Filosofía en español 
Filosofía en español


Tomo primero

Carta
de D. Luis de Salazar y Castro, Comendador de Zurita en la Orden de Calatrava, del Consejo de S. M. en el Real de Ordenes, y Cronista Mayor de Castilla, e Indias, al Autor

R.MO P.

Señor mío: Vuelvo a V. Rma. los pliegos, que de su utilísima Obra se sirvió fiarme; y me han divertido, y enseñado mucho. Aquello por la hermosa variedad de los Discursos, elección excelente de las materias, y solidez admirable de las objeciones: y esto por la propiedad conque se dificulta, la eficacia conque se responde, y la dulzura conque se persuade; pero todo con una singular facundia, con una notable gracia, y con una excelente pureza de idioma. En cada discurso, siendo tan distintos, se excede V. Rma. a sí mismo, porque en todos avisa los escollos de la peligrosa navegación del mundo, enseña el camino de la eternidad, no sólo con ejemplos sagrados, sino con observaciones profanas, que para el escarmiento suelen tener el mismo vigor que las leyes. La erudición, siendo mucha y muy diestramente repartida, tiene una tan propia colocación, que más que buscada por el cuidado oficioso, parece que nació para el caso a que se aplica.

Yo justifico bien el vulgar axioma, que afirma, que para los hombres de bien, todo País es propio, entendiendo por hombres de bien, hombres sabios: pues V.Rma. convence los errores populares, como si los hubiese tratado; define, y combate los vicios, como si los hubiera [LXXV] padecido; y enseña a huirlos con la misma destreza, que si los conociese por la experiencia, siendo sólo por la noticia. Dícese que los Párrocos se instruyen en el Confesionario de toda especie de delitos y de sus circunstancias: y del doctísimo Jesuita Tomás Sánchez se dijo, que sin embargo de haber muerto virgen, había sabido por aquel medio cuanto en el matrimonio y en su uso se puede averiguar, como testifica la insigne obra suya, que de esta materia veneramos; pero V. Rma. criado y mantenido en la estrechez de sus Claustros, retirado en la continua tarea de sus estudios Teológicos, y en la precisa servidumbre de las Cátedras, y ceñido siempre a la rígida austeridad de su Religión Sagrada, todavía parece en estos Discursos hombre de mundo, que materialmente trató todos sus engaños, para darlos al desprecio, y que ha tenido libertad entera para advertirnos lo que se debe repugnar, el derecho camino que debemos seguir, y las establecidas vulgares aprehensiones que la razón esta obligada a despreciar; y como la sabia advertencia de V. Rma. previene todo esto con tanto acierto, es preciso confesar, que son preciosos partos de su entendimiento instruido y laborioso, y de su meditación vigilante y perspicaz. En V. Rma. suplió una especulación clara y penetrante el defecto de conocimiento práctico de los achaques del siglo. Muchos rayos de luz mental son menester para esto. Ciertamente un Monje, que con tanta claridad descubre los errores del mundo desde el retiro de su Claustro, es un Sol, que registra toda la tierra, sin salir de su cielo.

A este noble fin de nuestro desengaño hace V. Rma. servir aquel singular conocimiento, que con sus estudios se ha adquirido de las Ciencias y las Artes, de las Historias antiguas, y modernas. Inmensa es la erudición que resplandece en este pequeño volumen, que como precioso diamante recoge mucha luz en poco cuerpo. Parece que al entrar en cada Discurso tenía V. Rma. a una mano el dilatado campo de la naturaleza, a otra el amenísimo [LXXVI] jardín de la historia, para arrancar a ambas manos las más escogidas flores de uno y otro: siendo igualmente plausible aquella sutileza conque aun en asuntos profanos de estas flores de erudición sabe V. Rma. sacar algún espíritu de moralidad.

En fin la Obra es, a mi juicio, admirable en todas sus partes; pero porque haya hermosura sin lunar; esto es, fábrica tan perfecta, que no padezca alguna nota, hallo en el Discurso XV, que la generosa inclinación de V. Rma. ofrece mi memoria en términos sumamente distantes de mi pequeño mérito, habiendo otros muchísimos, que como el Docto Vizconde del Puerto, le tienen muy gigante; pero habiendo cometido este exceso la noble propensión de V. Rma. a honrar, puede ser que sirva en esta excelente Obra, como el lunar en la belleza, que en lugar de afearla la agracia. Guarde Dios a V. Rma. largos y felicísimos años para honor de las buenas letras. Madrid 11 de Agosto de 1726.

B. L. M. de V. Rma.
su más afecto servidor,
D. Luis de Salazar.

Rmo. P. M. Fr. Benito Feijoo.


{Feijoo, Teatro crítico universal, tomo primero (1726). Texto según la edición de Madrid 1778 (por D. Joaquín Ibarra, a costa de la Real Compañía de Impresores y Libreros), tomo primero (nueva impresión, en la cual van puestas las adiciones del Suplemento en sus lugares), páginas LXXIV-LXXVI.}