Filosofía en español 
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Tomo segundo Carta octava

Menagiana. Segunda parte

1. Padre nuestro, y amigo mío: Tenía medio revocado el propósito de proseguir con la Menagiana, porque esto de trasladar, es para mí muy fastidioso; de modo, que siento mucho menos fatiga en escribir de propio numen, que transcribir de otro Autor. Verdad es, que como no sigo la letra de la Menagiana, ni el traducir es puramente copiar, a que añado, que una, u otra vez también pongo algo de mi casa; es mucho menor el tedio que padezco en esta especie de escrito, que si fuese mero copiante. Como quiera, habiéndome V. Paternidad significado, que gustó mucho de la Carta antecedente, y que estimará que prosiga en otra el mismo asunto, tengo tanta inclinación a complacer a V. Paternidad, que ella, no sólo equilibra, mas aun supera la displicencia, que siento en escribir copiando. Prosigo pues.

2. Habiendo conspirado unos Caballeros de buen humor en meter gorra a un Cura de Aldea, que era más agudo que liberal, fueron con este intento de mañana a su casa, y le manifestaron a lo que iban, pretextando no sé qué honesto motivo; él, viendo la avenida, [87] da, los recibió con buen semblante, y buenas palabras, y al momento despachó los criados que tenía, como que iban a buscar a diferentes partes lo necesario para el convite: luego, tomando el Breviario debajo del brazo, les dijo: Señores, con licencia de Vmds. voy, mientras se prepara la comida, a reconciliar a un pobre apestado, a quien confesé ayer tarde, para darle luego el Viatico, porque está muy de peligro, y al momento tomó la puerta. Cayeron en el lazo los Caballeros; y sin poner la menor duda en que era verdad lo que decía el Cura, considerando el riesgo de que él contrajese el contagio del enfermo, y se le comunicase a ellos, se escaparon inmediatamente con tanta prisa, como si la peste fuese tras ellos, y fueron a comer cada uno a su casa.

3 .Mr. Morel asistía en la Congregación de Ritos, pero sólo ad honorem, porque no sabía de Ritos, ni de otra cosa. Dijo de él Mr. Peaucelier, que estaba en aquella Asamblea per modum formae assistentis, y no per modum formae informantis.

4. La Pasquinada, que pusieron a Inocencio Undécimo el mismo día que le hicieron Papa, fue: Invenerunt hominem sedentem in telonio. Era hijo de un rico Banquero de Como en el Milanés.

5. De cuantas Pasquinadas hechas a Papas he oído, o leído, ninguna me agradó tanto como la siguiente. Había un Papa, luego que le eligieron, publicado, que no quería tener nepote, ni dar empleo en Roma a alguno de sus parientes; aplicáronle por ello este mote: Descendit de Caelis; queriendo significar, que quien estaba tan desprendido de los afectos terrenos, era un sujeto como Divino, y bajado del Cielo. Dentro de poco, mudando de propósito, hizo nepote, y trajo a Roma algunos parientes; luego, debajo del mote Descendit de Caelis, añadieron Et homo factus est.

6. Cuando se empezaron a usar en Francia las pelucas, muchos guapos, nimiamente cuidadosos de su [88] adorno, aun en los mayores fríos no se ponían el sombrero, por no ajar la peluca, sin hacerles fuerza el riesgo de acatarrarse, o padecer algún dolor de cabeza. Digo uno, que aquellos pisaverdes más estimaban sus pelucas, que sus cabezas. (Acaso tendrían razón, porque yo he visto cabezas de pisaverdes, que valen menos que sus pelucas).

7. El Marqués del Carpio, que fue Embajador de Roma, y Virrey de Nápoles, entrando en una Iglesia, fue a dar agua bendita a una Dama, que halló cerca; y notando, que traía un hermoso diamante en una sortija; pero la mano era muy fea, la dijo: En verdad, señora, que más quisiera la sortija que la mano. Y yo, señor, repuso ella, echando mano a la cinta, de que llevaba el Marqués pendiente la insignia de la Orden del Toysón, más quisiera el cabestro que el asno.

8. (Este es un chiste de N. que se cuenta de varios sujetos, y lugares. El que se sigue, que en la circunstancia de ministrar el agua bendita a una Dama, y en la respuesta aguda de ésta, es parecido al antecedente, no pienso que está vulgarizado. Después de la toma de Gerona por los Franceses, a los fines del siglo pasado, algunos Oficiales de aquella Guarnición pasaron a Madrid. En el Vulgo corría la voz de que en la defensa de aquella Plaza habían mostrado muy poco valor. Llegando uno de ellos a tomar agua bendita en una Iglesia, vio una Dama, de quien era conocido, que iba a hacer lo mismo, y se quiso aprovechar de la ocasión para tocarla la mano; pero ella la retiró al momento. Quejose el Militar del desaire, preguntándole, ¿qué motivo tenía para hacérsele? Es, señor mío, respondió ella, que acabo de lavarme las manos con salvados, y temo que las gallinas me las piquen).

9. Estaban en conversación dos Damas, una Francesa, otra Italiana. La Francesa sabía algo, aunque no mucho de la lengua Italiana, y en ella, pero muy mal, hablaba con la Dama Italiana. Sucedió, que a una cortesía [89] de ésta, queriendo responder, que no tenía tanto mérito como ella, dijo: Non sono tanto meretrice como vostra Signoria.

10. A un médico se puso por epitafio en el sepulcro este verso:

Hac sub humo, per quem tot iacuere, iacet.

¡Qué pocos Médicos hay, a quienes no pueda ponerse el mismo epitafio, y de quienes no pueda decirse lo que Juvenal dijo del Médico Themison!

Quot Themison aegros autumno occiderit uno.

11. Quejábase uno en Roma, de que el Papa Alejandro VIII le había faltado a la palabra, que le había dado, de conferirle no sé qué empleo. Sabiéndolo el Papa, satisfizo diciendo, que no había habido tal cosa; que era verdad que le había dado palabras, mas no palabra: Vi bo dato parole, ma non parola.

12. El Cardenal de Richelieu murió muy poco después de la ejecución hecha por su orden en el Marqués de Effiat, y Francisco Augusto Thuano. Tres meses que se hubiese anticipado la muerte de Richelieu, hubieran evitado la suya aquellos dos Señores. Esto explicó con una felicísima aplicación la Marquesa de Pontac, hermana del Thuano; la cual, habiendo entrado en la Capilla de la Sorbona, donde está enterrado Richelieu, echó agua bendita sobre su sepulcro, diciendo: Domine, si fuisses hic, frater meus non fuisset mortuus.

13. Walher, Poeta Inglés, hizo un excelente panegírico a Cromuel, cuando este usurpador dominaba a Inglaterra: restituyéndose después el Trono a su legítimo heredero Carlos Segundo, hizo otro panegírico a éste, y se le presentó. El Rey, que había leído el de Cromuel, y no ignoraba quién era el Autor, leyendo el suyo delante del Poeta, luego que se le entregó, le dijo con algo de ceño, que otro mejor había hecho para Cromuel [90]: a lo que Walher, sin descomponerse, respondió: Sire, es que los Poetas, para componer, mejor nos entendemos con las mentiras, que con las verdades. (Salida sutil por cierto, y que acertó a fundar en la ofensa la lisonja. Mas lo que yo entiendo es, que el panegírico de Cromuel sería mejor, porque había más, y mejores materiales para él; pues a las grandes acciones de aquel gran usurpador no falta otra cosa, que algo de justicia, o equidad para constituirle uno de los mayores hombres que tuvo el mundo).

14. Mr. de la Roulerie, pariente de Mr. de Bautru, y decidor como él, era hombre de muy espléndida mesa, lo que le atrasó de manera, que se vio precisado a vender un Lugar, de que era Señor. Sucedió, que en una ocasión, en que se hallaba algo desganado, estando con él un Italiano a la mesa, le dijo: Vuestra señoría no come. No señor, respondió el Francés, mi Señoría no come, antes está comida.

