Nicolás Ramiro Rico 1910-1977
1925 «Originales aceptados. En números inmediatos se publicarán los artículos siguientes: […] Una extraña modalidad, de Nicolás Ramiro Rico.» (Letras regionales. Revista mensual. Redactores y colaboradores en todas las regiones de España, Córdoba, septiembre 1925, nº 3-4, pág. 76.)
«Representantes de El Estudiante. En provincias: Granada: Ángel Carriaza; Guadix (Granada): Juan Aparicio López; Murcia: Víctor Sancho y Sanz de Larrea; Palma de Mallorca: Ernesto María Dethorey; Lérida: Guillermo Díaz Plaja; Torrelavega (Santander): Enrique Ruiz de Villa. En centros de enseñanza: Instituto de Diplomática y consular (Madrid): Antonio Romeo; Escuela Normal de Maestros de Madrid: Antonio Rubio; Universidad de Granada: Nicolás Ramiro Rico; Universidad de Oviedo: Enrique Ruiz de Villa.» (El Estudiante. Semanario de la juventud española, año I, 2ª época, nº 3, Madrid, 20 diciembre 1925, pág. 10.) [En la página 13 de ese número, anuncio de El leninismo teórico y práctico por Stalin, Biblioteca Internacional, Madrid.]
1926 «El Estudiante. Mañana se pondrá a la venta el número 12 de esta joven revista, con el siguiente interesante sumario: […] “La conferencia de Bagaría en Granada”, Nicolás Ramiro Rico.» (La Voz, Madrid, 5 de abril de 1926, pág. 5.)
«El Estudiante. Hoy se pone a la venta el número 14 de esta revista con el siguiente interesante sumario: […] “Anticipaciones”, Nicolás Ramiro Rico.» (El Sol, Madrid, sábado 1 mayo 1926.)
1931 «Pensiones para estudiar en el Extranjero. Se conceden las siguientes pensiones a los señores que se mencionan: […] A D. Nicolás Ramiro Rico, profesor ayudante de la Universidad de Granada, por diez meses, para estudiar Derecho civil en Alemania y Austria, con la asignación de 425 pesetas mensuales y 600 para viajes.» (El Sol, Madrid, martes 18 de agosto de 1931, pág. 2.)
1939 El físico Julio Palacios (1891-1970), vicepresidente desde el 1º de mayo de 1939 del Instituto de España, propuso como depuradores el 25 de mayo a Fernando Castiella Maíz y el 5 de julio de 1939 a Nicolás Ramiro Rico (Archivo Residencia de Estudiantes, 8530/5/41): «Según el “Informe” con fecha 4 Mayo 1939 de su Director accidental, A. de Luna, son excluidos del Instituto de Estudios Internacionales y Económicos, F. Arias Parga, J. Prados Arrarte, J. Tejero Nieves, y J. García Moratilla, y se propone admitir a F. Castiella, F. de Castro y Bravo, P. Cortina Mauri, A. de Luna, N. Ramiro Rico, J. Vergara Doncel. El “Informe” propone rebautizar el Instituto como “Español de Política Exterior” y erigirlo en un centro que prepare la política exterior del estado.» (Antonio Malet, «Las primeras décadas del CSIC: investigación y ciencia para el franquismo», en Un siglo de política científica en España, Madrid 2008.)
«Nos asombra hoy la indigencia doctrinal de las fuerzas políticas que operaron, en el siglo XVIII, la perversión y disgregación de la sociedad española.» (Nicolás Ramiro Rico, «Eugenio Vegas Latapié, Escritos políticos», Revista de Estudios Políticos, enero 1941, nº 1, págs. 131-134.)
1945 «Nicolás Ramiro Rico. Nació en Granada, en cuya Universidad estudió la carrera de Derecho, alcanzando en la Universidad Central el grado de Doctor. Ha ampliado estudios en distintas Universidades extranjeras. Ha sido Profesor Auxiliar de la Facultad de Derecho de la Universidad Central, y en la actualidad está encargado de curso en la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas, en la que explica “Teoría de la Sociedad”. Es miembro del Intituto de Estudios Políticos y pertenece al Instituto “Francisco de Vitoria”, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, habiendo publicado, en las revistas de estos Centros, distintos ensayos y trabajos sobre temas de Derecho público. El artículo que hoy publicamos es anticipo de su libro Hombres de paz, de próxima aparición.» (Revista de Estudios Políticos, Madrid, noviembre-diciembre 1945, vol. XIII, pág. IX.)
