La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Libro áureo de Marco Aurelio

Capítulo XXXII
Cómo el villano prosigue su plática. Dize cosas más particulares al Senado, espeçial contra los romanos crueles y juezes tyrannos.


Pregúntohos, ¡o, romanos!, qué actión teníades vosotros, siendo criados cabe el río Tíberim, a nosotros, que nos estávamos a las riberas del Danubio. ¿Por aventura vístesnos de vuestros enemigos ser amigos, o a nosotros declararnos por vuestros enemigos? ¿Por aventura oýstes dezir que, dexando nuestras tierras, poblamos tierras agenas? ¿Por ventura oýstes que, levantándonos contra nuestros señores, perturbamos reynos agenos? ¿Por ventura embiástesnos algún embaxador que nos combidase a ser vuestros amigos, o vino alguno de nuestra parte a Roma a desafiaros como a nuestros enemigos? ¿Por ventura murió algún rey en nuestra tierra que en su testamento hos dexase por herederos, o hallastes algunas leyes antiguas por las quales nosotros hemos de ser vuestros vassallos?

Por cierto en Alemania tan aýna sentimos vuestra tyrannía como oýmos vuestra fama. Y más hos diré: que el nombre de romanos y las crueldades de tyrannos iunctamente en un día llegaron a nuestros pueblos. Ya no sé qué me diga, romanos, del descuido de los dioses y del atrevimiento de los hombres, porque veo que el que tiene mucho tyranniza al que tiene poco; y el que tiene poco, aunque le es infamia, sirve al que tiene mucho; y la cobdiçia desordenada se conçierta con la malicia secreta; y la malicia secreta da lugar al robo público; y al robo público no ay quien le vaya a la mano. Y de aquí viene que la cobdiçia de un [128] malo es necessario complirse en periuyzio de muchos buenos.

Una cosa hos quiero dezir: o los dioses se han de descuidar, o los hombres han de fenesçer, o el mundo se ha de acabar, o el mundo no será mundo, o la fortuna hincará el clavo, o lo que ganastes en ochoçientos años vernéis a perder en ocho días, y como hos hezistes señores de muchos, vernéis a ser esclavos de todos. Por cierto iniustos serían los dioses si esto no viesen los que vernán en los siglos advenideros, porque el hombre que se hizo tyranno por fuerça, iusto es que le tornen esclavo por iustiçia. Y ya que nos tomastes la nuestra mísera tierra, ¿es verdad que nos guardáis en iusticia?

Espantado estoy de vosotros, los romanos, embiarnos unos juezes tan simples, que por los dioses iuro que ni vuestras leyes saben declarar, ni las nuestras entender. Yo no sé qué les mandáis acá, pero diré lo que hazen allá. Toman lo que les dan en público, coechan lo que desean en secreto, castigan gravemente al pobre, dissimulan con el dinero del rico, consienten muchos males por llevarles después más derechos. Quien no tiene hazienda, no cure pedirles iusticia, y finalmente, so color que son iuezes del Senado de Roma, dizen que pueden robar aquella tierra.

¿Qué es esto, romanos? ¿Nunca ha de tener fin vuestra sobervia en mandar y vuestra cobdicia en robar? Dezid qué queréis: si lo avéis por nuestros hijos, cargadlos de hierros y hazedlos esclavos; si lo avéis por algo de nuestras haziendas, yd y tomadlas todas; si no hos contentan nuestros serviçios, mandad cortarnos las cabeças, porque no será tan crudo el cuchillo en nuestras gargantas como son vuestras tyrannías en nuestros coraçones. ¿Sabéis que avéis hecho?: que nos hemos iuramentado de no llegar más a nuestras mugeres y de matar a nuestros hijos por no los dexar en manos de tan crudos tyrannos. Más queremos suffrir los bestiales movimientos de la carne por veinte o treinta años que no morir con tan gran lástima dexando los hijos esclavos.

No lo avíades de hazer assí, romanos. Antes, la tierra [129] tomada por fuerça ha de ser muy mejor regida, porque los míseros captivos, viendo que les administran recta iustiçia, olvidarían la tyrannía passada y domeñarían sus coraçones a la servidumbre perpetua. Pues ¿monta que si nos venimos a quexar de los agravios que hazen vuestros çensores allá en el Danubio, que nos oyréis los que estáis aquí en el Senado? ¿Sabéis lo que hazéis? Oýd, que yo hos lo diré. Viene un pobre muy pobre a pediros aquí iusticia, y como no tiene dineros que dar, ni vino que presentar, ni azeite que prometer, cumplen con él de palabra, dizen que se verá su iustiçia, házenle gastar lo poco que tiene, no le dan nada de lo mucho que pide, y assí el mísero miserable que vino con quexa de uno se torna con quexa de todos, maldiziendo a sus crudos hados y exclamando a sus dioses iustos.

