Filosofía en español 
Filosofía en español

“Bípedo implume”

Diógenes Laercio, doxógrafo griego de principios del siglo tercero, dedica a los cínicos el libro sexto de sus vidas de filósofos ilustres. Al tratar de Diógenes de Sinope traslada las burlas que, medio milenio antes, habría hecho sobre la definición que Platón habría ofrecido del hombre: δίπουν ἄπτερον.

Ese conocido fragmento del capítulo 2 del libro VI de Laercio dice así en griego (edición de Robert Drew Hicks, Loeb Classical Library, Harvard University Press, Cambridge 1925, apud Perseus Digital Library, Tufts University) y en español (traducido a finales del siglo xviii: Los diez libros de Diógenes Laercio sobre las vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres, traducidos de la lengua griega e ilustrados con algunas notas por D. Josef Ortiz y Sanz, Imprenta Real, Madrid 1792, tomo II, pág. 23):

Πλάτωνος ὁρισαμένου, Ἄνθρωπός ἐστι ζῷον δίπουν ἄπτερον, καὶ εὐδοκιμοῦντος, τίλας ἀλεκτρυόνα εἰσήνεγκεν αὐτὸν εἰς τὴν σχολὴν καί φησιν, "οὗτός ἐστιν ὁ Πλάτωνος ἄνθρωπος." ὅθεν τῷ ὅρῳ προσετέθη τὸ πλατυώνυχον.

Habiendo Platón definido al hombre, Animal de dos pies sin plumas, y agradadose de esta definición, tomó Diógenes un gallo, quitóle las plumas, y lo echó en la Escuela de Platón, diciendo Este es el hombre de Platón. Y así, se añadió a la definición, con uñas anchas.

Platone ita diffiniente: homo est animal bipes sine pennis cum placeret ista eius diffinitio: nudatum pennis ac pluma gallum galli nacium in eius inuexit scholam dicens: hic Platonis homo est: unde adiectum est diffinitioni latis unguibus.

Laertii Diogenis vitae et sententiae eorum qui in philosophia probati fuerunt, 1475
Laertii Diogenis vitae et sententiae eorum qui in philosophia probati fuerunt, «Impressum Venetiis per Nicolaum Ienson gallicum. Anno domini M.CCCC.LXXV.die xiiii.augusti», Libro sexto, s.p. [Hain 6199].

El registro más antiguo que ofrece corde [en junio de 2014] del término bípedo, en español, es de 1780: «Lamentín, llaman los franceses al manatí, animal grande del mar, lagunas y ríos, puesto por Buffon entre los cuadrúpedos aunque apenas puede decirse bípedo o, más bien bimano» (Francisco Javier Clavijero, Historia antigua de México, 1780). Bien es verdad que en 1980 Juan Corominas, en su Diccionario crítico etimológico (I:587), todavía fijaba la primera documentación de bípedo en el segundo cuarto del siglo XIX. Pero es obvio que en español se hablaba de bípedos bastante antes, por ejemplo:

«7. Aunque el pecado venial, y mortal, como se ha dicho, algunas veces se distingan sólo accidentalmente por razón de la materia: pero en razón de mortal, y venial, siempre se distinguen esencialmente: así como el animal de dos pies, no se distingue esencialmente, en razón de animal, de el de cuatro pies; pero en razón de cuadrúpedo se distingue esencialmente de bípedo, o de dos pies: el hombre blanco, y negro en razón de hombres no se distinguen esencialmente, pero en razón de el color sí.» (Jaime de Corella, Suma de la Teología moral, tratado II, seccción cuarta, Barcelona 1690, pág. 196.)

corde prueba también que al menos desde principios del siglo XVII circula en español el término implume. Pero sin duda fue Manuel Bretón de los Herreros, aunque no fuera pionero en el hallazgo, quien más hizo por la difusión de la asociación 'bípedo, implume', pues sus versos de 1843 conocieron abundantes reediciones los años siguientes.