«Dure lo que durare estamos en la «era» de la sociología. Para unos, la era está recién inaugurada; para otros, si no comenzó con Adán, es obvio que lo hizo con Aristóteles.» (Nicolás Ramiro Rico, «La filosofía en la sociedad», REP, enero-febrero 1949, nº 43, págs. 81-105.)
1950 «A las 19. Instituto de Estudios Políticos: Seminario sobre Europa, con discusión del tema “Posición y ámbito del problema de Europa”. Ponente, don Enrique Gómez Arboleya; comunicante, don Nicolás Ramiro Rico.» (Hoja del Lunes, Madrid, 27 febrero 1950.)
1952 «Cursos del Instituto de Estudios Políticos. Siguiendo la tarea de años anteriores, el Instituto de Estudios Políticos se dispone a continuar un plan sistemático de cursos, lecciones monográficas y seminarios, que se centrarán en torno a materias de sociología y problemas jurídicos y políticos contemporáneos. En el presente año intervendrán en los cursos y seminarios, bajo la alta dirección de D. Francisco Javier Conde, los señores D. Valentín Andrés Álvarez, D. Enrique Gómez Arboleya, D. José Vergara Doncel, D. Fermín de la Sierra, don Nicolás Ramiro Rico, D. Leopoldo E. Palacios, D. Manuel Cardenal Iracheta, D. Eugenio Pérez Botija, D. Luis Burgos Boezo, D. Salvador Lissarrague, D. Carlos Ollero, D. José Bujeda, D. Melchor Fernández Almagro, D. Manuel Terán, D. Manuel Alonso Olea, D. Julio Saro y D. José Leño, D. José Antonio Piera Labra, D. Miguel Paredes Marcos, D. Enrique Tierno Galván, don Federico Rodríguez y D. José María Cordero Torres. Se desarrollaran, como temas monográficos, estudios especiales de Administración Pública y de Política de Educación, interviniendo en ellos D. Jesús Fueyo Álvarez, D. José Luis Villar Palasí, D. Eduardo García de Enterría y D. Rodrigo Fernández Carvajal. Las clases y sesiones de seminarios comenzarán en la primera quincena del mes de enero y terminarán en la última de mayo. Desarrollados en los años anteriores los dos primeros cursos sistemáticos de sociología, concluyen en el presente año sus estudios un grupo de alumnos que, después de rigurosas pruebas, obtendrán diploma en estudios sociológicos, que por primera vez se conceden en España.» (ABC, domingo 9 de noviembre de 1952, pág. 41.)
1953 «Orden de 24 de diciembre de 1952 por la que se nombra Catedrático de la Universidad de Zaragoza a don Nicolás Ramiro Rico. Ilmo. Sr.: En virtud de oposición. Este Ministerio ha resuelto nombrar a don Nicolás Ramiro Rico Catedrático numerario de “Derecho Político” de la Facultad de Derecho de la Universidad de Zaragoza, con el haber anual de entrada de dieciseis mil ochocientas pesetas, una mensualidad extraordinaria conforme a lo determinado en la vigente Ley de Presupuestos y demás ventajas que le conceden las disposiciones en vigor. Lo digo a V. I. para su conocimiento y efectos. Dios guarde a V. I. muchos años. Madrid, 24 de diciembre de 1952. ruiz-gimenez. Ilmo Sr. Director general de Enseñanza Universitaria.» (Boletín Oficial del Estado, Madrid, 9 de enero de 1953, nº 9, pág. 136.)
1974 «Probable oriundo aragonés y predestinado granadino, Nicolás Ramiro Rico nació (1910) y cursó estudios en Granada, donde le frustraron su vocación de filólogo. La palabra de don Fernando de los Ríos le llevó a interesarse por J. Bodino, cuya República se esforzó por leer a sus 17 años. Doctorado en Derecho por la Universidad Central. Desde fines de 1931 a 1933 intentó estudiar en Berlín, y asistió a la agonía de la República de Weimar. Vuelto a Madrid en 1936 para proseguir estudios en el Instituto de Estudios Internacionales y Económicos, vivió la guerra civil española en esta ciudad; estudiando poco, pero aprendiendo mucho. En 1939 se incorporó al Instituto de Estudios Políticos y al “Francisco de Vitoria”. Hacia mediados de 1954 pasó a Zaragoza, donde estudió mucho, escribió bastante y publicó muy poco, siguiento tal vez el consejo de Luis Vives. Espíritu crítico por decreto biológico, Nicolás Ramiro es un empecinado liberal y resignado demócrata que mira a los partidos sin mayores complacencias; en ellos hay que entrar como en las letrinas: por necesidad y para tiempo minuto.» (Presentación del autor, en la primera página del artículo «Breves apuntes críticos para un futuro programa moderadamente heterodoxo del “Derecho Político” y de su muy azorante enseñanza», Revista Española de la Opinión Pública, Madrid, julio-septiembre 1974, nº 37, página 179.)
