Biblioteca Feijoniana del Proyecto Filosofía en español
 

Diego de Torres Villarroel, Posdatas de Torres a Martínez, Salamanca 1726[ Diego de Torres Villarroel ]

Posdatas
de Torres
a Martínez,
en la respuesta
a Don Juan Barroso.

Sobre la Carta defensiva,
que escribió al Rmo. Padre Fray
Benito Feijoo.

Y en ellas explica de camino
el Globo de Luz, o Fenómeno, que apareció
en nuestros Horizontes el día diez y nueve
de Octubre de este año de mil setecientos
y veinte y seis.

Con Licencia
En Salamanca: En la Imprenta
de la Santa Cruz
 
[ 1726 ]

 

Al Señor Doctor Don Pedro de Aquenza, Proto Médico General del Reino de Cerdeña, Médico de Cámara de su Majestad, Primario de la Reina Viuda del Rey Don Luis, &c.

Dedicatoria,

Y le suplico que la deje servir
también de Prólogo

Pasé en la Corte, los años que la viví, disfrazado de Estudiante, haciendo el papel del bobo en los entremeses de mi Astrología: tuve tan infeliz representación, que nunca crié lana para un bigote: (que es el mentís que da el Astrólogo a los que le niegan sus adivinallas) nunca me cubrió pelo, y aun el que tenía me lo raparon a sátira, como a navaja, las mordaces manos de los podadores críticos, que viven de trasquilar respetos; con que ya en traje de frozado, es preciso valerme de los privilegios de Galera. Quejarme es justo; defenderme, razón; y oírme, razon y justicia. A ninguno he silbado; testigos son cuantos disparates salen a mortificar meollos cada día en la Corte; y pues yo doy paso a todos, ninguno me estorbe los míos. Si la ronda de algún chocante los detiene, procuraré siempre defenderlos, que en estos lances, son permitidos los chincharrazos: yo he de montanear, y en viéndome herido, no guardo reglas; y a ti te lo digo Martínez, entiéndelo tú Lector.

Dedico a Vmd. Señor Don Pedro, la mortificación de escribir violento, y en esta le doy a Vmd. la prenda más querida de mi alma, y juntamente le remito este Papel, porque sabrá, como discreto, elegirle lugar en su inteligencia, y disculpar mis desenfados, con el conocimiento de mi intención. En él hablo sólo a D. Martín, y a otros Médicos, no a Vmd. ni a otros; pues en Vmd. y en otros, siempre veneré la docta Medicina, al paso que la aborrezco en aquel, y los otros. Si a la pluma se le escaparon algunas libertades, soy provocado, y merezco perdón, cuando se hace indigno de disculpa [4] quien a sangre fría, sin otro incentivo que la cólera de su mal humor, tiene furia prevenida para herir. Vmd. me enmiende, y me mande, que ha días que deseo servirle, y aprender de su buena discreción, y ciencia. Dé Dios a Vmd. la vida que deseo. Salamanca y Octubre 30 de 1726.

B.L.M. de Vmd. su Servidor y Amigo
Diego de Torres. [5]

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Aprobación del Lic. D. José Andrés de Robles,
Rector, Administrador del Colegio de San Ildefonso de esta Universidad, &c.

Por comisión (que veneré precepto) del Illmo. Señor D. Silvestre García Escalona, Obispo de esta Ciudad, he visto y leído un Papel, intitulado: Posdatas de Torres a Martínez, en la respuesta de Don Juan Barroso, sobre la Carta defensiva que escribió al Rmo. Padre Fr. Benito Feijoo, compuesto por D. Diego de Torres Villarroel; y aunque los repetidos créditos que su Autor se ha sabido granjear en otras obras (que no con menor acierto, que facundia, ha dado a luz) pudieran ser segura aprobación de la presente, con todo, habiendo puesto en su lección la atención, y cuidado que debo a la confianza, que de mi cortedad hace quien de ella fia su aprobación, sobre haberla advertido conforme a las demás en lo plausible de su agudeza; no he hallado en ella cosa que desdiga a la pureza de nuestra Santa Fe, y buenas costumbres, pues todo el tema de su asunto se reduce a una defensa natural, que fuera de serle a cualquiera lícita, se hace más bien mirada en quien amante profesor de lo que le impugnan, sabe mezclar con la defensa la enseñanza. Así lo siento, salvo, &c. De este de San Ildefonso. Salamanca y Octubre 30 de 1726.

Don José Andrés de Robles.

