La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Reloj de Príncipes / Libro II

Capítulo XXXII
Do se habla en general de la criança de los hijos, ya que es tiempo de darles ayos, y quánto les va a sus padres en dar buena criança a sus hijos. Trae el auctor para provar esto muy notables historias, en especial de un padre y un hijo que fueron a pleyto delante un philósopho, y de lo que cada uno dellos dixo, y de lo que el philósopho sentenció. Es capítulo muy notable para entre padres cuerdos y hijos locos.


Todos los mortales que quieren trabajar y ver buen fructo de su trabajo dévense aver en su trabajo como se uvo el Eterno Pintor en pintar el mundo; porque el hombre que pone a Dios por veedor de sus obras, es impossible poder errar en ellas. Lo que por fe tenemos, y por escriptura leemos, es que el Opífice Eterno en muy breve espacio crió al mundo con su potencia, pero por muy largos tiempos le conserva con su sabiduría, de do se infiere que el trabajo de hazer una cosa es breve y el cuydado de conservarla es prolixo. Cada día acontesce que un capitán esforçado aplaza una batalla, y al fin dale Dios victoria della, pero preguntemos al tal vencedor quál le ha sido mayor trabajo o en qué ha sentido mayor peligro, conviene a saber: en alcançar la victoria de sus enemigos, o en conservarla entre los embidiosos y maliciosos. Yo juro que iure el tal cavallero que no ay comparación del un trabajo al otro; porque con la espada sangrienta se alcança la victoria en una ora y para conservarla en reputación es menester el sudor de toda su vida.

Laercio, en el libro de las Vidas de los filósofos, cuenta, y aun el divino Platón haze mención dello en los libros de su República, [538] que, oyendo los tebanos cómo los lacedemonios tenían muy buenas leyes, por las quales eran de los dioses favorecidos y de los hombres eran muy honrados, acordaron de embiar allá a un filósofo entre ellos muy estimado, que avía nombre Phetonio, y mandáronle que pidiesse las leyes a los lacedemonios y que mirasse muy bien qué tales eran sus costumbres y ritos. Los tebanos en aquellos tiempos eran hombres generosos y valerosos, de manera que su principal fin era alcançar fama por los edificios y hazerse de inmortal memoria por ser virtuosos; porque en edificar eran curiosos y para las virtudes tenían buenos philósophos.

Partióse el philósopho Phetonio y estuvo en el reyno de los lacedemonios algo más de un año, mirando muy por menudo todas las cosas de aquel reyno; porque los hombres simples no miran las cosas más de para cevar los ojos, pero el sabio míralas para alcançar sus secretos. Ya después que este buen philósopho estava satisfecho de aver visto todas las cosas de los lacedemonios, acordó tornarse a los thebanos; el qual, como fuesse venido, concurrió a verle y oýrle todo el pueblo; porque la vanidad del vulgo es de tal condición, que sigue las invenciones nuevas y aborresce las cosas antiguas. Junto, pues, todo el pueblo, el buen philósopho Phetonio puso en meytad de la plaça una horca, una mordaza, un cuchillo, unos açotes, unos grillos y unas esposas, lo qual hecho, como todos los thebanos no menos se escandalizassen que se espantassen, díxoles esta sola palabra: «Vosotros, los thebanos, me embiastes a los lacedemonios para que supiesse sus leyes y ritos, y a la verdad yo he estado allá más de un año mirándolo todo muy por menudo; porque los philósophos somos obligados a mirar no sólo lo que se haze, pero aun saber por qué se haze. Sabed, thebanos, que ésta es la respuesta de mi embaxada, conviene a saber: que los lacedemonios en esta horca ahorcan a los ladrones, con este cuchillo degüellan a los traydores, con esta mordaza atormentan a los parleros, con estos açotes castigan a los vagabundos, con estos grillos detienen a los sediciosos, con estas esposas atan a los jugadores; finalmente digo que yo no os traygo por escripto las leyes, pero tráygoos los instrumentos con que se conservan las leyes.» [539]

