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Antonio de Guevara 1480-1545

Reloj de Príncipes / Libro I

Capítulo XLIV
Cómo el Emperador Theodosio a la hora de la muerte proveyó que sus hijos Arcadio y Honorio fuessen con hombres sabios criados; y de lo que passó entre el ayo destos dos príncipes y un philósopho; y pónense aquí diez géneros de hombres viciosos que han de ser de las casas de los príncipes alançados.


Ignacio, el historiador, cuenta, en el libro que compuso De los dos Theodosios, y de los tres Arcadios, y quatro Honorios, que el primero y gran Theodosio, teniendo edad de cincuenta años y aviendo governado el imperio xi, queriéndose morir como de hecho murió, llamó a Arcadio y a Honorio, sus dos fijos, y dióles a Estellicón y a Rufino por ayos y por governadores de sus estados y señoríos. Ante que muriesse el padre ya avía criado césares a los hijos; y a la verdad los moços no tenían más de cada xvii años; y parecióle al viejo que aún no estavan maduros para governar tantos y tan grandes reynos; y a esta causa les dio tales tutores y ayos. No es regla general ésta: en que si uno ha xxv años tenga más prudencia para governar los reynos que no otro de xvii años, ca cada día lo vemos que aprovamos y loamos x años de uno, y reprovamos y maldezimos xl años en otro. Muchos príncipes ay que, si son en la edad tiernos, son en el seso maduros; y por contrario ay otros príncipes que son en la edad ancianos y son en el seso muy tiernos. Quando murió el buen Emperador Vespasiano, competían sobre el Imperio Tito, su hijo, y otro senador viejo; y a Tito no tachavan otra cosa sino que era muy moço; y, como llegassen a votar sobre el caso, dixo el senador Rogerio Patroclo en el Senado: «Para mí, más quiero príncipe moço y cuerdo que no príncipe viejo y loco.» [318]

Tornando, pues, al propósito de los hijos de Theodosio, Estellicón, que fue el ayo de Arcadio, hablando un día con un philósopho griego y muy sabio que avía nombre Epimundo, díxole:

Ya sabes, Epimundo, que tú a mí y yo a ti nos conocemos; y cómo en el palacio del Emperador Theodosio, mi señor, nos criamos; y cómo él es muerto y nosotros vivimos; y quánto fuera mejor que él viviera y nosotros muriéramos; porque para ser criados de príncipes ay muchos, pero para ser príncipes buenos ay muy pocos. Yo no siento otro mayor trabajo en este mundo que es conocer a muchos príncipes en su reyno; porque el hombre que ha visto muchos príncipes en su vida, ha visto muchas novedades y tribulaciones en la república. Ya sabes que quando murió Theodosio, mi señor, me dixo estas palabras, y aun las palabras yvan acompañadas de sospiros y bañadas en lágrimas:

«¡O!, Estellicón, ya vees que muero y estoy para el otro mundo de camino, do tengo de dar estrecha cuenta de todos los reynos que he tenido a cargo; y a esta causa, quando pienso en mis pecados, tengo gran temor, pero quando pienso en la misericordia de Dios, tengo muy mayor esperança. Justo es que esperemos en su misericordia, pero también es razón que temamos su rigurosa justicia; porque a la verdad no se sufre en la ley christiana vivir como vivimos los príncipes en este mundo con tanto regalo y después sin hazer más penitencia esperemos yrnos derechos al Paraýso. De que pienso los muchos beneficios que de Dios he recebido; de que pienso los muchos pecados que he hecho; de que pienso los muchos años que he vivido; de que pienso lo poco que he aprovechado; de que pienso quán inútilmente he gastado el tiempo, por una parte no me querría morir porque he miedo, y por otra parte no querría más vivir pues ya no aprovecho. El hombre de mala vida, ¿para qué quiere más vida? Ya mi vida es acabada, y el tiempo es muy breve para tomar emienda della. E pues Dios no quiere sino el coraçón contrito, de todo coraçón me arrepiento, y de su justicia para su misericordia [319] apelo; porque según nuestra gran culpa para darnos su eterna gloria, mucho ha Dios de poner de su casa. E protesto que muero en la Sancta Fe Cathólica, y encomiendo a Dios mi ánima, y encomiendo mi cuerpo a la tierra, y a vosotros, Estellicón y Rufino, mis fieles criados, os encomiendo a mis muy caros hijos; porque en esto se vee ser grande el amor de los hijos, en que entre los dolores de la muerte no puede el padre olvidarlos. En este caso una sola cosa os amonesto, una cosa os pido, una cosa os ruego y una cosa os mando; y es que con mis hijos no ocupéys los coraçones en aumentar sus reynos, sino que pongáys los ojos en darles buenos criados; porque sólo de tener comigo hombres virtuosos y sabios alcancé y substenté tantos y tan grandes reynos. Gran bien es que tenga el príncipe capitanes fuertes para la guerra, pero sin comparación es mayor bien tener hombres sabios en su casa; porque al fin la victoria de la batalla consiste en las fuerças de muchos, pero la governación de la república a las vezes se fía del parecer de uno.»