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Licencia de su Ilustrísima

Don Silvestre García Escalona, por la gracia de Dios, y de la Santa Sede Apostólica, Obispo de esta Ciudad, y Obispado de Salamanca, del Consejo de su Majestad. Por la presente, y por lo que a Nos toca, damos licencia para que se pueda imprimir el Papel intitulado: Posdatas de Torres a Martínez, &c. compuesto por Don Diego de Torres, por cuanto habiéndose reconocido de nuestra orden por D. José de Robles, no contiene cosa contra nuestra Fe, y buenas costumbres. Salamanca, y Octubre 31 de 1726.

Silvestre, Obispo de Salamanca.
Por mandato de su Illma. el Obispo mi Sr.

D. José Lucas Rodríguez,
Secret. [6]

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Carta a Don Juan Barroso

Soy tan devoto de San Roque (Señor Don Juan) que puedo echar mil pestes a las roncas de los mastines que me ladran, guzgos que me gruñen, y a tanto perro Cristiano como me zumba. Soy inquilino de un rincón, en donde tengo escondidas las ancas; y arremangado de bezos, estoy enseñando una gran carrera de dientes, que (por alguna edad) me ha prestado la naturaleza, para resistir las dentelladas de los atezados perdigueros que me acosan: cierto que estaba yo desemporcando los oídos de algunas babas de los que no pudieron morder en la oreja, resistiendo las furias de una pasión, las costumbres de un odio, los esfuerzos de una envidia, y todos los forasteros mordiscos que suele llevar un Pretendiente, esperando por puntos rescatar la vergüenza que me pierde una ignorancia de hoy, y un coraje de ayer, cuando recibí con la de Vmd. los defensivos del Doctor Aquenza, y los ofensivos de [7] Martínez; en el uno noté la justa razón a su defensa, y la modesta explicación de sus conceptos; y en el otro la hinchada vanidad de su capricho, y el loco motivo de su arrogante presunción. Nada me hace novedad, Señor y Amigo mío, porque las Cortes son Corrales, en donde cada día sale tantas veces al tablado, no le avergüenzan los silvos del vulgo mosquetero; hacer duelo de su gritería, es apretar los lances, y en estos casos, no hay como soltar de estas flojas. Cuando empezó a repartir chiflidos, y mogicones la pesadez de aquel Reverendo, mortal o crítico, que todo es uno, contra las venialidades Astrológicas, y contra los crímenes lessae humanitatis de la Medicina, callé mi pico, y me entré al vestuario, porque me aconsejó mi buena crianza, que no hay contra un padre razón. En menos tomo le hubiera yo respondido al Padre; pero agradezca su Rma. esta reverencia: y como yo sé muy bien (porque he leído sus Reglas) que todo lo que escribe es ajeno de las austeridades de su obligación, dejé pasar como entretenimiento, las mal vertidas cóleras de su ignorancia. El Religioso entró en sus Claustros a comer mal, y a azotarse bien; a esconderse del siglo en la pobreza de un melancólico aposento; a barrer conciencias, y a elevarse en lo sagrado de un Púlpito: si el genio le dicta sutilezas, mortifíquelo: si el cuerpo libertades, azótelo: si la vanidad aplausos, castíguela; y esto conozco yo por Religión, y de todo lo demás me río: Déjese de escribir contra [8] Médicos y Astrólogos, que pues nos consiente la Iglesia, no seremos el pecado nefando; y no quiera apostárselas a los Santos Concilios, que nos sufren, y nos gastan. Que el Padre se meta a Médico sin licencia de la Burla, es buscar irregularidades: que tome la gorra de Astrólogo sin más grado que su buena ventura, es hocicar en el Gitanismo: Escriba contra las desórdenes de la soberbia, las hinchazones de la carne, y las bestialidades de la gula, y servirá a Dios, al Mundo y a su Orden. Todo lo que el Padre vomitó en el Librote gordo, si Vmd. se acuerda Señor D. Juan, lo puse yo en una hoja del Pronóstico del año de 1724 que se murió el día último de Diciembre. Al Médico le dije sus engaños; al Astrólogo sus supersticiones; al Letrado sus embustes; al Físico sus tristezas; y aun a la Ciencia que la doblamos la rodilla con modestia cristiana, la advertí sus dudas, y me gané admirables créditos de loco; ¿pues qué espera el Reverendo, cuando tiene obligación a no parecer tan delirante, sino satirillas, y hacerle irrisible entre las gentes? Si Vmd. conoce al Padre, dígale que rece, y medrará más, y que no nos quite a los desenfadados los asuntos, que nos tiene escogidos la buena política de los estudios: Y en fin, que el Padre diga, que el Padre haga, en mí no tiene que decir, ni hacer, porque ha meses que estoy dicho, y hecho.

