Proyecto Filosofía en español Antonio de Guevara 1480-1545 |
Reloj de Príncipes / Libro III
Capítulo XL
Do el auctor prosigue su intento y habla muy profundamente contra los engaños del mundo.
El Emperador Trajano dixo una vez a su maestro, que era el gran filósofo Plutharco: «Di, maestro, ¿por qué comúnmente ay más malos que buenos, y por qué sin comparación son más los que siguen los vicios que no los que se abraçan con las virtudes?» Respondióle el gran Plutarco: «Como nuestra natural inclinación sea más inclinada a lascivia y pereza que no a castidad y abstinencia, los hombres que se esfuerçan a seguir las virtudes son pocos y los que afloxan las riendas en pos de los vicios son muchos. Y sabe si no sabes, Sereníssimo Príncipe, que todo este mal procede de yrse gentes en pos de gentes y no razón en pos de razón.» Flaca y mísera es nuestra naturaleza, pero al fin no podemos negar que para todos los trabajos no hallemos remedios en ella, lo qual paresce ser verdad en que si nos congoxa el sol, acogémonos a la sombra; si es trabajo caminar, remediámonos con yr cavalgando; si es peligroso el mar, navegámosle con naos; si nos fatiga el frío, allegámonos al fuego; si nos aquexa la sed, amansámosla con bever; si nos enojan las lluvias, aprovechámonos de los tejados; si ay pestilencia en un lugar, acogémonos a otro; si tenemos enemigos, aprovechámonos de nuestros amigos. Finalmente digo que no ay tristeza y trabajo que no esté para él inventado algún passatiempo.
Presupuesto esto ser verdad, como es verdad, pregunto agora yo a todos los mundanos si por ventura han hallado algún remedio contra los trabajos y engaños deste mundo. Si yo no me engaño, y si algo siento de lo deste mundo, los remedios [844] que el mundo da para los trabajos son por cierto más trabajos que essos mismos trabajos, por manera que son cauterios que no nos sanan las llagas y déxannos quemadas las carnes. Quando las enfermedades no son muy enconadas y peligrosas, muchas vezes huelgan más los enfermos de sufrir unas lentas calenturas que no tomar xaropes ni purgas para quitarlas. Quiero dezir que es el mundo tan engañoso y doblado, que siempre haze lo contrario de todo esto, es a saber: que si nos persuade a vengar una afrenta, es porque recibamos en vengarla otras mil afrentas; y que pensando sacudir de nosotros un cuydado, se nos recrezcan infinitos cuydados; por manera que este maldito adalid, imaginando que nos lleva por tierra segura, al mejor tiempo da con nosotros en la celada.
Los príncipes y grandes señores, en los pensamientos que tienen y en las palabras que dizen tiénense en mucho; y después, en las obras que hazen y en los tratos que tratan, tiénense en poco. Lo contrario de todo esto haze este mal mundo, el qual con todos los que trata en las promessas y halagos es muy manso; y después, en las ventas y compras que haze, es muy cauteloso y sobervio; porque (hablando la verdad) el mundo nos cuesta a nosotros muy caro y nosotros nos vendemos a él muy barato. Mucho dixe en dezir que nos vendemos barato, que a la verdad mejor dixera en dezir que nos damos de balde; porque son muy pocos los que llevan del mundo soldada y son infinitos los que le sirven no más de con una vana esperança. ¡O!, príncipes y grandes señores, avísoos y ruégoos no os fiéys de fe, ni de palabra, ni de promessa deste mundo, aunque jure y perjure que guardará todo lo que con vosotros tiene capitulado, que, dado caso que luego os honre mucho, os halague mucho, os visite mucho, os ofrezca mucho, os dé mucho, no es sino que os lo quiere dar poco a poco, y después en un día quitároslo todo junto; porque es ya vieja costumbre del mundo que aquéllos que él pone más adelante, aquéllos después dexa más atrás.
¿Qué confiança podemos tener nosotros del mundo y de sus halagos y regalos, en pensar que algún día nos emos de ver privados dellos? Y (lo que más es) que se da tan buena maña con los unos y con los otros, que en los hombres que les [845] sobran los años y que era razón que ya les faltassen los vicios, en aquéllos más que en otros sopla más el huego para que ardan más sus tizones. De manera que este malicioso mundo a los ricos pone nueva cobdicia y en los viejos engendra cruda avaricia, y esto en el tiempo que ya no es tiempo della. En mucho se ha de tener que el mundo nos engañe, pero en más se ha de tener pensar que no estamos engañados; porque pensamos estar libres y tiénenos de secreto presos; pensamos estar sanos y tiénenos desahuziados; pensamos que nos sobra mucho y fáltanos todo lo necessario; pensamos tener por muchos años segura la vida y de secreto está contra nosotros emboscada la muerte; pensamos que nos tienen por cuerdos y tiénennos atados como a locos; pensamos que aumentamos la hazienda y desminuymos en la hazienda y aun en la conciencia; finalmente digo que por el camino que pensamos perpetuar la fama y la vida, por allí perdemos la vida y la fama, y esto sin esperança de más cobralla.