Feijoo glosa en español la fórmula platónica, pero se sirve de ella en latín y no la traduce:

1728 «Esto es lo que se vió también en los Moscovitas, cuyo discurso está, o estaba poco ha tan desacreditado en Europa, que Urbano Chevreau, uno de los bellos espíritus de la Francia de este último siglo, dijo que el Moscovita era el hombre de Platón. Aludía a la defectuosa definición del hombre, que dió este Filósofo, diciendo que es un animal sin plumas, que anda en dos pies: Animal bipes implume; lo que dio ocasión al chiste de Diógenes , que después de desplumar un gallo, se le arrojó a los discípulos de Platón dentro de la Academia, gritándoles: Veis ahí el hombre de Platón. Quería decir Chevreau, que los Moscovitas, no tienen de hombre sino la figura exterior. Mas habiendo el último Zar Pedro Alexowitz introducido [303] las Ciencias, y Artes en aquellos Reinos, se vio que son los Moscovitas hombres como nosotros. Fuera de que ¿cómo es posible, que una gente insensata se formase un dilatadísimo Imperio, y le haya conservado tanto tiempo? El conquistar pide mucha habilidad; y el conservar, especialmente a la vista de dos tan poderosos enemigos, como el Turco, y el Persa, mucho mayor. No ignoro que es la Moscovia parte de la antigua Escitia, cuyos moradores era reputados por los más salvajes, y bárbaros de todos los hombres, y con razón; pero esto no dependía de incapacidad nativa, sino de falta de cultura: de que nos da buen testimonio el famoso Filósofo Anacharsis, único de aquella Nación, que fue a estudiar a Grecia. Si muchos Escitas hubieran hecho lo mismo, acaso tuviera la Escitia muchos Anacharsis.» (Benito Jerónimo Feijoo, «Mapa intelectual, y cotejo de Naciones», Teatro crítico universal, tomo segundo, discurso XV, §. II, 8.)

Renunciamos en esta página, pues excedería las pretensiones de este rótulo, al seguimiento y análisis de la rica tradición escolástica de comentaristas que trataron del animal bipes implume en latín, al glosar a Aristóteles, a Santo Tomás, &c., también en el ámbito hispánico (Francisco Toledo, Pedro de Fonseca, &c.); o de quienes trataron en español del animal de dos pies, en general, o del animal de dos pies sin alas en particular (como Francisco Tamara al traducir a Erasmo, Libro de apotegmas y dichos graciosos y notables, Zaragoza 1552, pág. 112), &c.

En italiano encontramos un bipede implume en unos versos de Ugo Foscolo [1778-1827] compuestos en 1805 y publicados póstumamente en 1837 («Canta il Meonio, e tu, Plato, con lui / Credevi, e sel credean l'età romane / Che quando un animal bipede implume / Restituiva alle vicende eterne…»). En francés, en L'Italie de J. B. Marochetti, se imprimía en 1838: «et prêtent souvent de quoi faire rougir l'espèce bipède implume qu'on appelle homme»… Poco después camina bípedo implume en español:

1842 «Escena II. Don Gabriel y Lino.
D. Gab. Vamos, tío Lino, ¿que trae vd.?
Lino. Lo qué me llevé, naa; y vd. ¿que ha hecho?
D. Gab. Balance general; averiguar el estado de la casa.
Lino. ¿Y qué tenemos?
D. Gab. Tenemos mil novecientos veinte rs. con quince maravedises de deudas, tenemos cero en caja y cero en la tienda, y tenemos en fin una hambre de cerca de veinte y cuatro horas.
Lino. Pues eso ya me lo sabía yo sin balanzas ni garabatos.
D. Gab. Vd. no sabe nada, tío Lino; y es una vergüenza haber llegado a esa edad con la mas crasa ignorancia por compañía. Un balance es operación comercial muy sabia y…
Lino. Dá de comer?
D. Gab. No; pero enseña el porque no se come, demostrando la extensión de los recursos, el valor de las existencias, el importe de las deudas y…
Lino. Y saca uno lo que el negrito del sermón, los pies fríos y la cabeza caliente.
D. Gab. Tío Lino, es vd. el verdadero animal de Platón bípedo implume.
Lino. Bien; tiene vd. razón, yo soy un borrico y vd. sabe latín por que ha estudiao pa cura, aunque ahorcó los hábitos antes y con tiempo. Y no hay en too el gremio de ropavejeros uno tan leio y tan sabiondo como vd. y por lo mismo quió que vd. me diga que debemos hacer en este aprieto.
D. Gab. Tener filosofía.
Lino. (Con candor) ¿Y con eso comeremos?
D. Gab. Lo que es por ahora no.
Lino. ¿Pues cuando?
D. Gab. Eso no es del caso.» (Lo de arriba abajo, o la bolsa y el rastro. Drama de costumbres populares, en dos jornadas. Imitado del francés por D. Juan Lombia y D. Juan de la Cruz Tirado, Establecimiento tipográfico, calle del Sordo 11, Madrid 1842, págs. 10-11.)

1843 Manuel Bretón de los Herreros [1796-1873], «La Vejez», en La Risa, enciclopedia de extravagancias, publícala la Sociedad Literaria bajo la dirección de D. Wenceslao Ayguals de Izco, Madrid 1843, tomo I, pág. 199:

«He dicho; y añado ahora,
por epílogo y resumen,
que desde el lecho en que nace
a la tumba en que se pudre,
el que los sabios titulan
animal, bípedo, implume
es el más triste animal
que en el mundo se rebulle.»

1850 «Considerado todo bien, hay que convenir en que la fortuna es una deidad caprichosa, pero con ingenio, que se divierte singularmente a expensas de la infinita vanidad del bípedo implume que, con tanta modestia como fundamento, acostumbra a llamarse Rey de la creación.» (Patricio de la Escosura [1807-1878], La conjuración de Méjico, o los hijos de Hernán Cortés. Novela histórica, Imprenta de los señores Andrés y Díaz, Madrid 1850, parte tercera, capítulo XV, “De como aun no estaba agotado el de las peripecias de la nunca bien ponderada fiesta de Chapultepec”, pág. 182.)

1851 «Lógica compañía. No es ya sólo en las calles de Madrid donde los cocheros atropellan al transeúnte, y le cascan la liendre por añadidura, si levantan el gallo. Cerca del Campo de Guardias fue arrollado anteayer tarde un pollino cargado con un bípedo implume que se dirigían a Fuencarral, y no contento el cochero con tamaña tropelía, sacudió un latigazo al amo del burro porque se atrevió a llamarle bárbaro. El automedonte se convenció al poco rato de que había hecho mal en sacudir al fuencarralero, en razón a que este descargó sobre las espaldas de aquel una nube de varadas concienzudas, las cuales sonaban lo mismo que los zurrios de un bombo.» (El clamor público, Madrid, sábado 1º febrero 1851, pág. 3.)

1856 «Según el Sr. Escosura, el hombre es un animal progresista. Distingo: el Sr. Cornejo y el Sr. Montejo y Robledo son dos fiscales de imprenta. Platón llama al hombre bípedo implume. No hay que darle vueltas: El Sr. Cornejo y el Sr. Montejo son dos animales progresistas desplumados por el Sr. Nocedal.» («Recortes», El Padre Cobos, nº XXXIII, Madrid, 15 febrero 1856, pág. 3.)

1857 «Esta verdad la llamamos los españoles de Pero Grullo. ¡Pero a los ojos de los hombres! ¿No has oído decir, caro lector, que la duda es el principio de la sabiduría? Pues bien: ¿qué otra cosa hacen sino dudar, qué otra cosa sino empezar a recorrer el camino de la verdad cuantos pertenecen a la melancólica y amojamada especie del bípedo implume?» (Juan Alonso y Eguilaz, «Nihil novum sub sole», La Discusión, Madrid, viernes 9 enero 1857, pág. 3.)

