La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Reloj de Príncipes / Libro III

Capítulo XLV
De una carta que escrivió el Emperador Marco Aurelio a Lamberto, governador de Ponto, en la qual le haze saber cómo ha desterrado a todos los truhanes de Roma y se los embía a aquella ysla. Divídela el auctor en tres capítulos. Es letra muy notable para los que tienen por magnificencia tener un loco en su compañía.


Marco Aurelio, único Emperador romano, señor de la Asia, confederado con la Europa, amigo de los afros y enemigo de los mauros; a ti, Lamberto, governador de la ysla del Ponto, salud a tu persona y amor con los dioses te dessea.

De los aforros que me embiaste ando aforrado, y del baltheo que me presentaste ando vestido, y de los perros de caça estoy muy contento; porque es todo ello tan bueno, que se huelga el cuerpo en gozarlo, y los ojos en mirarlo, y aun el coraçón en agradescerlo. Embiéte a pedir pocas cosas, y las que pedía eran de burla, y parésceme que tú embiásteme muchas y muy de veras, en el qual caso te uviste no como criado, sino como amigo; porque oficio de los buenos y generosos coraçones es ofrescer a sus amigos no sólo lo que les piden, mas aun lo que piensan que les querrían pedir. Por cierto que proporcionaste tú mejor el servicio con tu nobleza que no yo la demanda con mi cobdicia; porque (si te acuerdas) yo te embié a pedir doze aforros, y tú embiásteme doze dozenas; mostré tener gana de unos seys perros de caça, y tú embiásteme doze, los mejores que avía en la ysla. Ha suscedido este caso en tal manera, que yo gano honra y tú cobras buena fama; porque en lo poco que yo pedí verán mi poca cobdicia y en lo mucho que tú embiaste verán tu mucha largueza. [871] Lo que me embiaste te tengo en servicio, y a los dioses ruego siempre te den buen hado, que, como tú sabes, los beneficios sabemos agradescerlos, mas no tenemos poderío para pagarlos; porque el hombre que se atreve a rescebir de otro algún beneficio, oblígase a ser su perpetuo esclavo. Yo no puedo ser tu esclavo, pero seré tu amigo; y huelga desto más que de lo otro; porque, siendo siervo, servirte ýa con temor; mas, siendo amigo, aprovecharte he con amor.

Veniendo, pues, al caso de la ocasión porque agora te escrivo es que, como vees, aý te embío tres naos cargadas de truhanes y de maestros de farsas y locos; y no te los embío todos, porque si te embiara a todos los locos que ay en Roma, de gentes estrangeras oviéramos de poblar toda la tierra. El oficio que éstos tenían era en que los truhanes dezían gracias y aun malicias a las mesas, otros tañían rodajas en las bodas, otros cantavan y contavan donayres a las puertas, otros representavan farsas en las plaças, otros entravan a las matronas romanas con nuevas, otros componían y leýan libros de locuras, y aún yo te juro por Hércules que no faltavan oyentes en aquellas escuelas. Hágote saber, Lanberto, que se han dado essos truhanes tan buena maña en enseñar locura, y la juventud romana se ha cevado tanto en aprenderla, que si los maestros cupieron en tres naos, no cabrían los discípulos en ciento. De una cosa estoy maravillado, y aún aýna diría de los dioses escandalizado, y es: ¿por qué los torvellinos derruecan las casas?, ¿por qué los aguaduchos llevan las puentes?, ¿por qué las eladas yelan las viñas?, ¿por qué los rayos rompen las torres?, ¿por qué los terremotos derruecan los edificios?, ¿por qué los ayres corruptos matan a los hombres cuerdos?; y, junto con esto, ¿por qué no ay una pestilencia que acabe a los locos? ¡O!, triste de ti, Roma, que quien bien te mirare y curiosamente te escudriñare verá en ti que capitanes fuertes, senadores honestos, censores justos, oficiales fieles y príncipes virtuosos, todos éstos te faltan; solamente truhanes, locos y juglares te sobran.