«0. Derecho Político. Entre hidra de muchas cabezas y universal comodín; de todo un poco, alternativamente.
a) Derecho Político: Nombre usual y oficialmente impuesto a una enseñanza que sus profesores interpretan de manera varia y –a veces– contradictoria.
b) Probablemente, en ninguna otra de las asignaturas de las que figuran en el plan de estudios de las Facultades de Derecho, parecen disfrutar sus docentes de una libertad tan libérrima para fijar el contenido y trazar los linderos de su materia.
c) En efecto, el Derecho Político parece ser no sólo esto o aquello, sino esto y aquello, todo en uno. Hasta se podría decir –sin miedo al absurdo– que el adefesio jurídico llamado Derecho Político es un “vertebrado gaseoso”.» (Nicolás Ramiro Rico, «Breves apuntes críticos…», Revista Española de la Opinión Pública, Madrid, julio-septiembre 1974, nº 37, página 180.)
«Agradezco los comentarios hechos a este trabajo por los profesores Nicolás Ramiro, Luis González Seara, Carlos Moya y Miguel Beltrán; siempre que he podido he aceptado sus valiosas sugerencias. Innecesario advertir que ninguno de ellos es responsable de mis opiniones ni de mis errores.» (Julián Santamaría, «Política y Ciencia Política en la España de hoy», Revista Española de la Opinión Pública, Madrid, julio-septiembre 1974, nº 37, página 189.)
1975 «Las ayudas Manuel Aguilar para la Investigación correspondientes al bienio 1975-76 han sido otorgadas por un jurado presidido por don Tirso Echeandía Aguilar y en el que figuraban como vocales don Emilio Alarcos Llorach, don Salustiano del Campo Urbano, don Arturo de Hoyo Martínez, don Nicolás Ramiro Rico, don Antonio Rodríguez Huescar, don Francisco Rubio Llorente y don Pedro Bravo Gala como secretario. Los premios han recaído sobre las siguientes personas: don José María Maravall Herrero: «Familias, adolescencia y socialización política» (Un estudio sociológico de procesos de radicalización de clase media en España, de 1940 a 1970.) 400.000 pesetas. Don Javier Muguerza Carpintier: «El lugar del neopositivismo en la Filosofía contemporánea» (Un balance histórico-crítico.) 475.000 pesetas. Doña Reyna Pastor de Togneri: «Conflictos, luchas, revueltas y revoluciones populares en los reinos de León y Castilla, siglos X-XIV», 400.000 pesetas. Don Adolfo Perinat Maceres: «La imagen de la mujer en la Prensa femenina española, 1900-1975», 325.000 pesetas. Don Manuel Seco Reymundo: «Diccionario del español actual», 400.000 pesetas.» (Blanco y Negro, Madrid, 27 de diciembre de 1975, página 79.)
1977 «† Nicolás Ramiro Rico, catedrático de universidad, falleció en Madrid el día 22 de abril de 1977, habiendo recibido los Santos Sacramentos y la bendición de Su Santidad. D. E. P. Su esposa, María Pilar Palá Gasos; hermanos políticos, sobrinos y amigos. Ruegan una oración por su alma. El entierro tendrá lugar hoy, día 23, a las tres quince de la tarde, desde el Hospiral Clínico de San Carlos al cementerio de Carabanchel Alto.» (ABC, Madrid, sábado 23 abril 1977, pág. 85.)
«Hace un mes, en una tarde restallante de primavera, veíamos, en la UVI del Hospital Clínico de Madrid, cómo se apagaba para siempre un cerebro excepcional, empeñado durante medio siglo en un trabajo de la más alta calidad. Había muerto Nicolás Ramiro. Se perdían, como en la muerte de todo hombre, vivencias, recuerdos, afectos, pasiones, conductas. Pero en la vida intelectual española se producía además un grande empobrecimiento, que sentíamos a lo vivo aquellos que tuvimos la suerte de gozar su riquísima proximidad intelectual. Una cabeza fuera de serie emprendía su definitivo exilio irremediable. Bogó siempre contra corriente en el seno de un mundo intelectual y de una sociedad académica que raras veces lo entendió, aunque él conservó hasta el último momento una exquisita sensibilidad para apreciar sus más leves matices, y una magnánima comprensión para sus mezquindades y egoísmos.