Espantados los thebanos de ver aquellas cosas, dixéronle estas palabras: «Mira, Phetonio, nosotros no te embiamos a los lacedemonios por instrumentos para quitar la vida, sino por buenas leyes para regir la república.» Replicóles a esto el philósopho Phetonio: «O thebanos, hágoos saber que, si supiéssedes lo que sabemos los philósophos, veríades quán fuera están de lo cierto vuestros pensamientos, ca los lacedemonios no son tan virtuosos por las leyes que ordenaron los muertos, quanto por el modo que han hallado para sustentarlas los bivos; porque las cosas de justicia más consisten en esecutarlas y conservarlas, que no en mandarlas ni en ordenarlas. Fácilmente se ordenan las leyes, pero con gran dificultad se executan; porque para hazerlas ay mil, pero para ponerlas en execución no ay uno. Muy poco es lo que sabemos los que somos agora respecto de lo que supieron los antiguos; pero, con mi poco saber, yo me profiero de ordenar tan buenas leyes a vosotros, los thebanos, como las tienen los lacedemonios; porque no ay cosa más fácil que ordenar lo bueno y no ay cosa más común que seguir lo malo. Pero ¿qué aprovecha?, que, si ay quien ordene las leyes, no ay quien las entienda; si ay quien las entienda, no ay quien las esecute; y, si ay quien las esecute, no ay quien las conserve; y, si ay quien las conserve, no ay quien las guarde; y, si ay uno que las guarde, ay mill que las reprueven; porque sin comparación son más los que murmuran de lo bueno que no los que afean y contradizen lo malo. Vosotros, los thebanos, escandalizástesos porque traxe estos instrumentos; pues hágoos saber que si no queréys horca y cuchillo para conservar lo que fuere ordenado, ternéys la escritura llena de leyes y ternéys la república llena de vicios; porque yo os juro que aya más thebanos que sigan los regalos de Dionisio que no varones virtuosos que sigan las leyes de Licurgo. Si vosotros, los thebanos, desseáys mucho saber con qué leyes los lacedemonios conservan su república, yo vos las diré todas de palabra; y, si quisiéredes leerlas, yo os las mostraré por escriptura. Pero esto ha de ser con una condición: que juréys aquí todos en público que sola una vez cevaréys los ojos en leerlas, y cada día emplearéys las personas en guardarlas; porque mayor gloria tiene el príncipe [540] en hazer guardar una sola ley de hecho, que no en ordenar mill leyes por escripto. No avéys de tener en mucho vosotros, los thebanos, dessear ser virtuosos en el coraçón, ni avéys de tener en mucho preguntar por la virtud con la boca, ni avéys de tener en mucho buscarla con los pies. Lo que avéys de tener en mucho es saber qué cosa es ley virtuosa; y, sabida, luego executarla; y, después de executada, trabajar de conservarla; porque no está la suprema virtud en hazer una obra virtuosa, sino en el sudor que se passa por la conservación della.»

Éstas, pues, fueron las palabras que dixo el philósopho Phetonio a los thebanos, los quales, según dize Platón, tuvieron en más las palabras que les dixo que no las leyes que les traxo. Por cierto, en este caso a mi parescer son de loar los de Thebas y es de loar al philósopho y a sus palabras, ca el fin dellos era buscar buenas leyes para vivir, y el fin del philósopho era buscar buenos medios para en la virtud los conservar. Y para esto parescióle ser bueno ponerles delante los ojos la horca y el cuchillo con los otros tormentos; porque los malos muchas vezes se refrenan de lo malo más por miedo del castigo que no porque ellos aman lo bueno. Todo lo sobredicho he querido aquí traer no para más de que vean y conozcan todos los hombres curiosos y virtuosos en quán poco tenían los antiguos el començar, el mediar, ni acabar obras virtuosas, respecto de la perseverancia y conservación dellas.

Viniendo, pues, ya al propósito de lo que mi pluma anda arrodeando, pregunto agora yo qué aprovecha que a los príncipes y grandes señores les dé Dios grandes estados, sean muy fortunados en sus casamientos, sean de todos muy acatados, tengan grandes thesoros para sus erederos y, sobre todo, vean sus mugeres preñadas, véanlas después en el parto alumbradas, las madres críen a sus pechos a sus criaturas, en hallar buenas amas sean dichosas. Todo esto aprovecha poco si a sus fijos, ya que crescen, no les dan buenos maestros que les enseñen la Escriptura y no los encomiendan a buenos ayos que les enseñen a bivir a ley de cavallería. Los padres que con sospiros rompen los cielos y con oraciones importunan a los santos sólo por aver hijos, devrían primero pensar [541] para qué quieren los hijos; porque muy justo es que se niegue lo que con mal fin se procura.