15. Un Poeta Italiano, no muy aventajado, pero que conocía que no lo era (lo que verdaderamente es un milagro), habiendo hecho un Soneto, se lo dio a leer a Juan Bautista Gizoni, Poeta celebrado, rogándole que le limase, y le quitase las imperfecciones que hallase en él. Habiendo leído el Pizoni, para darle a entender, que no había en él cosa buena, le dijo: Por vuestra vida no me hagáis poner la mano en él, porque os aseguro, que todo se irá en limaduras. No sé si tiene más gracia en el Italiano: Per vista vestra non mi ci fate te por mano, por chie io vi asicuro che ogni cosa andera in limatura.

16. (Otro Coplizante, acá en nuestra España, llevó a un Poeta, graduado de tal, dos décimas, que había hecho a un mismo asunto, para que le dijese cuál era la mejor. Habiendo leído el Poeta no más que la una, dijo al Coplizante: Si hay alguna mejor entre las dos, lo es esotra. ¿De qué lo sabe Vmd. replico el Coplizante, si aún no lo ha visto? Es, respondió el [91] Poeta, porque peor que estotra no puede ser.

17. Habrá como diez y ocho, o veinte años que a un Estudiante de esta Universidad, que se levantaba a sí mismo el testimonio de que era Poeta, se le antojó hacer una Comedia sobre la Fábula de Pyramo, y Tisbe; y hecha, me la trajo, para que le dijese lo que me parecía de ella. No vi igual conjunto de desatinos. Pasados tres, o cuatro días, vino a saber mi dictamen, a mi parecer muy satisfecho (porque su satisfacción era mucha), de que yo celebraría la pieza, como una cosa muy buena. Yo, que ni sé hablar contra lo que siento, ni decir lo que siento por rodeos, cuando puedo hacerlo por el atajo, le manifesté llanamente, que no había visto en mi vida cosa más sin pies, ni cabeza; y para que Vmd. lo entienda, añadí, señalando las personas, que hablan en la Comedia, como se estila, sólo en la nominación de la primera hay tres disparates. Considere Vmd. cuántos centenares habrá en todo el discurso de la obra. ¿Cómo puede ser eso? Me replicó. Véalo Vmd. respondí. Aquí inmediatamente después del rótulo personas que hablan en ella, la primera que se nombra es el Conde Don Pedro. Ahora bien, señor mío, en tiempo de Pyramo, y Tisbe, ni había Condes, ni Dones, ni Pedros; con que el Conde es un disparate, Don es otro, y Pedro es otro. Al decir esto, me arrancó la Comedia de la mano, y volvió la espalda chispeando).

18. Sabida es la fábula de Niobe, a quien Apolo, y Diana, irritados de que los hubiese insultado, convirtieron en piedra, después de matar a flechazos todos sus hijos. El famoso Artífice Praxíteles hizo una excelente estatua de mármol, representando a Niobe en el lastimoso estado de contemplar muertos, o moribundos todos sus hijos. En la Anthología Griega se halla en elogio de la perfección de esta Estatua un admirable epigrama, que Celio Calcagnino tradujo en Latín así: [92]

Vivam olim in lapidam verterunt Numina; sed me
Praxisteles vivam reddidit ex lapide.

19. (Plinio, lib. 36, cap. 5. duda si aquella Niobe de mármol era obra de Praxíteles, u de Scopas, Artífice nada, o poco inferior a Praxíteles).

20. Mr. du Perier todos los versos de otros Poetas despreciaba; sólo los suyos tenía en gran estimación, y solía decir, que únicamente los necios dejaban de estimarlos; oyéndole lo cual en una ocasión Monsieur de Herbelot el junior, le hizo este ladino repulgo. ¡Ah, Monsieur! ¡y cómo se echa de ver en lo que acabáis de decirme la verdad de aquella sentencia: Stultorum infinitus est numeros!

21. Los embajadores de Sian, viendo aquellos grandes bancos de plata maciza, que hay en la Galería de Versalles, que son menester muchos hombres para levantar cada uno, dijeron que era aquella la mejor invención, que se había descubierto, para que no los hurtasen. Varios dichos de los Embajadores de Sian fueron muy celebrados en París, no porque fuesen más agudos, que los que se oyen en las Naciones Europeas; sino porque de unos hombres de la India Oriental, cuya región está tan distante de nosotros, no se esperaba sino brutalidad, y barbarie. Lo cierto es, que en su modo de obrar, y discurrir mostraban ser muy racionales. Nosotros inconsideradamente llamamos Bárbaros a los que muy distantes de nuestras tierras se apartan también mucho de nuestros modos. Concédase que tenemos los Europeos, por lo común, mejor educación que Asiáticos, Africanos, y Americanos; pero la educación sólo regla exterioridades, y costumbres. El buen, y mal entendimiento son de todos climas.

22. El Duque de Bellegarde estaba enamorado de aquel ídolo de Enrique IV, Madama Gabriela, y la hacía una, u otra visita. Sucedió, que hallándose una vez [93] con ella, entró el Rey tan improvisadamente, que el Duque sólo tuvo lugar para meterse debajo de una cama, que estaba en el mismo cuarto, y aún eso a tiempo, que ya el Rey asomaba, y pudo advertirlo, aunque disimuló haberlo visto. Sirvióse luego un refresco; y el Rey, tomando una caja de confitura, la tiró debajo de la cama, donde estaba escondido el Duque, diciendo: Es bien que viva todo el mundo. Dice Mr. Menage, que este chiste le cayó tan en gracia, que a cada paso le andaba refiriendo. Lo que yo juzgo es, que esta, que parece una bagatela, manifiesta tanto la índole noble de aquel Príncipe, como otras acciones generosas suyas muy brillantes.

23. El Conde de Soisons, que fue muerto en Sedán, tenía la barba roja. Hallábase en una Quinta suya en ocasión que concurrió allí Enrique IV. con motivo de una partida de caza. Sabía el Conde, que el Jardinero, que tenía allí, era eunuco; y habiéndole llamado para no sé qué servicio, el Conde, por zumbarle, le preguntó ¿en qué consistía el que no tuviese barba? Señor, respondió el Jardinero sin detenerse, esto consiste, en que cuando Dios andaba distribuyendo las barbas, yo llegué a tiempo que las de otros colores ya estaban todas repartidas, y sólo restaban barbas rojas; con que yo me retiré, porque quise más quedar sin barba, que tenerla roja.

24. Es de creer, que Enrique IV. celebraría tan bella respuesta, porque gustaba tanto de los buenos dichos, que admitía con agrado aun a los que en alguna manera le satirizaban. Dijéronle en una ocasión, que había en tal parte un hombrecillo, llamado Gaillard, extremamente pronto en respuestas ingeniosas. Mandó que le trajesen a su presencia. Estaba el Rey sentado inmediato a una mesa, que tenía delante de sí, y Gaillard se puso en pie del otro lado, de modo, que no mediaba más que la mesa entre los dos. Antes de llegar al dicho es menester advertir, que Gaillard en Francés significa [94] hombre incontinente, y lascivo. Preguntóle el Rey ¿cómo se llamaba? Respondió, que Gaillard. Y bien, añadió el Rey, ¿qué distancia hay de Gaillard a Paillard? Muy poca, Señor, respondió pronto Gaillard: no distan uno de otro más que el ancho de esta mesa. La respuesta no fue menos verdadera, que aguda; y al Príncipe, como de corazón tan generoso, agradó la agudeza, sin displacerle la osadía. Era Enrique IV. de genio benigno, y tolerante. Felicitándole en una ocasión el Duque de Saboya, de que en los dos Birones, padre, e hijo, tenía dos servidores insignes, porque en efecto ambos eran grandes Soldados: No puedo negarlo, dijo el Rey; pero a buen precio pago lo que me sirven, sufriendo al uno sus borracheras, y al otro sus baladronadas; aquéllas del padre, éstas del hijo).

25. Refiere Mr. Menage, que habiendo perdido los Portugueses una batalla, se hallaron en el campo, que desocuparon con la fuga, catorce mil guitarras.