Nicolás Ramiro era ágrafo por la gracia de Dios. Para la letra impresa, se entiende, porque se pasó la vida oscuramente escribiendo miles y miles de papeles luminosos, que hoy forman un ingente archivo. Operaba con unos altísimos niveles de autoexigencia, plenamente consciente de su responsabilidad para con la cultura y de su función como intelectual universitario. Se insertó en una tradición de ágrafos geniales, que en la vida científica corre paralela –aunque con menos ruido, como es natural– a la de los copígrafos o grafómanos.
Fue un profesor modesto y humilde que, de una manera heterodoxa para nuestra rutina docente, dejó en los mejores de sus discípulos huellas fecundas de sabiduría e inquietud, que ahora, dispersos por la vida, te quedan agradecidos en silencio.
En ocasiones –se consideraba un Filólogo frustrado– era un traductor de increíble responsabilidad y poder creador. Cuando traducir suele ser con frecuencia un menester subalterno que dificulta en castellano el entendimiento de los textos originales. Su versión de Barraclough, por ejemplo, hoy agotada y olvidada, puede pasar como modelo de precisión, galanura y estilo.
Hace veinticinco años, con ocasión de sus oposiciones a cátedra, a las que se resistió con un fervor que hoy envidiarían muchos profesores no numerarios, publicó un breve trabajo sobre la soberanía. Planteó el tema con tal profundidad que ahora podemos explicarnos con él las insólitas cosas que le ocurren al maltrecho Estado soberano de 1977. Sin citarlo en muchas ocasiones, seguimos viviendo de este trabajo, que fue traducido a otras lenguas sin que el autor se enterase hasta que los amigos le aportaron copias de sus versiones.
Deja sobre su mesa un libro de antropología política, inacabado para sus normas de exigencia, porque a cada una de sus múltiples redacciones le anteponía cuidadosamente la advertencia de que no era definitiva. Pero que alcanza un grado de cuidadosa meditación que ya quisieran para sí la mayoría de los trabajos que se publican y republican a diario.
En este original inédito se hace un análisis del pensamiento de Marx que sorprendería por su respeto y originalidad a muchos de los marxólogos de catón al uso. Junto a este original nos deja montañas de apuntes y notas, un riquísimo archivo inverosímil, y una inteligente biblioteca, formada durante años de privaciones y sacrificios.
Pero lo mejor, sin duda, de Nicolás Ramiro fue su propia personalidad, generosamente demanda en horas y horas de conversación magistral en su contenido, aunque sencilla y esquivando cualquier sombra de pedantería y superioridad. en la forma. Aunaba la mayor profundidad y agudeza en cualquier tema con el miedo de parecer pedante o dogmático. Su capacidad crítica, que podía ser demoledora, venía atemperada por la hombría de bien y la delicadeza. Hubiera podido ser corrosivo y destructor de tanto mito personal o ideológico como pululaban en su torno. Le sobraban sabiduría y finura para ello, a más de la independencia que le daban su austeridad y pobreza, nunca desmentidas. Pero sabía utilizar tan formidables armas potenciales con toda suavidad y comprensión, para no herir. No se le brindó el puesto idóneo para sus dotes en una organización académica lo suficientemente ágil como para aprovechar los talentos –sin contaminación de intereses o ambiciones– de que tan escasa anda nuestra Universidad. Por fortuna, Dios le deparó amigos y discípulos fieles y, sobre todo, la excepcional compañera de sus últimos años, mujer y colaboradora ejemplar.
Con el vacío de su ausencia, Nicolás Ramiro nos deja una lección de honradez intelectual. Sin ficciones ni mixtificaciones. Sin aparentar jamás saber lo que no se sabe o sólo se sabe imperfectamente. Un testimonio de lo que supone colocar ante todo la exigencia para consigo mismo, hoy, en que, al parecer, lo que se trata es de exigir a los demás sin dar nada en cambio.» (Francisco Murillo, Luis Díez del Corral, Carlos Ollero, «Una muerte silenciosa: Nicolás Ramiro Rico», El País, Madrid, sábado 28 de mayo de 1977.)
1980 «El retratista de esta galería de Intelectuales andaluces procura siempre que su inclusión en ella no dependa de sus gustos o preferencias subjetivas, sino que, por el contrario, se acomode a una rigurosa tabla de valores científicos. Quizás ninguna mejor que la cantidad y calidad de la producción bibliográfica. Hoy, sin embargo, nos ocuparemos de un fenómeno muy español, de aquel que resumimos habitualmente en la reflexión melancólica de “lo que pudo ser, y no fue…”; frase que al buen lector le traerá al recuerdo la bella evocación nostálgica de Ortega sobre el panteón escurialense.
