

Estas empresas y descubrimientos pusieron al mercado mundial en condiciones de absorber la creciente producción del siglo XVI, siglo en que comienza la era capitalista moderna.

La cruel devastación y el horrible saqueo de las poblaciones indígenas por los primeros conquistadores –Cortés (1485-1547) en Méjico, y Pizarro (1476-1541) en el Perú, por ejemplo– no abrieron paso hasta la segunda mitad del siglo XVI a la explotación sistemática de las tierras vírgenes con la ayuda del trabajo de los esclavos. Durante varios siglos, África fué un vasto campo de caza para los negreros, que se adentraron por el continente negro en busca de esclavos para el mercado americano. De 1508 a 1860, cruzaron el Atlántico más de quince millones de negros, y otros tantos murieron durante la travesía, víctimas de los «filantrópicos» esclavistas portugueses, españoles, franceses y, sobre todo, británicos. «El mercado de esclavos dió a Liverpool rango de gran ciudad, pues ese mercado era allí el método de la acumulación originaria. En Liverpool había hasta hace muy poco tiempo “respetables” ciudadanos dispuestos en todo momento a abogar con caluroso entusiasmo por el mercado esclavista. Véase, por ejemplo, la obra del Dr. Aikin, escrita en 1795, en que se habla de aquel «audaz espíritu aventurero que caracterizó el mercado de Liverpool, elevándolo rápidamente al presente nivel de prosperidad, dando empleo a gran número de marinos y navegantes, y reforzando en grandes proporciones la demanda y el mercado para las manufacturas del país...» (Marx, Capital, t. I, pg. 842). A comienzos del siglo XIX, cuando el desarrollo de la industria algodonera inglesa dió nuevo impulso a la producción del algodón en rama de los Estados norteamericanos del Sur, la esclavitud había llegado a ser del otro lado del Atlántico una institución nacional y la cría de esclavos una empresa comercial muy rentable.

El descubrimiento y explotación de las minas de oro y plata de Bolivia a partir de 1545, y las de Méjico, a partir de 1548, contribuyó a engrosar las enormes reservas de oro y plata acumuladas por los europeos. La producción de plata desde el año 1501 a 1544 se elevó a unos 460 millones de marcos; desde 1546 a 1600 alcanzó la cifra de 2.880 millones. La cantidad de monedas de plata puestas en circulación revela un aumento proporcional a esa alza.

La colonización sistemática de Norteamérica por los ingleses comenzó en 1620. Los franceses siguieron sus huellas. Al principio, los portugueses se hicieron dueños de las Indias Orientales; pero en 1600 los ingleses y los holandeses acometieron casi si multáneamente una campaña mediante la cual, luchando contra sus rivales de Europa (los portugueses y, más tarde, los franceses), fueron poco a poco sentando el pie en ellas. Los primeros europeos que concertaron relaciones con China fueron los portugueses, que se apoderaron de Macao en 1557. Los ingleses no se establecieron en las costas chinas hasta 1684.

(páginas 99-102.)