«—Pero, dijo el pintor al bípedo implume, enciende todas las lámparas que tengas, todas las bujías, todas las velas que haya en la casa.» (Folletín, El retrato de la marquesa, por E. de Bernard, traducción de D. J. Buisan, La España, Madrid, 29 abril 1857, pág. 1.)

1858 «A poco de haber expuesto Platón en la Academia su teoría de que el hombre es un bípedo implume, se presentó allí Diógenes casi en cueros con un gallo desplumado, que arrojó en medio de la Academia, gritando: —Ese es el hombre de Platón.
Andaba comúnmente sin zapatos, sin túnica, con la barba hasta el pecho, la alforja al hombro y un manto hecho girones sobre la espalda. Se le representa, como aparece en nuestro grabado, con la famosa linterna de Diógenes que ha llegado a ser en todo el mundo proverbial. Mirada a la luz de la razón esta filosofía cínica ha hecho muchísimo daño a la humanidad. Antístenes y Diógenes se dan la mano a través de los siglos con los Leroux, con los Proudhon, con los Fourier, que quizás con buen deseo han sembrado en el mundo moderno semillas de perdición y de ruina.» (Z. Rubio, «Filósofos cínicos. Diógenes», El mundo pintoresco, Madrid, 25 julio 1858, nº 16, pág. 128.)

1860 «Fuera de esto, se vive muy bien y se come perfectamente en Calcuta; solo que a los delicados manjares y deliciosos frutos de este país, falta el principal ingrediente, el apetito. El cielo es de un azul purísimo, y las ondas del Hougly de una rara trasparencia, pero pululan en ellas multitud de cocodrilos, serpientes y tiburones, que siembran el terror y la muerte, y casi todos los días hay víctimas por la costumbre popular de bañarse en este río fatal. Los monstruos que cría el Hougly están hechos de tal modo a devorar carne humana, que desprecian la de los animales; y esto es tan cierto, que si se arroja al río un perro o un caballo, están seguros de nadar libremente sin correr el menor riesgo, pero si un bípedo implume, si un ser racional cede a la tentación de buscar un consuelo al ardor del clima en aquel peligroso río, la serpiente acude a enlazarle entre sus anillos, el tiburón abre sus terribles fauces para despedazar su cuerpo, y el feroz cocodrilo corre a arrancar en pedazos los miembros palpitantes.» (M. Gaviria, «Estudios sobre la India inglesa. I. La vida en Calcuta», La Época, Madrid, viernes 2 marzo 1860, pág. 4.)

1861 «Parece que el sol se empeña en borrar todo lo que escribo. En medio de esta alucinación o de esta realidad, experimento un vivo deseo de dejar la pluma y tomar el sol. ¡La pluma! A los pájaros a lo menos les sirve para volar; a la inteligencia humana solo le sirve para arrastrarse por la superficie de un pedazo de papel. El hombre no es ya un ser bípedo implume, porque la especie humana ha llegado a un término que ya le sería imposible vivir sin plumas. Real y verdaderamente se puede decir que la sociedad en que vivimos está emplumada. Dios sabe lo que muchas veces se oculta detrás de una pluma. La lengua que Dios ha puesto en la boca del hombre se niega muchas veces a mentir; pero esa lengua artificial que se llama pluma, miente con la sangre fría con que mienten la mayoría de los relojes, con el mismo aplomo con que podía mentir una máquina.» (J. S., «Variedades. Revista de Madrid», La España, 14 febrero 1861.)

1862 «Tadeo Suspiro y me anonado bajo el peso de los recuerdos. Oiga usted. Vegeta en el mundo un bípedo implume a quien deseo estrangular. Alfredo. Un rival acaso? Indaguemos. Tadeo. Sí, señor. Un infame que al osar al honor de mi esposa, deshonró mis canas… entonces no gastaba yo peluca todavía.» (Rafael María Liern, Un animal raro. Comedia en un acto en prosa, Centro General de Administración, Madrid 1862, pág. 18.)