Dotó la naturaleza a Nicolás Ramiro de todas las cualidades requeridas para la elevación del oficio de intelectual al más alto grado. Inteligencia penetrante, ironía lindante, pero nunca traspasadora, del sarcasmo, formación depurada, consumado dominio de lenguas extranjeras –alemán, inglés, francés–, cultura armónica y ancha, curiosidad infinita, pluma ática, conversación amena, caústica, chispeante… Hay que confesar, empero, que los frutos de tan exornado jardín fueron, científicamente hablando, bien menguados.
Ciertamente, sus años de formación no hacían presagiarlo. Ejemplar raro de estudiante de Filosofía y Letras, frustrado en su vocación inicial para sentirse atraído por el Derecho Político –verbo cálido y competente de don Fernando de los Ríos–, su estadía germana en la agonizante República de Weimar fue intensa y aprovechada (¡Oh, sabrosas anécdotas contadas con su voz gangosa y elocución parsimoniosa sobre sus contactos con las primeras tropelías hitlerianas!). Al término de la guerra civil –pasada en la capital de la nación– fue miembro de primera hora del Instituto de Estudios Políticos. Su talante liberal unido al juego sucio que se practicó con fuerzas en los accesos a las cátedras en Derecho Político –vitales para el régimen del momento– se confabularon para impedir su ingreso en el escalafón de numerarios, en el que le precedieron figuras de menor talla intelectual. En 1954 consiguió, por fin, la de la Universidad de Zaragoza “donde estudió mucho (según confesión propia), escribió bastante y publicó muy poco, siguiendo tal vez el consejo de Luis Vives”.
El largo magisterio zaragozano del catedrático granadino de Derecho Político fue, pese a todo, fecundo en el terreno socrático. Pero la Universidad moderna exige algo más que la enseñanza oral. El rendimiento investigador y creativo que una sociedad subdesarrollada como la española podía reclamar a una personalidad rodeada y en posesión de todos los medios intelectuales quedó defraudado. Algún corto y espaciadísimo artículo, alguna que otra traducción perfecta e impecable, fue toda la cosecha que la ciencia pudo recoger de la no breve carrera docente de N. R., consumado jugador de dominó y conocedor inigualable de la “fiesta nacional”.
Si alguien considera de dureza desaforada este dibujo a vuela pluma se encuentra grandemente equivocado. Profesó su autor en la lejanía geográfica y temperamental, y en la proximidad ideológica y política, sincera estima y culto ferviente a las calidades intelectuales de N. R., expresada de vez en cuanto personalmente en su santuario del cesaroaugustano Colegio Mayor Cerbuna. Su aparente destemplanza obedece a la herida sin cerrar que provocó en su sensibilidad de español melancólico y de andaluz dolorido por el atraso científico de su tierra, la figura de un universitario que pudo incluir su nombre en la media docena de granadinos del siglo XX con prestigio y audiencias mundiales.» (José M. Cuenca Toribio, «Andalucía al día. Nicolás Ramiro Rico (1910-1977)», ABC, Sevilla, jueves 12 de junio de 1980, pág. 15.)
1981 «¿Qué, o quién, es este animal ladino que bajo la firma de Nicolás Ramiro Rico se nos muestra en las librerías acompañado de “otros estudios políticos”? La muy laboral cubierta –palma sobre palustre, mano que es a la vez e inseparablemente herramienta y generadora de herramientas– nos pone desde el principio en la pista de que en el libro se trata de una meditación sobre el hombre que va desde el trabajo a la política; mejor, que explica la política desde el trabajo, el zoon politikon por el homo faber: que a fin de cuentas, y como se verá, son la misma cosa. El escrito sobre el Animal ladino, que ocupa casi la mitad del volumen, se subtitula “Ensayo de antropología política imaginativa”: otra pista, ofrecida ahora por el autor, para que el lector sepa desde el principio dónde se mete. Y se mete en un estudio de antropología filosófica, esto es, no de antropología social o cultural según el uso habitual de estos términos. Pero, bien entendido, tal carácter filosófico es radicalmente no ontológico: el empeño es “descriptivo” y “empírico”, es decir, no idealista (¿quiere el lector poner materialista?). No obstante lo cual, el autor pretende hacer una antropología “imaginativa” (lo que no tiene nada que ver con imaginaria: más bien lo contrario); y no podría ser de otra forma, habida cuenta de que se trata de una antropología filogenética. […] Me hubiera gustado terminar diciendo algo sobre la persona del autor, apoyándome en el contacto –harto escaso, por desgracia– que con él tuve. Pero creo que lo procedente es remitir al lector al extraordinario prólogo escrito por Francisco Murillo y Luis Díez del Corral, quienes tuvieron el envidiable privilegio de gozar largo tiempo de su amistad.» (Miguel Beltrán, «Sobre El animal ladino y otros ensayos de Nicolás Ramiro», Reis, Madrid, enero-marzo 1981, nº 13, págs. 141-154.)
