La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Antonio de Guevara 1480-1545

Arte del Marear
y de los inventores della

con muchos avisos para los que navegan en ellas

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Carta del Autor al Ilustre Señor Don Francisco de los Cobos.

Entre los Filósofos, Mimo, Polistoro, Azuarco, y Pericles, hubo muy varios pareceres sobre averiguar, qué estado, o condición de gente era, en la cual la fortuna se mostraba más sospechosa, y era menos creída. El Filósofo Polistoro dijo, que en ninguna cosa era la fortuna más incierta, y en que menos guardase su palabra, que era en hecho de casamiento en que no se hallase en algo de él alguno engañado: es a saber, que la mujer le salió loca, absoluta, o mañera, o los parientes pesados, o la dote incierta, o los enojos muchos. El Filósofo Azuarco dijo, que en ninguna cosa era la fortuna más incierta, y sospechosa, que era hecho de armas, y guerra: afirmando, que en manos de los hombres era el dar las batallas, y en las de la fortuna dar las victorias. El Filósofo Pericles dijo, que en ninguna cosa era la fortuna más inconstante, y menos segura, que era con los Privados de los grandes Príncipes, a los cuales tardaba muchos años en sublimarlos, y después en un soplo derrocarlos. El Filósofo Mimo dijo, que en ninguna cosa la fortuna hacía más lo que quería, y menos lo que prometía, que era en las condiciones de la mar, y en las navegaciones de los mareantes; porque allí ni aprovecha hacienda, ni basta cordura, ni se tiene respecto a persona, sino que si se lo antoja, a fortuna llevará por alta mar a una barqueta, y anegará en el puerto a una carraca. Aplicando lo dicho a lo que quiero decir, paréceme Ilustre, señor, que de estas cuatro maneras de fortuna, las dos de ellas están llamando a vuestras puertas, es a saber, la grande privanza que con nuestro César tenéis, y las muchas veces que por la mar navegáis. Que cuelgue de [242] voluntad ajena la honra, y que se confíe de la mar muchas veces la vida, cosa es, la una peligrosa, y la otra temeraria. No haréis poco señor, en hacer rostro a los vaivenes que suele dar a los muy encumbrados fortuna, sin que tantas veces os arrojéis a las ondas de la mar brava. Publiano el Filósofo, decía: Improbe Neptunum accusat, qui iterum naufragium facit. Como si dijese: Injustamente de la mar se queja, el que dos veces osa pasarla. Pues no tiene licencia de quejarse de la mar, quien solas dos veces la pasa, ¿cómo se quejará de ella, si algo le aconteciese en ella a vuestra Señoría, habiéndola atravesado, no dos veces, sino más de seis? No os fiéis, señor, en que siempre lleváis buena galera; elegís buen Capitán; tomáis buen Piloto; os proveéis de buen servicio, y aguardáis a buen tiempo: las cuales cosas todas os han de hacer para tornar a la mar más sospechoso, y menos seguro; porque la halagüeña fortuna, nunca hace sus crueles tiros, sino en los que tiene ya de largos años muy asegurados. Lucio Séneca, escribiendo a su madre decía. Oh madre mía Calbina, sabe si no lo sabes, que yo nunca creí a cosa que me dijese fortuna, aunque algunas veces había tregua entre mí, y ella. Todo lo que a mi casa enviaba, decía ella que me lo daba dado, mas yo nunca creí de ella, sino que me lo daba dado, mas yo nunca creí de ella, sino que me lo daba prestado, y así es, que cuando me lo tornaba a pedir, sin ninguna alteración mía, se lo dejaba llevar; por manera, que si lo sacaba de las arcas, a lo menos no me lo arrancaba de las entrañas. Quien dijo estas tales palabras era natural de Córdoba, que no es lejos de vuestra Ciudad de Úbeda; y aún más allende de esto, fue tan Privado en Roma, como lo es vuestra Señoría ahora en España, y después de cuarenta y dos años que gobernó la República Romana, le armó una zancadilla fortuna, que en un día perdió la hacienda, y en el mismo le quitaron la vida. Creedme señor, y no dudéis, que en esta vida no hay cosa más cierta, que ser en ella todas las cosas inciertas. Comiendo un día en gran regozijo el Emperador Tito, dio de súbito a la mesa una palmada con la mano, y en un suspiro muy doloroso; y como fuese preguntado, por qué tan de corazón suspiraba, dijo: No me harto de suspirar, ni puedo dejar de llorar las veces que me acuerdo, en como al querer, y padecer de la fortuna tengo confiada mi honra, secrestada mi hacienda, y depositada mi vida. ¡Oh altas palabras, y muy dignas de ser en los corazones de los grandes señores escritas! Las grandes riquezas, los poderosos Estados, [243] y las supremas privanzas, si osase, osaría, yo decir, que es más honroso, y aun seguro, menospreciarlas, que no tenerlas; porque alcanzarlas es fortuna, mas el menospreciarlas es grandeza. Aconsejaros yo, señor, que no sigáis a César, sería gran desacato; persuadiros que no tornéis a Italia, sería atrevimiento, lo que yo osaría deciros es, que os preciéis tanto de Cristiano, como de Privado, y que cumpláis antes con la razón, que no con la opinión. No inconsideradamente dije esta palabra, y me atreví a le dar tal consejo; porque todo el daño que en las Cortes de los Príncipes suele haber, y hay, es que se va nación tras nación, gente tras gente, opinión tras opinión, y nunca se va razón tras razón. Y porque a los Príncipes hemos de dar las palabras por peso, y a los Privados por medida, concluyo mi carta, con deciros, señor, que os fiéis de la galera pocas veces, y de fortuna; porque son dos casos, muy mejores para mirarlos de lejos, que no para conversarlos de cerca. Yo, señor, os compuse un libro, llamado Aviso de Privados, para cuando estuvieseis en tierra: ahora he compuesto este otro tratado de la Vida de la Galera, para cuando anduviereis por la mar: mi intención ha sido, que el uno sea para pasatiempo, y el otro para aprovechar el tiempo. Si por ser yo poco, poder poco, y tener poco, tuviereis mis vigilias en poco, tened, señor, mi intención en mucho; pues ninguno os desea tanto que le privéis, como yo de que os salvéis. No más sino que nuestro Señor su ilustre Señoría guarde, &c. De Valladolid a 25 de Junio de 1539 años. [244]


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Introducción del autor, acerca de los inventos del Arte del marear, y de los trabajos de la galera.

La vida de la galera, déla Dios a quien la quiera. Las palabras tomadas para el fundamento presente, son palabras de un antiguo refrán, el cual es entre la gente común muy usado, y de los que escapan de la galera muy lamentado. A lo que en romance llamamos refranes, llaman en Latín proverbios, y a lo que en Latín llamamos proverbios, en Griego, lo llaman sentencias, y a lo que en Griego llaman sentencias, nombran en Caldeo experiencias, de manera, que los refranes no son otra cosa, sino unas sentencias de Filósofos, y unos avisos de hombres experimentados. En este género de proverbios escribieron antiguamente muchos varones doctísimos, es a saber Jenofonte el Tebano, Pisitaco el Griego, Anacraso el Numidano, Salomón el Hebreo, Mithas el Egipcio, y Séneca el Hispano. Plutarco Geronense dice, que más fe dará él a los refranes de las pobres viejas, que no a los dichos de los remontados Filósofos; porque ellas nunca dicen sino lo que experimentaron, y ellos muchas veces escriben lo que soñaron. Si Trogo Pompeo no nos engaña, en la República de los Siciomios nunca se leyó Filosofía, ni se consintieron Filósofos, sino que las cosas de la guerra cometían a Capitanes valerosos, y la gobernación de la República fiaban de hombres experimentados. Preguntados los Siciomios por el Rey Ciro, que por qué no consentían Filósofos, ni se daban a la Filosofía, respondiéronle: Hacémoste saber, oh Rey Ciro, que esta nuestra tierra es pobre, y montuosa, y tiene [245] más necesidad de labradores que no de Filósofos: y allende de esto hallamos por experiencia, que de los estudios salen más vicios que Filósofos, y a esta causa determinamos de regir nuestras Repúblicas por la experiencia que tienen los viejos, y no por la ciencia que aprenden los Filósofos. Que Siciomios desechasen del todo a los hombres sabios, condenólos por brutos, mas junto con esto gobernarse por hombres experimentados, alabolos de discretos, porque para mí, y aun para ti que esto leyeres, u oyeres, mucho mejor nos estará ser gobernados por el que tiene dos años de experiencia, que por el que tiene diez de ciencia. El tema nuestro, que dice: La vida de la galera, déla Dios a quien la quiera; a buen seguro podemos jurar, que le inventaron los Filósofos de Atenas, sino los mareantes de la mar: por cuya razón es mucha razón que le demos crédito, y le tengamos en mucho; pues le inventaron sobre cosa muy probada, y no advenida, ni soñada. Será, pues, el caso, que diremos el origen de hacer galeras, el lenguaje que allí se habla, y lo que se ha de proveer para navegar en galeras: las cuales cosas todas dichas, y declaradas, soy cierto que muchos se espantarán, y algunos se reirán. Todo lo que en esta materia diremos, y trataremos, han de saber todos nuestros oyentes, que no lo oímos de otros, sino que lo experimentamos nos mismos; porque apenas hay puerto, ni cala, ni golfo en todo el mar Mediterráneo; en el cual no hayamos hallado, y aun en gran peligro visto. Abaste esto para introducción; y porque el tiempo es breve, y la materia es prolija, resta ante todas cosas rogaros mucho estéis atentos a lo que os dijere, y abráis los ojos para lo que os conviene: y si alguno comenzare a dormir, dele el compañero del codo para le despertar: porque en mal punto entra en galera el que no se aprovecha de esta nuestra doctrina.


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Capítulo I
De las cosas muy monstruosas que cuentan muchos Historiadores en cosas de galeras.

Antes del Rey Nino, y antes de la destrucción de Troya, y antes del diluvio de Deucaligón, y antes del gran belo Peloponense, aunque muchas, y muy notables cosas hallaron, y se inventaron por hombres curiosos, y de delicados juicios, no sabemos quiénes fueron los Inventores, aunque duran hasta hoy las invenciones; porque en aquellos tan antiguos [246] siglos, no sabían los hombres leer, ni menos escribir. Después que la industria humana poco a poco comenzó a hallar las letras, y a juntar las partes, y ordenar escrituras, sabemos cada cosa notable adónde se inventó, quién la inventó, y porqué se inventó. Entre todas las cosas antiguas, una de las más antiquísimas, es el Arte del navegar, acerca de la cual, muchos, muchas, y muy varias cosas dijeron en sus escritos, y por ellos: en las cuales como hayan sido tan diversos y tan contrarios los pareceres de los unos, a los pareceres de los otros, créese verdaderamente, que antes lo soñaron y adivinaron, que no que lo vieron, ni aun lo leyeron. Lo que haremos aquí, será, que para los curiosos escribiremos curiosamente, lo que en esta Arte de navegar dijeron, y escribieron los antiguos, así Griegos, como Latinos, y quedará a la discreción del cuerdo Lector, a que será lo que le pareciere ser verdadero: ya que todo lo demás tenga por fabuloso. Y porque nuestro principal intento en esta escritura, es hablar de las galeras, de los Inventores de ellas, y de los trabajos que hay en ellas, contaremos ahora, cuantas órdenes, y maneras de ellas tuvieron los antiguos, así Griegos, como Egipcios, y Cartaginenses, y Romanos.