¡O, mundo inmundo!, ¡cómo en breve espacio nos rescibes y nos despides!, ¡cómo nos allegas y nos desechas!, ¡cómo nos alegras y nos entristeces!, ¡cómo nos contentas y descontentas!, ¡cómo nos enxalças y nos humillas!, ¡cómo nos castigas y nos halagas! Finalmente digo que nos tienes tan embovescidos y con tus brevajos tan entossigados, que estamos sin ti contigo y, teniendo dentro de casa al ladrón, salimos defuera a hazer la pesquisa. Aunque los hombres son diferentes en los gestos, muy más varios y diferentes son en los apetitos; y, como el mundo tiene ya esperiencia de tantos años, para todos los géneros de gentes tiene sus apetitos aparejados. Y es el caso que, como siente de uno que es presuntuoso, procúrale honras; al que vee ser avaro, procúrale riquezas; al que conoce ser goloso, preséntale manjares; al que sabe que es carnal, cévale con mugeres; al que siente que es perezoso, déxale holgar; y el fin porque todo esto haze es para que después que como a peces los tuviere cevados eche sobre ellos la red de los vicios.
Notad, grandes príncipes; notad, valerosos señores; y es que, dado caso que un príncipe se vea señor de todo el mundo, ha de pensar que de ningún valor es su señorío si el tal [846] príncipe no es virtuoso; porque muy poco aprovecha que sea uno señor de los hombres viciosos si él es siervo de los vicios. Muchos dizen que los engaña el mundo y muchos dizen que no pueden apoderarse con el mundo, a los quales podemos responder que si a las primeras tentaciones quisiéssemos nosotros al mundo resistir, es impossible que tantas vezes él nos osasse acometer; porque de nuestra poca resistencia nace su mucha osadía. Ni sé si lo dissimule, ni sé si lo calle, ni sé si lo diga esto que quiero dezir, pues ello lastima tanto a mi coraçón de sólo pensarlo, en que más prontos siento a mis ojos para llorarlo, que no ábiles a mis pulgares para escrevirlo. Después es el triste caso, que assí se dexa cada uno governar del mundo como si no tuviesse Dios en el cielo, ni uviesse jurado de ser christiano acá en la tierra; porque todo lo que él quiere, queremos; lo que él sigue, seguimos; lo que él elige, eligimos; y (lo que es de mayor lástima) que si dexamos de caer en alguna poquedad, no es porque de nuestro natural la dexaríamos de cometer, sino porque el mundo no nos la quiere mandar.
Poco es lo que he dicho respecto de lo que quiero dezir, y es que nos tiene ya el mundo tan hechos a su mano, que de una hora a otra nos muda el gusto de todas las cosas desta vida, por manera que nos haze aborrescer oy lo que amávamos ayer; nos haze quexar ogaño de lo que mucho loávamos antaño; nos haze despedir agora lo que eligimos no ha mucho tiempo; nos haze tomar nuevo odio con los que teníamos antigua amistad; finalmente digo que nos haze el mundo aborrecer en la vida lo que después muchas vezes lloramos en la muerte. Si el mundo diesse a sus amadores cosa perfeta y cumplida, no sería mucho que por algún tiempo se detuviessen en el servicio de su casa; mas, pues en el mundo son todas las cosas aún no como juro de por vida, sino como un empréstido que se ha de tornar otro día, no sé yo quál es el loco que del mundo espera cosa perpetua; porque todo lo que él da con tal condición lo da con que se lo den quando él lo pidiere, y no que se lo tornen quando ellos quisieren.
¿Por ventura puédenos dar el mundo vida perpetua? Digo que no, por cierto; porque al tiempo que nos es más dulce la [847] vida, entonces nos saltea de súbito la muerte. ¿Por ventura puédenos el mundo dar bienes temporales en abundancia? Digo que no, por cierto; porque jamás tuvo alguno tantas riquezas, que no fuesse más lo que le faltava que no lo que le sobrava. ¿Por ventura puédenos el mundo dar alegría que sea alegría perpetua? Digo que no, por cierto; porque, sacados los días que nosotros emos menester para llorar y las horas necessarias para suspirar, aún no nos queda un momento para reýr. ¿Por ventura puédenos el mundo dar salud perpetua? Digo que no, por cierto; porque los hombres de larga vida sin comparación son más las enfermedades que padecen que no los años que viven. ¿Por ventura puédenos el mundo dar perpetuo reposo y descanso? Digo que no, por cierto; porque, si son pocos los días que vemos al cielo sin ñublos, muy menos son las horas que vemos al coraçón sin cuydados. Pues en este mísero mundo no ay salud perpetua, no ay riqueza perpetua, no ay alegría perpetua, no ay vida perpetua; querría yo saber qué es lo que los mundanos quieren del mundo, pues saben que no tiene cosa buena que les dar el mundo; porque al fin todo lo que da, o es emprestado, o es a logro; y si a logro, no a ganancia de dineros, sino con retorno de vicios.
¡O!, hijos de vanidad, ¡o!, maestros de liviandad, pues ya os determináys de seguir y servir al mundo, no esperéys del mundo sino cosas del mundo; porque en él no ay sino sobervia, invidia, luxuria, odio, yra, blasfemia, avaricia y locura; y, si le preguntáys si tiene en su señorío alguna cosa virtuosa, responderos ha que jamás se vendió tal mercaduría en su tienda. No piense nadie que dará el mundo a nosotros lo que él no tiene para sí; y, si alguna vez queremos con él, y él con nosotros, cambiar alguna cosa, es tan subtil en el vender y tan curioso en el comprar, que lo que toma es colmado y lo que nos da es con peso falso y corta medida. [848]
{Antonio de Guevara (1480-1545), Relox de Príncipes (1529). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo II, páginas 1-943, Madrid 1994, ISBN 84-7506-415-9.}
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