A mi parescer, el padre devría dessear tener un hijo para que en la vejez le sustente con honra la vida y después de muerto haga que viva su fama. Y si el padre no dessea el hijo para esto, a lo menos deve quererle para que en la vejez honre sus canas y en la muerte erede sus riquezas; pero, según lo que cada día oýmos, pocos hijos hemos visto hazer esto con sus padres en la vejez si sus padres no los criaron bien en la mocedad; porque jamás se coge buena fruta en la octoñada si no echa buena hoja el árbol en la primavera. Muchas vezes veo a los padres dar crudas quexas de sus hijos, diziendo que les son desobedientes y sobervios, y no paran mientes que ellos mismos son causa de todos aquellos daños; porque el sobrado regalo de la mocedad no es sino agüero de desobediencia en la vejez. Yo no sé los príncipes y grandes señores cómo trabajan y mueren por dexar a sus hijos grandes estados, y por otra parte vémoslos en dotrinar y enseñar a sus hijos que son muy perezosos; porque a la verdad han de hazer cuenta los príncipes y grandes señores que todo queda perdido quanto dexan en poder de algún mal eredero. Los hombres cuerdos, y que en sus consciencias y honras son recatados, deven tener gran advertencia en criar bien a sus hijos y junto con esto mirar muy por menudo a sus hijos si serán capazes de eredar sus estados, y si acaso vieren los padres que sus hijos se dan más a la locura que a la nobleza y criança, entonces mucho me escandalizaría yo si viesse que un honrado padre eligiesse passar la vida con trabajo no por más de dexar mucha hazienda a un hijo loco. Cosa es lastimosa de contar, y no menos es monstruosa de ver, el cuydado que tienen los padres en llegar hazienda y la solicitud y priessa que tienen los hijos en desperdiciarla, y en tal caso yo diría y digo que el hijo es fortunado en lo que ereda y el padre es loco en dexarle lo que le dexa. A mi parescer, son obligados los padres a criar bien a sus hijos lo uno porque son hijos, lo otro porque son sus próximos, y lo otro porque han de ser sus erederos; porque a la verdad con mucha lástima deve tomar la muerte el que dexa mal empleado el sudor de su vida. [542]

Hiarco, historiador griego, en el libro de sus Antigüedades, y Sabéllico, en su General historia, dizen que al muy famoso y muy antiguo philósopho Solón Solonino vinieron a quexarse un padre de un hijo y un hijo de un padre, en que primero formó la querella el hijo, diziendo estas palabras al philósopho: «Yo me quexo de mi padre a causa que, él siendo rico y yo siendo pobre, él siendo mi padre y yo siendo su único hijo, en vida me ha deseredado y ha procreado un fijo adotivo por eredero, lo qual mi padre no devía ni podía hazer; porque dándome él el ser de carne tan flaca, justo es que me dé hazienda para sustentar su flaqueza.»

A estas palabras respondió el padre: «Yo me quexo de mi hijo, a causa que no me ha sido fijo sino crudo enemigo; porque en todas las cosas desde que nasció siempre me ha salido aviesso. Y a esta causa yo le deseredé en vida; y holgara que, en quitándole yo la herencia, le quitaran los dioses la vida; porque muy cruel es la tierra pues no le traga vivo al hijo maldito que a su padre haze un desacato. En lo que dize que yo procreé otro hijo de nuevo, yo confiesso que es verdad; y en lo que dize que yo le alancé de la herencia siendo engendrado de mi carne propia, a esto respondo que yo no deseredé a mi hijo, pero deseredé a su regalo de mi trabajo; porque no puede ser cosa más injusta que en los sudores y gotas del padre viejo se bañe y se regale el fijo moço y vicioso.»