Lo que no sufriré, es, que el Doctor D. Duende, o D. Martín (que para mí todo es uno, y ambos [9] a un precio, porque no gasto fantasmas) me azote a mí con la mano que pulsa, que es la de hierro, y al Padre le agasaje con la de estopa, y que el uno, y el otro me machaquen mis huesos Astrológicos, cuando yo me estoy por acá enmoheciendo, sin salir de la noruega de mis aprehensiones: Pensará Don Martín Garavato, que porque habla por azúcar, y caramelos, presumido de que gana mil voluntades en abriendo la boca, porque ha estudiado el Alcorán de los Galanes de la Corte, que ya con las fecundias de su presunción, desterró la Astrología, y que las drogas, embustes, y delirios de su Medicina, las arrempujó con su cuaderno a lso servicios más altos de Alcorcón. ¿Le habrá persuadido su inútil vanidad a que yo estoy creyendo, que sus remedios, y su mano, son algún Jubileo de la Porciuncula? Pues lléveme un diablo si tal pienso; y otro me torne si yo les diere fe; y otro me vuelva si yo se los tomare. El Doctor Martinillo pernee sobre sus enfermos, y a los demás deles soga, porque no le retornen cordelejo; y no se meta en defender Padres, ni ajar Astrólogos, que estos le pueden cascar, y el Padre no le ha de librar de Médico.

Vmd. le encontrará por la Corte mil veces, a espera de cólicos, y a ojeo de síncopes, por lo que le suplico le lea estas Posdatas; y si acaso con sus fingidas modestias, e inútiles disculpas se echase fuera, diciendo, que el párrafo quinto es contra las vanidades de la Astrología, y no contra mí; responda Vmd. [10] que yo soy el que este año no puse dos veces el día del Corpus, y que nunca doy dos Corpus Christi, que lo pongo siempre al principio entre las Fiestas movibles, que este cuerpo se muda todos los años a diferencia de los que su Merced trata, que al que pulsa una vez, no se vuelve a mover.

Estimo a Vmd. mucho el Papel del Doctor Aquenza, pues queda siendo meditación de mi cuidado; y el de Don Martín desprecio de mi curiosidad. De esta de Vmd. Salamanca y Octubre del año que se le escapó a Martín el día del Corpus.

B.L.M. de Vmd. su Servidor
Diego de Torres.

Señor Don Juan Barroso. [11]

 

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Posdatas a Martínez

No quiero acordarme de los otros mal discurridos preceptos del Papel o Carta Defensiva del dicho Doctor; y así, castigarele en el quinto, que es el que más quebranta. Dirále Vmd. lo primero, porque conozca que he leído lo más de su Papel, a costa de malquistar mi interior, y aventurar mi paciencia, que entiendo muy bien aquellas palabras, sólo es destetable quien satisfecho con la ruín mecánica de tener que comer, se olvida de la noble tarea de buscar que enseñar. Y que a esto respondo, que cualquier Escritor, es más docto que yo; pero ninguno tan humilde. Yo he confesado, que escribo para comer, porque nunca me presumí talentos con que enseñar. El Doctor come de lo que le mata, y yo del Matadero. Yo como, como Dios me manda, lo que sudo, y el Doctor Martín come de los sudores de otro; a su Merced le hacen la holla los tiñosos, cuartanarios, y héticos malhumorados; y a mí me dan de comer los hombres de buen humor; que note estas diferencias, y resuelva luego, quién es el ruín de la mecánica. He conocido en lo poco que le he tratado al Sr. Martínez, que está muy satisfecho con su discreción; y que la Filosofía puerca le da sobradas vanidades, porque está entendiendo, que nadie es capaz de sus grados. [12] Dígale Vmd. a esto, que si tiene licencia para remendar saludes, que a mí me la dieron también en la Universidad de Ávila; allí tomé otra panza, pero no otro estómago, y con el que tengo soy asqueroso de orinas, y vómitos, y no aguanto suciedades; y nunca quise cascar sanidades, ni desollar muertos; y esto se lo dirá Vmd. por si acaso quiere responder, que por qué me meto mi guadaña en la mies ajena. Y remítale Vmd. de mi parte al Hospital del juicio, y al naviget Antyciras de Horacio, que es la lonja donde hallará el Eleboro, para purgar el meollo opilado de las manías que le ha pegado su amor; pues es declarada locura, querer escribir para enseñar, a quien le falta tanto que aprender.

