La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Reloj de Príncipes / Libro I

Capítulo III
En el qual el Emperador Marco Aurelio concluye su carta y cuenta por extenso todas las sciencias que aprendió y todos los maestros de quien oyó, y al fin pone cinco muy notables casos en que los romanos eran muy cuydadosos.


He querido contarte todo esto, mi Pulión, a causa que conozcas qué sobra ay en el mundo de malos y qué penuria y carestía ay en Italia de buenos. Y el daño desto no viene sino de no criar los padres a sus hijos como se criavan en los tiempos passados, porque impossible es que un moço sea en las costumbres muy aviesso si con rigurosa disciplina fue bien criado. Annio Vero, mi padre, en este caso digno es de mucha alabança quanto yo soy digno de reprehensión, ca siendo niño jamás me dexó dormir en cama, assentar en silla, ni comer con él a la mesa, ni yo osava alçar los ojos a mirarle a la cara. Y esto porque muchas vezes me dezía él: «Hijo mío, Marco, más quiero que seas romano honesto que philósopho dissoluto.»

Embíasme a rogar te escriva qué tantos maestros tuve y qué fueron las sciencias que deprendí quando niño. Yo tuve muchos y muy buenos maestros, aunque salí mal discípulo. Y deprendí muchas sciencias, aunque agora sé pocas. Y no porque yo las quisiera olvidar, sino que los negocios del Imperio me han de mis sciencias desposseýdo; porque ésta es regla general, que no permanesce la sciencia do no está libre la persona.

Yo estudié gramática con un maestro que se llamava Eufornión. Dezían ser natural de España, y en la cabeça era muy cano, y en el fablar muy reposado, y en la disciplina muy riguroso, [77] y en la vida muy honesto; porque era ley en Roma que los maestros de los niños fuessen hombres ancianos, de manera que si el discípulo no llegava a diez, el maestro no avía de passar de cinqüenta. Rethórica estudié y leý mucho tiempo, y fue della mi maestro Alexandro Greco, natural de Licaonia. Era tan excellente orador, que si tuviera vena en la péñola para escrivir como tuvo gracia para orar, no fuera él de menor fama entre los griegos que Cicerón entre los romanos. Muerto este mi maestro (que murió en Partínuples), fuyme a Rodas, y torné a oýr rethórica de Orosio, de Frontón y Pulión; y cierto eran varones en el arte oratoria muy diestros, especial en componer comedias y tragedias y facecias en estremo fueron graciosos. En philosophía natural fue mi primero maestro Cómodo Calcedonense, varón anciano y que con Adriano tuvo mucho crédito, y éste fue el que de griego en latín traduxo a Homero. Muerto éste, tomé por maestro a Sexto Cheronense, sobrino que era del gran Plutarco, el qual Plutarco fue maestro de Trajano. Yo conocí a este Sexto Cheronense de edad treynta y cinco años. E cierto él tenía entonces tan gran crédito, que dubdo jamás ningún philósopho averle tenido tal en todo el Imperio Romano. Aquí le tengo comigo y, aunque es octogenario, todavía escrive las hystorias y calamidades de mi tiempo. Hágote saber, Pulión, que estudié dos años leyes, y por buscar las leyes de todas las naciones fue occasión que supe muchas antigüedades, y en esta sciencia fue mi maestro Bolusio Meciano, varón que las sabía muy bien leer y muy mejor quebrantar, a tanto que una vez jocosamente me dixo: «Di, Marco, ¿piensas que ay alguna ley en el mundo que yo no sepa?» Respondíle yo: «Di, maestro, ¿ay alguna ley en el mundo que tú guardes?» En el quinto año que estuve en Rodas vino una grave pestilencia, y fue ocasión que se desbarató nuestra achademia. Y como estuviesse en un lugar pequeño y estrecho, y estuviessen allí unos pintores pintando, en que pintavan una obra muy rica para el reyno de Palestina; ý de veras yo deprendí a debuxar y pintar, y fue mi maestro Diogeneto, que en aquellos tiempos era pintor famoso. Este pintó en Roma seys emperadores buenos en una tabla y otros seys emperadores tyranos en otra, y estava entre [78] los malos Nero el cruel tan al natural pintado, que en los ojos de todos parescía estar bivo; y por decreto del Sacro Senado fue mandada quemar la tabla do estava pintado Nero, diziendo que hombre de tan mala vida no merescía tan buena pintura. Otros dizen que estava tan al natural y tan ferozmente pintado, que a los que le miravan ponía espanto, y que si allí le dexavan algún día hablaría como bivo. Estudié un poco de tiempo en el arte de nigromancía, con todas sus especies de giromancía y eromancía, y en esta arte no tuve particular maestro más de quanto me yva muchas vezes a oýr cómo la leýa Apolonio. Después ya que era casado con Faustina, deprendí cosmographía en la ciudad de Argileta, que es la silla del Illírico, y fueron mis maestros Junio Rústico y Cina Catulo, coronistas y consejeros que fueron de Adriano, mi señor, y aun de Antonino, mi suegro. Y porque no me quedasse ninguna cosa por deprender de las que la flaqueza humana puede alcançar, estando en la guerra de Dacia dime a la música, y hallé que tenía habilidad para ella, y fue mi maestro uno que se llamava Gémino Cómodo, hombre sobre todos los que yo vi en el Imperio Romano, de muy concertada mano en el tañer y de muy dulce garganta en el cantar. Éste fue el discurso de mi vida y el tiempo que yo gasté en las sciencias. Y de buena razón hombre tan occupado obligación tenía a ser muy virtuoso, pero yo te juró y confiesso que no me dava tanto al estudio, que cada día no perdiesse harto tiempo; porque es tan libre la mocedad y tan delicada la carne, que, por mucho que la pongan en trabajos estraños, ella ha de ahorrar tiempo para sus plazeres proprios.