Replicó el hijo a su padre, y dixo estas palabras: «Yo confiesso que a mi padre le he sido enojoso, y también confiesso que he vivido muy regalado, pero (hablando la verdad) si yo soy regalado y malo, mi padre tiene la culpa, porque no me doctrinó siendo niño; y, si por esta causa él me echa de la herencia, él me haze gran sinjusticia, porque el padre que no cría bien a su hijo siendo moço, injustamente le desereda siendo viejo.»

Tornó a replicar a esto el padre y dixo: «Es verdad, hijo, que yo te regalé mucho quando eras pequeño, pero junto con esto bien sabes tú que muchas vezes te doctriné y aun castigué quando eras ya grande; y, si en la niñez no te enseñé doctrina, fue porque en aquella tierna edad no eras capaz de entenderla. Después quando yo te castigava y doctrinava, eras [543] capaz de entenderla, y tenías edad para cobrarla, y aun fuerças para exercitarla; porque do no ay abilidad y fuerças en la persona, en vano enseñan a ninguno doctrina.»

El hijo tornó a replicar y dixo: «Por ser tú viejo y por ser yo moço, por ser tú mi padre y por ser yo tu hijo, por tener tú canas y por carescer yo de barbas, es muy justo seas tú creýdo y sea yo condenado; porque en este mundo muchas vezes lo vemos que la poca auctoridad de la persona le haze perder su mucha justicia. Yo te confiesso, padre mío, que quando era niño tú me hazías enseñar a leer; pero no me negarás que, si hazía alguna travessura, que no me la consentías castigar; y de aquí nasció que, por dexarme tú hazer todo lo que yo quería siendo niño, te aya sido desobediente siendo ya grande. E dígote más, que si en este hecho yo tengo culpa, a la verdad de mi culpa tú no tienes desculpa, ca los padres en la tierna edad no han de enseñar a disputar a sus hijos qué cosa son virtudes, sino avezarlos y apremiarlos a que sean virtuosos; porque muy gran bien es que quando los moços venimos en edad de conoscer lo malo, estemos acostumbrados de obrar lo bueno.»

Oýdas, pues, ambas las partes por el philósopho Solón Solonino, dixo estas palabras: «Yo doy por mi sentencia que el padre deste moço, porque no le castigó siendo niño, que carezca de sepultura después de muerto; y mando que el hijo deste padre, porque no creyó y obedeció a su padre quando era ya moço, carezca de la erencia siendo vivo, con tal condición que lo erede su hijo después de él muerto; porque muy injusto sería que la innocencia del hijo fuesse condenada por la malicia del padre. Ítem mando que toda esta hazienda sea depositada en una fiel persona para que dé de comer al padre siendo vivo y haga una sepultura al hijo después de muerto. No sin causa he dado esta sentencia, la qual comprehende a la vida y comprehende a la muerte, ca los dioses no quieren que por un delicto sea doblado el castigo, sino que a unos castiguemos en la vida quitándoles la honra o la hazienda, y a otros castiguemos en la muerte quitándoles la memoria o la sepultura.» Por cierto fue muy grave la sentencia que dio aquel philósofo, y oxalá lo tuviéssemos por juez deste siglo, que yo juro él hallasse oy muchos hijos que deseredar, y aun [544] a muchos padres que castigar; porque no sé quál es mayor: la desvergüença de los hijos en desobedescer a sus padres, o el descuydo de sus padres en enseñar y castigar a sus hijos.

Cuenta Sexto Cheronense, libro segundo De dictis philosophorum, que preguntó un ciudadano de Athenas al philósopho Diógenes, diziendo: «Dime, Diógenes, ¿qué haré para estar bien con los dioses y no estar mal con los hombres; porque muchas vezes oý dezir a vosotros, los philósophos, que es muy diferente lo que los dioses quieren de aquello que los hombres aman?» Respondióle Diógenes: «Más dizes de lo que piensas, en dezir que los dioses quieren uno y los hombres aman otro; porque los dioses no son sino un centro de clemencia y los hombres no son sino un abismo de malicia. Tres cosas has de hazer si quieres gozar del reposo desta vida y conservar con todos tu innocencia: lo primero, honra mucho a tus dioses; porque el hombre que a sus proprios dioses no hiziere servicio en todas las cosas será desdichado. Lo segundo, pon muy gran diligencia en criar bien a tus hijos; porque el hombre no tiene enemigo tan enojoso como es a su proprio fijo si es malcriado. Lo tercero, sé agradecido a tus bienfechores y amigos; porque el oráculo de Apolo dixo que todo hombre que fuesse ingrato de todo el mundo sería aborrescido. E dígote más, amigo, que para esta vida, de todas estas tres cosas, la más provechosa aunque más enojosa es criar el ombre bien a sus hijos.» Ésta, pues, fue la respuesta que dio Diógenes el filósofo a la pregunta que le hizo aquel ciudadano.