Vamos al quinto de Martín. Dice tienen estos juicios Astrológicos, o vanas predicaciones de los efectos de Eclipses y Cometas por cabilación de supersticiosos; pasatiempo de desocupados, nutrimento de astutos, y embeleso de desocupados. Concede efectos de Eclipses, y Cometas, y dice que no las hay. ¿Qué es efecto? Dice que hacen y que haciendo son supersticiones. ¡Raro modo de explicarse! Sr. D. Juan, si D. Martín hubiera estudiado Filosofía limpia natural, errará menos, y curará mejor: los Cometas son asunto de la Filosofía; los Filósofos averiguan su generación, y su influjo; el pobre Astrólogo entra por un ladito haciendo también sus conjeturas; y todo el común sentir de Filósofos, y Astrólogos procede con la admirable precaución que voy a decir. [13]

La generación del Cometa, según todos, (menos D. Martín) es de materias terreas, sulfúreas, vituminosas, y salinas, que recalentadas en la tierra, eleva la región del aire el poder, y virtud del Sol. Agitada unas con otras en el aire, se encienden, o las enciende la vencidad del fuego, como sucede en las Centellas, y Rayos; pero estas no se pueden mantener en aquella región, por su demasiada pesadez. Encendida, pues, la materia, o Cometa, es necesario que arroje de sí a lo menos aquellos humos y hálitos que vemos arrojar a cualquier leño en el fuego material. Estos humos no pueden subir al Cielo, porque el Eter es incapaz de peregrinas impresiones: luego si quedaran a lo menos otra vez en el aire, y si bajan a la tierra, nosotros me parece que estamos en el mundo, (si no lo niega también el Sr. Doctor) con que sea desde el aire, sea en la tierra, es preciso que el racional, el bruto y el vegetable reciban estos humos, porque en tanto vivimos todos, en cuanto respiramos luego algún daño,o algún provecho causarán: si lo causan, luego tienen efecto; si tienen, y estos son innegables, y tan perversos, Sr. D. Juan, que elos son el origen de las pestes; porque una vez incrasado, impregnado, y malhumorado el aire, nada bueno podemos recibir; y cuantos Filósofos naturales hablaron de los Cometas, todos pusieron como certísimo principio, que toda especie de meteoro en el aire nihil boni pueden influir. Estos probados e innegables efectos, son los que hace el Cometa, y estos causan [14] las enfermedades que no conoce el Sr. D. Martín, porque se ha armado de Médico sin estudiar lo que sus Autores Gentiles y Cristianos le aconsejan. ¿Qué Médico puede ser, el que no cuida de las alteraciones del aire? ¿Por qué y cómo desprecia los avisos del insigne Padre, y universal Médico Hipócratds, que no sólo le manda cuidar del aer nos ambiens, sino también del influjo de los Cielos? Dice así: Ex ortu calidarum Stelarum, ut sunt Phrocyon, Syrius, Pegasus, aliaeque a medicamentis esse abstinendum, & diligentia omni studendum, ne humana corpora infirma ex his extrinsecis contrahant detrimenta. En otra parte: Morbos plurimos ex Astrorum influentiis ortum ducere. Y lea todo el libro tercero, y hallará mil manotadas de Aforismos, todos aconsejando al Médico el cuidado del influjo; y el que los confiesa, los teme, y los cura, es Médico: Huiusmodi Medicus est, qui Astrologiam ingnorat nemo; y los demás son curanderos, herradores, matadores, y pésimos adúlteros de la hermosa Ciencia, dice el insigne: Opportet Medicum esse Geometram. Pregunte Vmd. a D. Martín, qué es Geometría. Que lo sabe del mismo modo que la Medicina, y Astrología; ¿pues de qué tiene vanidad este matasanos si no sabe Medicina, Astrología, ni Geometría? Si es acaso porque tiene algunos remedios en la memoria. Véngase a mí el que quiere ser Médico como Martínez, y le enseñaré en ocho días todo lo que le da presunciones, y estoy pronto a cumplir esta palabra, y a defenderla en esta Universidad, y en la que me dijeren. Si Hipócrates [15] era ochentón, y sabía un poquito más que Martín, y confesó las incertidumbres de la Ciencia, y lo que le faltó de saber: Ego etiam cum senex sim, nunquam ad finem Medicinae pervenit, ¿por qué el S. D. Calentura, quiere que le creamos Oráculo? Venda sus recetas a otro, y váyase a otro enfermo con esas zupias.