26. Si ésa es ficción, es ficción de extremado gusto; y a mí me cayó tanto en gracia, que luego que leí el chiste, no me hartaba de referirle a éstos, y a aquéllos. El chiste cae sobre que los Portugueses son sumamente aficionados a la guitarrilla. Yo nací en los confines de Portugal: por mi tierra veía pasar frecuentemente los de aquella Nación en romería a Santiago; pero muy raro sin su guitarra debajo del brazo. De esta afición de los Portugueses hizo memoria, con la gracia que en todo, Quevedo en aquel Romance, donde debajo de la idea de querer mudar de Nación, va discurriendo por muchas, sólo para satirizarlas; y así habla de la Portuguesa:

A tener alma melosa,
Fuera Portugués machín,
Por hartarme de bayeta,
Y para dar que reír.
Mas no quiero llorar muerto [95]
Al Rey valiente, e infeliz,
Que de guitarra en guitarra
Se fue llegando al Sofí.

27. El Poeta Guillermo Colletet se casó sucesivamente con tres criadas suyas. A la última, llamada Claudina, de mucha hermosura, y donaire, amó más que a las antecedentes; y para acreditarla de Poetisa, publicaba, como que eran de ella, los mejores versos que hacía; aunque no a todos engañaba la suposición. Llegando el caso de verse Colletet tan gravemente enfermo, que conoció, que su muerte no estaba lejos, como vio que del otro mundo no podía enviar versos a su Claudina, para que en el estado de viuda, dándolos por suyos, mantuviese el crédito de Musa, hizo de prevención unos versos, en que ella hablaba ya como viuda; y después de muchas ternuras a su difunto esposo, protestaba, que entregada enteramente a su dolor, ya no tomaría más la pluma para cosa de Poesía. Los versos son harto buenos; y el Jesuita Vavasor los apreció de modo, que gustó de traducirlos en otros Latinos muy elegantes. Pero este artificio no logró su intento. En el silencio poético de la viuda conocieron todos, que ésta no había tenido más numen, que el de su marido; y al propósito M. de la Fontayne me dijo con mucha gala, que en la casa de la hermosa Claudina habían quedado las Gracias; pero se habían ausentado las Musas.

28. Habiendo los Médicos hecho sangrar a un Caballero, y dándole inmediatamente un vomitivo, empeoró notablemente, por lo cual un hermano suyo le aconsejó, que tratase de confesarse luego, porque el peligro era grande. ¿Otra evacuación más? replicó el enfermo: Si dos, una en pos de otra, me han puesto en mal estado, ¿qué hará la tercera? Mas al fin, como esto lo decía de chanza, trató de confesarse de veras.

29. Yo debo de ser inmortal, decía Mr. Menage, pues los Médicos, aunque hicieron todo lo posible, no [96] han llegado a matarme. Ocasión hubo, en que concurrieron trece de la facultad en mi aposento. Habíanme condenado a privarme enteramente del estudio, y de la pluma, fallando, que si hacía lo contrario, sería mi vida muy corta, al fin, me desengañé de ellos, y de todas sus recetas, y preceptos, y después estudié, y escribí mucho mas que antes.

30. En una mascarada una hermosa doncella se disfrazó, poniéndose una ropa de Jesuita. Sobre esto hizo un Poeta una quintilla de muy buen gusto, que mi Traductor trasladó a otra quintilla Española; pero antes de ponerla aquí debo advertir, que la voz Molinista en Francia no significa lo que en España. Acá significa Sectario del Heresiarca Miguel de Molinos: en Francia al que sigue la doctrina del docto Jesuita Luis de Molina en materia de la Gracia, y libre albedrío: La quintilla es esta:

Laura con impropiedad,
Se vistió de Molinista,
Que pues quita esta beldad
A todos la libertad,
Es sin duda Jansenista.

31. El epitafio siguiente del Cardenal de Richelieu se atribuyó a Grocio; y realmente es digno de Grocio por su agudeza, hermosura, y elegancia; pero Mr. Menage dice, que le hizo Mr. de Bois, Lugar-Teniente General de la Flecha, y que el mismo Grocio le aseguró, que no era obra suya: es algo largo; pero obras semejantes, tanto más apreciables, cuanto más largas.

Adsta Viator. Quo properas? Quod usquam Videbis, & Audies.

Hic tegitur.

Joannes Armandus du Plessis de Richelieu, clarus [97] origine, magnus ingenio, fortuna eminentisimus. Quodque mirere, Sacerdos in castris, Theologus in Aula, Episcopus sine plebe, Cardinalis sine titulo, Rex sine nomine.

Unus tamen omnia.

Naturam habuit in numerato, felicitatem in consilio, aerarium in peculio, securitatem in bello, victoriam sub signis, socios in procinctu, amicos in obsequio, inimicos in carcere, cives in servitute, hoc uno miser.

Quod omnia fecit misera.

Tam saeculi sui tormentum, quam ornamentum Galliam subegit, Italiam terruit, Germaniam quassavit, affiixit Hispaniam, coronavit Lusitaniam, caepit Lotaringiam, accepit Cataloniam, fovit Sueciam, truncavi, Flandriam, turbabit Angliam.

Lusit Europam.

Poeta purpuratus, cui scena Mundus, gloria siparium, Regia gaza choragium fecit. Tragicus maxime qua fabulam male solvit. Post Regnum testamento suis distributum paupertatem populo imperatam disipatos, Principes, Nobilitatem exilio, ac suppliciis exhaustam: Senatum auctoritate spoliatum, extera gentes bello, & incendiis vastatas, pacem terra, marique profligatam: cum fasticenti corpore animum grandioribus consiliis aegre vegetaret, & nullius non interesset, aut vivere ipsum, aut mori, jamque bona sui parte mortuus, aliorum tantum morti viveret, derepente spirare desiit, & timeri.

O fluxa mortalitas ¡Quam tenue momentum inter omnia, & nihil mortui corpus rheda extulit, sequuti pendites, equitesque magno numero, faces praetulerunt ephebi, crucem nemo. [98]

Quia currus vehebat publicam.

Denique sic tumulum implet non totum, quem tota Europa no implevit. Inter Theologos situs, ingens disputandi argumentum.

Fidem Regi servavit, spem vivis reliquit, charitatem ab haeredibus abstulit.

Quo migravit Sacramentum est.
Hoc te voluit viator, hic te metiere, & abi.

32. El Padre Bouhours en uno de sus Diálogos dice, que este epitafio es ingenioso, y que caracteriza perfectamente el gran Ministro, que tiene por objeto; sin embargo, añade, que no en todo es verdadero. En caso que sea así, no sé si esta falta de verdad pertenece a lo que dice de bueno, o a lo que dice de malo. Acaso coge algo de uno, y otro. En cuanto a lo malo noto aquel paupertam populo imperatam, pues no parece que la Francia quedó pobre en la muerte de Richelieu, cuando muy luego, en menor edad de Luis XIV, la vemos contribuir grandes sumas para mantener una guerra vigorosa contra España, y Alemania. En orden a lo bueno, reparo en el fidem Regi servavit. La fidelidad de Richelieu a su Rey pienso que no está bastantemente comprobada. Yo no dijera, que Richelieu fue fiel a Luis XIII, sino que Luis XIII fue fiel a Richelieu; porque éste mandaba, aquél obedecía, éste dictaba, aquél escribía; y eso quiere decir el Rex sine nomine del epitafio; a que se puede añadir, que fue Rey, no sólo del Reino, mas del mismo Rey.

33. Mas aun fuera de esto, yo he leído dos hechos, ambos en Autores Franceses, de los cuales el primero arguye poca fidelidad al Rey, y el segundo mucha infidelidad al Rey, y a su Patria. El primero fue, que habiéndose enviado de parte a él a nuestra Corte un Comisario para tratar con el Conde Duque, primer [99] Ministro de España, de algunos negocios concernientes a las dos Coronas; Richelieu al mismo tiempo envió otro furtivamente, para tratar con el mismo Conde Duque, y sugerirle todo lo contrario de lo que el Rey pretendía.