Gran lástima es ver a un mancebo la sangre cómo le está herviendo, ver la carne cómo le llama al señuelo, ver la sensualidad cómo le haze reclamo, ver al mundo cómo le está capeando, ver al demonio cómo lo está tentando, ver a los vicios cómo le están combidando; y en todo esto el padre, como si no tuviesse hijo, assí está descuydado (como sea verdad que el hombre virtuoso y anciano, por las pocas virtudes que él tuvo siendo mancebo, podrá imaginar los infinitos vicios de que está cercado su hijo). Si los expertos nunca uviessen sido ignorantes, si los padres nunca uviessen sido hijos, si los virtuosos nunca uviessen sido flacos, si los agudos nunca uviessen sido engañados; no sería maravilla los padres en dar a sus [545] hijos criança uviesse en ellos alguna negligencia; porque la poca experiencia mucho escusa a los hombres de la culpa. Pero, pues tú, que eres padre y primero fueste hijo, eres viejo y primero fuiste moço, y junto con esto primero te enriscó la sobervia, te encenagó la luxuria, te acuchilló la yra, te adormesció la pereza, te derrocó la avaricia, te venció la gula; dime, cruel padre: pues tantos vicios han passado por ti, ¿por qué no pones guarda en el hijo que nasció de ti? Y, si no lo hizieres porque es tu hijo, déveslo hazer porque es tu próximo; porque es impossible el moço que es de muchos vicios combatido y no socorrido, que al fin al fin no sea derrocado y aun con infamia de su padre sea vencido. Impossible es sustentarse la carne si no está salada; impossible es vivir el pez fuera del agua; impossible es no se seque la rosa apartada de la espina. Pues tan impossible es que los padres vean por largos tiempos buen gozo de sus hijos si los hijos no son bien criados. Y, encaresciendo más la cosa, digo que, en la sagrada religión christiana, do ay buena criança, siempre se presume aver buena conciencia.

Muy notorio es entre los escriptores cómo Eschines el filósofo fue desterrado de Athenas, y se vino con su casa y hijos a morar a Rodas. Y fue la ocasión que él y el filósofo Demóstenes tenían en la república muy grandes diferencias, y los athenienses acordaron de alançar al uno y quedarse con el otro. Y hizieron bien; porque a la verdad de las diferencias de los sabios se suelen levantar las guerras en los pueblos. Este filósofo Eschines, estando allí desterrado en Rodas, entre las otras hizo una oración muy solenne en la qual reprehende mucho a los rodos, a causa que eran muy negligentes en la criança de sus hijos, diziéndoles estas palabras: «Hago saber a vosotros, los rodos, que vuestros antepassados presumían y se preciavan descender de los lidos, los quales lidos sobre todas las naciones eran muy cuydadosos en criar a sus fijos; y desto era ocasión una ley que avía entre ellos que dezía: 'Ordenamos y mandamos que, si un padre tuviere muchos hijos, solamente ereden la fazienda los más virtuosos; y, si no uviere sino uno virtuoso, él lo herede todo; y, si acaso fueren todos los hijos viciosos, todos sean de la erencia alançados; porque los bienes ganados con trabajos no es justo los ereden hijos viciosos'.» [546] Estas palabras dixo Eschines en el Senado de los rodos; y, aunque dixo otras muchas cosas en aquella oración que hizo, no hazen a este propósito; porque entre los graves escriptores pierde mucha auctoridad la escritura quando el auctor sale del propósito que habla.