A pedir de boca se le había venido a la Filosofía del Sr. D. Martín, el Fenómeno o especie de Cometa (que sólo se diferencia de los Criniticos, y Caudatos en su leve duración, y figura) que apareció el día 19 Sábado de Octubre de este año, y pudiera escribir un tratadico de su visualidad, y su generación, ya que después le negara el influjo; y por si acaso tiene que decir contra su explicación, haga Vmd. que lea este brevecito razonamiento de su causa.

Digo que la generación del Fenómeno han sido las lluvias sin tiempo del Estío, y el calor molesto del Otoño, una y otra alteración irregular a las estaciones de los años. Cuando entra el Sol en los cuatro puntos cardinales, sabemos y sentimos los innegables efectos de su luz, calor y movimiento: hace en el Aries, o Primavera un moderado calor, y humedad, por la menos oblicuidad de sus rayos, y entonces las semillas se ríen, se aumentan, y crecen, porque la corrupción de uno, es generación del otro; y esta corrupción, no es posible sin sus principios, que son calor y humedad; y con este fomento van desatando aquellas prisiones de frialdad, en que las tenía [16] opresas el rigor del cano Enero, y todo animal, y viviente se remoza, se huelga y desencoje. Llega, pues, el Sol al Cancer, en donde hace el Estío, porque entonces arroja sus rayos más directos a la tierra, y con su directa reflexión enjuga y chupa estas humedades, y con el demasiado calor mueren retostados los vegetables y todo viviente se sufoca, se altera y se exhala; y en esta tarea de producir, y matar, nos tiene el Padre de las luces desde que Dios lo crió: pues siempre que por los malos aspectos de la Luna y otros Planetas, se baraja, y trabuca este orden de tiempos, haciendo Primavera del Estío, y de este Otoño, por fuerza se han de seguir las irregularidades: pues ahora a nuestro asunto. Llovió este año desordenada, e intempestivamente por los meses de Junio, y Julio: acaloróse la tierra también con las luces del Sol, que después de una irregular lluvia la calentó, resecó, y dispuso a las materias sulfúreas del terrazo: volvió la luz del Sol a recalentarlas, y desecarlas (porque este Padre luminoso nunca pierde sus actividades, calor ni camino) y les elevó más resecas, y más sutiles a la región del aire: en dicha región no hubo disposición para unirlas, congelarlas, y endurecerlas, con que se mantuvieron hasta el Octubre, extendidos y raros estos átomos vituminosos, y sulfúreos. Habiéndose, pues mantenido en el aire por falta de circulación (pues si se hubieran movido, hubieran desatádose en lluvias, truenos y granizos) llegó el intempestivo irregular calor del Octubre, y refinó, y [17] acabó de preparar estos átomos, halitos o humos, y en esta disposición se encendieron con la vecindad de la región del fuego, o en el calor del Sol (que ya entonces otro agente de menor virtud que los dos, lo hubiera encendido). Este ha sido el origen, y causa de esta Luz, Cometa o Fenómeno, en el aire de dicho día. Duró su luz hasta que se exhaló la materia; fue leve su duración, y endurecer más las materias; y siempre que los tiempos se desordenen como este año, se verán estos lucimientos en la región del aire: esta razón me enseña la natural Filosofía de los Astros. Si el Señor Doctor en la tienda de sus retazos, encuentra otra más nueva, que nos la ferie; y entre tanto, no deje Vmd. de decirle, que observe sus afectos, y aprenda el modo de huirlos, y curarlos, si quiere enmendar los precipicios a que le arrastra, y le expone una Medicina sin pies, ni cabeza.