34. El segundo caso fue mucho más feo. Viendo Richelieu, que el afecto del Rey hacia el fin de sus días se iba entibiando de modo, que podía temer la ruina total del valimiento, concertó con el Mariscal de Grammont, su íntimo amigo, que mandaba por la Francia las Armas en Flandes, que hiciese las diligencias para perder una batalla. El Mariscal lo hizo así, y perdió la de Monnecurt, lo que produjo el efecto que Richelieu esperaba; porque el Rey, viendo las cosas del Reino en mal estado, a ellas, y a sí mismo volvió a poner enteramente en manos del Cardenal, como el único, que por su alto genio era capaz de sostener la vacilante Monarquía. ¡Horrenda perfidia! Así despreciaba la sangre humana, o sangre de los mismos suyos, aquel inhumano Ministro, sacrificando las vidas de algunos millares de Franceses, que murieron en aquella batalla, a la conservación de su autoridad. Poco tiempo después usó de la misma sangrienta política el fiero Cromuel, perdiendo muy de propósito una batalla, para precisar al Parlamento, que empezaba a mirar con celo su mucha autoridad, a mantenerla en ella, y aun a aumentarla. Mas basta ya de Historia.

35. Mr. de Bois, autor del epitafio del Cardenal de Richelieu, hacía excelentes versos Latinos. Suyos son los siguientes, que sirven de inscripción a la Iglesia de los Jesuitas de la Flecha, la cual se hizo de un Palacio, que para sí había edificado Enrique el Grande, y después dio a los Jesuitas, para que le transformasen en Templo.

Quae quodam fuerunt mortalis Numinis aedes,
Nunc immortalis Numinis aula patet.
Foedere foelice mutarunt Numina sedes:
Rex habitat Caelum, Regia tecto Deus.
[100]

36. Decía Madama de ... que no hay empleo en la Corte más difícil de ejercer, que el de Dama de Honor.

37. Luego que pareció la traducción Francesa de los Diálogos de Luciano, que hizo Mr. de Ablancourt, muchos la acusaban de poco fiel. Mr. Menage, consintiendo en esta censura, pero considerando por otra parte la mucha hermosura, y gracia, que no obstante la infidelidad, había Ablancourt sabido dar a su traducción, la llamaba la bella infiel: nombre, que en su mocedad había dado a cierta Dama, que antes merecía, y después desmereció su amor. Añade Mr. Menage, que aquel gran Magistrado de la Francia, el primer Presidente Lamoinon, le cayó tanto en gracia este epíteto, que siempre que le veía, le hablaba de la bella infiel.

38. Yo he leído los Diálogos de Luciano en Latín, y los tengo en Francés de la traducción de Ablancourt: no sé lo que es ésta respecto del original Griego. Respecto de la traducción Latina, no sólo no hallo discrepancia substancial, pero ni inferioridad alguna en la gracia. Mr. de Ablancourt tenía un genio insigne para las traducciones; y así hizo muchas, ya del Griego, ya del Latín, en lengua Francesa, que son estimadísimas de los inteligentes. Lo que yo pienso es, que en asuntos de festividad jocosa, como son en grado eminente todos los de Luciano, es preciso apartarse mucho de la letra del original, para conservar su gracia en la traducción; siendo común, que en cosas jocosas las locuciones de un idioma, equivalentes a las de otro en la fuerza expresiva, consten de otras voces, y modos de decir muy distintos. Yo de mí sé ciertamente, que hallaré mucho mayor dificultad en traducir de Francés en Español una obra Francesa jocosa, que otra muy elocuente, y seria, lo cual pende de lo dicho. Por esto acaso se tuvo por infiel la traducción de Luciano hecha por Ablancourt; pero si se desvió de la letra por trasladar la gracia, esto fue ser infiel en la apariencia, por ser fiel en la substancia. [101]

39. Es cosa singularísima lo que Mr. Menage refiere sucedió en su tiempo a un Aldeano Francés, llamado Blunet. Este siete veces que fecundó a su mujer, en cada parto tuvo tres hijos, los cuales todos vivieron, unos muchos días, otros muchos meses, y doce de los más robustos estaban en tiempo de esta relación grandes, y con buena salud.

40. Dudando el Aldeano, si esta extraña fecundidad se debía a él, o a su consorte, para salir de la duda, abusó de una criada suya, la cual asimismo a los nueve meses dio a luz tres hijos varones; los cuales, no obstante ser de un débil temperamento la madre, vivieron de quince días a tres semanas. Asunto es este digno de las especulaciones de los mejores Filósofos.

41. Un Abogado muy feo, y que apenas tenía nariz, por estar la letra algo obscura, trompicaba mucho en la lectura de un papel, que le había mandado leer la Audiencia. Uno de los Senadores, que tenía más nariz de la que era necesaria, dijo: ¿No hay quien preste unos anteojos a este Abogado? También, respondió el Abogado, es menester, señor, que V. S. me preste lo que le sobra de nariz para ponerlos.

42. Es sentencia de Mr. Menage, que el ser Autor, es tener toda la tierra por parte contraria, sin poder hallar Abogado que le defienda. (Esto se debe entender de los que son propiamente Autores, y de numen, o genio original, como lo era el mismo Mr. Menage: que los que escriben lo que otros cien mil pudieran escribir, pasan una vida muy tranquila).

43. Estaba un grande Usurero muy cerca de morir, y metido en una profunda modorra, y a fuerza de remedios revino un poco, y el Confesor, por aprovechar aquel tiempo, le presentó un Crucifijo de plata, exhortándole a hacer actos de contrición. El Usurero, mirando con atención al Crucifijo, dijo al Confesor: Monsieur, por esa prenda no es mucho el dinero que puedo prestaros. [102]

44. Un Obispo de Oyón, del tiempo de Mr. Menage, estaba tan neciamente encaprichado de esto que llaman Nobleza, que nada estimaba en los hombres, sino el nacimiento. Habíase en una ocasión encargado de predicar a San Juan de Dios el día de su fiesta. A este fin se puso a leer su Vida; y hallando en ella, que el Santo era de extracción humilde, se excusó de predicar el Sermón, teniendo este por bastante motivo para faltar a su palabra.

45. Poco más, poco menos, esta quimera de estimar más la Nobleza mucho más allá de lo que dicta la razón, es general en nuestras Regiones. Declaman contra ella cuantos Autores tocan el punto; y no sólo los Cristianos, mas aun los Gentiles; pero de nada sirve. La Nobleza es una mera denominación extrínseca, y de ceremonia, que nada pone en el sujeto. Así sólo merece una mera veneración extrínseca, y de ceremonia. No sé si son en esto más racionales los Turcos, que nosotros; los cuales tienen gran cuenta de la raza de donde vienen los caballos, y ninguna de la de los hombres. Cuando hubo de partir de las Tierras de Turquía para su Reino el Rey de Suecia Carlos XII, le regaló el Sultán, entre otras cosas preciosas, con ocho hermosos caballos Arabes; y un Caballerizo Arabe, que cuidaba de estos mismos caballos, al tiempo de entregarlos, le presentó al Rey la genealogía de ellos, donde se nombraban padres, abuelos, bisabuelos, &c. Este es, dice el célebre Escritor de la Vida de aquel Rey, uso establecido en aquellos Pueblos, los cuales parece atienden mucho más a la nobleza de los Caballos que a la de los hombres, lo que no es tan fuera de razón como a muchos parecerá, porque entre los brutos las razas que se cuidan, y no se mezclan con otras, no degeneran jamás. Esto es decir, que entre los hombres muy frecuentemente sucede lo contrario; y realmente es así.

