Vicisitudes y Anhelos del Pueblo Español
Tercera parte ❦ Las concepciones sociológicas contemporáneas y los problemas de la regeneración española
§ I
Reconstitución psicológica de la colectividad
El ideal en las razas y en los pueblos: Su proceso.– El despertar del interés colectivo y su fase actual.– Realismo contemporáneo.– La fuerza impulsora.– La renovación de la Prensa.– La sinceridad como norma.– La firmeza en el propósito.– La educación cívica.– El régimen de la democracia.– El laborantismo intelectual.– Dificultad de formular una síntesis del pueblo español.– Acción unificada.– Problemas urgentes.– Los cargos según las aptitudes.– La persistencia en la tarea.– La subversión de los valores.– Característica de nuestro pueblo.– La hipocresía.– Tendencias unilaterales.– El pensamiento y la acción.– La unidad ideomotora.
EL IDEAL EN LAS RAZAS Y EN LOS PUEBLOS: SU PROCESO.– Es obvio que en las naciones en las cuales la evolución de las ideas se exterioriza gradual y sucesivamente, obedeciendo a un proceso de desenvolvimiento integral, que, por necesidad, supone seriación, reviste aquélla fases que en la vida social determinan momentos culminantes, y los nuevos, ideales se abren paso, hacen prosélitos y acaban por imponerse y triunfar. Por el contraste entre unos pueblos y otros, podemos inducir sin temor que aquellos en que la ponderación y el equilibrio les permiten inhibirse de las contiendas empeñadas, que ocasionan grandes trastornos, líbranse de la ola psicopática, y desarrollan sus actividades psíquicas, al cohonestar las impulsiones del sentimiento sobreexcitado, por medio del ejercicio constante de la memoria y la reflexión. Estas cualidades prestan a las razas anglosajona, escandinava y germana, el espíritu inquiridor, el afán que les lleva a persistir en los atisbos, los ensayos y las ulteriores comprobaciones, en cuyo aprendizaje jamás se dan por vencidos y merced a cuyo influjo han conseguido una indiscutible superioridad respecto a las variedades étnicas que pueblan los países mediterránicos.
La fertilidad mental de un pueblo se concreta a la hora presente, como siempre, en una orientación de conjunto que tiende a simultanear el impulso acometedor con las normas rectoras de la conducta que regularizan la actividad, merced a las distintas modalidades inhibitorias del carácter individual, dando lugar a la iniciativa privada cada día más poderosa y, aunando esfuerzos, a la acción corporativa y al intervencionismo del Estado.
EL DESPERTAR DEL INTERÉS COLECTIVO Y SU FASE ACTUAL.–Precisa espolear a toda costa la curiosidad de las gentes, haciéndolas más susceptibles y tendiendo gradualmente a interesar a los individuos, para que se despierte en su espíritu el ansia de inquirir nuevas nociones. Cuando el sistema nervioso se halla en vibración, las luchas internas se acentúan y surge potente el deseo de la infuturación. Las luchas en la esfera del pensamiento en plena soledad, ocupan la atención del individuo y vienen a ser como una consecuencia indeclinable de los combates externos; afinan la receptividad y aumentan la capacidad comprensiva. Cada época reviste una modalidad peculiar y distinta. Ahora, v. gr., promueven mayor interés en todos los pueblos los problemas económicos que los meramente políticos. Y en el orden mental, la pura especulación queda relegada a segundo término. Los mismos filósofos cultivan con preferencia los temas, atrayentes, y se preocupan de buscar soluciones a los problemas sociales palpitantes.
REALISMO CONTEMPORÁNEO.– El poder sugestionador de la actualidad se impone, y no hay quien resista a su empuje creciente. De ahí el enorme triunfo del método experimental llevado a las disciplinas sociales, y el éxito asombroso de la concepción mecanicista. Las doctrinas filosóficas todas, están hondamente influenciadas por las inducciones de los biólogos. El predominio absorbente de las teorías deterministas es palmario y no cabe ponerlo en duda. Podrían oponerse reparos en el detalle y hacerse objeciones respecto a las hipótesis para explicar la significación de algunos epifenómenos que en la esfera social tienen lugar; pero en lo fundamental, es incontrovertible la eficacia del método histórico comparativo para despejar las incógnitas. Tenacidad y arrojo, confianza y entusiasmo, es lo que exige, de quien aspire a investigar los fenómenos del cuerpo social, la creciente complejidad de nuestra época.