Manuel del Palacio, De Tetuán a Valencia, haciendo noche en Miraflores. Viaje cómico al interior de la política, Centro General de Administración, Madrid 1865, pág. 305, «¿Me da usted fuego?» [30 de Junio de 1862]:

 «Caro lector, lo confieso,
lleno estoy de pesadumbre;
la unión se va haciendo eterna
a pesar de sus virtudes.
 En vano los visionarios
damos golpes en el yunque,
y como al diablo, a su jefe
hacemos cruces y cruces.
 No hay quien del poder derribe
a tanto varón ilustre,
a tanto sabio eminente,
a tanto bípedo implume,
como hoy se cierne orgulloso
del presupuesto en las nubes.
 Para quitarlos de en medio,
un medio sólo me ocurre;
apelar al combustible
y ver si quemados huyen:
ya tengo carbón y cáñamo,
¿quiere usted darme la lumbre?»

1863 Juan de Arona [Pedro Paz Soldán Unanue, 1839-1895], Ruinas. Colección de ensayos poéticos, Librería Española, París 1863, pág. 229, «Función de títeres»:

«La dicha es una muchacha
Linda, coqueta, voluble,
Toda beldad e idealismo,
Toda vapor y perfumes,
Toda caprichos también,
Que es capricho su costumbre
De darnos tan de repente
Unas sorpresas tan dulces.
Desde su espléndido Alcázar
Ve a la humana muchedumbre;
Observa, y cuando elegido
Tiene ya un bípedo implume,
Manda a su hermano el Dolor,
Que tanta víctima engulle,
Para que con mano férrea
A sus abismos lo empuje.»

«Otro poco de filosofía al pormenor. La filosofía es el arte de probarlo todo. Con la filosofía se ha dicho que Dios reside en todo, constituyendo la esencia de cuanto afecta nuestros sentidos: con ella se ha llegado a negar la existencia de Dios: véanse los panteístas y los escépticos. Un filósofo de la antigüedad dijo que el hombre es un bípedo implume; desde entonces un pavo asado puede ser el cadáver de un hombre. Castelar ha dicho que la fórmula del progreso humano es la contradicción: desde que él lo ha dicho, el hombre puede hacer los mayores disparates seguro de que cada contrasentido es un adelanto y todo atraso es progreso.» (Pedro Manuel Yago [1834- 1868], En el fondo. Aforismos caseros sobre varias cosas, José Rius, Valencia 1863, pág. 54.)

1864 «Y en verdad, ¿qué orgullo puede fundar el imparcial naturalista, que tantas analogías e identidades reconoce entre el humano organismo, y el de los restantes mamíferos? Aduló a los ídolos reinantes Geoffroy-Saint-Hilaire, a quien por otra parte debe tanto la zoología, cuando quiso abrir un abismo entre el primer cuadrumano y el último cafre, ó bípedo implume, según la célebre definición del filósofo griego. Geoffroy atrevióse a proponer, sin duda para sí y sus Mecenas, un nuevo rango de seres con el pomposo título de reino hominal. ¿Qué pensar de M. Flourens, el infatigable vivisector, que tantas veces nos ha hecho el desarme y recompostura del sistema nervioso, desnudando a los animales prenda por prenda de sus facultades sensitivas y motoras, y demostrándonos por último el verdadero punctum saliens y ultimum moriens, o sea el nudo vital?» (Antonio Mendoza [catedrático de Medicina Operatoria], «La Terapéutica es fertilizada por la Biología y por la Química», en Discursos leídos ante el Claustro de la Universidad de Barcelona en el acto solemne de la recepción del catedrático de terapéutica, materia médica y arte de recetar, Dr. D. Narciso Carbó y de Aloy, el día 13 de diciembre de 1864, Barcelona 1864, pág. 55.)

