La Democracia o El Porvenir
Manuscrito autógrafo “n° 5” de Ildefonso Martínez Fernández (1821-1855), sin fecha (≈ mayo 1847)
En medio de nuestras más apuradas épocas, en esos periodos de crisis porque ha pasado el pueblo español desde el principio de este siglo, en esos movimientos y convulsiones revolucionarias, aún no ha aparecido entre nosotros un periódico que se dedique a predicar, a enseñar y propagar los principios de la libertad y las demasías de la tiranía, sin personalizarlos, elevándose sólo al sublime campo de las concepciones y sosteniendo lo que únicamente puede sostenerse, a saber: la pureza de los principios, pero [por] desgracia los [hombres que avarician] demasiado frecuentemente, y cuando el pueblo ve que los que fueron sus tribunos elevados al poder se hacen tiranos teme con razón, desconfía con verdad que sus esfuerzos sean inútiles. La consecuencia más natural de este principio es el egoísmo y la indiferencia por los intereses de la Patria, que es el peor de todos los vicios que puede tener un pueblo, pues tarde o temprano esta indiferencia se convierte en estupidez y tras ella aparece la esclavitud vergonzosa de los pueblos modernos, cuya civilización tiende a corromperlo todo, a destruir las pocas virtudes que aún existen y a establecer en vez de la aristocracia hereditaria una mucho más insolente y orgullosa, a saber: la aristocracia del oro, único móvil de una mayoría inmensa de farsantes políticos.
Cortar esta senda embarazosa para la felicidad del género humano, enseñar, y hacer entender al pueblo tres voces que en esencia constituyen el gobierno de las democracias es a lo que tendemos, en una época en que naturalmente se hallan en peligro y cuando por todas partes arrecia la tempestad en que pueden callar por un momento los intereses del pueblo soberano, para levantarse un día con más fuerza, con más vigor y lozanía que lo ha hecho nunca. Pero para esto es preciso no declamar, no exponer al público tres voces que palmotea y quiere con entusiasmo, con frenesí, Libertad, Patria, Igualdad, he aquí esas voces mágicas que hacen latir el corazón pero que no maduradas suficientemente en el cerebro pasan como la voz que las producen, pasan tan rápidamente que después volvemos siempre al sueño letárgico de la indiferencia, de la apatía y aún nos dejamos atar por diferentes personas poco hábiles en el manejo de los negocios públicos, demasiado peritos en los suyos propios; y el pueblo, esa mayoría inmensa de la nación, ese pueblo que paga, trabaja y calla, que da a sus hijos para que obren contra los intereses de la sociedad a que pertenece, ese pueblo duerme y descansa tranquilo cuando le amaga la más cruda tormenta que puede imaginarse y cuando el buque en que van la libertad, la igualdad y la Patria, es una débil y frágil barquilla y el piloto asaz torpe e inhábil para guiarla pues más de una vez la ha dejado zozobrar.
Pueblo, despierta, sal de esa apatía, pero escucha, sal con la ley, con el orden y triunfarás, pues el móvil de los que gimen entre grillos y cadenas aun cuando sean de oro es necesario las rompan pero sin ruido, sin extraer oro sin otra cosa que el poder supremo de la opinión, pero no la opinión aislada, sino reunida organizada y dirigida por patricios ilustres que sepan antes morir en la demanda que dejarse corromper por el oro de la vecina Francia o de la mercante Inglaterra, que sepan con la ley oponerse una o dos mil veces si necesario fuese y que si sucumben sean sustituidos por otro y por otro y por mil. Organizad pues vuestras fuerzas, uniros a vuestro fin, elegid entre vosotros aquellos de los más puros y más acrisolados patriotas, no esas reputaciones gastadas y encanecidas que, si servicios eminentes pudieron prestar un día al pueblo y a la libertad, no son luz a propósito para guiarlo en la senda de su progreso y triunfo inevitable, elegid: la juventud. La juventud ansiosa en quien haya virtud y desinterés, no la juventud decrépita, raquita [sic] física y moralmente, no esa juventud doctrinaria: moderada o conservadora o absolutista, porque esa falange de poetas, no puede dirigir al pueblo por la senda de la libertad, del orden y de la gloria, no eternamente no, porque atados al yugo y enseñados a incensar a sus señores, no pueden colocar su bandera en el campo fértil, rico y dichoso de la democracia, en ese campo en que la libertad florece con lozanía y vigor y en que la planta exótica y doctrinaria no puede prosperar.