Que diga la verdad, yo no me maravillo que los hijos de los príncipes y grandes señores sean sobervios, ni me maravillo que sean adúlteros, ni me maravillo que sean golosos: lo uno porque la juventud es madre de la ociosidad; lo otro porque la poca esperiencia les escusa mucho la culpa; lo otro porque, muertos sus padres, no menos se entran en la erencia cargados de vicios que si estuviessen arrodeados de virtudes. Si tuviessen por cierto los moços livianos que avían de passar por la ley de los lidos, de manera que no avían de eredar si no fuessen virtuosos, es impossible que alguna vez no se fuessen a la mano y que no osassen afloxar tanto las riendas al mundo; porque mucho más se abstienen de no hazer mal con temor de no perder lo que tienen, que no por amor de hazer lo que deven. Yo no niego que, según la diversidad de los padres, assí son varias las inclinaciones que tienen los hijos, en que unos siguiendo su buen natural son buenos, y otros no resistiendo a sus sensualidades son malos; pero también digo que en este caso haze mucho al caso que el buen padre desde niño enseñe bien a su hijo, de manera que lo malo que le dio naturaleza lo emiende con buena criança; porque muchas vezes la costumbre buena prevalesce contra la inclinación mala.

Los príncipes y grandes señores que quieren ser curiosos en la criança de sus hijos deven informarse de los ayos a qué vicios y a qué virtudes son inclinados sus fijos; y esto ha de ser para favorescerlos en lo bueno y para que se desvelen en yrles a la mano en lo malo; porque no se pierden los hombres quando son grandes sino porque les dexaron hazer lo que querían quando eran pequeños. Sexto Cheronense, en el ii libro De los dichos antiguos, cuenta que un ciudadano de Thebas estava un día comprando en la plaça de Athenas muchas cosas, y para la qualidad de su persona las más dellas eran superfluas y muy poco necessarias. Y en este caso no menos son culpados los pobres que los ricos y los ricos que los pobres; [547] porque es tan poco lo que para sustentar la vida es necessario, que no ay hombre que tenga tan poco que, bien mirado, no tenga algo superfluo. Pues como en aquellos tiempos Athenas y su república fuesse luz de toda la Grecia, era ley en Athenas muy usada y muy antigua que ninguna cosa se osasse comprar ni vender sin que primero un filósofo lo uviesse de tassar. Y a la verdad la ley era muy buena, y oxalá en nuestros tiempos fuesse guardada; porque no ay cosa que más destruye a la república que permetir a unos que vendan como tiranos y permetir a otros compren como locos.

Quando comprava todas aquellas cosas el tebano, hallóse presente un filósofo, el qual dixo estas palabras al ciudadano tebano: «Dime, te ruego, hombre de Tebas, ¿para qué gastas tus dineros en lo que ni es necessario para tu casa ni menos es provechoso para tu persona?» Respondióle el tebano: «Hágote saber que yo compro todas estas cosas para darlas a un hijo mío de xx años, el qual nunca cosa hizo que mal me pareciesse, ni cosa me pidió que yo se la negasse.» Respondió a esto el philósopho: «¡O!, bienaventurado tú si, como eres padre, fueras hijo, y lo que el padre dize del hijo, el hijo dixera del padre; pero muy mucho me escandalizo de lo que has dicho; porque fasta los xxv años no ha de saber el hijo contradezir a los consejos del padre, ni el buen padre ha de condescender a los apetitos del hijo. Agora de nuevo te llamo padre malaventurado, pues tú estás al querer del fijo y no está el hijo al querer y parecer tuyo; de manera que perviertes la orden de naturaleza, en que el padre es hijo de su hijo y el hijo es padre de su padre; pero al fin al fin yo te juro por los dioses immortales que tú llores a solas de que seas viejo lo que con tu hijo reíste quando eras moço.» Aunque las palabras deste philósopho fueron pocas, no ay hombre de juyzio delicado que no juzgue las sentencias ser muchas.

Concluyo con esto en que los príncipes y grandes señores deven mucho encomendar a los ayos de sus hijos que los avezen a desavezarse de seguir sus apetitos, de manera que los descaminen del parescer proprio y los encaminen en el parecer ajeno; porque los hijos de los buenos, en tanto que les dexan hazer su voluntad propria, es impossible que tomen buena criança. [548]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Relox de Príncipes (1529). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo II, páginas 1-943, Madrid 1994, ISBN 84-7506-415-9.}

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Antonio de Guevara
La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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