46. Mas al fin, uno, y otro extremo tienen sus inconvenientes. Acaso la sórdida avaricia de los que ocupan [103] los mayores puestos en Turquía viene de este principio: digo de que a cada paso son elevados a ellos los hijos de los más viles Oficiales; y este vicio de los Ministros, que siempre hace grave daño a los Estados, los ha hecho gravísimos a aquel Imperio; especialmente el que ha dominado a los Visires, los cuales muchas veces han determinado la guerra, y la paz, sin atención alguna al bien público, sólo por respeto a los presentes, que les han hecho los Príncipes Extranjeros interesados en uno, u otro. Un ejemplo memorable tenemos bien cerca en la paz que ajustó el Zar Pedro el Grande con el Sultán, en el punto en que veía su cuello, y los de todas sus Tropas debajo de los alfanjes Otomanos, sin esperanza alguna de evitar los golpes, sino por medio de un ajuste, el cual se logró a influjo de los riquísimos presentes, que la Emperatriz Catalina, mujer del Zar, envió furtivamente al gran Visir Mehemet Baltagi, y perdió la Porta en aquel lance por la avaricia de su Visir, sino la total ruina del Imperio Rusiano, por lo menos la conquista de muchas Tierras de aquel vasto dominio. Mas sobre el temperamento, que se debe tomar en la estimación de la Nobleza, tengo propuesto mi dictamen, y las pruebas de él en el cuarto Tomo del Teatro Crítico, Discurso segundo.

47. Mr. de Rowroy, que era de los Caballos ligeros de la Guardia del Rey, en la primera campaña, que hizo, recibió un balazo, que le dejó inclinada la cabeza sobre la espalda derecha. Otra bala en la campaña siguiente se la inclinó sobre la izquierda; y en fin, en la tercera otra bala se la restituyó al estado natural. (Aunque Mr. Menage cita los que referían suceso tan extraordinario, entre ellos el mismo Mr. de Rowroy, le dificulta el asenso, y yo hago lo mismo. Esto, a ser verdad, sería más que lo del otro antiguo, a quien en una tempestad una onda violenta arrojó del barco al mar, y luego otra onda, con movimiento encontrado, restituyó del mar al barco; y mas también que lo del otro, [104] a quien queriendo matar su mujer, le dio un veneno; y no satisfecha de su actividad, le segundó con otro de distinta especie, que por ser de cualidades opuestas al primero, recíprocamente se quebrantaron las fuerzas, y el marido vivió muy a pesar de la mujer).

48. Un Dominicano fue a predicar a un Lugar del Obispado Belovacense, cuyos vecinos eran casi todos ramas de una familia, que tenía por apellido Fe. Preguntando cómo se llamaba éste, aquél, y el otro, así como los iba encontrando, se le respondía: Juan de la Fe, Pedro de la Fe, Antonio de la Fe; y viendo en tanta multitud el mismo apellido, dijo: Non inveni tantam Fidem in Israel.

49. Habiendo Nantevil, Pintor muy diestro, formado el retrato de la célebre Madalena Escuderi, y regaládola con él, ella le remitió, en elogio del primor del Artífice, una copla, cuyo concepto tradujo así mi Traductor a nuestra lengua:

Mi imagen, que fiel trasladada,
Tanto tu pincel mejora,
Nuevo Apeles, que mirada,
En el Espejo me enfada,
Y en el lienzo me enamora.

50. He notado, que como haya algo de genio para traducir el verso Francés a nuestro idioma, y metro, parece mejor la copla, que el original. Los Franceses están muy satisfechos de su Poesía. Yo nunca pude hallar, sino un sabor muy tibio en ella. No puedo negar, que algunos de sus Poetas piensan con mucha delicadeza; pero el traje con que visten sus pensamientos es desairado. Los pies, de que comúnmente usan, son, ya de doce sílabas, ya de nueve. En los primeros siento una cadencia floja, en los segundos desabrida. Jactan mucho la grande naturalidad con que componen, y la mismo tiempo censuran a los Poetas Italianos de que les [105] falta esta prenda. Yo hallo naturalidad en unos, y otros; mas con esta diferencia, que la de los Franceses es una naturalidad lánguida, la de los Italianos brillante. Este es el punto de mayor dificultad en la Poesía, unir la gala, la hermosura, la valentía con la naturalidad. Esto es propio de los grandes genios, y que se niega a todos los conatos de la aplicación, y el estudio. Lógranlo no pocos Autores Franceses en la prosa; mas en el verso apenas me atrevo a señalar entre los que he visto sino dos, el trágico Cornelio, y aquel genio universal el incomparable Fontenelle. En los Italianos veo menos hermosa la prosa, y mucho más brillante el verso. Así yo suelo decir, que me den prosa Francesa, y Poesía Italiana.

51. Un caballero, hablando de sus padres delante del famoso Príncipe de Condé, decía: Monsieur mi padre, Madama mi madre, lo que era una inurbanidad notable, hablando con tan alto personaje; pero el Príncipe, que era tan agudo como valiente, se desquitó bien de la grosería, diciendo a su Caballerizo, que estaba presente: Monsieur mi Caballerizo, decid a Monsieur mi Cochero, que ponga Monsieures mis caballos a Madama mi Carroza.

52. En uno de los patios del Colegio de los Jesuitas de París, que se llama el patio de los Padres, había un árbol, a cuya sombra solían muchas veces conversar los eruditísimos Padres Sirmondo, y Saliano, y otros doctos Jesuitas: habiendo después cortado este árbol, el Padre Cosart hizo a este asunto el siguiente epigrama; que es de bello gusto.

Tot partibus dilectam olim, quae praebuit umbram,
Quae Sirmonde tibi, quae Saliane tibi:
Heu! nimium ingratis invisa nepotibus arbos,
Icta gemit ferro, tractaque fune cadit.
Vestram secla fidem! O morte! O tempora! Quantum
Deficimus, Patrum nec manet umbra quidem.
[106]

53. ¿Quién dijera, que en Virgilio haya versos, que se pueden aplicar con suma propiedad al rito, que observa la Iglesia en el Miércoles de Ceniza, y aun al fin para que lo usa? Sin embargo, los halló un Padre Capuchino en el lib. 4. de las Geórgicas, y usó de ellos predicando el Sermón de Ceniza en Dijon. Y son estos:

Hi motus animorum, atque haec certamina tanta
Pulveris exigui iactu compressa quiescunt.

54. Un Suizo, que se sentía algo indispuesto, fue a consultar al Médico, el cual le ordenó, que aquella tarde recibiese una ayuda, el día siguiente de mañana se sangrase, y recibiese otra ayuda, y al otro día temprano tomase una purga: tenía el Suizo que hacer un viaje el día siguiente, con que, por no dilatarle, aquella tarde se sangró, recibió dos ayudas, y tomó la purga, y al otro día de mañana se puso en camino, sin que le resultase daño alguno.

55. (Acuérdome haber oído de un Colegial de Salamanca, que padecía hipocondría, y había oído a los Médicos, que ésta era una enfermedad muy rebelde a la Medicina, que anduvo revolviendo los Autores de la Facultad, que había en la Librería de su Colegio; y tomando de éste una receta, de aquél otra, del otro otra, las que veía recomendadas por más eficaces, en que había purgas, jarabes, &c. haciendo el juicio de que cada una por sí sola no bastaría a vencer la rebeldía del mal, pero todas juntas tendrían fuerza sobrada para superarle, envió a diferentes Boticas diferentes recetas, y juntando después todos los badulaques, todos se los embocó una mañana. Resultó lo que era preciso resultar, una alteración tan grave en el cuerpo, que le puso en las garras de la muerte. Mas al fin se libró. Después decía con gracia. Maldita Facultad es esta, que cuanto más se estudia en ella, tanto peor para los pobres enfermos. Yo la estudié por algunos libros, que me hicieron [107] harto daño; si estudiara algo más, me llevará la mala trampa).

56. En el tiempo en que se trataba de casar a Madamusela de Rohán con el bravo Duque de Weymar, la hacía este algunas visitas, y se notó, que temblaba siempre que llegaba a hablarla. Fue el Duque de Weymar uno de los más intrépidos guerreros, que tuvo el pasado siglo, y de conducta igual al valor. Así llevaba las victorias en la punta de la espada. ¿Pues cómo un hombre de tan gran corazón temblaba delante de una Dama? Fácil es la respuesta. Sin duda la amaba con gran extremo. No era aquel temblor efecto de temor, sino de amor. A la vista del objeto amado, si el amor es vehemente, agita violentamente los espíritus del amante, y por medio de ellos conmueve los miembros.