Lamentable desgracia es la docta Medicina en el siglo presente, amigo Don Juan: apenas ha probado un Motilón con el dedo meñique la Filosofía un curso, que consiste en gritar cinco o seis veces al año, desgañotándose sobre la materia primera, patalear demasiado, sudar la gota tan gorda, como tiene las letras, y sacar la garganta, y los cascos cerrados, cuando se zampan en el Aula de la Medicina; traga las porquerías que vomita otro antiguo, y aprende dos ideas de Bravo, para salir embistiendo; luego cuelga los hábitos, que nunca fueron de ciencia, y se ciñe un espadín, mucho más piadoso que su pluma; se cose a la izquierda de un Medicastro, lo lleva a la casa del infeliz enfermo, tocan los Curanderos el pulso, y luego al instante los Monacillos a entierro: sale amolando más ignorancia en la piedra del Maestro; y encolándose por el [18] paño del examen, que tiene los agujeros a medida de cabezas de borricos, se mira Médico sobre su mula, y su palabra, y se queda toda la vida como muchacho, jugando a quién mete más en el hoyo; y con este estudio abren tiendas de errores prácticos contra la conversación del Género Humano, y purgan igualmente las bolsas, y las vidas, y hacen liga con los Boticarios, que andando todo el día con escrúpulos, no se acuerdan que son mortales sus confecciones. Estos son los pasos del Médico Señor Don Juan: reiránse porque lo digo yo, pero ojalá no fuera así; esta es verdad, y estos son ellos. Aprendió Don Martín en Alcalá a hacer entes de razón; ¡qué bravo específico para una modorra! ¡Leyó a Pedro Miguel, admirable convalecencia! Y vínose a la Corte a abrir tienda de Filósofo Quimista: Pues, ¿y la Geometría que manda Hipócrates que se estudie? ¿La Astrología, que es inexcusable?¿La Fisonomía, adónde la estudió? ¿No la ha visto la cara, y se llama Médico, y entra en los Hospitales? ¡Válgame Dios! ¡Y quantum est in rebus innane! Aconséjele Vmd. a este Doctor, que tome sus doce cuartos de cada visitica, y estudie lo que le importa, y se deje de inútiles delirios.

Dice más: El vulgo está tercamente impuesto en darlos siega fe contra lo que enseña la Sacra Escritura por Jeremías, cap. 10. A signis Coeli, &c. Digo, que en este Texto se prohiben las supersticiones de los Agoreros, y prohibe lo que verdaderamente es malo, y pudiera yo apuntarle otro millón de Textos; pero no prohibe las conjeturas de efectos naturales, como lo afirman San Lucas, y San Mateo al cap. 10 y 12 que dicen; Faciem Coeli dijudicare nostis; dicitis enim mane, hodie tempestas, rutilat enim triste Coelum, & sic est. Y así, si no sabe su inteligencia, no cite la Sagrada Escritura; que es Dama más delicada que su Medicina. Y prosigue: Y nuestro Pueblo [19] es tan Pueblo, que muchos se tienen por gentes, que no se temen los signos del Cielo, sino los antojos del Reportorio: cítase un pronóstico casualmente sucedido, sin que basten para quitarle el crédito muchos no sucedidos, y pronosticados. Dice muy bien el Doctor, y lo mismo sucede con su Medicina, casualmente obró el remedio, porque la naturaleza se emborrachó, y se sacudió de las pesadeces, que le abrumaban, y se achaca el Médico esta vida, sin que basten las porfiadas muertes, que hace a desacreditar aquel acierto, que ha hurtado su capricho a la docta naturaleza; y siendo esto así, digo yo también, que es tan Pueblo este Pueblo, que muchos que se tienen por gentes, dan entero crédito a las hinchazones de su vanidad, y los extremos de su loca confianza. Ya que es el Señor Doctor tan Médico, y dice tantos bienes, y certezas de sus específicos, dígame, ¿por qué su Merced, y demás Remendones de vidas dejan morir a un joven de quince años de una triste terciana, como lo vemos acabar cada día? ¿Qué ciencia o qué mentira es la suya, cuando no sabe remediar una leve pesadez? Si sabe lo que es terciana, y cómo se cura, ¿cómo nos manda confesar para morir? Hágame demostración de cómo se cura un dolor de muelas. Y en fin, si quiere ver probadas sus mentiras, remítale Vmd. a mi Librito del Ermitaño, y Torres, y allí verá las falsedades y puesta toda su Ars longa en cuatro hojas de papel.