¿Y cómo conseguirlo? No es tan difícil el triunfo de las doctrinas democráticas como sus enemigos quieren, no afortunadamente, las clases y los privilegios cesarán un día, pero el pueblo será eterno ha dicho un gran tribuno. Sí, eterno es el pueblo, pero el pueblo puede ser guiado por otras manos y otras doctrinas si no se le enseña, si no se le hace ver que en el terreno de los principios está el triunfo de la democracia de la humanidad y de la inteligencia, y lo está porque es el interés de los más contra los menos, de los derechos contra los privilegios, de la honradez contra la desmoralización, de la economía contra el despilfarro, del orden popular contra la anarquía gubernamental, de la libertad contra la tiranía, de la igualdad ante la ley contra el monopolio de los ricos, de la ilustración contra la ignorancia, de lo sublime, generoso y bello, contra la servidumbre, venganza y beotismo, es en fin el triunfo de los principios evangélicos y de las doctrinas del hombre Dios contra los principios de monopolio y gobernación de los fariseos políticos, es pues últimamente la causa de la justicia de los pueblos, contra los intereses y usurpaciones de las testas coronadas.
Enseñaros las doctrinas de un partido (que es el único posible), el que tiene el porvenir y tiende incesantemente a apoderarse sólo de las voluntades, obrar por la razón, discutir los principios, abandonar las personas, porque sobradamente desacreditadas están cuantas hace cerca de 50 años dominan la razón, no atacar ni defender al gobierno, sino doctrinar y enseñar, hacer pues por medio de la prensa una cátedra para el partido liberal sin más interés que la ilustración de las masas; he aquí nuestro objeto, nuestras tendencias y creemos no habernos equivocado, cuando hemos dicho al comenzar que no había aparecido un periódico semejante antes del nuestro con este objeto.
No criticamos la prensa, sabemos los esfuerzos hechos para salvar la libertad y los derechos del pueblo amenazado pero también sabemos y no tenemos miedo al confesarlo que si se han perpetrado muchas tropelías y encarcelamientos y fusilamientos y deportaciones en nuestra patria ha sido porque las masas no han sido educadas, no se las ha hecho conocer sus fuerzas y lo que valen, se las ha guiado en el sentido de intereses personales y bastardos, y no se les ha dicho: “Deteneos, escuchad, vuestra fuerza consiste en la inteligencia, vuestra firmeza en la fe de vuestros principios, vuestro triunfo en la organización de la opinión, vuestro advenimiento al poder, en que seáis los más y que hayáis aprendido los principios de la Libertad y de la Igualdad. Mirad que las revoluciones son estériles si no se dirigen en el sentido de los principios, que son bastardas cuando sólo se sostienen personas, pues no hay ninguna que pueda simbolizar la libertad, ni individuo al que se puedan enajenar vuestros derechos. Sabed que la tolerancia es el alma, el móvil y la mayor prueba de abnegación y valor; porque vuestros principios son eternos porque son justos y lo que es justo jamás perece, ¿qué os importa que hablen los absolutistas? nada, absolutamente nada, en el terreno del debate les probaréis lo erróneo de sus doctrinas y acaso con el orden y la tolerancia hagáis prosélitos, porque si es verdad que el error deja lugar a la claridad y a la razón, podréis con las armas de la discusión y tolerancia hacer de un enemigo un amigo, de un absolutista un republicano, no os asemejéis a los realistas no alejéis la discusión puesto que vuestras doctrinas son justas no temen nada de la injusticia de las de vuestros contrarios porque con más o menos tiempo, vuestras doctrinas triunfarán. No digáis, porque os hayan vendido algunos hombres que no es posible la libertad, porque esto es no tener fe en los principios y el triunfo de los vencidos en sostener con valor las pruebas de los prevaricadores, pero atended, no echéis entonces la culpa a los principios echadla a la […] y apostasía de los hombres, condenad al hombre y no a la doctrina, maldecid al apóstata, pero sostened las doctrinas que sostuvo hasta el momento de su prevaricación. Si sufrís persecuciones por la defensa de vuestros principios, no por eso abandonéis la empresa, sufrid con valor las inculpaciones y si son relativas a vuestros principios