57. Así, según refiere Plutarco en la Vida de Demetrio, el Médico Erasístrato, por la extraordinaria alteración del pulso, y otras inmutaciones visibles del Príncipe Antíocho, siempre que veía a su Madrastra Estratónica, conoció su ardiente pasión por ella. De esta Historia vino a algunos Médicos el pensamiento de que hay determinado, y especial pulso, distinto de todas las demás especies, que llaman amatorio, porque significa esta pasión; pero Pero Plutarco sólo dice, que Erasístrato observaba en Antíocho confusión, y perturbación del pulso a la vista de la Reina; no algún determinado movimiento, que constituyese particular especie.

58. El Conde Manuel Thesauro, en un agudo epigrama, celebró la perfección de una estatua de San Bruno, Fundador de la Cartuja diciendo, que sólo dejaba de hablar por obligarle al silencio su Regla:

Non fucata levi minio te ludit imago:
Nihil ficti lepida haec forma, nec artis habet.
Aspicit, ac spirat, sed rara modestia vultum
Supprimit, & circum lumina ferre vetat.
Rumperet ore sonos etiam; sed sancta silendi
Regula composito non sinit ore loqui.
[108]

59. Esta misma agudeza se atribuye acá a no sé qué Español, estando contemplando la primorosa estatua del San Bruno de Miraflores, obra del Portugués Manuel Pereyra.

60. Preguntando el Padre Sirmondo cuántas veces se podía beber en una comida, respondió con estos versos:

Si bene comemimini, causae sunt quinque bibendi:
Hospitis adventus, praesens sitis, atque futura,
Et vini bonitas, & quaelibet altera causa.

61. (Sobre lo que se debe advertir, que el Padre Sirmondo era muy sobrio. Así dio aquella respuesta por mera festividad, y realmente tiene mucha gracia el praesens sitis atque futura; pero aún mucho mayor el & quaelibet altera causa. ¡Oh, cuantos siguen esta regla al pie de la letra!)

62. La Reina Christiana de Suecia estaba siempre en justacor, y con peluca de hombre. Cuando vino a Francia concurrieron innumerables Señoras a verla, y todas la iban osculando, según la moda Francesa. O que lo tuviese por demasiada llaneza, o que tanto osculo la incomodase, manifestó con el gesto algún desplacer, aunque no con la voz; pero luego que las Señoras se fueron, dijo: Qué impertinente ardor el de estas mujeres por besarme: discurro que será porque parezco hombre.

63. Un Poeta tenía gran ansia de imprimir un Poema, que había compuesto. Para este efecto se le llevó a Mr. de Bautru para que le leyese, y como hombre inteligente, con la claridad de amigo, le dijese su sentir. Leyóle, y volviendo algunos días después el Poeta a preguntarle ¿qué le parecía del Poema? le dijo: Que le parecía muy largo. ¿Pues qué haremos a eso? preguntó el Poeta: Monsieur, respondió Bautru, no hay más remedio, que quitar la mitad, y suprimir la otra mitad.

64. Estando un Dominicano para predicar un Sermón panegírico a San Agustín, al tiempo que ardían un Francia [109] las disputas sobre la Gracia, y el Libre albedrío, le llamó el Obispo, y le previno, que no tocase poco, ni mucho el punto de la Gracia en el Sermón: Porque estoy resuelto, añadió el Obispo, a desterrar enteramente la Gracia de mi Obispado.

65. Observando el Primer Presidente, que Mr. Langlois ya no se cargaba, sino en malas causas, le preguntó: ¿Cómo siendo tan buen Abogado, daba en aquella extravagancia? Señor, respondió, porque he perdido tantas causas buenas, y ganado tantas malas, que he pensado, que mi verdadera vocación es defender éstas, y abandonar aquéllas.

66. No me acuerdo dónde leí, que Alejandro de Alejandro, docto Jurisconsulto Napolitano, y hombre de mucho juicio, y bondad, habiendo ejercido algunos años la Abogacía, la dejó enteramente, dando por motivo, que a cada paso veía perderse las mejores causas por la corrupción de los Jueces.

67. Celebra mucho y con razón, Mr. Menage aquel verso del Taso, hablando de un enamorado, en quien concurría con grande amor un modesto encogimiento:

Brama asai, poco spera, è nulla chiede.
(El cual mi Traductor puso así en Castellano:)
Es el amor de Alcino
Ardiente, pero humilde,
Pues deseando mucho,
Poco espera de Celia, y nada pide.

68. Esta decadencia progresiva de mucho, poco, y nada, me acuerda de aquel excelente dístico satírico, escrito contra el gobierno de D. Juan de Austria, en la menor edad de Carlos Segundo, que se atribuye al Padre Cortés Osorio:

Est bonus, & fortasse pius, sed Rector ineptu:
Vult, meditatur, agit, plurima pauca, nihil.
[110]

69. El Abogado Mr. Fournier era tuerto, siempre tenía puestos los anteojos. Estando una vez para orar en cierta causa, empezó diciendo, que aunque parecería acaso algo prolijo, no expondría cosa alguna, que no fuese necesaria. Oyéndolo la parte contraria, le echó esta pulla: Pues Mr. quitad uno de los dos vidrios de vuestros anteojos, que para nada es necesario.

70. El Señor Obispo Bosuet, aquel gran defensor de los dogmas Católicos contra los Protestantes, desde niño empezó a dar muestras de lo que después fue. Desde la edad de siete a ocho años tomaba de memoria algunos Sermones, y los predicaba con muy buena gracia. Deseando oírle la Marquesa de Rambovillet, le llevaron a su casa a las once de la noche, y echó allí su Sermón con gran gusto de los oyentes. Mr. Boyture, que era uno de ellos dijo: En verdad, que nunca oí predicar, ni tan temprano, ni tan tarde.

71. Un Italiano muy dado al juego, y poco rico, siempre que perdía, exclamaba así contra la fortuna: ¡O fortuna traditrice! Tu me poi ben far perdere, ma pagar non! ¡Oh, fortuna traidora! Tú bien puedes hacer que pierda; pero que pague, eso no.

72. Preguntando una Dama al famoso Caudillo el Príncipe Mauricio de Nasau, ¿cuál juzgaba ser el primer Capitán de aquel tiempo? Madama, le respondió, el Marqués Spinola es el segundo. Esto era decir, que él era el primero; pero era decirlo con discreción, y modestia.

73. (La fortuna hizo concurrentes a estos dos grandes guerreros, y fue no pequeña felicidad de España tener en el Marqués Ambrosio Spinola un hombre, que pudiese hacer frente a Mauricio de Nasau; pero felicidad, que España no conoció, sino después que por culpa suya la perdió, quitando el gobierno del Ejército de Flandes a quien tan gloriosamente le había ejercido; pues después de su remoción nuestras cosas en Flandes fueron de mal en peor, y toda Europa acusó a los Españoles [111] de ingratitud con aquel grande hombre, pero ésta parece que es una habitual calamidad de España respecto de los Héroes, que más le han servido, como se vio con Bernardo del Carpio, el Cid, el Gran Capitán, Hernán Cortés, y los dos ilustres Genoveses Cristobal Colón, y el Marqués Spinola).

74. Madama Segnelay afeaba a un Embajador de Sian la licencia, que en aquel Imperio tenían los hombres para casarse con muchas mujeres: Madama, respondió el Embajador, si allí tuviésemos mujeres tan hermosas como vos, no hubiera quien no se contentase con una; mas como no las haya, se nos puede perdonar el suplir esta falta con la variedad.

75. En la Provincia de Anjou, y el territorio Bellovatense, se dice, que no sólo no hay Convento alguno de la Cartuja, mas ni puede haberle, porque los habitadores de uno, y otro País son grandes habladores. Añadiré, que en el segundo empezaron a establecerse; pero en breve murieron todos los Religiosos de retención de palabras.