Yo vivo de varear avellotas en el invierno y de segar miesses en el verano, y algunas vezes pesco por mi passatiempo, de manera que todo lo más de mi vida passo solo en el campo. ¿Y no sabéis por qué? Pues oýd, que yo hos lo diré. Veo tantas tyrannías en vuestros çensores, házense tantos robos a los míseros pobres, oyo tantas quexas en aquel reyno y espero tan poco remedio de aqueste Senado, que determino como malaventurado de desterrarme de mi casa y dulçe compañía porque no sienta mi coraçón tanta lástima. Gran trabajo es suffrir un revés de fortuna, pero mayor es quando se comiença el mal a sentir y no se puede remediar; pero sin comparaçión es mayor quando lleva mi pérdida remedio, y el que puede no quiere y el que quiere no puede remediarlo. ¡O!, crudos romanos, si solo de traer a la memoria los trabajos que passamos mi lengua se entorpeçe, mis nervios se descoyuntan, mis ojos lloran sangre y mis carnes se consumen, ¿qué será, dezidme, allá en mi tierra verlo con los ojos, oýrlo con los oýdos, gustarlo con la persona? Por cierto el coraçón se parte, y el ánima se desmaya, y las entrañas se rompen, y creo que los dioses aun nos tienen manzilla.

No hos quiero rogar que de mis palabras no toméis escándalo, porque vosotros, los romanos, si sois romanos, [130] bien veréis que las fatigas que nos vienen de los hombres, entre los hombres, con los hombres y por mano de los hombres, no es de maravillar que las sientan los hombres como hombres. Una cosa sola me consuela, y muchas vezes con otros malaventurados como yo la pongo en plática, y es que pienso son tan iustos mis dioses, que sus castigos bravos no vienen sino de nuestras maldades crudas, y que nuestra culpa secreta los despierta a que hagan de nosotros iustiçia pública.

Pero de una cosa estoy muy turbado y que a los dioses nunca puedo tomar tino: ¿por qué a un bueno por pequeña culpa dan mucha pena y a un malo por muchas culpas no dan ninguna pena, dissimulando con unos y nada perdonando a otros? Paresce el parescer que grave agravio nos hazen los dioses: querernos affligir por mano de tales hombres, los quales, si iusticia huviese en el mundo quando nos castigan con sus manos no merescían tener las cabeças sobre sus hombros. Esto digo, romanos: que por los dioses immortales iuro que en quinze días solos que he estado en Roma, he visto hazer aquí tales y tantas cosas en este Senado, que si la menor dellas se hiziese en el Danubio, más pobladas estuviesen las horcas de ladrones que no las parras de uvas. Y pues ya mi deseo se ha visto do deseava y mi coraçón ha descansado en derramar la ponçoña que tenía, si en algo hos ha offendido mi lengua, he aquí me tiendo en este suelo para que lo pague mi garganta. Por cierto, más quiero ganar honra en offreçerme a la muerte que no que la ganéis vosotros comigo en quitarme la vida.

Y aquí acabó el rústico su plática. Pues dize agora el Emperador:

¿Qué hos paresce, amigos? ¡Qué núcleo de nuez, qué oro de escoria, qué grano de paja, qué rosa de espina, qué cañada de hueso allí se descubrió! ¡Qué razones tan altas, qué palabras tan bien dichas, qué verdades tan verdaderas y qué maliçias tan descubiertas descubrió! A ley de bueno [131] vos iuro, y assí me vea libre del mal que tengo, que una hora estuvo el villano tendido en la tierra y todos nosotros las cabeças baxas espantados, no podiéndole responder una palabra. Otro día, avido nuestro acuerdo en el Senado, proveýmos iuezes de nuevo para el Danubio y mandamos que nos diese por escripto todo aquel razonamiento, porque se pusiesen en el libro de los buenos hechos estrangeros que está en el Senado. Y aquel rústico por lo que dixo fue hecho en libertad patricio y que su persona fuese de Roma vezino y para siempre del erario público sustentado. [132]


{Antonio de Guevara (1480-1545), Libro áureo de Marco Aurelio (1528). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo I, páginas 1-333, Madrid 1994, ISBN 84-7506-404-3.}

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Edición digital de las obras de
Antonio de Guevara
La versión del Libro áureo de Marco Aurelio, preparada por Emilio Blanco, ha sido publicada en papel en 1994 por la Biblioteca Castro, y se utiliza con autorización expresa de su editor y propietario, la Fundación José Antonio de Castro (Alcalá 109 / 28009 Madrid / Tel 914 310 043 / Fax 914 358 362).
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