Cuentan los Historiadores, que Demóstenes el Tebano fue el primero que inventó la manera del remar en la mar, de dos en dos remos, y esto fue poco antes del incendio de Troya. También cuentan, y aun lo dice así Tucídides el Griego, que un tirano Corinto, llamado Aminocles, fue el primero que inventó navíos trirremes: es a saber, galeras de tres remos por banco. Los Gaditanos, y los Penos, tienen gran contienda entre sí, sobre cuál de ellos fueron los Inventores de las galeras de cuatro remos, y a los que más Aristóteles favorece, es a los Penos, los cuales hicieron aquella nueva invención de navíos, cuando fueron a socorrer a los Lidos sus amigos, y confederados. Galera de cinco remos por banco, dicen haberla hecho primero los Rodos, cuando los tenía Demetrio cercados, y otros dan la gloria de este hecho a Nasico, Capitán muy famoso que fue del Rey Ciro. Galera de seis remos por banco, Plutarco dice, que la inventó Amonides el Licaonico, Tesifon dice, que no la inventó sino Xenagoras Siracusano, en tiempo que Nicias vino de Grecia a tomar a Siracusa. Galera de siete remos por banco, Plinio en una epístola quiere sentir que la inventó Nesegato, Pretonio Escritor antiquísimo dice, que no la [247] inventó, sino Promoteo el Argivo: y aun otros dicen que la inventó el gran Arquitecto Arquímedes: y cuál de esto sea verdad, sábelo aquel que es suma verdad. Plutarco en el libro De fortuna Alexandri, quiere darnos a entender, que cuando el Magno Alejandro mandó armar contra Dionides el tirano, que armó una galera de doce remos por banco, aunque es verdad, que él lo escribe tan oscuro, que parece en él bien, haber poco por la mar mareado. Si alguno al verboso Teneo quisiere dar fe hase de tener por dicho que el gran Ptolomeo que llamaron Filadelfo, llegó a tener cuatro mil galeras, las cuales tenían más de veinte remos por banco, y la empuñadura de cada remo estaba embutida de plomo porque el remero pudiese mejor remar, y al remo rodear. Tesifo, y Alercio, y aun Hermógenes hacen mención de una galera que hizo el muy antiguo Terison Siracusano que tenía dos popas, dos proas, y debajo de la cruxia treinta salas, y una alverca de peces en que cabían veinte mil cántaras de agua, y aun otras muchas cosas cuenta de ella que ponen a hombre sospecha de haber aquello todo sido fábula. También cuentan de Ptolomeo Filopater, Rey que fue de Egipto, y contra quien pelearon los buenos Macabeos, que hizo una galera de cuarenta remos por banco, la cual era tan superba de mirar, y tan ardua de regir, que tenía sobre cuatro mil remos y cuatrocientos marineros. Su hijo deste Filopater, que se llamó así como su padre, hizo otra galera no tan superba, ni tan costosa: empero fue más hermosa, y más ingeniosa, con la cual él se iba paseando por el río Nilo en los Veranos, y en el Invierno varaba la en la Isla de Meros. Después de la muy espantable batalla de Farsalia a do Pompeyo fue vencido de César, dicen que Gayo César tomó a la ida que iba una galera, y otros dicen que la hizo él, la cual era quincueremis, es a saber, de cinco remos por banco, y tenía dentro tantos árboles, y fruta, como si fuera una huerta de campaña. Lucio Séneca en una epístola reprehende a Lúculo el Romano de una curiosidad, o por mejor liviandad, es a saber, que hizo una galera cabe su casa del castillo del Lobo, la cual era tan ancha, que corrían dentro un toro bravo: y lo que más de espentar es, que ganaban los marineros infinito dinero, porque diesen lugar de ver correr el toro. Dionisio Siracusano, como él, y Foción fuesen mortales enemigos, y el Foción fuese más bien quisto que no él, hizo hacer una galera, en la cual pudiesen morar él, y su mujer, e hijos, y criados, [248] y servidores, y muchos Cortesanos sus amigos, en que eran por todos más de seis mil los que moraban en ella, con la cual de día se allegaba a la ribera, y de noche se retiraba a alta mar. De Aureliano el Emperador cuentan sus Cronistas, que después que triunfó de la Reina Zenobia, hizo hacer en el río de Tíber una tal, y tan grande galera, que tomaba el río en ancho por lo más ancho, y en el largo de ella había espacio para justar, y carrera de caballos para correr. Decir todas las vanidades, y liviandades, que en este caso de galeras se escriben, y se dicen, sería muy largo de contar, y enojoso de leer; solamente quisimos contar estas pocas, para que sepan los que leen, que lo hemos también leído, y muy poco de ello creído. En este capítulo contaremos las opiniones de otros historiadores, acerca de inventar las galeras; las cuales a nuestro parecer son más creíbles, y los que las escriben son más dignos de creer.


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Capítulo II
De los primeros inventores de galeras y de cuándo, y cómo comenzaron en el mundo.

Teseo el Griego, fue el primero que fundó la gran ciudad de Atenas, y la nombró, y puso en ella Senadores, y mandó dar palmas a los vencedores, y duró esta costumbre hasta el tiempo de los Romanos, los cuales después inventaron dar a los vencedores triunfos. Este Teseo fue el que entró en el laberinto, y mató el Minocentauro, y dio a los Pueblos orden de vivir, y a los que seguían la guerra manera de pelear: porque fue Príncipe de claro juicio, y de ánimo muy denodado. Queriendo, pues, este Teseo ir a conquistar una tierra, que en Asia llamaban la Rotana, inventó de su propio juicio la primera galera del mundo, y no alcanzó a poner en ella más de treinta remos, y el mástil no subía más de cuarenta palmos. Tuvieron en tanto los Atenienses esta nueva invención de galera, que muerto el Rey Teseo, la pusieron dentro de un Templo a do por largos tiempos la guardaron, y conservaron, hasta que el gran Rey Demetrio vino a reinar, y la tornó a renovar, y aun a ampliar. Alcibíades el griego, fue entre los Griegos de sangre muy ilustre, y de ingenio muy delicado, aunque fue en él no muy bien empleado, porque naturalmente era de quietud muy enemigo, y de novedades muy amicísimo. Muchas veces decía este Alcibiádes, que por sola una cosa habían de trabajar los hombres [249] en esta vida, es a saber, por tener fama entre los extraños y señorío en los suyos.

