La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Reloj de Príncipes / Libro II

Capítulo XXII
Cómo en presencia del Magno Alexandro fue disputada esta qüestión, conviene a saber: qué tanto tiempo han de mamar los niños; y de la variedad y diversos ritos que tenían los antiguos en criar y dar a mamar a sus hijos. En especial cuenta el auctor lo que hazían los siciomios, los egypcios, los caldeos, los mauritanos, los alobros y los yndios.


Dize Quinto Curcio que el Magno Alexandro, el qual fue último rey de los macedonios y fue primero Emperador de los griegos, después que uvo vencido al rey Darío y se vio único señor de toda la Asia, fuese a descansar a Babilonia; porque costumbre es entre los guerreros después de una prolixa guerra yrse cada uno a descansar a su casa. El rey Philipo, el qual fue padre del Magno Alexandro, siempre aconsejó a su hijo que traxesse en su campo valerosos capitanes para conquistar el mundo y que eligiesse de sus tierras los más escogidos sabios para governar el Imperio. Y tenía razón el padre de dar tal consejo a su hijo, porque con el consejo de los sabios se sustenta lo que con el esfuerço de los hombres valerosos se gana. Estando, pues, el Magno Alexandro en Babilonia, después que avía ya conquistado a toda la tierra, como la tierra era muy viciosa y su exército salía de tan prolixa guerra, ocupávanse los suyos unos en hurtar lo ageno, otros en jugar lo suyo proprio; éstos en forçar mugeres, aquéllos en hazer combites; quando los unos estavan borrachos, los otros levantavan ruydos; de manera que no sé quál era mayor: el orín en las armas o la corrupción en las costumbres; porque propriedad es en la malicia humana quando a la ociosidad se abre la [482] puerta entrarse los vicios a tropel por casa. Visto por el Magno Alexandro la dissolución que andava en su exército y la perdición que de allí se podía seguir a su gran Imperio, mandó con riguroso mandamiento que se hiziessen grandes torneos en Babilonia para que exercitassen allí sus fuerças la gente de guerra; y, según dize Aristóteles en el libro De las qüestiones de Babilonia, era la cosa en el torneo de entre ellos y ellos tan porfiada, que a las vezes más muertos y heridos escapavan de los torneos que no de una sangrienta escaramuça de los enemigos. Hablando según ley de gentiles (los quales ni esperavan gloria por las virtudes ni temían infierno por morir en los torneos), el mandamiento de Alexandro fue muy justo; porque, haziendo lo que hizo, a su exército quitó del vicio que le dañava y para sí mismo alcançó perpetua memoria, y aun fue más seguridad para su república. No contento este buen príncipe de dar quehazer a sus exércitos, ordenó que en su presencia disputassen cada día los filósofos, y la qüestión que avían de disputar el mismo Alexandro la avía de proponer, de do se seguiría el Magno Alexandro ser cierto de lo que estava dudoso y cada filósofo faría su oficio; porque no menos se cargan de polvo los libros de que no se abren que se toman del orín las armas de que no se exercitan. Ay un libro de Aristóteles, que se intitula De las qüestiones de Babilonia, do se dize que Alexandro proponía, los filósofos disputavan, los príncipes de Persia assistían, Aristóteles determinava, y que tanto la disputa durava quanto Alexandro comía; porque a la mesa del Magno Alexandro un día los capitanes conferían las cosas de la guerra y otro día los filósofos disputavan en su filosofía.

Dize Blondo en el libro Italia illustrata que era costumbre entre los príncipes de Persia que ninguno no se pudiesse assentar a su mesa si no fuesse rey que uviesse vencido a otro rey en batalla, y ninguno podía hablar a su mesa si no fuesse philósopho; y a la verdad la costumbre era muy generosa; porque no ay mayor disparate que querer uno que el príncipe se estreme en hazerle muchas y muy señaladas mercedes sin que él se aya estremado en muchas y muy señaladas obras. No comía el Magno Alexandro más de una vez al día, y a esta [483] causa la primera qüestión que les propuso fue: el hombre que no comía más de una vez al día a qué hora comería para más salud de su persona, si sería a la mañana, o a la noche, o al mediodía. Y fue la qüestión porfiada entre los filósofos, y cada uno para defender su opinión traxo muchos fundamentos; porque no menos los sabios fatigan a sus juyzios para salir con su disputa que los valerosos capitanes aventuran sus fuerças para vencer una batalla. Según cuenta allí Aristóteles, y aún haze mención dello en sus Problemas, fue determinado que el hombre que no come sino una vez al día deve comer poco antes que sea de noche, ya que se viene la tarde; porque haze mucho a la salud de la persona que, quando se comiença la digestión en el estómago, tome al paciente en el primero sueño.

La segunda qüestión que Alexandro mandó disputar fue quál era la edad más congrua en que al niño o niña convenía quitar la teta, y la ocasión desta qüestión fue que Alexandro tenía una niña que mamava, la qual él avía avido en una reyna amazona; y sobre si era tiempo o no era tiempo de destetar a la niña entre los médicos avía muy gran contienda, porque la niña era grande para mamar y era muy flaca para destetar. No por más he querido contar esta historia de querer mostrar cómo en Babilonia fue esta qüestión delante Alexandro disputada, conviene a saber: quántos años conviene que mame la criatura; porque los niños en aquella edad son tan innocentes que ni saben pedir lo bueno ni quexarse de lo malo. Acerca de este caso es de saber que, assí como son varios los tiempos y diversas las regiones y provincias, assí han sido varios los modos y maneras de criar, mamar y destetar a las criaturas; porque la diferencia que ay de unas naciones a otras en morir y dar la sepultura a los cuerpos, tanta variedad ha avido en el modo de criar y dar leche a los niños. [484]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Relox de Príncipes (1529). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo II, páginas 1-943, Madrid 1994, ISBN 84-7506-415-9.}

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La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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