1866 «¿No has oído decir, caro lector, que la duda es el principio de la sabiduría? Pues bien: ¿qué otra cosa hacen sino dudar, qué otra cosa sino empezar a recorrer el camino de la verdad cuantos pertenecen a la melancólica y amojamada especie del bípedo implume? Citadme algún sabio, por sabio que sea, que no tenga a cada minuto cien mil perplejidades sobre cien mil cuestiones; citadme algún erudito enciclopédico a quien no enseñe cualquier día cosas que ignoraba, y a quien no de lecciones sobre tal o cual materia el vecino de enfrente, la criada de su casa el chiquillo que vende fósforos!» (Juan Alonso y Eguilaz, En serio y en broma. Artículos y poesías, Librería de Alfonso Durán, Madrid 1866, pág. 118.)

1870 «Sin discutir los métodos psicológicos o metafísicos que más o menos legítimamente hayan empleado las escuelas espiritualistas, y aceptando el concepto humano tal como por sus precedentes prehistóricos y por sus afinidades anatómicas o fisiológicas lo explican y presentan los jefes de la escuela materialista, conviene poner de bulto y relieve el fundamento de tales afirmaciones y la nueva ley de progreso, según el compilador de la doctrina que combato. Mr. Buchner, después de haber disertado extensamente sobre el pasado prehistórico y sobre la civilización de las edades arqueolíticas, comienza su demostración afirmando que es incuestionable el lazo de semejanza y analogía, en cuanto a las leyes orgánicas y a las funciones, que existe entre el hombre y el animal, y supone que, examinando sin preocupación a este bípedo implume, lo clasificaremos entre los vertebrados mamíferos, colocándolo en el órden de los gimios, atendiendo a que la estructura de los huesos, del cráneo y cerebro, la conformación de la mano y del pié, los dientes, los músculos y vísceras, &c., &c., descansan en los mismos principios; resultando de este estudio que las diferencias que distinguen al hombre del Gorilla o del Chimpancé son menores que las que existen entre el Gorilla y los monos inferiores.» (Francisco de Paula Canalejas, «Lo prehistórico y lo histórico», Boletín-revista de la Universidad de Madrid, 10 noviembre 1870, año III, nº 3, pág. 167.)

«En circunstancias normales, la notoria fecundidad de la coneja, que la supone en constante y amorosa armonía con su consorte (porque entre animales no se conoce lo que púdicamente llaman los ingleses criminal conversation), me hace creer que la raza cunicular está dotada de cierta natural propensión a la hilaridad que, en mi concepto, excluye toda comparación entre su sincera risa y la del bípedo implume que, modestamente, ha dado en llamarse el Rey de la creación, que así le acata y obedece, como los españoles hoy al rey, que no tienen, y acaso mañana al que pueda dárseles.» (Patricio de la Escosura, «Frases hechas. La risa del conejo. Artículo filosófico-lengüístico-trascendental», La Ilustración Española y Americana, Madrid, 25 noviembre 1870, año XIV, nº 27, pág. 423.)

1875 «Algunos filósofos explican la aparición del hombre sobre la tierra diciendo que al enfriarse paulatinamente nuestro globo, las aguas llegaron a tener la temperatura propia para la generación del bípedo implume, y el hombre apareció espontáneamente, teniendo por claustro materno al fango.» (Andrés Ruigomez, «El Granuja», El mundo cómico, Madrid, 25 julio 1875, pág. 2.)

1896 «Como aún no es el cuerpo trasparente vestido del alma, no ha acabado de formarse la futura belleza humana, y sigue dominando la del bípedo implume. […] Mas no es sólo el cuerpo la letra del espíritu en el hombre social, en el hombre vestido; lo es también la indumentaria. “¡El desnudo es el arte!,” exclaman muchos. Sí, el arte de representar al bípedo implume, no al homo politicus, al hombre social o vestido. El desnudo de la estatuaria griega refleja en parte el alma helénica; pero la moderna, la que va surgiendo lenta y trabajosamente entre dolores y agonías, se expresa mejor con la riquísima complejidad de las plegaduras del traje, que es el ambiente adaptado a sí por el sujeto.» (Miguel de Unamuno, «El caballero de la triste figura. Ensayo iconológico», La España moderna, Madrid, noviembre 1896, págs. 35 y 36.)