no seáis tan pusilánimes que neguéis su bondad y oportunidad, tened valor, en sostenerlos en la adversidad, que el martirologio es la base más sólida de las doctrinas del porvenir; si el juez os trata con dureza contestad con dignidad, porque esto os hará superior al tirano en su mismo solio. Si escucháis que murmuran de vosotros porque sosteniendo principios no sois partidarios de ciertas personas, despreciad esos rumores que la conciencia sostendrá vuestra fe y seguid la marcha comenzada porque al fin el triunfo de la persona es sobradamente efímero y el de las doctrinas es eterno. Si os abruman con contribuciones que no estén votadas por los mandatarios de la nación, negadlas y formad asociados una muralla que sólo pueda romper la violencia, porque los medios violentos traen en pos de sí la ruina de los gobiernos que la perpetran. Si habláis al ejército no le excitéis a la rebelión sólo a enseñadle que no haga muro contra el pueblo puesto que de él ha salido y que espere el momento del triunfo para ponerse de parte del pueblo. Sufrid, en fin, hasta que hayáis ganado el mayor número de vuestros conciudadanos y cuando ya seáis los más numerosos entonces tened resolución para poner en planta vuestro sistema, pero no olvidéis que, si inmediatamente no se ponen en práctica, se desacreditarán como lo han sido los demás por falta de consecuencia entre el tribunado y el gobierno, entre la prensa y tribuna con las sillas ministeriales.”
Si después de todo esto dijésemos los medios de llevar a cabo nuestro proyecto, habríamos sin duda completado el cuadro, para esto es necesario que lo hagamos con alguna claridad y concisión, porque cuando se escribe para el pueblo es preciso hablar el lenguaje apasionado del pueblo, meditar sus opiniones y reproducirlas por la prensa para establecer un verdadero comunismo de ideas, pensamientos y doctrinas y un día poner en ejecución unas mismas acciones regularizadas por un pensamiento general y cuya tendencia sea hacia un mismo y único fin.
Para conseguir esto nos proponemos seguir la marcha siguiente:
1ª. Se publicará un periódico con tal título, que a lo más costará cuatro cuartos en Madrid y que saldrá cada dos días, es decir un día sí y otro no.
2ª. Este periódico no atacará ni defenderá a las personas de los ministros ni ninguno de sus actos, excepto aquellos que se rocen con los principios de cuya popularización nos encargamos.
3ª. Sólo será doctrinal este periódico y por más avanzada que sea su línea política no usará de otras armas que la razón y alguna vez el sarcasmo, pero siempre con el decoro debido a los que sustentan como base la tolerancia con todas las opiniones y el respeto con todas las personas.
4ª. Entrará en polémica de principios con los periódicos contrarios en opiniones, porque no teme las doctrinas que sostienen otros principios porque los cree erróneos e insubsistentes, y el crisol de la discusión fuera resaltar los principios democráticos tanto como el sol brilla en medio de las densas nieblas de un día de invierno.
5ª. Que donde quiera que veamos que hay tendencias al verdadero progreso las apoyaremos vengan de donde vinieren y sostendremos, hasta que la violencia nos lo impida, nuestras doctrinas con la misma fe y calor con que emprendemos tan gloriosa tarea.
Felices mil veces nosotros si podemos decir que en medio de periódicos rivales y cuando arrecia el temporal nos ponemos como puritanos liberales a sostener los principios y sólo los principios pues no hemos visto aún ninguna de las personas que han compuesto los ministerios más que en la calle, ni hemos participado de sus errores ni de sus venganzas, jóvenes y puros, vírgenes en el camino de las intrigas y de la venalidad venimos a levantar de los escombros y el envilecimiento la libertad moribunda, a enseñar a comprenderla y amarla porque sólo así se puede defender con energía, pues estamos persuadidos que más que todo es cierto en política el axioma: “[enseña] y corrige enseñando.”
{ Transcripción, por María José Ordóñez Vergara, del manuscrito autógrafo “N° 5” de Ildefonso Martínez Fernández, sin fecha (≈ mayo 1847) –4 hojas de 310×215 mm escritas por ambas caras–, conservado en Madrid en el fondo Ildefonso Martínez de la Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense (BH AP 4-46). }