Estas tan lastimosas palabras me dixo mi señor Theodosio. Dime, Epimundo, ¿qué haría agora yo para cumplir su mandamiento?, porque no llevava él en su coraçón cosa más atravessada que pensar si sus hijos avían de perder o aumentar la república. Tú, Epimundo, eres griego, tú eres philósofo, tú eres cuerdo, tú eres antiguo criado, tú eres mi fiel amigo; pues por cada una destas cosas eres obligado a darme un sano consejo; porque muchas vezes le oý dezir a Theodosio, mi señor, que no se podía llamar sabio el que tuviesse ni rebolviesse muchos libros, sino el que supiesse y diesse sanos consejos.

Respondió a estas palabras el philósopho Epimundo:

Ya sabes tú, señor Estellicón, que los antiguos y grandes philósophos nos dexaron por doctrina que los verdaderos philósophos han de ser muy breves en palabras y muy cumplidos en las obras; porque de otra manera parlar mucho y obrar poco más es de hombre tyrano que no [320] de philósopho griego. El Emperador Teodosio fue señor tuyo y fue amigo mío, y digo amigo a causa que es libertad del philósopho griego a ningún superior reconocer vassallazgo; porque no puede tener verdadera sciencia el que para reprehender los vicios tiene cerrada la boca. Una cosa me contentó de Theodosio sobre quantos príncipes uvo en el Imperio Romano, y es que sabía y hablava muy bien de todos los negocios, y tenía muy gran promptitud en la execución dellos; ca todo el daño de los príncipes está que en blasonar de los vicios y virtudes son muy zelosos, y en castigar y executarlos son muy tibios; porque los tales príncipes ni saben permanecer en la virtud que loaron, ni menos resistir al vicio que vituperaron.

Yo confiesso que Theodosio fue justiciero, fue piadoso, fue magnánimo, fue sobrio, fue esforçado, fue verdadero, fue zeloso, fue agradescido; finalmente en todas las cosas y en todos los tiempos fue bien fortunado; porque los príncipes virtuosos y venturosos muchas cosas les acarrea fortuna como ellos las querían y otras vezes muy mejor que ellos las pensavan. Presupuesto que es verdad como es verdad que a Teodosio le fueron siempre prósperos los tiempos, estoy en duda si se continuará esta prosperidad en la sucessión de los hijos; porque es tan mudable la prosperidad mundana, que morando con uno solo haze mil mudanças cada momento (quanto más obligarse a permanecer con el segundo eredero). De cavallos castizos suelen salir potros indómitos y rixosos; y assí de padres virtuosos suelen nascer fijos mal disciplinados; porque los tristes hijos eredan de sus padres lo peor, que es la hazienda, y quedan deseredados de lo mejor, que es la nobleza.

Lo que siento en este caso, assí del padre muerto como de los hijos vivos, es que Theodosio de hecho fue muy virtuoso, y los hijos tienen habilidad para seguir lo bueno y lo malo, y por esso es necessario que desde agora los pongas en el camino; porque gran peligro tiene el príncipe moço quando desde la mocedad echa por el camino aviesso. Hablar en particular de Arcadio y de Honorio, hágote saber, Estellicón, que es escusado pensar que en ello yo tengo de [321] gastar tiempo; porque las cosas de los príncipes son muy delicadas, y, si tenemos licencia de loar sus hazañas, tenemos obligación a dissimular sus culpas. Como padre sabio rogóte Theodosio que diesses a sus hijos buena compañía, pero yo como amigo te aviso que los guardes de mala; porque al fin al fin acompañarse con malos y despegarse de buenos todo es malo, pero mayor mal se nos sigue de la presencia de los malos que no de la absencia de los buenos. Ya puede ser que esté uno solo y sin compañía de buenos, y con esto sea bueno; pero estar uno acompañado de malos y que con esto sea bueno, yo lo tengo por dudoso; porque el día que se acompaña uno de viciosos, aquel día se obliga estar subjeto a los vicios.