Como fuese condenado a muerte por los Atenienses oyendo la sentencia, dijo: Yo dejo condenados a los Atenienses a muerte, que no ellos a mí, pues yo me voy para los Dioses, con los cuales ninguno puede morir, y ellos quedan entre los hombres de los cuales ninguno puede escapar. Este inquieto Príncipe Alcibíades, vino a la Ciudad de Siracusa de Tinacria, con ciento treinta galeras muy bien armadas, a fin de la destruir, y asolar, porque supo que los Siracusanos habían mandado contra él armar, y mandándole buscar, y castigar. Este Alcibíades fue el primero que añadió a las galeras otros veinte remos, y al mástil quince palmos, y llamó a lo principal de la galera popa, y al cabo de ella proa. Temístocles el Griego fue capital enemigo de Arístides el Tebano, por la muerte de la muy hermosa Estigilea, cuya muerte, e injuria fue de todos los pueblos de Grecia lloraba, y por manos de muy ilustres Príncipes vengada. Preguntado por un Griego, quién querría más ser, el gran Aquiles que tantas, y tan grandes cosas inventó, o el Poeta Homero, que por tan alto estilo las escribió, respondióle a esto Temístocles: Todavía querría triunfar con Aquiles, que pregonar con Homero. Como le dijese Arístides su émulo, que porqué era tan ambicioso de guerrear, pues por la mayor parte siempre los que movían la guerra perecían en ella, respondióle él: Yo confieso, oh Arístides que muchos de los que son amigos de la guerra, son vencidos; mas no me negarás tú, que muy pocos de los que no se dan a ella son coronados. Como le rogasen, y aconsejasen, que casase una hija suya con uno que era muy rico, y él supiese que con ser rico era muy avaro, respondió: Más quiero a un hombre que tenga necesidad de dinero, que no dinero que tenga necesidad de hombre. Teniendo gran miedo los Atenienses de los Cretenses, con los cuales traían muy gran guerra; mayormente porque tenían por Capitán suyo a Teutides el Oronto, díjoles Temístocles: No temáis Teutides porque yo conozco de él, que si tiene espada para matar, le falta el corazón para la desenvainar. Armó este Temístocles cien galeras para in contra los Agisinetas, que eran corsarios que andaban por la mar, a los cuales todos prendió, desarmó, y ahorcó; el cual hecho le hizo ser en la Grecia servido, y en las mares muy temido. Este fue el primero que inventó [250] poner encima de la galera, una que se llama gata, que es a manera de castillete, de donde los marineros pudiesen bien atalayar, y los que anduviesen en la galera pelear. Cimón, famoso Capitán que fue de todos los Licaonicos, como sus parientes, y amigos le riñesen, porque dejaba el estudio, y no se daba a las letras, díjoles él: Brías mi hermano es bueno para estudiar, pues es flemático, y yo soy bueno para la guerra, pues soy colérico; porque la filosofía dase muy bien a los hombres que son descuidados, y la guerra hase de confiar de los que son bulliciosos. Como en su presencia se altercase en el Senado de Atenas, cual era cosa más segura, tener buen Capitán, y flaco ejército, o buen ejército, y flaco Capitán dijo él: Para mí yo más querría un ejército de ciervos, siendo su Capitán el león, que no un ejército de leones, siendo su Capitán el ciervo. Queriendo ir a conquistar a unos Pueblos de la tierra de Asia la mayor, como le dijese un Capitán suyo, que enviase por los Agisinetas que sabían muy bien morir, respondióle él: Nunca los dioses lo manden, ni mis hados lo permitan, que tal gente en mi ejército vaya: porque en la guerra no hemos menester hombres que sepan bien morir, sino que sepan matar. Este Cimón fue el primero que en galera ordenó que remasen tres remos en cada banco, y éste inventó la vela del trinquete, y éste fue el primero que en la galera hizo esperón acerado. Alcanzó este Cimón a tener cien galeras suya propias, y de este Cimón dice Plutarco, que era tan amigo de andar por la mar, que se pasaban tres años que no salía pie a tierra. El Rey Demetrio, hijo que fue del Rey Antígono, como le sucedía la fortuna, así ordenaba la vida, es a saber, que en tiempo de paz no sufría cosa que le diese pesar, y en tiempo de guerra no admitía cosa que le diese placer. Si el Rey Demetrio correspondiera en la vejez, cual comenzó a ser en la mocedad, fuera otro Aquiles entre los Griegos, y otro César entre los Romanos. Muerto su padre el Rey Antígono, aunque todavía siguió las guerras que había emprendido, y las parcialidades que había tomado, fue por otra parte tan inconstante en lo que prometía, y tan afeminado en lo que hacía, que por andarse tras Lamia su amiga, fue aborrecido de toda la Grecia, y padeció gran detrimento en su fama. Preguntado el Rey Demetrio, qué fuese la causa porque en su mocedad hubiese sido bien fortunado, y en la vejez tan desdichado, respondió: porque me enemisté con la razón, y confié mucho [251] de la fortuna. En los grandes conflictos, y peligros, muchas veces suspirando solía decir el Rey Demetrio: ¡Oh fortuna engañadora, y cuán fácil eres de hallar, y cuán mala de guardar! Como le redarguyese un familiar suyo, por qué tantas veces le veía quejarse de la fortuna, la cual tantas victorias le había dado, y de tantos dones le había dotado, respondióle él: ¡Oh cuánta razón tengo yo de quejarme de la fortuna, la cual con las victorias me tornó loco, y en las adversidades no me tornó el seso!. Este Rey Demetrio se preció mucho de tener siempre muy gran flota por la mar, y este Rey Demetrio fue el primero que hizo galeras de veinticinco bancos, y entre otras hizo una galera bastarda, la cual se movía con cuatrocientos remos, y cabían en ella dos mil hombres armados. Mucho condenan los historiadores al Rey Demetrio la invención, y monstruosidad de esta galera: porque fue obra más para mirar, que para aprovechar, fue inmenso lo que costó, y casi nada lo que aprovechó. Filopatro el Tebano, aunque naturaleza le hizo de un pie cojo, y de un ojo tuerto, fueron tales, y tan nombrados sus grandes hechos, y hazañas, que le llamaban en toda la tierra de Grecia Filopatro el justo por lo bien que gobierna, y Filopatro el justo por lo bien que gobernaba, y Filopatro el fortunado por las grandes victorias que había. Como otro Capitán que había nombre Aristón, le motejase a Filopatro de manco, y cojo, y que en la guerra más servía para tropezar, que para pelear, respondióle Filopatro: Yo confieso, oh Aristón, que el ir a la guerra, es cosa más segura para ti, que no para mí: porque a ti falta el corazón para pelear, y tienes pies para huir, y a mí fáltanme pies para huir, y sóbrame corazón para pelear. Anduvo este Filopatro muchos tiempos por la mar, y como le preguntase uno que si había habido muchas veces miedo, respondióle Filopatro: Los que andamos en la mar, sola una vez hemos miedo, y esta es en la tierra antes que entremos en la mar, porque después de entrados, y determinados, ya nos tenemos por dicho, que a merced de una ola superba, o de una tabla desclavada, traemos vendida la vida. Este Filopatro vino desde Asia a conquistar a los Rodos con cien galeras en las cuales todas bogaban siete remos por banco, cosa por cierto monstruosa de ver, y dificultosa de sustentar. Muchos Príncipes Griegos, y muchos Latinos quisieron después imitar a Filopatro en hacer galeras de siete remos por banco, las cuales todas perecieron, y se acabaron: y al fin de muchas experiencias hechas en las galeras, resumiéronse todos, en que la [252] buena galera, ni ha de subir de cinco remos por bancos, ni abajar de tres. La muy nombrada Cleopatra, Reina que fue de Egipto, y única amiga de Marco Antonio, cuyos amores a él costó la vida, y a ella la vida, y la fama, cuando ella pasó de Egipto en Grecia a verse con Gayo César los remos de su galera eran de plata, y las áncoras de oro, las velas de seda, y la popa de marfil en taracea. He aquí, pues, los inventores de las galeras, y aun las invenciones hechas en ellas, en las cuales hasta hoy hallan los mareantes siempre qué enmendar, y no menos que añadir.


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Capítulo III
De cuán peligrosa cosa es el navegar, y de muchos Filósofos que nunca navegaron.

Si a Isidoro en sus Etimologías creemos, los Lidos fueron los primeros que inventaron el arte de navegar, los cuales no alcanzaron más de juntar unas vigas con otras, y después de bien clavadas, y calafeteadas, entraban en ellas a pescar en la mar, no se alejando mucho de la tierra. Después de los Lidos, los Sidonios fueron los primeros que inventaron unas canavallas de mimbres, y de cueros y de cañas, y betún, en las cuales no sólo entraban a pescar, mas aun se atrevían algún poco a navegar. Muchos tiempos después de esto, vinieron los de la Isla de Corontas e inventaron hacer barcas medianas, y aun algunos navíos pequeños de palo solo, sin que entreviniese en ellos mimbres, ni cueros. Todos los historiadores concuerdan, en que muy poco antes de la batalla Maratona, Epaminondas el Griego acabó de poner en perfección la manera de navegar, y la forma de hacer los navíos: porque en el belo Peloponense, se halló ya el muy nombrado Capitán Brias, con naos, y carracas, y galeras. Sea lo que fuere, invéntelo quien lo inventare, que muchas veces me paro a pensar, cuán aborrecido debía de estar el primer hombre, que estando bien seguro en la tierra, se cometió a los grandes peligros de la mar: pues no hay navegación tan segura, en la cual entre la muerte, y la vida haya más de una tabla. A mi parecer sobra de codicia, y falta de cordura inventaron el arte de navegar; pues vemos por experiencia, que para los hombres que son poco bulliciosos, y menos codiciosos, no hay tierra en el mundo tan mísera, en la cual les falte lo necesario para la vida humana. En este se ve cuán más bestial es el hombre que todas las bestias, pues todos los animales huyen, no por más de por huir la muerte, y sólo el [253] hombre navega en muy gran perjuicio de la vida. ¿Mas dime tú oh mareante, si para la salvación de la vida hay en la mar cosa segura? ¿Qué no es contrario en la tierra, que no nos lo sea mucho más en la mar. Es nos contrario en la tierra el hambre, frío, sed, calor, fuego, fiebres, dolores, enemigos, tristezas, desdichas, y enojos, las cuales cosas todas padecen dobladas los que navegan por la mar, y más, y allende de esto, navegan los tristes a merced del viento que no los trastorne, y de la espantable agua no los ahogue. Ni miento, ni me arrepiento de lo que digo, y es, que si no hubiese en los corazones de los hombres codicia, no habría sobre las mares flota: porque esta es la que les altera los corazones, los saca de sus casas, les da vanas esperanzas, les pone nuevas fuerzas, los destierra de sus patrias, les hace torres de viento, los priva de su quietud, los ajena de su juicio, y los lleva vendidos a la mar, y aun los hace mil pedazos en las rocas. Decía el Filósofo Aristón, que dos veces moría, el que en la mar moría, es a saber, que primero se anegaba el corazón en la codicia, y después se ahogaba el cuerpo en el agua. Sentencia por cierto es esta digna de saber, y muy digna de a la memoria encomendar, pues no crió Dios nuestro Señor al hombre para que morase en los piélagos, sino para que poblase los cielos. El Cónsul Fabato en sesenta años que vivió, nunca de su Ciudad de Regio pasó a ver la ciudad de Mesana, hasta la cual no había, sino nueve millas por agua, y preguntado en el caso, dijo: Es loco el navío, pues siempre se mueve, es loco el marinero, pues nunca está de un parecer, es loca el agua, pues nunca está queda, y es loco el aire que siempre corre; y pues esto es así verdad, si huimos de un loco en la tierra, ¿cómo queréis que fie yo mi vida de cuatro locos en la mar? De claro ingenio, de hombre experimentado, de Filósofo sabio, y de varón muy cuerdo fue la respuesta del Cónsul Fabato: porque si profundamente se mira la importunidad del aire, la hinchazón del agua, la inconstancia del navío, el trabajo de los marineros, y lo que pasan los pasajeros: así Dios a mí me salve y así él nunca más a la mar me torne, si a todos los que por su voluntad andan en los navíos, no los podían atar por locos. ¿Qué tiene de cordura el que vive en la galera? ¿Qué cosa más justa puedes tú cantar en la galera, que es aquel responso de finados, que dice: Memento mei Deus, quia ventus est vita mea. ¿Por ventura no es viento tu vida, pues en la galera su [254] principal oficio es hablar del viento, mirar del viento, desear el viento, esperar el viento, huir del viento, o navegar con el viento? ¿Por ventura no es viento tu vida, en que si es contrario, no puedes navegar, si es largo y recio, has de amainar, si es escaso, has de remar, si es travesía, has de huir, si es de tierra, no le has de creer? De manera, que no será levantar falso testimonio, decir uno: Andad para viento pues vivís con el viento. No hay hombre en la tierra por pobre que sea, que en una gran necesidad no tenga dineros con que se redima, o hijos de que se sirva, o amigos a quien llame o parientes a quien se encomiende, o valedores con quien se ampare, o vecinos de quien se confíe, sino es el desventurado que anda en la galera, el cual tiene puesta su vida en el parecer de un Piloto loco, y de un viento contrario. Plutarco cuenta del Filósofo Atalo, que como morase en la Ciudad de Esparta, y pasase un río grande por medio de ella, nunca quiso pasar a la otra mitad de la Ciudad en toda su vida, diciendo que el aire se hizo para las aves, la tierra para los hombres, y el agua para los peces: Dicen que decía muchas veces burlando este Filósofo: Cuando yo viere a los peces caminar por la tierra, entonces iré yo a navegar por la mar. Alcimeno el Filósofo vivió noventa años entre los Epirotas, al cual como le dejase por heredero un pariente suyo, nunca quiso aceptar la herencia, ni ir a ver la heredad, y esto no por más, de no por pasar el río Maratón que estaba en medio, diciendo que era maldita la herencia que se había de traer por agua: Marco Porcio el Censorino, estando al punto de la muerte, dijo, que en no más de tres cosas había ofendido a los Dioses en su vida, es a saber, en que se le pasó un día sin hacer algún bien en la República, en que descubrió un secreto a una mujer, y en que pudiendo caminar por tierra, navegó un poco por la mar. Cropilo el Filósofo (discípulo que fue de Platón) mandó cerrar las ventanas de las casas, que había heredado de su padre, las cuales caían sobre la mar, y preguntado de muchos, porqué lo hacía, respondió: Por no ver la mar, y porque no me tomase deseo de entrar en ella, mandó cerrar las ventanas de mi casa: porque muchas veces oí decir a mi maestro Platón, que el navegar por la mar, más era ejercicio de locos, que oficio de Filósofos. Tito Livio dice, que el su pueblo Romano, cuán bien fortunado fue por la tierra, tan infeliz, y desdichado fue por la mar: a cuya causa nunca los Romanos antiguos consintieron que [255] se hiciesen galeras, ni se juntase flota desde el tiempo del buen Camilo, hasta que nació el gran Escipión. Cuanto el Senado determinó de enviar a conquistar a Asia, y mandó para este efecto al Cónsul Geneo Fabricio hacer una superba flota, dijo allí a grandes voces el Cónsul Fabio Torcato: A los hombres que me ven, y a los Dioses que me oyen invoco, que no soy en este consejo, es a saber, que la fama, y la gloria que ha ganado nuestra madre Roma en la tierra, la cometáis ahora a las bravas ondas de la mar: porque pelear con los hombres es fortuna, mas tomarse con los vientos es locura. Luego bien dicen la palabras de mi tema, que la vida de la galera déla Dios a quien la quiera.