1909 «Sucesos de Madrid. La bestia humana. Esta mañana un bípedo implume –que dijo Linneo–, pero con menos educación que Morita I, el culto chimpancé que se exhibe en el circo de Parish, intentó abrazar a una niñera que acompañaba a una criatura de tres o cuatro años, en el paseo de entrada al Parque Madrid, cerca de la Casa de Vacas.» (La Época, Madrid 30 junio 1909.)

1911 «Homo sum; nihil humani a me alienum puto, dijo el cómico latino. Y yo diría más bien, nullum hominem a me alienum puto; soy hombre, a ningún otro hombre estimo extraño. Porque el adjetivo humanus me es tan sospechoso como su sustantivo abstracto humanitas, la humanidad. Ni lo humano ni la humanidad, ni el adjetivo simple, ni el adjetivo sustantivado, sino el sustantivo concreto: el hombre. El hombre de carne y hueso, el que nace, sufre y muere, –sobre todo muere– el que come y bebe y juega y duerme y piensa y quiere, el hombre que se ve y a quien se oye, el hermano, el verdadero hermano.
Porque hay otra cosa, que llaman también hombre, y es el sujeto de no pocas divagaciones más o menos científicas. Y es el bípedo implume de la leyenda, el ζωον πολιτικον de Aristóteles, el contratante social de Rousseau, el homo oeconomicus de los manchesterianos, el homo sapiens de Linneo o, si se quiere, el mamífero vertical. Un hombre que no es de aquí o de allí, ni de esta época o de la otra, que no tiene ni sexo ni patria, una idea, en fin. Es decir, un no hombre.» (Miguel de Unamuno, «Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos», La España Moderna, Madrid, diciembre 1911, año 23, nº 276, pág. 6.)

*

1996 «Lo que queremos decir, en todo caso, es que estas determinaciones carecerían de toda significación antropológica si se considerasen descontextualizadas de los marcos π pertinentes. La aparición, por mutación, de cuerdas vocales nada significa antropológicamente, al margen del lenguaje humano, como no significan todavía gran cosa la capacidad de empuñar una piedra o un instrumento –ni siquiera su utilización de hecho por australopitecos– fuera del marco de esa tecnología más compleja que es su resultado (dialelo antropológico). Y, con todo, los problemas centrales de la antropología filosófica brotan en los puntos de conexión entre las determinaciones π y las determinaciones φ del material humano. Así también, el “cierre” de las ciencias antropológicas, por ejemplo, de la Antropología humana, tiene lugar, precisamente, en la composición de términos de clases pertenecientes a φ y a π. Los restos óseos (φ) de pitecantrópidos se coordinarán con las piedras del achelense (π) como los restos óseos (φ) neanderthalienses con las piedras (π) musterienses. Dadas piedras musterienses pasamos, en general, a huesos neanderthalienses y recíprocamente –tal sería el curso de las cerradas construcciones paleontológicas–. Pero φ no contiene sólo los restos óseos. Cuando definimos al hombre como el bípedo implume, al modo platónico –o, en fórmula actual, como el “mono desnudo”– estamos situados en un plano φ, aunque también podríamos definir al hombre, aún más profundamente, como “el mono vestido” (en términos aristotélicos: como el único animal que cae regularmente bajo el dominio de la séptima categoría, el εχειν, el habitus). El concepto de “mono vestido” es un concepto π, riguroso, mientras que el concepto de “mono desnudo”, pese a su apariencia biológica, es puramente literario y metafórico, puesto que supone la previa interpretación del vello de los primates como si fuese un vestido y, de hecho, sólo a través de la referencia a un marco cultural, en donde hay vestidos, cobra sentido antropológico la determinación φ “desnudo”.» (Gustavo Bueno, «Sobre el concepto de “Espacio antropológico”», El sentido de la vida, Pentalfa, Oviedo 1996, pág. 105.)

GBS