¡O!, qué servicio harías a los dioses, y qué provecho a nuestra madre Roma, si por tres naos de locos nos embiasses siquiera un barco de hombres cuerdos. No quisiera dezirlo, pero al [872] fin no lo dexaré de dezir, y es que yo he visto locos, oýdo he muchas locuras, pero jamás vi tan gran loco ni menos oý tan sobrada locura como a muchos generosos de Roma y Italia que tienen por estado y grandeza tener un truhán en su casa. Yo tengo por más loco al hombre que se precia de mantener a un loco que no a esse mismo loco; porque el loco tiene respecto de cuerdo, pues se llega al cuerdo; mas el cuerdo tiene indicios de loco, pues se allega al loco. ¿Para qué buscan los honbres cosas de burla, pues todo lo deste mundo es una burla burlada? ¿Para qué buscamos locos, pues todo lo que dezimos y hazemos es una porfiada locura? ¿Para qué buscamos truhanes que nos digan donayres fingidos, pues nuestros trabajos no son fingidos sino verdaderos? ¿Para qué holgamos con los que nos lisongean con mentira, pues no ay quien nos diga ni una verdad sola? ¿Para qué buscamos locos fingidos, pues todos los más de nosotros somos locos verdaderos? Veo yo a muchos en Roma que, aun tratando con hombres honestos, son ellos dissolutos; tratando con sabios, son ellos simples; tratando con prudentes, son inconsiderados; y, tratando con locos, ¿piensa alguno que han de ser ellos cuerdos? Si tratáremos con piadosos, piadosos seremos; si tratáremos con crueles, crueles seremos; si tratáremos con mentirosos, mentirosos seremos; si tratáremos con verdaderos, verdaderos seremos; y, si tratáremos con locos, locos seremos; porque quales son los maestros que tenemos y las doctrinas que oýmos, tales son las sciencias que aprendemos y las obras que hazemos.

Dionisio Siracusano, famoso tyrano que fue en Sicilia, dixo a Diógenes el philósopho: «Dime, Diógenes, ¿qué condiciones de gentes han de tener los hombres en su casa y con qué personas han de repartir su hazienda?» Respondióle Diógenes: «El hombre cuerdo, para que viva en paz en su república y para que no vea mal gozo de su hazienda, no deve dar de comer, ni se deve acompañar, sino de los viejos porque le aconsejen y de los moços porque le sirvan, de los amigos porque le favorezcan y de los pobres porque le loen.» Loó mucho el tyrano Dionisio lo que dixo aquel philósopho, pero no supo aprovecharse de aquel consejo; porque, si se mostrava tyrano [873] en el robar, también se mostrava indiscreto en el gastar. Presupuesto que sea verdad lo que dixo Diógenes el philósopho (conviene a saber: que a los ancianos, a los siervos, a los amigos y a los pobres hemos de dar de comer), veamos si por algunas destas razones será justo que se dé de comer a los truhanes.

Lo primero, parésceme que es bien escusado pensar que los truhanes son capazes de darnos consejos, pues no los tienen para sí mismos; porque los hombres que por su voluntad se hizieron locos sería gran locura tratarlos como cuerdos. Lo segundo, parésceme que es pensamiento vano pensar que los truhanes nos han de servir como siervos; porque estos malaventurados sólo por huyr el trabajo tomaron oficio tan inominioso. Lo tercero, paresce cosa vergonçosa y de gran afrenta determinarse algún hombre generoso de tener algún truhán por su familiar amigo, ca los tales ni deven ni pueden ser computados entre los verdaderos amigos, pues nos aman no por lo que valemos, sino por lo que tenemos. Lo quarto, parésceme que es bien escusado pensar que so título de pobres sea justo dar de comer a los truhanes, ca los tales no podemos dezir que tienen pobreza, sino dezir que les falta la riqueza y les sobra la locura. Pues los truhanes y los maestros de farsas para tenerlos por amigos son infames, para tenerlos por servidores son inábiles, para pedirles consejo son imprudentes; parésceme que es cosa liviana gastar con livianos ninguno su hazienda. Como las intenciones sean manifiestas a solos los dioses y muy ocultas a los hombres, no ay cosa en que más los buenos aprueven y manifiesten sus intenciones ser buenas o ser malas, que es en las palabras que dizen y en las compañías que toman. [874]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Relox de Príncipes (1529). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo II, páginas 1-943, Madrid 1994, ISBN 84-7506-415-9.}

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Edición digital de las obras de
Antonio de Guevara
La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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