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Capítulo IV
De muchos, y muy famosos corsarios que hubo por la mar.

Hablando con verdad, y aun con libertad, la navegación de la galera es algo segura cuando costea, mas cuando engolfa es muy peligrosa: de lo cual se puede muy bien colegir, que las galeras más inventaron para robar, que no para navegar. Antes que Teseo el Griego inventase de hacer galeras, no se lee haber por la mar corsarios, o piratas: mas después acá que se hacen galeras, nunca por nunca faltó, quien saquease toda la tierra, y robase en alta mar. Si yo no me engaño, el fin porque uno hace una galera es, para defender su tierra, y ofender la extraña, y como la galera es tan enojosa, y tan costosa, no pienso que nadie emplearía en ella su hacienda propia, si no pensase sustentarla con ropa ajena. Así como muchos, y muy excelentes varones, fueron esclarecidos por batallas que vencieron en la tierra, así fueron otros muchos muy temidos, y nombrados, por los robos que hicieron por la mar.

Los famosos corsarios antiguos fueron muchos, mas entre todos fueron los más nombrados Dionides en tiempo de Alejandro, Estelicón en tiempo de Demetrio, Cleónidas en tiempo de Ptolomeo, Chipandas en tiempo de Ciro. Miltas en tiempo de Dionisio, Alcamenes en tiempo de Cayo César, y Agatoclo en tiempo del buen Augusto.

Contar por entero los principios que estos corsarios tuvieron, los robos que hicieron, los peligros en que se vieron, los hombres que mataron, los Pueblos que asolaron, las crueldades que cometieron, las riquezas que alcanzaron, y los fines que hubieron, sería largo de contar, y enojoso de leer. Abaste al presente decir, que [256] ninguno de todos estos corsarios murió en su cama, ni hizo testamento de la su hacienda: sino que allegada la hora de sus tristes hados, pagaron los males que hicieron, y no gozaron de las riquezas que robaron. Y porque no parezca hablar de gracia diremos de ellos alguna palabra. Dionides fue corsario en los mares de Levante, en los tiempos de Alejandro, y Darío, el cual ni quiso servir al uno, ni hacer paz con el otro, sino que sin tener respeto a ninguna persona, a toda ropa hacía. Contra este Dionides mandó armar el Magno Alejandro una muy gran flota: el cual como fuese preso, y ante su presencia traído, díjole Alejandro: Dime Dionides, ¿por qué tienes escandalizada toda la mar? Respondióle él: ¿Por qué tú Alejandro, tienes saqueada toda la tierra, y robada toda la mar? Respondióle Alejandro: Porque yo soy Rey, y tú eres corsario. Respondióle a esto Dionides: ¡Oh Alejandro, de una condición, y de un oficio somos tú, y yo, sino que a mí me llaman corsario, porque salteó con pequeña armada, y a ti llaman Príncipe, porque robas con gran flota! Oh si los dioses se amansasen contra mí, y la fortuna se encrueleciese contra ti: de manera, que Dionides fuese Alejandro, y Alejandro se tornase Dionides, por ventura sería yo mejor Príncipe que tú, y tú serías peor corsario que yo.

Estelicón fue corsario dieciseis años en el mar Adriático, en los cuales hizo grandes robos a los Batros, y grandes daños en los Rodos. Contra este corsario mandó armar el Rey Demetrio: el cual preso, y puesto en su presencia le dijo: Dime Estelicón, ¿qué te hicieron los Rodos por qué los robaste, y en qué te ofendieron los Batros, por qué los asolaste?. Respondióle él: Dime Demetrio, ¿qué te hizo a ti mi padre, por qué le mandaste matar, y qué te hice yo, por qué me hiciste desterrar? Aconséjote, oh Demetrio, en esta hora postrera, que no sigas, ni persigas a ninguno cuanto le puedes seguir, y perseguir: porque es cosa muy peligrosa, tomarse nadie con quien tiene perdida la honra, y aburrida la vida. Cleónidas fue corsario en los tiempos del Rey Ptolomeo, y anduvo hecho corsario por la mar veintidós años, en los siete de los cuales, escriben de él que jamás hombre le vio salir de la galera, ni poner los pies en tierra. Fue este Cleonidas cojo, y tuerto, y no en balde le señaló naturaleza, porque era cruelísimo con los que prendía, y no guardaba verdad con los que trataba. A los enemigos que este maldito [257] corsario tomaba en su poder, entre otros tormentos que les daba, el uno de ellos era, que atados pies y manos, los hacía jeringar con una vejiga llena de aceite ardiendo. Contra este corsario mandó armar el Rey Ptolomeo, el cual como fuese preso, y puesto en su presencia, le dijo el Rey: Dime Cleónidas, qué bárbaros inhumanos, o qué furias infernales te enseñaron a dar tan inauditos tormentos, a los que como tú son hombres humanos? Respondió a esto Cleónidas: A mis enemigos, no sólo tengo de atormentar los cuerpos con que me persiguieron: mas aun quemarles las entrañas con que me desamaron. Mandó el Rey Ptolomeo que al corsario Cleonidas le jeringasen cada día con aceite muy caliente, porque alargándole la vida, fuese muy mayor su pena.

Chipandas el corsario, fue de nación Tebano, y concurrió en los tiempos del Rey Ciro, y fue varón animoso, valeroso, dadivoso, y poderoso: porque alcanzó a tener cien galeras, y treinta naos, con las cuales se hacía servir de todos los Reinos de Levante, y ser temido de todos los Príncipes de Poniente. Contra este Chipandas mandó armar el Rey Ciro, el cual como fuese preso, y puesto en su presencia, díjole el Rey: Dime Chipandas, ¿por qué llevando mi sueldo te pasaste a vivir con el Rey Parto? Respondióle él: Las leyes que se hacen en la tierra, no ligan a los que andan en la mar, y las que se usan en la mar, no se guardan en la tierra, y digo esto, porque es costumbre entre nosotros los corsarios, que tantas veces podamos mudar amos, cuantos se mudan en la mar los vientos.

Miltas el corsario, concurrió en los tiempos del primero Dionisio Siracusano, y fueron muy grandes enemigos el uno del otro: aunque la enemistad no era sobre quién era mejor, sino sobre quién lo haría peor, porque Dionisio asolaba toda Sicilia, y Milthas saqueaba a toda Asia. Anduvo el corsario Miltas en las mares de Asia más de treinta años, y al fin como armasen contra él los Rodos, y fuese preso, y al lugar ado le habían de justiciar traído, alzó los ojos al Cielo, y dijo: ¡Oh NeptunoDios de las mares! ¿Y por qué no me vales en esta hora, pues dentro de tus mares te sacrifiqué quinientos hombres, que con mis manos degollé, cuarenta mil que eché en hondo, y treinta mil que murieron de enfermedad, y veinte mil que perecieron peleando en mis galeras. ¿Es, pues, posible ahora, que habiendo yo muerto tantos, sea poderoso de matarme a mí uno solo? [258]

Alcamenes el corsario, fue en tiempo de Sila, y Mario, y siguió la parcialidad de los Silanos, y como Cayo César anduviese huyendo de Sila, predíjole en la mar del corsario Alcamenes, al cual él decía muchas veces, burlando, que se había de soltar, y a él, y a todos los de aquella galera ahorcar. Ya que Cayo César se vio señor de la República, luego mandó armar contra Alcamenes una flota, y como fuese preso, y al lugar ado le habían de justiciar traído, dijo: No me pesa de lo mucho que pierdo, ni de la muerte que muero, sino de haber yo venido a las manos de aquel, que tuve yo en mis manos, y que me mande ahorcar, al que yo pudiera, y aun debiera ahorcar. Como hemos dicho de estos pocos corsarios, pudiéramos decir de otros muchos antiguos, y aun modernos: abaste que la vida de la galera déla Dios a quien quiera.


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Capítulo V
De muchos, y muy grandes privilegios que tienen las galeras.

Pues hemos dicho el origen que tuvieron las galeras, y hemos dicho de los ilustres varones que fueron enemigos de navegar, y hemos dicho de los más famosos corsarios que se dieron a robar: digamos ahora de las ilustres condiciones de la galera, y de los grandes privilegios con que está privilegiada.

Es privilegio de galera, que todos los que en ella entraren, o anduvieren, han de navegar siempre muy sospechosos de corsarios que los prendan, y muy temerosos de la mar brava en que se pierda: porque no hay mar tan segura, a do ande algún corsario famoso, o se levante algún tiempo muy contrario.

Es privilegio de galera, que todos los que en ella quisieren entrar, y navegar, ante todas cosas han de perder toda su libertad de mandar, y junto con esto han al Capitán, Patrón, y comitres, y marineros de obedecer: y si allí se quisiere aprovechar, y presumir de lo que tiene, y de lo que vale, dirále el más pobre remero que desembarace luego la galera, y se vaya en hora mala a mandar a su casa.

Es privilegio de galera, que como ella de su condición sea larga, sea estrecha, y esté de remos muy ocupada, y vaya de jarcias muy cargada, téngase por avisado el pasajero que entrare en ella, que de solamente se ha de arrimar a do pudiere, y no asentarse a do quisiere.

Es privilegio de galera, que por muy caballeroso, honrado, rico, e hinchado que sea el pasajero que allí entrare, ha de [259] llamar al Capitán de ella señor, al patrón pariente, al comitre amigo, a los proheles hermanos, y a los remeros compañeros, y la causa de esto es, que como el mareante carezca en la galera de su libertad, tiene allí de todos necesidad.