76. Cuando el Duque de Alba fue a Flandes para sosegar con mano armada los tumultos de aquellas Provincias, eran muchos los Señores que tenían por qué temer, entre ellos el Príncipe de Orange, y el Conde Egmont, mucho más aquél que éste. Trató de huir el peligro el de Orange, y aconsejaba al de Egmont hiciese lo mismo. Al contrario éste, nimiamente confiado, no sólo se resolvió a estarse, mas procuraba persuadir al de Orange, que podía permanecer en Flandes sin riesgo; mas ausentándose, perdería sin duda sus Estados. Al fin, no pudiendo convenirse los dos, al despedirse le dijo el de Egmont al de Orange: Pues a Dios, Príncipe sin Principado. Pues a Dios, correspondió el de Orange, Conde sin cabeza. (el pronóstico del Príncipe salió justo, aunque con gran daño de España, y lástima de toda la Europa, que no conocía en aquel Señor más culpa, que alguna leve conivencia, cuando los grandes servicios, [112] que había hecho a la Corona, eran capaces de borrar mayores delitos, o por lo menos minorar la pena de ellos. ¿Qué testimonio más brillante de los méritos del Conde, que el que dio, escribiendo al Rey de Francia, su Residente en Bruselas, que asistió al triste espectáculo del suplicio? Hoy, Señor, le decía en la Carta, vi cortar por la mano de un Verdugo aquella cabeza, que dos veces hizo temblar a la Francia, aludiendo a dos grandes victorias, que había logrado el Conde sobre los Franceses. Y no es menos fuerte expresión aquella, con que se lamenta nuestro Quevedo del gran daño que acarreó a España la sangrienta ejecución de los Condes de Egmont, y de Horn, cuando dice, que a las manos de aquellos dos ilustres Señores sacrificaron los Flamencos dos millones de hombres. En este sacrificio tuvo mucho menor parte el de Horn, que el de Egmont, el cual era el ídolo de todos los Flamencos, y tenía realmente prendas, que merecían todo el amor, y estimación, que le daban).

77. El Cardenal de Richelieu era de genio suspicacísimo. Su Paje des Royers era el único a quien fiaba que durmiese en su Cámara; pero esto no quitaba, que antes de acostarse registrase atentamente todos los ángulos, o escondrijos de ella. Haciendo una vez este registro, vio dos botellas de vino, que el Paje había puesto debajo de su cama para apagar la sed, que solía sobrevenirle de noche; y sospechando el Cardenal, que en ellas se hubiese puesto veneno para matarle, al punto hizo que el Paje bebiese todo el vino que contenían, sin dejar una gota.

78. Habiendo aceptado el Marqués de Leganés el Gobierno de Cataluña, fiado en que el Conde Duque, primer Ministro a la sazón, le prometió, que enviaría todos los socorros necesarios para hacer ventajosamente la guerra a la Francia, los cuales faltaron, le escribió al Rey: Señor, dos personas han destruido los negocios de la Corona en esta Provincia; el Conde Duque ofreciéndome maravillas, y yo creyéndole. [113]

79. El Padre Pablo Sarpi, Servira Veneciano, Autor de la Historia del Concilio Tridentino, que condenó la Iglesia, e impugnó con la suya el Cardenal Palavicino, hombre de grande extensión en varias Ciencias; pero de un Catolicismo bastantemente equívoco, hizo con sus Escritos toda la guerra que pudo a la Corte de Roma, y aun a la Iglesia. Un Panegirista, que no debía ser más afecto a la Corte Romana, que él, puso estos versos al pie de una imagen suya:

Et genio, & scriptis ingentem conspice Paulum;
Hic etiam Petro restitit in faciem.

80. Es ilusión a lo que dice San Pablo en el capítulo segundo de la Epístola ad Galatas de su resistencia a San Pedro sobre el punto de la circuncisión de los Gentiles.

81. El Cardenal de Rets le pidió a Mr. Menage, que le diese algunas instrucciones en materia de Poesía, las que bastasen para discernir cuáles versos eran buenos, y cuáles malos, porque muchos iban a mostrarle lo qué habían compuesto, y le preguntaban qué le parecía de ellos sin que supiese lo que debía responder. Señor, le dijo Mr. Menage, ese es negocio largo, y no tiene V. Eminencia tiempo para ello. Pero una breve lección podrá suplir un largo estudio. Cualesquiera versos, que le muestren, diga V. Eminencia, que no valen cosa, que será maravilla que yerre ni una vez en todo un año.

82. Habiendo sido herido peligrosamente en la cabeza de un Mosquetazo Mr. de Fevillade en el sitio de Landreci el año de 1655, los Cirujanos, al ponerle el primer aparejo, le dijeron, que la herida era peligrosa, porque se le veían los sesos. Amigos, dijo él con gran frescura, hacedme el gusto de sacarme alguna porción de ellos en un lienzo, e id a mostrarla al Cardenal Mazarini, que cien veces me dijo, que no tenía migaja de seso.

83. Sannazaro refiere en un epigrama de otro, que habiendo recibido una grande cuchillada en la cabeza en [114] una pendencia, en que se había metido voluntariamente, reconociendo la herida el Cirujano, le dijo, que andaba explorando si descubría los sesos: ¡Ah, señor mío! exclamó el herido, no hay que buscarlos, sino es que hayan necido dos momentos ha, porque cuando me metí en la pendencia, es cierto que no los tenía.

Dum caput Aufidio tractat Chirurgus, & ipsum
Altius exquirit, quo videat cerebrum:
Ingemit Aufidius: quid me, Chirurge fatigas?
Cum subii rixam non habui cerebrum.

84. Predicando el Obispo de Bellei el Sermón de Pasión, a que asistía Gastón, Duque de Orleans, hermano de Luis XIII, notó que este Señor estaba entre Mr. de Emeri, y Mr. Bovillon, Intendente de las Rentas Reales; y habiendo dispuesto el discurso para que viniese oportunamente al asunto del Sermón, encarando al Duque de Orleans, exclamó en voz alta: ¡Ah, Señor, que os veo yo entre dos ladrones! Estaba el Duque dormitando, y despertó como sorprendido; pero Mr. de Bovillon le dijo: Sosiéguese V.A. que el Predicador sólo habla con mi compañero, que está de ese otro lado, y conmigo. (Yo no sé qué cosa era Bovillon. Mas por lo que mira al Emeri, consta de la Historia de Francia de Mr. Larrey, que fue un Administrador extremamente tirano, y aun grande ladrón.

85. La frecuencia de visitas de cumplimiento es sumamente molesta para algunos sujetos, y yo soy uno de ellos. Uno, que era del mismo humor, viéndose en la última enfermedad ya desahuciado de los Médicos, hizo una copla, en que se felicitaba de que ya para él se había acabado esta molestia, la cual mi Traductor colocó así en Castellano:

¡Oh, muerte! cuánto me quitas
Afán, y me das placer;
Pues sé que ya no he de hacer,
Ni recibir más visitas.
[115]

86. El feroz Cirano de Bergerac era feo, especialmente por la nariz, que tenía muy mal formada. Llevaba tan mal cualquier especie de zumba sobre este asunto, que hizo diez muertes por ello. El mirarle a la cara con alguna atención, era bastante motivo para que él echase mano a la espada.

87. Cirano de Bergerac fue hombre de extraordinaria intrepidez, y valentía. Llamábanle los Franceses el demonio de la Bravura: Le demon de la Bravure. Cuéntese, que hubo vez que se acuchilló con cien hombres atropados, porque habían insultado a un amigo suyo, mató a dos, hirió peligrosamente a siete, con que los demás dejaron el campo. Pero lo que refiere Mr. Menage no se acuerda bien con lo que dice Moreri, que aunque apenas había día, que no se batiese en duelo, nunca la pendencia fue movida por él, ni batalló en tantos combates, sino en cualidad de segundo, porque era muy ardiente, añade Moreri, en servir a sus amigos; pero tantos amigos tenía, y todos tan pendencieros, que casi para cada día había uno que le empeñase. Más creíble es, que a un hombre tan valiente, sin la circunstancia de amistad, le buscasen muchos por compañero en los duelos, y él que gustaba de esa fiesta, a nadie se negase.