Caso que los antiguos romanos en muchas cosas eran muy cuydadosos, pero entre todas sobre cinco tenían suprema vigilancia, en las quales ni el Senado se descuydava, ni ruego de ninguno aprovechava, ni alguna ley antigua ni moderna dispensava. Y es de loar su diligencia, porque los príncipes que goviernan grandes señoríos, allí han de emplear el coraçón y los ojos do piensan que para su república ay mayores peligros. Las cinco cosas eran éstas. Lo primero, no se consentía en Roma que los sacerdotes fuessen desonestos, porque en los pueblos que los sacerdotes son desonestos es señal [79] que los dioses contra ellos están ayrados. Lo segundo, no se permitía en Roma que las vírgines vestales fuessen dissolutas, porque muy justo es que la virgen que por su voluntad prometió ser buena en público, contra su voluntad la hagan ser casta en público y secreto. Lo tercero, no consentían en Roma que los censores fuessen injustos, porque no ay cosa que más assuele la república sino no tener el juez con todos ygual la balança. Lo quarto, no consentían en Roma que fuessen covardes los capitanes que avían de yr a la guerra, porque no ay ygual peligro para la república ni ygual infamia para la persona que cometer el exército al que quiere ser el primero en el mandar en la guerra y postrero en el acometer la batalla. Lo quinto, no consentían en Roma que los hombres que tenían cargo de los niños fuessen hombres viciosos, porque no ay cosa más monstruosa y aun escandalosa que el que es maestro de los niños sea discípulo de los vicios.

¿Qué te paresce, mi Pulión? ¿Por ventura, quando estas cosas se guardavan en Roma, piensas que la juventud romana era tan dissoluta como es agora? ¿Por ventura piensas que es ésta aquella Roma do en los tiempos antiguos y en aquella hedad dorada eran los viejos muy honestos, los moços muy disciplinados, los exércitos muy corregidos y los censores y senadores muy justos? A los dioses immortales invoco, y a ley de bueno te juro, que ni es ésta Roma, ni sabe a Roma, ni huele a Roma, ni remeda a Roma, y el que dixere que esta Roma es aquella antigua Roma sabe muy poco de Roma. Es el caso que, muertos los antiguos y virtuosos romanos, parecióles a los dioses que aún nosotros no éramos dignos de sus hedificios, de manera que o ésta no es Roma, o nosotros no somos los romanos de Roma, porque mirando las hazañas y virtudes de los antiguos, mucha infamia les sería llamarnos nosotros sus sucessores. Todo esto te he querido dezir, mi Pulión, porque veas quáles fuemos y quáles somos, y no es esto nada con lo que fuemos, porque las cosas grandes han menester muchos días y muchas fuerças para crecer, y después en un punto y con un puntapié las hazen caer. Algo más de lo que pensava me he alargado en esta letra. Ya lo he dicho que con mis occupaciones en tres o quatro vezes la he escripto; [80] de lo que faltó a la tuya y sobra a esta mía, hiziéramos una razonable carta y, pues yo te perdono que fueste corto, perdóname tú si soy largo. Una vez te vi en Alexandría buscar ulicornio; aý te embío un buen pedaço. También te embío un cavallo, a mi parescer bueno. Si es biva Drusilla, tu hija, con la que yo mucho me burlava, escrívemelo, que yo te ayudaré a casarla. Los dioses, mi Pulión, sean en tu guarda, y a tu muger y suegra y hija de mi parte y de mi Faustina nos las saluda. Marco del monte Celio, Emperador romano, te escrive de su propria mano. [81]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Relox de Príncipes (1529). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo II, páginas 1-943, Madrid 1994, ISBN 84-7506-415-9.}

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Edición digital de las obras de
Antonio de Guevara
La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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