Es privilegio de galera, que todos los que allí quisieren entrar, o pasar, han de ser humildes en conversación, pacientes en las palabras, disimulados en las necesidades, y muy sufridos en las afrentas: porque en galeras más natural cosa es sufrir las injurias, que hacerlas, ni aun vengarlas.

Es privilegio de galera, que todos los que allí entraren carezcan de la conversación de damas, de manjares delicados, de vinos odoríferos, de olores confortativos, de aguas muy frías, y de otras semejantes delicadezas: las cuales cosas todas dárseles ha licencia que las desee, mas no facultad que las alcancen.

Es privilegio de galera, que todos los que allí entraren, han de comer el pan ordinario de bizcocho, con condición que sea tapizado de telarañas, y que sea negro, gusaniento, duro, ratanado, poco, y mal remojado. Y avísole al bisoño pasajero, que si no tiene tino en sacar o presto del agua, le mandó mala comida.

Es privilegio de galera, que si algunas veces saliendo a tierra, viniere a sus manos del mareante algún poco de pan, el cual sea blando, tierno, sabroso, blando, y sazonado, no ha de osarlo comer a solas, sino repartirlo con sus compañeros, y acontecerle ha, que habiéndolo él solo comprado, no le cabrá más de ello, que de pan bendito.

Es privilegio de galera, que nadie al tiempo de comer pida agua clara, delgada, fría, sana, y sabrosa, sino que se contente, y aunque no quiera, con beberla turbia, gruesa, cenagosa, caliente, desabrida; verdad es, que a los muy regalados les da licencia el Capitán, para que al tiempo del beberla con una mano, tapen las narices, y con la otra lleven el vaso a la boca.

Es privilegio de galera, que si algún pasajero quisiere entre día beber un poco, refrescar el rostro, enjuagar la boca, o lavar las manos, el agua que para aquello ha menester, ha la de pedir al Capitán, o cohechar al comitre, o traer de la tierra, o comprarla de algún remero: porque en la galera no hay cosa más deseada, y de que haya menso abundancia que agua.

Es privilegio de galera, que ningún pasajero sea osado de derramar agua en la popa, y mucho menos ha de osar escupir en [260] ella, y el que en esto fuere descuidado, el Capitán le reñirá, y los espaldares le llevarán un real de pena: por manera, que a los marineros no les reñimos aunque escupan en nuestra Iglesia, y ríñennos ellos si escupimos en su popa.

Es privilegio de galera, que si los pasajeros quisieren beber alguna vez vino, han de callar, y disimular, aunque sea aguado, turbio, acedo, podrido, poco y caro, y esto no se han de maravillar: porque muchas veces acontece, que con el vino que beben en la mar, podrían comer lechugas en la tierra. Es privilegio de galera, que la carne que han de comer ordinariamente, ha de ser tasajos de cabrones, cuartos de oveja, vaca salada, bufano salpreso, y tocino rancio, y esto ha de ser soncochado, que no cocido, quemado, que no asado, y poco, que no mucho: por manera, que puesto en la mesa es asqueroso de ver, duro como el diablo de mascar, salado como rabia para comer, indigesto como piedras para digerir, y dañoso como zarazas para de ello se hartar. Es privilegio de galera, que si el pasajero quisiere comer allí un poco de carnero, o vaca, o cabrito, que sea fresco, halo de comprar de los soldados que lo fueron a hurtar, o aventurarse a salirlo a robar: ya que esto hag, es verdad que lo goza, no por cierto, sino que el desollador tiene de derechos el cuero, y el menudo, y aun un cuarto, y después la carne que queda, es obligado de la asar, y cocer, y con todos la comer. Es privilegio de galera, que el que allí quisiere comer alguna cosa cocida, ha de buscar, o cohechar, o comprar, o con tiempo se proveer de una olla, y después que halle la olla, él mismo la ha de lavar, y proveer, y atizar, y espumar, y aun guardar, y por ninguna cosa de cabe ella se quitar: porque de otra manera, en cuanto vuelva la cabeza, otro comerá la olla, y él terná que contar de la burla.

Es privilegio de galera, que ninguno sea osado de ir aderezar de comer cuando lo hubiere gana, sino cuando pudiere, o granjeare, porque según las ollas, o cazos, morteros, sartenes, calderas, almirezes, asadores, y pucheros, que están puestos en torno del fogón, el pasajero se irá, y se vendrá como un gran bisoño, si primero no tiene tomada la amistad con el cocinero.

Es privilegio de galera, que si el gentil hombre pasajero quisiere comer allí en platos, y escudillas o en tajadores, y falseras, que los meta primero en la galera consigo, o los coheche al comitre, o los alquile de algún remero, y si el tal fuere escaso en los comprar, o descuidado [261] en los buscar, de buena gana le dará licencia el Capitán, para que corte la carne sobre una tabla, y sorba la cocina con la misma olla.

Es privilegio de galera, que si algún pasajero quisiere comer así con gravedad, es a saber, en manteles limpios, toallas largas, y pañizuelos alemaniscos, ha de llevarlo comprado, y bien guardado, porque mercadería tan limpia no se halla en galera, y si en esto, como en lo otro fuere olvidadizo, podrá con buena conciencia, aunque con mucha vergüenza a limpiarse a la camisa, y de cuando en cuando a la barba.

Es privilegio de galera, que no haya en ella escaño a do se echar, banco a do reposar, ventana a do se arrimar, mesa a do comer, ni silla a do se asentar: mas junto con esto, para lo que allí le darán licencia al bisoño pasajero es, que en una ballestera, o cabe crujia, o junto al fogón coma en el suelo como Moro, o en las rodillas como mujer.

Es privilegio de galera, que todo pasajero, bogavante, remero, marinero, escudero, Eclesiástico, y aun Caballero, pueda con buena conciencia almorzar sin brevas, comer sin guindas, merendar sin melocotones, cenar sin natas, y hacer colación sin almendras verdes, y si de estos, y de otros semejantes refrescos le viniere mucho apetito, y tomare sobrado deseo, sobrarle ha tiempo para por ello suspirar, y faltarle ha lugar para lo alcanzar.


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Capítulo VI
De otros veinte trabajos que hay en la galera.

Es privilegio de galera, que el día que navegando se pasare golfo, o de súbito viniere alguna grande tormenta, no se encienda lumbre, no aderecen comida, no llamen a tabla, y que entren todos los pasajeros so sota: porque para alzar la carrucha, es necesario que esté la galera exenta. Y es verdad que en aquella hora, y conflicto, más temor pone la confusión, y las voces, y estruendo, y la grita que los marineros traen entre sí, que no la furia, y braveza que en la mar anda.

Es privilegio de galera, que todo pasajero que es de nación Cristiano, y de Dios temeroso, mire que en el tiempo de pasar algún golfo, o de alguna mala borrasca, se acuerde de encomendarse a algunos notables santuarios, arrepentirse de sus pecados, reconciliarse con sus compañeros, y rezar algo a los Santos sus más devotos: lo cual todo, y aun [262] mucho más a cada paso en la mar se hace, y después tarde, o nunca en la tierra se cumple.

Es privilegio de galera, que cuando ventare Tramontana, anduviere la mar gruesa, fuere cuarterón de Luna, corriere de travesía, o sobreviniese alguna furiosa tormenta, es costumbre que luego los marineros alcen el áncora, metan el esquife, quiten el tendal de popa, amainen la vela, y cojan la tienda, y entonces ay de ti pobre pasajero, porque te quedarás a merced del calor que hiciere, y a recibir toda el agua que lloviere. Es privilegio de galera, que andando navegando, cuantas veces se mudare el aire, tantas veces se mude la vela, y cuando el aire arreciare, hanla de abajar, y cuando aflojare hanla de subir, y en lo que entonces se ha de emplear el pasajero es, alzar los ojos a la antena, poner las manos en la maroma, y ocupar el corazón en la tormenta: porque en la mar no hay mayor señal de estar en grande peligro la vida, que cuando los marineros suben, y bajan muchas veces la antena.

Es privilegio de galera, que nadie ose pedir en ella cama de campo, sábanas de Holanda, cocedras de pluma, almohadas labradas, colchas reales, ni alcatifas moriscas: mas junto con esto, si el pasajero fuere delicado, o estuviere enfermo, darle ha licencia el patrón, para que duerma sobre una tabla, y tome para almohada una rodela.

Es privilegio de galera, que ninguno, por honrado que sea, pueda tener lugar señalado, a do se pueda pasar, ni tampoco retraer, ni aun todas veces que quiérase asentar; y si alguno quisiere estarse de día algún poco en la popa, y dormir de noche en alguna ballestera halo de comprar primero del Capitán a poder de ruegos, y alcanzarlo del comitre por buenos dineros.

Es privilegio de galera, que si alguno tuviere necesidad de calentar agua, sacar lejía, hacer colada, o jabonar camisa, no cure de intentarlo, si no quiere dar a unos que reír, y a otros mofar: mas si la camisa trajere algo sucia, o muy sudada, y no tuviere con que remudarla, esle forzoso tener paciencia hasta que salga a tierra a lavarla, o se le acabe de caer de podrida.

Es privilegio de galera, que si algún pasajero regalado, y polido, quisiere alli dentro jabonar algún trapo de narices, paño de tocar, o sudadero de cuello, o camisa de su persona, o toalleta de mesa, sea con agua salobre, y no dulce.

Y como el agua de la mar hace comezón, y causa criazón, darle ha el Capitán [263] licencia, y el Comitre, lugar, para que de espaldas al mástil se cofree, o busque un remero que le rasque.

Es privilegio de galera, que ningún pasajero sea obligado, ni aun osado de descalzar los zapatos, desatar las calzas, desabrochar el jubón, ni desnudar el sayo, ni aun quitarse la capa a la noche, cuando se quisiere ir a acostar: porque el pobre pasajero no halla en toda la galera otra mejor cama, que es la ropa que sobre sí trae vestida.

Es privilegio de galera, que las camas que allí se hicieren para los pasajeros y remeros, no tengan pies, ni cabecera señaladas, sino que se echen a do pudieren y cupieren, y no como quisieren, es a saber, que a do una noche tuvieren los pies tengan otra la cabeza: y si por haber merendado castañas, o haber cenado rábanos, el compañero se le soltare algún (ya me entendéis) has de hacer cuenta hermano que lo soñase, y no decir que lo oíste.

Es privilegio de galera, que todas las pulgas que salten por las tablas, y todos los piojos que se crian en las costuras, y todas las chinches que están en los resquicios, sean comunes a todos, anden entre todos, y se repartan por todos, y se mantengan entre todos: y si alguno apeleare de este privilegio, presumiendo de muy limpio, y pulido, desde ahora le profetizo, que si echa la mano al pescuezo, y a la barjuleta, halle en el jubón más piojos, que en la bolsa dineros.