1984 «Aunque, tal vez, el problema no sea tanto de Hobbes como de aquellos a quienes Nicolás Ramiro Rico llamaba “pseudohobbesianos mistificantes” (34. El animal ladino y otros estudios políticos, Madrid, Alianza Editorial, p. 45, 1980. La expresión aparece en el contexto de una reflexión más amplia sobre agresividad, violencia y guerra. Sobre esta última, véase también otro de los trabajos incluidos en el mismo libro, “Guerra y técnica”).» (Enrique Luque Baena & Enrique Luque, «Sobre antropología política (diálogo polémico con un viejo discurso)», Reis, Madrid, enero-marzo 1984, nº 25, pág. 83.)
1997 «No quiero dejar pasar sin mención a tres personas que me influyeron decisivamente. En lo bueno, se entiende. Por no alargarme, sólo los citaré, sin que la brevedad mengüe la magnitud de sus personalidades. José Corts Grau, que vivió todos sus momentos especulativos o triviales con profunda visión de cristiano. Su quieto talante de firme creencia levantó inquietudes a mucha gente, porque aun para los no creyentes la autenticidad tiene su valor. Enrique Gómez Arboleya, que pasó su corta existencia convirtiendo genialmente la teoría en vida y la vida en teoría. Nunca agradeceré bastante los pocos años en que pude asomarme a su mundo intelectual y personal. Nicolás Ramiro Rico, coopositor conmigo y siempre maestro, vino a morir como Shakespeare y Cervantes un 22 de abril, ahora ha hecho veinte años. Después de mi padre, nunca he echado tanto de menos a una persona; para saber su opinión no sólo de Hobbes, Locke o Montesquieu, sino sobre los acontecimientos aun mínimos de cada día. Nicolás Ramiro encabeza por méritos propios la gran cohorte de los ágrafos granadinos. Para compensar un poco la de tanto analfabeto malogrado que nos agobia a diario con sus libros.» (Francisco Murillo Ferrol, «Reflexiones sobre el pasado y su inevitable manipulación», discurso de recepción en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, Madrid 21 de octubre de 1997, pág. 11.)
1999 «Nicolás Ramiro Rico. (Montefrío, Granada 1910-Madrid 1977). Catedrático de Derecho Político de la Universidad de Zaragoza de 1953 a 1973; en esta fecha pasa a la Complutense de Madrid, tras más de veinte años de docencia en la Universidad cesaraugustana. Durante su larga estancia en Zaragoza desempeña un denso magisterio, con preocupación por los aspectos filosóficos y filológicos de la Ciencia Política. Son muchas las generaciones que aprendieron de él la inquietud por profundizar en el sentido de ideas y conceptos. Doctor en Derecho por la Universidad Central, amplió estudios en Berlín de 1931 a 1933. Tradujo con insuperable técnica la obra de Geoffrey Barraclough, History in a Changing World, que editó la Revista de Occidente. Profundo estudioso de Aristóteles, Hobbes, Marx y Max Weber, sobre quienes poseyó un conocimiento de primera mano. Fue director y colegial del Colegio Mayor Cerbuna, lugar al que acudieron no pocos profesores jóvenes a disfrutar de su rica conversación.