88. Monstruoso era el desorden, que entonces reinaba en Francia en materia de duelos. Empezó en tiempo de Luis XIII; y tuvo luego tales progresos, que trescientos Gentil hombres se contaron muertos por aquel bárbaro furor en la menor edad de Luis XIV. Es muy verisímil, que al que hizo la lista, se le ocultasen algunas de estas tragedias. Ni en algunos era menester la ira, o la venganza para exponer la vida en el desafío. A veces se hacía sin otro motivo, que la ostentación de guapeza. El Conde de Bauteville, el mayor espadachín de su tiempo, luego que llegaba a su noticia, que en tal, o tal parte había algún hombre muy guapo, al momento pasaba allá a desafiarle, y mató a no pocos de [116] éstos. Sufriólo más que debiera esta insolencia Luis XIII; mas no se la sufrió siempre, porque al fin le hizo cortar la cabeza. Su amigo el Comendador de Valencia, que después fue Cardenal, era otro tal que él. Con ser tan íntimos, estuvo muy cerca de desafiar al Conde, porque en un duelo no le llamó para segundo; y el Conde por satisfacerle, sin más motivo armó luego otro, en que le llevó por compañero. Pero entre cuantos duelos se refieren de aquellos tiempos, ninguno igualmente bárbaro, que el que refiere el Marqués de San Aubin en el Tomo 5 del Tratado de la Opinión, de Alejandro du Mas, y Anibal Forbin de la Rocque, los cuales se desafiaron a cuchillo en la mano derecha, teniendo atado el brazo izquierdo. Sucedió lo que era natural. Entrambos quedaron en el campo.

89. La religión de Grocio ha sido, y aún es casi generalmente un gran problema. Quieren algunos, que ambiguo entre varias Sectas, se estuvo suspenso sin elegir. Otros reservan para sí esta ambigüedad, dudando qué Religión abrazó: otros, en fin, juzgan, que mal firme en todas, andaba vagueando de unas a otras. Hizo a este asunto Mr. Menage los siguientes versos; cuyo concepto es, que como siete Ciudades diferentes pretenden haber dado patria a Homero, seis Religiones distintas procuran apropiarse a Grocio.

Smyrna, Rhodos, Colophon, Salamiu, Pylos, Agros, Athenae
Siderei certant Vatis de Patria Homeri:
Crociadae certant de Religione Socinus,
Arrius, Arminius, Calvinus, Roma, Lutherus.

90. Pero el mismo Mr. Menage afirma, que en el interior era Católico, o por lo menos lo fue al fin de sus días, diciendo, que fue hecho constante, que luego que llegó a París la noticia de su muerte en Rostock, Ciudad de Alemania, volviendo de Suecia, el Padre Petavio, [117] amigo suyo, celebró Misa por su alma. Añade, que se decía en aquel tiempo, que antes de salir de París para Suecia a dar cuenta a la Reina Cristina de su Embajada, se quiso declarar Católico; pero el P. Petavio, no sé por qué razones, le persuadió, que lo suspendiese hasta la vuelta.

91. (Confieso que tuve muy particular complacencia al leer esto, porque me dolía el ver que un hombre, que juntaba un genio eminente, y una suprema erudición en todo lo que es humana literatura, una gran bondad, una singular modestia, una hombría de bien inviolable, y un raro candor (tal pintan a Grocio los Autores Católicos), muriese fuera del gremio de la Iglesia Católica Romana. Supongo, que como murió en una Ciudad Luterana, no se pudo lograr testimonio auténtico de su declaración por el Catolicismo a la hora de la muerte, porque los Protestantes son interesados en que se ignore, que un hombre tan grande llegó a estar desengañado de los errores de su Secta).

92. Bartolomé Casaneo dice, que vio en Milán una Señora, que tenía trescientos sesenta y cinco vestidos. Así cada día del año se ponía distinto vestido. (Entiende exceptuado el año de bisiesto).

93. (Esta multitud de vestidos me acuerda de un dicho agudo de la Reina Isabela, que refiere Paulo Jovio. Estando en Granada, prendió fuego en su Palacio, y lo abrasó con toda la ropa, y ajuares, que había en él. Sabiéndolo el Gran Capitán, previno a su mujer, que enviase al punto a la Reina toda la ropa que tenía. Envió ella prontamente muchos carros cargados de riquísima ropa, y de todos los demás ajuares, que pedía, no sólo la necesidad, mas aun la ostentación; cuya cantidad, y preciosidad admiró la Reina, porque excedía a todo lo que ella tenía antes de aquel fracaso. Sobreviniendo en esto el Gran Capitán, le dijo aquella admirable Princesa: Gonzalo, este incendio no parece que quemó mi casa, sino la tuya). [118]

94. Estando enfermo el famoso Cómico Moliere, le envió Luis XIV un Médico suyo para que le asistiese. El Médico cumplió con lo que le ordenaba el Rey: pero Moliere nada quiso hacer de lo que le ordenaba el Médico. Pasados algunos días, en que ya Moliere estaba enteramente restablecido, sucedió, que él, y el Médico, entre otros muchos, concurrieron en Versalles a ver comer al Rey, el cual, viéndolos, le dijo al Poeta: Moliere, allí está tu Médico: ¿cómo te fue con él? Señor, respondió Moliere, lindamente: tuvimos largas conversaciones: él recetó muchas cosas, yo ninguna hice, por lo cual me veo, gracias a Dios, sano, y bueno.

95. (Paréceme a este propósito ingerir aquí una cláusula de Carta, que recibí tres días ha de un sujeto capacísimo, que vive en un Pueblo distante de éste cien leguas, poco más, o menos, el cual, después de decir, que solicita noticias de mi salud, prosigue así: Que se la deseo muy perfecta, como se la desean aquí diferentes amigos apasionadísimos suyos, que recobrados de un miserable, e infeliz estado a que los tenía reducidos la continuada, y rigurosa dieta de sólo sus pucheritos, la abundancia de medicamentos, y esto que los Médicos llaman régimen, o regimiento, comen bien, hasta pescados frescos, salados, berzas, y otras yerbas: beben bien, duermen mejor; y finalmente, se hallan mucho más sanos, y fuertes desde que leyeron el Teatro Crítico de V. Rma. y renunciaron todo melindre, sangrías, purgas, jarabes, y otros brebajes, a que nos tenía sujetos el error común, y la demasiada confianza de los Médicos, de cuya felicidad están dando gracias a Dios, y a V. Rma. que ha sido causa clara de tanto beneficio suyo. Puedo asegurar, que si quisiese imprimir todas las Cartas gratulatorias, que de diferentes partes, y en diferentes tiempos he recibido sobre el mismo asunto, haría un volumen bien grueso de a folio.

96. Al propósito de Moliere, que se sabe que no perdía ocasión de satirizar a los Médicos, leí en otra parte, [119] que mandándole Luis XIV, que definiese la razón común de Médico, respondió: El Médico, Señor, es un hombre, que está disparando junto a la cama del enfermo, hasta que la medicina le mata, o la naturaleza le cura.

97. Pero, señor mío, ya es tiempo de concluir esta Carta, que en verdad me ha cansado bastantemente; y no tiene V. Paternidad que pedirme más especies de la Menagiana, porque esto de trasladar se me hace duro; pues aseguro a V. Paternidad, que como ya insinué arriba, mucho más me fatiga escribir copiando, que discurrir escribiendo. Basta con esta Carta, y la pasada para que V. Paternidad logre la satisfacción de que tiene en ellas una Florestilla Francesa, que en su tanto vale por lo menos igual precio, que la que anda por acá con el nombre de Floresta Española.

Nuestro Señor guarde a V. Paternidad, &c.


{Feijoo, Cartas eruditas y curiosas, tomo segundo (1745). Texto según la edición de Madrid 1773 (en la Imprenta Real de la Gazeta, a costa de la Real Compañía de Impresores y Libreros), tomo segundo (nueva impresión), páginas 86-119.}