Suéñase Don Tabardillo, las preguntas y respuestas a la medida de sus soluciones, y muy presumido de Filósofo, dice: ¿Por donde habrán adivinado cuál es la casa y exaltación de cada Planeta? Digo, y dígaselo Vmd. que si siente al Sol en el Julio con más calor que el Diciembre. Y responderá que sí; pues esa es la exaltación. Sírvanos de ejemplo el más sensible Planeta. Llega este al signo de Aries por Marzo, y hace los días iguales con las noches, [20] y como se va subiendo, o exaltando, reparte los rayos menos oblicuos, y da más calor. Llega al Cáncer, que es el día 22 de Junio, y hace el día mayor del año, y desde este signo arroja la luz más directa, porque llegó a su mayor exaltación: esto es cierto; ¿pues cómo se dice, que son soñadas las exaltaciones de los Astros? Pues lo mismo sucede a los demás Planetas: todos tienen más y menos luz, conforme la situación, y parte de Cielo que ocupan; y por consiguiente, más o menos calor, o influjo; y esto lo ven los ojos, y lo sienten los cuerpos; pero este Doctor es de insensible vista, y ciego de todos cuatro costados. Repite otro Millón de desatinos, y sólo tiene razón en decir, que es cosa ridícula creer, que cuando uno nace, la fortuna de sus hermanos está escrita en la tercera casa, &c. porque a los juicios Gentiliacos, los aborrece todo hombre serio, y los abomina el prudente; y esto está repetido con más discreción, que la del Señor Don Martín: con que aun esto que es verdad fastidia, por ya dicho, y mal explicado: a mí no me harán cargo de esto, porque no habrá visto en su vida, impreso, ni manuscrito horóscopo alguno de mi mano.

Pues pasemos al poder que dan a la Luna, dice, y en todo su párrafo se ahorca, porque el poder de la Luna se lo han dado los Médicos. Galeno en el Libro de Diebus Decretoris, todo su consejo es, que los cuenten por la Luna; quien les advierte, que sub Cane, & ante Canem molestae sunt farmaciae, & medicamentorum usus difficiles? Quien dijo: Repentine temporum mutationes causam morbos? Pues Médico fue, y cobraba sus visitas. Si no es la Luna, ni el Sol, ni los otros Planetas, ¿quién hace estas alteraciones en los Sublunares? Pregunto, ¿quién? Si es Dios, ¿de qué sirve la naturaleza? ¿Para qué crió el Cielo, y a las Estrellas? ¿Piensa el Señor Doctor, que la capa del Cielo es sábana de novios, que sólo está de respeto para que se [21] vea, y no sirva? Diga que el hablar mal, es disculpar su ignorancia y su flojedad, y no niegue el poder de la Luna, según su mayor o menor distancia de la tierra. Es bueno que altera todo el reino de las aguas, que es más vasto que la tierra, y sus vivientes, y no quiera que altere un cuerpo, a quien enferma un soplo de viento, y mata el no soplar: buenas reglas tiene el Doctor, malos años para mí, cuando yo le llame: mejor es enfermedad que tales Médicos. Si la Luna, el Sol, los Planetas, el Aire, ni los Cometas, según su opinión, no nos enferman, quisiera yo saber, ¿qué nos hace mal? Responderá, que comer mucho; pues váyase él, y los demás Doctores a curar borricos, que no tienen uso de razón; que si este es todo nuestro mal, la santa templanza, y discreta dieta, es la mejor medicina, y el indubitable remedio; y si pecó alguna vez la glotonería, la Cigüeña me ha dejado la receta de los jeringazos, que saben mullir las obstinaciones del vientre.

Tanto se teme el poderoso influjo de la Luna, que apenas hay mujer (de los hombres la callo por vergüenza) que no resista purgarse; y qué bien que se resisten; pues yo he visto a los Médicos menos bárbaros hacer esa observación, y tener cuidado de no hacerlo en las conjunciones y opuestos de la Luna; y sta es doctrina de todos los racionales Médicos. Dígame el Doctor, por qué causa un día es nublado, otro sereno, en otro llueve y en otro nieva. ¿Quién el agente de estas alteraciones? Lo sabrá como su abuela; pues ya que no quiera confesar a la Luna, ni a los Astros estos movimientos, dígame, ¿no será mejor purgar en día sereno, que en furioso de aire, y viento? Quizás dirá que lo mismo es un día que otro; y así, mejor es dejar lo necio, que arriesgar la Doctrina.

Los Moros (dice) que nos dejaron por herencia los vaticinios y cómputos de la Luna. Advierta Vmd. Señor Don [22] Juan, qué necedad, cuando sabe Vmd. que todo el gobierno de nuestra Católica Religión es la Luna; por ella celebramos la Pascua, y hace la Iglesia las justas ceremonias, y debidos llantos a la muerte de nuestro Redentor Jesús; por ella se maneja el cómputo Eclesiástico; todas las Fiestas, Vigilias y Témporas, la Luna nos las dice. ¡Válgame Dios! ¡Lo que ignora este Doctor, Graduado en Alcalá! Ya ve Vmd. este disparate, pues todo su Papel es así: ni un Moro dijera tal locura como la que dice este buen Cristiano; pero muy tonto Médico.