Obra: “La Soberanía”, Revista de Estudios Políticos, núm. 66, 1952. “El porvenir de los derechos individuales”, Revista Española de Derecho Internacional, núm. 2, 1949. “La sociedad, las clases y la clase proletaria”, Revista de Estudios Políticos, núm. 45, 1949. “Breves apuntes críticos para un futuro programa moderadamente heterodoxo del Derecho Político y de su muy azorante enseñanza”, Revista Española de la Opinión Pública, núm. 37, 1974. Cuando falleció trabajaba en el magistral estudio El animal ladino, publicado tras su muerte en el libro El animal ladino y otros estudios políticos, Alianza Universidad, Madrid, 1980.» (Gran Enciclopedia Aragonesa 2000, Zaragoza 1999 [en enciclopedia-aragonesa.com])
2002 «Los cursos del Instituto de Estudios Políticos, que a partir de 1950 se sistematizaron en dos especialidades, Sociología y Administración Pública, antecedieron a la creación de la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas en 1944 y nos adentraron en lo que eran las ciencias sociales de la postguerra de la mano de Javier Conde, Enrique Gómez Arboleya, Julio Caro Baroja, Valentín Andrés Álvarez, Luis Díez del Corral, José Antonio Maravall, Manuel García Pelayo, Carlos Ollero Gómez, Manuel de Terán, Julián Marías, Manuel Cardenal Iracheta, Nicolás Ramiro Rico, Fernando Chueca Goitia, Enrique Lafuente Ferrari y otros profesores más jóvenes, como Manuel Alonso Olea, Jesús Fueyo, Enrique Fuentes Quintana y Eduardo García de Enterría. Buena parte de este magnífico plantel de profesores se incorporó más tarde a la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas. Adscrito a Falange Española, el Instituto era una gigantesca anomalía en una España que en todas sus épocas las ha ofrecido con largueza.» (Salustiano del Campo, «Ser sociólogo en España», Reis, abr-jun 2002, nº 98, págs. 21-36.)
«Quiero aclarar de antemano que me inscribo modestísimamente en una larga lista de ágrafos granadinos. Entre los conocidos, pese a todo, Ganivet, Pérez Serrano, Antonio de Luna, Arboleya, Nicolás Ramiro, Orozco, Gámir, Marín Ocete, Gallego, Manuel de la Higuera. […] Lo que me entristece al llegar a estos años es no poder pensar bien del hombre. Ni del progreso hacia la barbarie de la humanidad. Aparecemos inevitablemente fracturados en estereotipos e ideologías, que impiden entendernos y nos llevan demasiado a menudo a la coexistencia no pacífica. Todo desemboca en la lucha por el poder y, si se tercia, en la violencia. Está fuera de nuestro alcance eliminar la radical malignidad de la política. En ella, siempre se pisan huesos, como dijo lapidariamente Nicolás Ramiro Rico.» (Francisco Murillo Ferrol, «Intervención en el Acto de Entrega del Premio Nacional de Sociología y Ciencia Política 2002», Reis, oct-dic 2002, nº 100, págs. 35-37.)
2004 «Francisco Murillo Ferrol (“Paco” para los amigos, pero «D. Francisco” para sus íntimos, como señaló una vez con gracia Amando de Miguel) es reconocido como figura clave de la llamada “escuela de Granada” de Ciencias Sociales, que arrancando de precedentes tales como Fernando de los Ríos, Francisco Ayala y Joaquín García Labella, incluye a científicos sociales de la talla de Enrique Gómez Arboleya, Nicolás Ramiro Rico, Luis Sánchez Agesta y el propio Murillo, y se prolonga en una larga serie de politólogos, constitucionalistas, sociólogos y antropólogos, discípulos todos de Murillo, profesores en distintas Universidades españolas.» «Anclado original y firmemente en una sólida formación filosófica, como sus amigos y colegas Enrique Gómez Arboleya y Nicolás Ramiro Rico, transita al par que ellos desde la Filosofía al Derecho, desde éste a la reflexión sobre el Estado, y de aquí a la Sociología y la Ciencia Política.» (Miguel Beltrán Villalva, «In Memoriam: Francisco Murillo Ferrol», Reis, jul-sep 2004, nº 107, págs. 7-13.)