Es privilegio de galera, que todos los ratones, y lirones de ella, sean osados y libertados, para que puedan sin ninguna pena hurtar a los pasajeros, paños de tocar, cendales delgados, ceñidores de seda, pañizuelos de narices, camisas viejas, escosias preciosas, y aun guantes adobados, y todo esto esconden ellos para su dormir, y para ellos parir, y sus hijos criar y aun para en ello roer cuando no hay que comer: y no te maravilles, hermano pasajero, si alguna vez te dieren algún bocado estando durmiendo, porque a mí pasando de Túnez a Sicilia me mordieron en una pierna, y otra vez en una oreja, y como juré los privilegios de la galera, no les osé decir nada.

Es privilegio de galera, que el pan, el queso, el vino, el tocino, la carne, el pescado, y las legumbres que metieras allí para tu provisión, has de dar de ello al Capitán, al Comitre, al Piloto, a los compañeros, y al timonero, y de lo que te quedare, tente por dicho que de ello han de probar los perros arrebatar los gatos, roer los ratones, diezmar los despenseros, y hurtar los remeros; por manera, que si eres un [264] poco bisoño, y no muy avisado; la provisión que hiciste para un mes, no se llegará a diez días.

Es privilegio de galera, que en haciendo un poco de marea, o en andando la mar alta, o en arreciándose la tormenta, o en engolfándose la galera, se te desmaya el corazón, desvanece la cabeza, se te revuelve el estómago, se te quita la vista, comiences a dar arcadas, y a revisar lo que has comido, y aun echarte por aquel suelo, no esperes que los que te están mirando te tendrán la cabeza, sino que todos muy muertos de risa te dirán, que no es nada, sino que te prueba la mar, estando tú para espirar, y aun para desesperar.

Es privilegio de galera, que si algún pasajero quisiere salir alguna vez a tierra, por ocasión de recrearse un poco, o a coger un cántaro de agua, o a buscar, o a comprar algún refresco, o a hacer con otros algún salto, ha de pedir, como Fraile, licencia al Capitán, ha de rogar al Comitre, que mande armar el esquife, ha de halagar a los proeles, que le lleven, hales de prometer algo, porque a la vuelta le aguarden ha de dar dineros, a quien le saque acuestas, porque no se moje: y si por malos de sus pecados, no acude presto a se embarcar, cuando tocan a recoger, haráse la galera a la vela, y quedarse ha él en tierra colgado del algalla.

Es privilegio de galera, que todo pasajero, que quisiere purgar el vientre, y hacer algo de su persona, esle forzoso de ir a las letrinas de proa, y arrimarse a una ballestera: y lo que sin vergüenza no se puede decir, ni mucho menos hacer, tan públicamente le han de ver todos asentado en la necesaria, como le vieron comer a la mesa.

Es privilegio de galera, que nadie ose pedir allí para beber taza de plata, o vidrio de Venecia, ni bernegal de Cadahalso, ni jarra de Barcelona, ni porcelana de Portugal, ni nuez de India, ni corcho de alcornoque. Y en caso que el pasajero no metió en la galera taza, ni jarra para beber, dispensará con él el Capitán, que en la escudilla de palo que come el remero la cocina, le den a él a beber un poco de agua.

Es privilegio de galera, que ni el Capitán ni el Comitre, ni el Patrón, ni el Piloto, ni el remero, ni pasajero, puedan tener, ni guardar, ni esconder alguna mujer suya, ni alguna casada, ni soltera, sino que la tal, de todos los de la galera ha de ser vista, y conocida, y aun de más de dos servida: y como las que allí se atreven ir son más amigas de caridad, que de castidad, a las veces acontece, que habiéndola traído algún mezquino a su costa, ella [265] hace placer a muchos de la galera.

Es privilegio de galera, que libremente pueden andar en ella Frailes de la Orden de San Benito, San Basilio, San Agustín, San Francisco, Santo Domingo, San Jerónimo, Carmelitas, Trinitarios, y Mercenarios. Y porque los tales Religiosos puedan andar por toda la galera, dicen los Comitres, que ellos han sacado una Bula, para que no traigan hábitos, ni cogullas, ni coronas, ni cintas, ni escapularios, y que en lugar de los Breviarios les pongan en las manos unos remos, con que aprendan a remar, y olviden el rezar.

Es privilegio de galera, que los ordinarios vecinos, y cofrades de ella, sean testimonieros, falsarios, fementidos, corsarios, ladrones, traidores, azotados, acuchilladizos, salteadores, adúlteros, homicianos, y blasfemos: por manera, que al que preguntare, qué cosa es galera, le podremos responder, que es una cárcel de traviesos, y un verdugo de pasajeros.


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Capítulo VII
De otros más trabajos, y peligros, que pasan los que andan en galera.

Es privilegio de galera, que todos los Comitres, Patrones, Pilotos, marineros, consejeros, proeles, timoneros, espaldares, remeros, y bogavantes puedan pedir, tomar cohechar, y aun hurtar a los pobres pasajeros, pan, vino, carne, tocino, cecina, queso, fruta, camisas, zapatos, gorras, sayos, jubones, ceñidores, capas: y aun si el pasajero es un poco bisoño, y no trae al brazo atada la bolsa, haga cuenta que la olvidó en Sevilla.

Es privilegio de galera, que lo que ahí una vez se pierde, o se olvida, o se empresta, o se hurta, que jamás parezca: y si a poder de ruegos, y no sin haberse dado dineros, anda el Comitre a lo buscar, y aun en términos de los hallar, sea cierto el que lo perdió, que los ladrones que lo hurtaron, antes acabaran con sus desvergüenzas de lo echar en la mar, que no con su conciencia de se lo restituir.

Es privilegio de galera, que allí todos tengan libertad de jugar a la primera de Alemania, a las tablas de Borgoña, al alquerque Inglés al tocadillo viejo, al parar Ginovisco, al flux Catalán, a la figurilla Gallega; al triunfo Francés, a la calabriada Morisca, a la ganapierde Romana, y al tres, dos, y as Boloñés: y todos estos juegos se disimulan jugar con dados falsos, y con naipes señalados. Y porque no pierda sus buenas costumbres la galera, no haya miedo el que [266] armare el nayoe, o hincare el dado, le mande el Capitán que restituya el dinero; porque el día que en la mar formaren conciencia, y pusieren justicia, desde aquel día no habrá sobre las aguas galeras.

Es privilegio de galera, que cuando salen a tierra a hacer aguada, o a cortar leña, si acaso ven alguna ternera, tropiezan con alguna vaca, hallan algún carnero, topan algún cabrito, cogen algún puerco, asen algún ansarón, prenden alguna gallina, o alcanzan algún pollo, tan sin asco y escrúpulo lo llevan, y matan en la galera, como si por sus dineros lo compraran en la plaza.

Es privilegio de galera, que cuando los soldados, los remeros, barqueros, y aun pasajeros, salen a tierra, cabe algún buen lugar, y rico, no hay monte que no talen, colmenas que no descorchen, árboles que no derruequen, palomar que no caten, caza que no corran, huertas que no yermen, moza que no retocen, mujer que no sonsaquen, muchacho que no hurten, esclavo que no traspongan, viña que no vendimien, tónico que no arrebaten, y ropa que no alcen: por manera, que en un año recio no hacen tanto daño el hielo y la piedra, y la langosta, cuanto los de la galera hacen en sólo medio día.

Es privilegio de galera, que si alguno en la tierra es deudor, acuchilladizo, perjuro, revoltoso, rufián, robador, ladrón, matador, no pueda ninguna justicia entrar allí a le buscar, ni aun el ofendido le pueda ir allí a acusar: y si por malos de sus pecados entra, o le echarán al remo, o lo darán un trato: por manera que en las galeras, es a do se van los buenos a perder, y los malos a defender.

Es privilegio de galera, que en ella anden, y tengan libertad de vivir, cada uno en la ley que nació; es a saber, casados, solteros Monjes, Frailes, Clérigos, Ermitaños, Caballeros, Escuderos, Elches, Canarios, Griegos, Indios, Herejes, Moros, y Judíos: por manera, que sin ningún escrúpulo verán los Viernes hacer a los Moros la zalá, y a los Judíos hacer los Sábados la baraha.

Es privilegio de galera, que si algún pobre pasajero quisiere llevar a la mar algún arca con bastimento, o algún lío de ropa, o alguna colección de cama, o algún barril de vino, o algún cántaro para agua: hase de tener por dicho, que el Capitán por lo consentir, los Barqueros, por lo llevar, el Escribano por lo registrar, el Comitre por lo guardar, le han de llevar los unos dineros, y los otros servicios: y en este caso no se contentan con lo que les quisiéreis dar, sino que os han de llevar todo lo que os [267] quisieren pedir. Por mí puedo jurar, que en la navegación postrera, que hicimos con la sacra, y Real Majestad del Emperador Carlos Quinto, que en los puertos de Barcelona, Mallorca, Cerdeña, la Goleta, Caller, Palermo, Micina, Rijoles, Nápoles, Gayeta, Civitavieja, Génova, Niza, Truju, Tolón, y Aguas Muertas: más enojos hube, y más dineros gasté en embarcar, y desembarcar, caballos, azémilas, criados, y bastimentos, que en toda mi vida pasé, ni aun nunca pensé.

Es privilegio de galera, que al tiempo del embarcar, y después otra vez al desembarcar, le cuenten al pobre pasajero el dinero, le abren las arcas, le miran las ropas, le descosen los líos, y pague en la aduana de todo ello derechos: y si el pasajero es un poco bisoño, no sólo le llevarán el derecho, mas aun el ojo tuerto.

Y porque no parezca que hablamos de gracia, a ley de bueno juro, que por los derechos de una gata que traje de Roma, y me llevaron medio real en Barcelona.

Es privilegio de galera, que no haya sobre las aguas galera tan cumplida, ni tan bastecida, que no haya en ella alguna tacha, es a saber, o que le falta palazón, o que es vieja, o que es pesada, o que no es galera, o que no está armada o que no es sutil; o que está abierta, o que hace mucha agua, o que es muy desdichada: de manera, que por más Patrona, o Capitán que sea, siempre hay más cosas que la desear, que no en ella que loar.

Es privilegio de galera, que ni por ser Pascua de Cristo, o día de algún gran Santo, o ser día de Domingo, no dejen en ella los remeros, y pasajeros de jugar, hurtar, adulterar, blasfemar, trabajar, ni navegar; porque las fiestas y Pascuas en la galera, no sólo no se guardan, mas aun ni saben cuándo caen.

Es privilegio de galera, que los que en ella andan, no tengan memoria del Miércoles de la Ceniza, de la Semana Santa, de las vigilias de Pascua, de las Cuatrotémporas del año, ni aun de la Cuaresma mayor; porque en la galera todas las veces que ayunan, no es por ser vigilia o estar en Cuaresma, sino porque les falta la vitualla.