Los Eclipses no incluyen más misterios que ser unos estorbos de luz, dice él, y digo yo: Pues váyase a pasear San Dionisio Areopagita, que temió influjos de Eclipses: bórrense los Libros de los más insignes Médicos, Filósofos y Matemáticos, que escribieron de influjos Eclípticos; basta que diga el Señor Doctor Don Martín que no lo tiene; esto no es haber leído su Profesión, ni la Filosofía, o querer la gloria de nuevo Opinador. Lo uno es delito, y lo otro locura; los primeros desatinos traen en reata los demás despropósitos: niega calor en los Astros, y por consiguiente movimiento; (porque este es el calor) niega poder en La Luna, con que no nos admiremos que no lo confiese en los Eclipses, y que diga, que la tiniebla en que está el Sol por interposición de la Luna, ni es dañosa ni saludable, ni buena, ni mala. Dice en el antecedente párrafo, que la señal de catarro, es cuando el que está caliente se pone al frío, y concede la tiniebla, y falta de la luz, y color; y no ha de ser el Eclipse caliente, ni seco, bueno, ni malo; pues si el que está al Sol (en su sentir) caliente, si se pone a la sombra se enfría, y se acatarra; lo mismo a lo menos hará el Eclipse, porque en él hay Sol, y luego tiniebla, o sombra. Dirá que no; pues que no sea.

Concluye el párrafo quinto, matando con un mal consejo al Reverendísimo Feijoo, diciéndole con una exclamación [23] tan necia como su Medicina: ¡Oh qué gran beneficio hará V.Rma. a la Universidad de los hombres, si logra desterrar de su mente estos terrores, que aun sólo pánicos suelen hacerse prodigiosos efectos! No, Padre de mi alma, le diré yo a gritos desde este Papel: no escriba V.Rma. contra ningún Cristiano; refute herejías; predique a los vicios; ayune mucho; tenga dos horas de oración mental, y media a lo menos de azotea, y contemple en lo frágil de la naturaleza, y lo falible de la Medicina, y le aseguro la gloria, que es lo que aventura en las distracciones que le aconseja este Físico. Viva el Astrólogo, mate el Médico, coma el Letrado, y deje V.Rma. el mundo como se está, que querer enmendarlo, es locura, que aunque estos también son vicios, ya lo hemos hecho costumbre, y el uso de las tierras los hacen tolerables, como los besos en Francia.

Y por fin, dígale Vmd. que lea la universal respuesta, que he dado a los presumidos en mi Papel intitulado: Sacudimiento de Mentecatos habidos y por haber: y que ahora respondo lo mismo; él ha tenido gana de oírme, y él se queda mal Médico, y yo Astrólogo; él blasfemando de mi Ciencia, y yo de la suya; él matando, y yo riendo: él lleno de presunción, y yo de desengaños; él embelesando sencilleces, y yo diciendo claridades: Y por fin, le dirá Vmd. que escribo para comer, que vendo mis desatinos, que no escribo contra ninguno; pero respondo a todos. Si soy desvergonzado, que no arriesgue su circunspección: Si soy modesto, ¿para qué es mortificar mis virtudes? Si soy tonto, también soy porfiado, y es gastar Doctrinas sin provecho: Si soy discreto, que aprenda de mí, y no me maltrate: con que de todos modos lo yerra, como las curas el Señor Don Martín. Vaya escribiendo, que a mí no me estorban las Lecciones de Oposición, ni otros actos Literarios de mi Universidad, para ajar presumidos; y sólo siento no estar en la Corte, para [24] haberle dado esta Posdata el mismo día que salió con su Carta Defensiva el Doctor; y mientras tanto que corto las plumas para otra tal, que se entretenga con esa pisa de desengaños: y vuelvo a decir, que Dios guarde a Vmd. muchos años; y le encargo mucho que le mire a la cara, para decirme después, qué estómago le ha hecho este emplasto. Soy de Vmd. con fina voluntad y muy servidor del Señor Martínez.

 

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Transcripción, realizada a partir de un ejemplar original, del texto contenido en un impreso de 24 páginas, descrito con el nº 1009 en Doscientos cincuenta años de bibliografía feijoniana (de Silverio Cerra Suárez, Studium Ovetense, Oviedo 1976) y con el nº 674 en el tomo VIII de la Bibliografía de autores españoles del siglo XVIII (de Francisco Aguilar Piñal, CSIC, Madrid 1995).


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