2005 «Jiménez Blanco pertenece al grupo universitario que suele denominarse “escuela de Granada” de ciencias sociales, y es, aparte de Arboleya, el primero de sus miembros que fue Catedrático de Sociología. Una escuela en cuya poderosa tradición intelectual figuran como antecesores los Profesores Fernando de los Ríos, Francisco Ayala y Joaquín García Labella, y que incluye a científicos sociales de la talla de Enrique Gómez Arboleya, Nicolás Ramiro Rico, Luis Sánchez Agesta, y Francisco Murillo Ferrol, así como al propio José Jiménez Blanco, Catedrático de Sociología, y a José Cazorla Pérez, Catedrático de Ciencia Política (también recientemente jubilado), seguidos por una amplia nómina de politólogos, constitucionalistas, sociólogos y antropólogos que no es del caso mencionar aquí, para los que el magisterio de D. Francisco Murillo fue decisivo en su formación intelectual y científica.» (Miguel Beltrán Villalva, «Semblanza de D. José Jiménez Blanco», Premio Nacional de Sociología y Ciencia Política 2005, Centro de Investigaciones Sociológicas, www.cis.es)
2009 «Como todas las semanas recibo de Inglaterra, el Times Literary Supplement (TLS) que leo sin falta desde hace tantos años. Es un modo de mantener los lazos con la cultura universitaria británica, tan amplia en su curiosidad, pues a la scholarship del semanario nada escapa, como exigente en el rigor del análisis o de la crítica que en sus páginas se practica. Comprendo muy bien lo que el alimento del TLS podía suponer en tiempos de la dictadura en la aridez y abulia de nuestro ambiente cultural. Don Nicolás Ramiro Rico, un querido maestro, catedrático que fue de aquello que llamábamos derecho político, socrático antes que nada, adquiría el número correspondiente en alguna librería del Paseo de la Castellana y lo iba leyendo durante toda la semana. Algunos jóvenes que convivíamos con el profesor granadino en la Residencia de Estudiantes , contemplando su regocijo de lector, caímos en la cuenta, ya para siempre, de la inevitable relación que había de establecerse entre la vida política democrática, como era la de Inglaterra, y un contexto universitario, dominado por la curiosidad más amplia y la libertad más absoluta , pues el TLS lo mismo recensionaba una biografía de Max Weber o se hacía eco de algunas propuestas de modificación constitucional inglesa , que daba cuenta de un último libro sobre la Revolución gloriosa o un estudio crítico del existencialismo sartriano.» (Juan José Solozábal, «Azorín en Sotheby», El Imparcial, Madrid, 26 junio 2009.)
2011 «El Centro de Investigaciones Sociológicas ha otorgado el Premio Nacional de Ciencia Política y Sociología a Carlos Moya. Fue un acto espléndido, puntual, bien organizado, en un salón del hotel Wellington, grande pero acogedor. Presidió la infanta Cristina que, licenciada en la materia, ha presidido anteriores entregas del galardón. Con ella se sentaban Ramón Jáuregui, ministro de la Presidencia y Ramón Ramos, presidente del CIS. […] La laudatio estuvo a cargo de Salvador Giner quien trazó una semblanza del premiado a través de una larga vida de comunicación que han mantenido. […] Después Moya disertó sobre Moya y lo hizo de un modo tan auténtico que resultó conmovedor. Al menos para mí. Dado que Giner ya había hablado sobre él, él decidió hacerlo sobre otros y donde alguno se hubiera lanzado a explicar al mundo la importancia de su obra, Moya habló de sus maestros. Es decir hizo su biografía intelectual. Lo vimos en Berlín con René König y luego en Madrid en el departamento de Ruiz Giménez, en donde trató con quienes fueron luego ilustres pensadores o personalidades de la vida pública, como Peces Barba, Elías Díaz, Raúl Morodo o Luisón García San Miguel. Casi sale la generación entera. Pero sus maestros, aquellos de los que se considera discípulo son Nicolás Ramiro Rico y Francisco Murillo Ferrol de quienes habló con detenimiento y mucho cariño para delectación de la concurrencia.» (Ramón Cotarelo, «Premio a un saber impenitente», cotarelo.blogspot.com, 27 abril 2011.)
Bibliografía de Nicolás Ramiro Rico
1948 Baltasar de Ayala, Del derecho y de los oficios de la guerra (edición bilingüe latín-español), edición y traducción de Manuel Fraga Iribarne, estudio preliminar de Nicolás Ramiro Rico, Instituto de Estudios Políticos (Biblioteca española de escritores políticos), Madrid 1948, XXXVI+575 págs.
1949 «La filosofía en la sociedad», Revista de Estudios Políticos, nº 43, págs. 81-105.
1952 Traducción y prólogo de James Bryce, Constituciones flexibles y constituciones rígidas, Instituto de Estudios Políticos (Colección Cívitas), Madrid 1952, 186 págs.
1957 Prólogo a Graham Hutton, La sociedad dinámica, Instituto de Estudios Políticos (Colección Cívitas), Madrid 1957, 87 págs.
1959 Traducción de Geoffrey Barraclough, La historia desde el mundo actual, Revista de Occidente, Madrid 1959, 295 págs.
1974 «Breves apuntes críticos para un futuro programa moderadamente heterodoxo del “Derecho Político” y de su muy azorante enseñanza», Revista Española de la Opinión Pública, Madrid, julio-septiembre 1974, nº 37, páginas 179-188.
1980 El animal ladino y otros estudios políticos, Alianza Editorial (Alianza Universidad 275), Madrid 1980, 223 págs. Prólogo de Francisco Murillo [1918-2004] y Luis Díez del Corral [1911-1998].
Textos de Nicolás Ramiro Rico en el Proyecto Filosofía en español
1941 Eugenio Vegas Latapié, Escritos políticos.
1949 La filosofía en la sociedad.