Es privilegio de galera, que ni marineros, ni remeros, ni ventureros, ni los otros oficiales que andan en la mar, tomen pena, ni aun formen conciencia, por [268] no oír las Fiestas Misas, ni entrar en un año una vez en la Iglesia. Mas junto con esto, lo bueno que ellos de Cristianos tienen es, que en una peligrosa tormenta le ponen a rezar, se ocupan en suspirar, se toman a llorar, la cual pasada, se asientan muy despacio a comer, a jugar, y aun renegar, contando unos a otros el peligro en que se vieron, y las promesas que hicieron.

Es privilegio de galera que todos los vecinos y moradores, y pasajeros de ella, en todo el tiempo que la sirviesen, y la siguiesen sean exentos de pagar alcavalas, portazgos, empréstitos, pechos, martiniegas, subsidios, pensiones, cuartas, diezmos, y primicias al Rey, ni a la Iglesia. Y más, y allende de esto, que no los puedan descomulgar los Obispos, ni echar de las Iglesias los Curas, aunque no estén confesados, ni comulgados. Es verdad, que algunas veces burlándome yo con los remeros, y marineros en la galera, como yo les pidiese cédulas de confesión, luego ellos mostraban una baraja de naipes, diciendo, que en aquella santa cofradía no aprendían a se confesar, sino a jugar, y trafagar.

Es privilegio de galera, que ninguno que muriere en ella, sea obligado a tomar la Extremaunción, ni a pagar al Sacristán los clamores del tañer, ni a los cofrades los derechos del llevar ni al Cura el enterramiento, ni a la fábrica la sepultura, ni a los Frailes la Misa cantada, ni a los pobres el llevar de la cera, ni a los ganapanes el abrir la huesa, ni al cofradero el muñir la cofradía, ni aun a la comadre el coser de la mortaja: porque el triste y malaventurado que allí muere, apenas ha dado a Dios el ánima cuando arrojan a los peces el cuerpo.

Es privilegio de galera, que todos los que en ella andan, coman carne en la Cuaresma, en las cuatro Temporas, en los Viernes, en las Vigilias, en los Sábados, y en todos los otros días vedados: y el placer de ello es, que la comen sin ninguna vergüenza, ni menos conciencia. Como yo algunas veces les riñese, y amonestase, que no lo comiesen: respondíanme ellos, que pues los de la tierra se atrevían a comer el pescado, que salía de la mar en cualquier día, que también ellos a comer la carne que traían de la tierra.

Es privilegio de galera, que todo el pan, vino, tocino, cecina, queso, manteca, pasas, bizcocho, almendras, jarros, cántaros, platos, y ollas que sobren a algún pasajero, de lo que metió para su provisión, lo deje todo en la galera al tiempo que de ella se desembarcare, y a tierra saliere: por manera que toman todo lo [269] que sobra, y si algo allí le falta, no le darán ni aun una pala.

Es privilegio de galera, que todo pasajero que presume de generoso, y vergonzoso, debe a tiempo del desembarcar, regraciar al Capitán, abrazar al Comitre, hablar al Piloto, despedirse de la compaña, convidar a los espaldares, dar algo al timonero, y aun acordarse de los proeles: porque si esto no hace, darle han todos una muy cruel vaya, y no le acojerán más en aquella galera.

Es, pues, la conclusión, que por muchos por altos, por generosos, y por extremados, que sean todos sus privilegios, y exenciones: todavía nos afirmamos, y conformamos con las palabras de nuestro tema, es a saber, que la vida de la galera, déla Dios a quien la quiera.


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Capítulo VIII
Del bárbaro lenguaje que hablan en las galeras.

Dichas estas libertades, y privilegios de la galera, digamos ahora la forma y lenguaje que hablan en ella: porque tan extremados son en el modo del hablar, como en la manera del vivir. Al fundamento de la galera quieren ellos que se llame quilla: y a las clavijas del palo llaman escalemos; a la cabecera de la galera llaman popa, y al cabo de ella dicen proa; a lo que nosotros llamamos costeras, no consienten ellos sino que se nombren cuadernas; y a lo que decimos borde, llaman ellos Caballeros; a la cámara sobre que está la aguja, llaman escandilar; y al camino que va de proa a popa, nombran cruxia; a donde se sientan los remeros llaman postiza; y adonde van guardadas las velas, llaman cuarteles. Quieren que la cocina se llame fogón; y al renovar la galera le digan dar carena: como decimos en nuestro lenguaje, acostaos a una parte, dicen ellos en el suyo, teneos todos a la banda; y por decir tirad de esto, o de aquello, dicen ellos a grandes voces, iza, iza; a lo más alto del mástil mandan que se llame gata; y a las garruchas con que suben las velas, se nombre topa; nosotros decimos, ésta es la vela mayor, ésta es la vela mediana, y ésta es la menor; ellos no dicen sino, vela maestra, vela mesana, vela del trinquete; a las maromas llaman gumetas, y al poste llaman puntal; a la estaca a do atan las velas, quieren que se llame maimoneta; y a la moroma con que templan las velas, dicen que se llame escota; como nosotros decimos, volved esa galera, dicen ellos ciaboga; y para decir no reméis más, dirán ellos leva remo; a la garrucha con que meten el esquife, llaman barbeta; y a lo [270] con que carga la galera, llaman lastre; llaman al guarda ropa nochar, y al que rige la galera Comitre; por decir que navegan con buen viento, dicen que van en popa; y por navegar a medio viento, dicen que van a orza; a do se prenden las velas, llaman antena; y a la maroma con que la suben llaman candaliza; a lo que llamamos remar, dicen ellos bogar; y al sacar agua de galera llaman escotar. Mandan que a la despensa, no llaman sino pañol: y que los remeros de popa se nombren espalderes, a los que andan en el barco llaman proeles, y a la nariz de la galera asperón; al primer remero, llaman bogavante, al postrero dicen tercero; al viento Cierzo llaman Tramontana, al Abrigo medio jorno, al Solano Levante, y al Gallego Poniente: estar la galera armada, dicen estar empavesada; y cuando ella se pierde por tormentar, dicen que dio al través; no dirán ellos vamos por agua, sino hagamos aguada, ni tampoco dirán navegad a Cerdeña, sino pon la popa en Cerdeña. Esta, pues, es la jerigonza que hablan en la galera: de la cual, si todos los vocablos extremados hubiésemos aquí de poner, sería para nunca acabar, abaste concluir con nuestro tema: que la vida de la galera, déla Dios a quien la quiera.


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Capítulo IX
De una sutil descripción de la mar y de sus peligrosas propiedades.

Dicho algo del lenguaje que hablan en la galera, de los privilegios, y condiciones de ella, digamos ahora algo de las condiciones de la mar; porque gran yerro sería confiar nadie su vida de quien no sabe si tiene buena condición, o mala. La mar, para que conozcan lo que hace, miren el nombre que tiene; pues mar, no quiere decir otra cosa sino amargura; porque si en las aguas es muy amarga, en las condiciones es muy más amarguísima. La mar sin comparación es muy mayor la hinchazón que tiene, que no el daño que hace; porque sus bravísimas ondas quiebran en sus orillas. La mar no es tan bien acondicionada, para que ose entrar en ella por voluntad, sino por necesidad: porque el hombre que navega, sino es por descargo de su conciencia, o por defender su honra, o por amparar la vida, digo, y afirmo, que el tal, o es necio, o está aburrido, o le pueden atar por loco. La mar es muy deleitosa de mirar, y muy peligrosa de pasear. La mar no engaña a nadie sino una vez, mas aquel que una vez [271] engaña, nunca de ella terná más queja. La mar es una mina a do muchos se hacen ricos, y es un cementerio a do infinitos están enterrados. La mar si está de gana, déjase navegar en artesas, y si ella está brava, aun no consiente en sí carracas. La mar naturalmente es loca, porque se muda a cada cuarto de Luna: y del Rey al labrador no hace ninguna diferencia. La mar no sufre necios, ni perezosos; porque conviene al que allí anda, ser muy vivo en el negociar, y diligentísimo en el navegar. La mar es capa de pecadores, y refugio de malhechores: porque en ella a ninguno dan sueldo por virtuoso, ni le desechan por travieso. La mar disimula con los viciosos: mas no es amiga de tener consigo cobardes; porque en mal punto entra en ella, el que es cobarde para pelear, y temeroso de navegar. La mar es muy maliciosa, y siempre han de tomar sus cosas al revés; porque en la calma, y bonanza, arma para hacer tormenta; y en la tempestad, y tormenta apareja para hacer bonanza. La mar es aficionada con unos, y apasionada con otros; porque si se le antoja, a uno sustenta la vida veinte años, y a otro la quitará el primer día. La mar es muy enemiga de todo lo con que se sustenta la vida humana; porque el pescado es flemoso, el aire es importuno, el agua es salobre, la humedad es dañosa, y el navegar es peligroso. La mar nadie tiene contento de cuantos en ella andan navegando; porque los cuerpos traelos cansados con la mala vida, y los corazones están con sobresalto de alguna peligrosa tormenta. La mar como tiene los aires muy delicados, hace a los estómagos que estén siempre hambrientos: mas ya le perdonaríamos la gana que nos pone de comer, por la fuerza con que nos hace rebesar. La mar a nadie convida, ni a nadie engaña, para que en ella entren, ni de ella se fíen; porque a todos muestra la monstruosidad de sus abismos, la hinchazón de sus aguas, la contrariedad de sus vientos, la braveza de sus rocas, y la crueldad de sus tormentas: de manera, que los que allí se pierden, no se pierden por no ser avisados, sino por unos muy grandes locos. La mar de todos se dejar navegar, y se deja enseñorear: mas junto con esto, a todos los que en ella entran les quita la jurisdicción, y ninguno es poderoso para mudar ella la condición. No decimos más en este caso, sino que la vida de la galera, déla Dios a quien la quiera. [272]


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Capítulo X
De las cosas que el mareante se ha de proveer para entrar en la galera.

Dicho algo de los privilegios de la galera, y de las condiciones de la mar, no nos queda ya que decir, sino de las cosas necesarias para navegar: porque no abasta, que el pasajero vaya avisado de todas las cosas de que se ha de guardar, sino que también ha de entrar proveído de lo que hubiere menester.

Es saludable consejo, que todo hombre que quiere entrar en la mar, ora sea en nao, ora sea en galera, se confiese y se comulgue, se encomiende a Dios como bueno y fiel Cristiano: porque tan en ventura lleva el mareante la vida como el que entra en una aplazada batalla.