¡O!, Estellicón, pues desseas tanto cumplir lo que te mandó tu señor Theodosio, si no pudieres hazer que Arcadio y Honorio agora que son príncipes moços se acompañen con buenos, a lo menos desvía de su compañía a los malos; porque en las cortes de los príncipes no son otra cosa los hombres viciosos sino unos solicitadores que tiene allí el mundo a que soliciten los vicios. Quántos solicitadores de diversas naciones emos visto tú y yo en Roma, los quales, olvidados los negocios de sus señores, solicitavan para sí vicios y plazeres. Qué tales ayan sido en los tiempos passados los criados de los príncipes, esto yo no lo quiero dezir; pues qué tales ayan de ser cualquiera lo osará declarar. Solamente te quiero dezir no de los que con los príncipes han de privar, sino de aquéllos que aun en las casas reales no avían de vivir; porque los criados y privados de los príncipes avían de ser tan justos, que ni hallasse una tigera qué cortar de su vida, ni tuviesse necessidad de dedal y aguja para remendar su fama. Si tú, Estellicón, has oýdo lo que he dicho, oye agora lo que te quiero dezir y encomiéndalo a la memoria, que por ventura te aprovechará algún día.

En casa de los príncipes no deven estar, ni menos privar, hombres sobervios; porque gran inconveniente es que priven con el príncipe los que ni tienen dulces palabras para mandar ni tienen blando coraçón para ser mandados. [322]

En casa de los príncipes no deven estar, ni menos privar, hombres embidiosos; porque si entre los privados del príncipe reyna embidia, siempre avrá dissensión en su casa y república.

En casa de los príncipes no deven estar, ni privar, hombres yracundos; porque muchas vezes acontesce que de ser los privados mal sufridos vienen a que los pueblos del príncipe estén descontentos.

En casa de los príncipes no deven estar, ni privar, hombres avaros ni codiciosos; porque gran ocasión es para que los príncipes no sean de sus pueblos amados ver que sus criados siempre tienen abiertas las manos a recebir servicios.

En casa de los príncipes no deven estar, ni privar, hombres carnales; porque lleva tan poca emienda el vicio de la carne, que el privado que con infamia está totalmente de la carne vencido, siempre a su príncipe avía de ser sospechoso.

En casa de los príncipes no deven estar, ni privar, hombres voraces ni glotonos; ca como los privados principalmente ayan de servir a sus príncipes de buenos consejos, por cierto (y aun a mi parecer), el hombre después de muy harto, más ábile estará para dar un regüeldo indigesto que no para dar un consejo maduro.

En casa de los príncipes no deven estar, ni privar, hombres blasphemos; porque el criado que se atreve a blasphemar de su Criador en público, muy mejor porná la lengua en su príncipe de secreto.

En casa de los príncipes no deven estar, ni privar, hombres perezosos ni regalados; porque después de la Providencia divina no ay cosa que más ayude a ser los príncipes poderosos que ser sus criados y privados fieles y solícitos.

En casa de los príncipes no deven estar, ni privar, hombres infames; porque no se puede escusar el príncipe que no le redarguyan de culpa quando sostiene en su casa real algún criado infame de pública infamia.

En casa de los príncipes no deven estar, ni privar, hombres ydiotas y simples; porque no se pierden los reynos [323] porque sus príncipes sean moços, sean sueltos, sean viciosos, sino porque son simples, son maliciosos y son viciosos sus consejeros.

¡Hay, hay, hay de la tierra do el señor es vicioso, el súbdito bullicioso, el criado cobdicioso y el que da los consejos es simple y malicioso!; porque entonces se acaba de perder la república, quando ygnorancia y malicia reyna en el governador della.

Éstas son las palabras que passaron entre sí el noble cavallero Estellicón y el philósopho Epimundo sobre la criança de los príncipes Archadio y Honorio. Y porque vean los juezes y perlados que agora tienen cargo de governar pueblos en quánto los antiguos tenían tener cabe sí sabios, no obstante lo dicho, quiero traer aquí algunos notables y antiguos exemplos. [324]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Relox de Príncipes (1529). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo II, páginas 1-943, Madrid 1994, ISBN 84-7506-415-9.}

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La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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