Es saludable consejo, que antes que el buen Cristiano entre en la mar, haga su testamento, declare sus deudas, cumpla con sus acreedores, reparta su hacienda, se reconcilie con sus enemigos, gane sus estaciones, haga sus promesas, y se absuelva con sus bulas: porque después en la mar, ya podría verse en alguna tan espantable tormenta, que por todos los tesoros de esta vida, no se querría hallar con algún escrúpulo de conciencia.

Es saludable consejo, que el curioso mareante ocho, o quince días antes que se embarque, procure de alimpiar, y evacuar el cuerpo, ora sea con miel rosada, ora con rosa Alejandrina, ora con buena caña fistola, ora con alguna píldora bendita, porque naturalmente la mar, muy más piadosamente se ha con los estómagos vacíos, que con los repletos de hombres malos.

Es saludable consejo, y aun aviso no poco bueno, que cuando hubiere de navegar, navegue en galera que la fusta sea nueva, y la chusma sea ya en el remar curtida: porque después allá en la mar, al tiempo que quieren doblar una punta, pasar un golfo, embestir con otra galera, dar caza a otra armada, o les sobreviniere alguna endiablada borrasca, la galera nueva tiénese bien a la mar, y la chusma vieja vale mucho para remar.

Es saludable consejo, trabaje el pasajero mucho de elegir para su navegación galera afamada, y fortunada, en la cual no haya acontecido alguna notable desdicha: porque la fortuna también muestra su ferocidad, en la mar, como en la tierra, y más allende de esto, no me parece sano consejo, osarse nadie arrojar, y aventurar su vida, a do sabe que allí perdió otro su vida, y la honra.

Es saludable consejo, que [273] antes que el pasajero se vaya a embarcar, vaya a visitar, y hablar al Capitán de la galera, y le diga muy buenas palabras, y aun le haga algunos comedimientos: es a saber, que si está en la galera le envíe algún refresco, y si es salido a tierra le convide, o acompañe: porque los Capitanes de galera, como desean viento, andan con viento, navegan con viento, viven con el viento, todavía se les apega algo del viento: y con esto quieren de los amigos ser honrados, de los enemigos ser temidos, y de sus pasajeros ser servidos.

Es saludable consejo que a la hora que entrare en la galera se haga con el Comitre porque le deje pasear por crujía, se haga con algún remero, porque le alimpie, se haga con el Piloto, porque le admita consigo, se haga con el alguacil, porque le favorezca, le haga con el cocinero, porque le deje llegar al fogón, se haga con los espalderos, porque le sirvan en popa, y se haga con los proeles, porque le saquen a tierra: porque si a cada uno de estos no tiene contento, él entró en la galera en muy mal punto.

Es saludable consejo, que antes que se embarque, haga alguna ropa de vestir que sea recia, y aforrada, más provechosa que vistosa, con que sin lástima se pueda asentar en crujía, echar en las ballesteras, arrimarse en popa, salir a tierra, defenderse del calor, ampararse del agua, y aun para tener la noche por cama; porque las vestiduras en galera, más han de ser para abrigar, que no para honrar.

Es saludable consejo, que el curioso, o delicado pasajero se provea de algún colchoncillo terciado, de una sábana doblada, de una manta pequeña, y no más de una almohada: que pensar nadie de llevar a la galera cama grande y entera, sería dar a unos qué mofar, y a otros qué reír, porque de día no hay a donde la guardar, y mucho menos de noche donde la tender.

Es saludable consejo, que para su provisión haga hacer bizcocho blanco, compre tocino anejo, busque muy buen queso, tome alguna cecina, y aun alguna gallina gruesa, porque estas y otras semejantes cosas no las excusa de comprar el que quisiere navegar.

Es saludable consejo, que el honrado pasajero, haga provisión de algún barril, o bota, o cuero de muy buen vino blanco: el cual si posible fuere sea anejo, blando, y oloroso, porque después al tiempo del revesar, preciará tener allí más una gota, que en otro tiempo una cuba, y más; y allende de esto, el sabor le reformará el estómago, y el olor le confortará la cabeza. [274]

Es saludable consejo, que el que quiere comer limpio, se provea de algún mantel, pañizuelo, olla, cántaro, y copa; porque estas menudencias pocas veces las suelen en la galera nadie vencer, y mucho menos prestar.

Es saludable consejo, en especial al que es un poco bisoño, que si llevare a la mar alguna arca con bastimento, algún ferón con armas, algún barril con vino, algún lío con ropa, o alguna caja con escrituras, luego haga al Capitán que lo vea, al Escribano que lo registre, y al Comitre que lo guarde; a causa que en galera, por escrúpulo de conciencia, no dejan de aguja arriba.

Es saludable consejo, mire mucho a quién se allega, con quién entra, de quién se fía, con quién habla, y aun con quién juega, porque son tan avisados, y tan taimados los de la galera, que si le sienten al pasajero, que es un poco necio, jugarán con el tres al mohino.

Es saludable consejo, que a la hora que embarcare en la galera, importune al Capitán, ruegue al comitre, soborne al Alguacil, y aun se haga con algún remero, para que si no le dieren lugar en popa, o le admitieren en alguna cámara, que a lo menos le señale alguna ballestera, porque si en esto es descuidado, y perezoso, téngase por dicho, y condenado, en que no hallará de día a do se asentar, y mucho menos de noche a do se acostar.

Es saludable consejo, que como en la galera no haya mucho que hacer, ni menos que negociar, ver allí el pasajero, que lo más del día, y de la noche, se ocupan en contar novelas, hablar cosas vanas, blasonar de sus personas, alabar sus tierras, y aun relatar vidas ajenas; y en semejantes pláticas, y liviandades, debe mucho el pasajero cuerdo guardarse de no ser prolijo, novelero, vocinglero, mentiroso, entremetido, chocarrero, y porfiado, porque más pena da en la mar una conversación pesada, que no la mala vida de la galera, y parece esto muy claro, en que la marea de en cuando en cuando os hace rebelar, y un necio porfiado cada hora os hace desesperar.

Es saludable consejo, para el pasajero que presume de ser cuerdo, y honrado, compre algunos libros sabrosos, y unas horas devotas, porque de tres ejercicios que hay en la mar, es a saber, el jugar, el parlar, y el leer, el más provechoso, y menos dañoso es el leer.

Es saludable consejo, antes que se embarque el pasajero, se provea de anzuelos, cordel, cebo, y cañas, para que cuando alguna vez estuvieren en calma, o metidos en alguna cala, o cogidos [275] tras alguna roca, opuesta la proa en tierra, saque sus aparejos, y se ponga a tomar algunos pescados: pues tomará recreación en los pescar, y gran sabor en los comer: porque muy mejor le está a su ánima, y aun a su bolsa irse a pescar peces a proa, que no estarse jugando dineros en popa.

Es saludable consejo, que el mareante regalado, se provea de pasas, higos, ciruelas, almendras, diacitrón, dátiles, confites, y de alguna delicada conserva: porque en haciendo marea, o sobreviniendo la tormenta, como luego las arcadas son a la puerta, y el revesar en casa, y se quita la vista, y se pierde el comer, si en aquella hora, y conflicto no tiene el pobre pasajero alguna conserva confortativa, yo mando mala ventura.

Es saludable consejo, se provea para un no menester, de un ristre de ajos, de un horco de cebollas, de una botija de vinagre, de una alcuza de aceite, y aun de un trapo de sal: porque dado caso que son manjares rústicos, y vascosos, no son delicados para se marear, ni muy codiciosos para hurtar: y más allende de esto, ya puede ser que de migajas, y agua, y sal, y aceite, haga un tal gazpacho, que le sepa mejor que un capón en otro tiempo.

Es saludable consejo, que todo buen mareante se provea de pantuflos de corcho, de zapatos doblados, de calzas marineras, de bonetes monteros, de agujetas dobladas, y de tres, o cuatro camisas limpias: porque es de tal calidad el agua de la mar, y la disposición de la galera, que primero las ha de ensuciar todas, que se pueda jabonar una.

Es saludable consejo, mayormente para los hombres regalados, y estómagos delicados, se provean de algunos perfumes, menjuí, estoraque, ámbar, o aloes, y sino de alguna buena poma hechiza: porque muchas veces acontece que sale tan gran hedor, de la sentina de la galera, que a no traer en qué oler, hace desmayar, y provoca a revesar.

Es saludable consejo, y aviso muy necesario, que al tiempo que en la galera viere el pasajero alzar el ancla, coger los remos, meter el barco, apartarse de tierra, mudar la vela, y andar gran grita, calle, recójase, y no diga palabra, ni ande por la galera: porque los marineros como son unos desesperados, y aun agoreros, tienen por grandísimo agüero si en el conflicto de la tormenta oyen hablar, o hallan en quien tropezar.

Es saludable consejo, mire por sí el pasajero, a que no ose de día traer por la galera los pies descalzos, ni dormir de [276] noche la cabeza descubierta, porque a los pies le hará mal la humedad, y la cabeza el sereno, de lo cual sino se guarda en la mar mucho, no podrá escapar, ni salir de la galera, sino cargado de algún catarro, o muy malamente sordo.

Es saludable consejo, y aun necesario, y provechoso, que cada pasajero trabaje en la mar, de tener siempre el estómago muy templado, y no de manjares cargados, es a saber, comiendo poco, y bebiendo menos, porque si en la tierra es inhonesto, en la mar es inhonesto, y para el tiempo de la tormenta muy peligroso, comer hasta regoldar, y beber hasta revesar. Y porque no parezca hablar de gracia, pasando el golfo de Narbona con una gravísima tormenta, vi en mi galera a uno que estaba borracho, y relleno, el cual en dos arcadas echó la comida, y con la tercera revesó el ánima.

Es saludable, y experimetando consejo, para que uno no se maree, ni revese en la mar, ponga un papel de azafrán sobre el corazón, y estése quedo sobre una tabla en el hervor de la tormenta: porque si esto hace, puede estar bien seguro, que ni se le revolverá el estómago, ni se le desvanecerá la cabeza.

En toda la navegación que hicimos con mi señor, y mi amo el César, cuando él fue a conquistar a la gran Túnez de África, estos consejos tomé para mí, y me dieron la vida, digo la vida del cuerpo, porque la vida del ánima allá nos la darán en la gloria: Ad quam nos perducat Iesus Christus filius Dei, qui cum Patre, & Spiritus Sancto vivit, & regnat in saecula saeculorum, Amen.

LAUS DEO.


Texto tomado de: Arte del marear y de los inventores de ella: con muchos avisos para los que navegan en ellas. Compuesto por el Ilustre, y Reverendísimo Señor D. Antonio de Guevara, Obispo de Mondoñedo, Predicador, y Cronista, y del Consejo de su Majestad. Dirigido al Ilustre Señor D. Francisco de los Cobos Comendador mayor de León del Consejo de Estado de su Majestad. En Madrid, Por la Viuda de Melchor Alegre, Año MDCLXXIII, páginas 241-276.


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