LA FUERZA IMPULSORA.– En lo más escondido y oculto del alma de la muchedumbre, existen virtudes, hay abnegación, pero no hemos tenido hombres perspicaces que supieran auscultar las palpitaciones del cuerpo nacional. Por esto pudo decir D. Francisco Silvela, con error manifiesto, que España era un país sin pulso, lo que no deja de ser un falso retoricismo, una frase que añadir al florido vocabulario de los hombres que han hecho de la política un oficio, o todo lo más una profesión. Para la tarea de investigar la vida íntima del pensamiento y de la acción de nuestro pueblo, hace falta, ante todo, un firme propósito acometedor, que habría de llevarse a cabo con solicitud y entusiasmo, con decisión y cultura. Mientras el aparato caciquil, en sus múltiples formas, subsista, no resurgirá el espíritu público. Pero hay que añadir que, para que el caciquismo sea desplazado, es preciso que el espíritu público renazca con una potencia tal y con un esfuerzo acometedor tan vigoroso, que pueda asumir la dirección de la conciencia nacional. De no sobreponerse a la influencia nefasta de los partidos turnantes, la acción que los elementos intelectuales pudieran realizar sería puramente formal y sus resultados insignificantes. Hay que cambiar de un modo total la orientación, el criterio, el método, los procedimientos y aun la manera misma de producirse, al hablar en público en el Parlamento, el mitin, la Academia, la cátedra, &c.
LA RENOVACIÓN DE LA PRENSA.– También precisa modificar en lo profundo la manera de ser de la Prensa. El llamado cuarto poder, apenas tiene en España un mínimo y casi menguado influjo cerca de la opinión general del país. Tal vez de todos los organismos españoles el que atraviesa una crisis más aguda sea la Prensa. Por desgracia, no ha tenido nunca en España la fuerza que en otros países. El periodismo pocas veces es aquí una profesión lucrativa. Por esto, sin duda, las firmas de los escritores no llegan a alcanzar la reputación sólida que en Francia o en Inglaterra. Además, el periodista español carece de independencia para expresar su pensamiento, porque la gran Prensa, la de mayor circulación, aquella que aparentemente tiene más arraigo, no posee, sin embargo, el crédito virtual de que gozan las grandes empresas similares extranjeras. Por esto en las ocasiones difíciles y en los momentos culminantes ha fluctuado, y aun viendo claro en los problemas, no se atrevió a plantearlos con resolución y gallardía.
LA SINCERIDAD COMO NORMA.– La reconstitución integral de España ha de basarse, como condición imprescindible, en la sinceridad, proclamada sin temores ni vacilaciones. Toda obra que no parta de este supuesto, no será más que una tentativa efímera, un intento vano, un esfuerzo perdido, porque no llegará a adquirir forma plástica y turgente en el ánimo de la muchedumbre. Sin abandonar la impedimenta con que la afectación y el disimulo han ido fatigándonos, no lograremos librarnos de las reminiscencias de nuestro pasado luctuoso, ya que todavía informan en lo esencial nuestra conducta. Lo superpuesto, los convencionalismos y el «qué dirán» pueden más muchas veces que los impulsos generosos, y en instantes decisivos para la vida de nuestro país, se han sobrepuesto a los mismos imperativos del deber.
Sin el pleno reconocimiento de los errores cometidos antes y ahora, perderemos el tiempo en estériles controversias. Huelgan las disquisiciones que no vayan encaminadas a subalternar lo objetivo a aquello que es condición primordial de vida para la nación. Más que buscar paliativos y fórmulas hábiles para hallar la exculpación a yerros que son imperdonables, porque constituyen delitos de lesa patria y verdaderos atentados a la soberanía del pueblo, a los derechos primordiales de la democracia, hemos de procurar recoger las tristes enseñanzas que de los acontecimientos se desprenden.
LA FIRMEZA EN EL PROPÓSITO.– Para variar nuestra trayectoria es preciso el firme propósito de trabajar con ardimiento y perseverancia, a fin de que los principios democráticos que se escribieron en la Constitución y en las leyes orgánicas sean vividos por el pueblo y así ir realizando de continuo la obra útil por excelencia, la que consiste en el aprendizaje de los derechos inherentes a la ciudadanía. Para llevar a cabo una política inteligente y honrada, es de todo punto indispensable haber antes enseñado al pueblo la manera de practicarse en el ejercicio de los derechos individuales.
LA EDUCACIÓN CÍVICA.– La situación ventajosa, próspera a que han llegado Holanda, Suiza, Dinamarca y otras naciones que se asemejan más que éstas a la nuestra, como Bélgica, Francia e Italia, se debe principalmente a lo que ha ido irradiando la educación cívica. Es indudable que en estos pueblos todas las clases sociales han contribuido proporcionalmente al despertar de la colectividad, y para ello necesitaron deponer los resquemores y las suspicacias, que muchas veces dificultan la implantación de las reformas jurídicas que paulatinamente transforman la entraña misma del Estado, marcando nuevos derroteros a la vida nacional.
EL RÉGIMEN DE LA DEMOCRACIA.– El régimen de la democracia tiene grandes exigencias. En el seno de las colectividades la palpitación es constante y las aspiraciones de las muchedumbres jamás quedan satisfechas por completo. De ahí que en todos los pueblos contemporáneos, incluso en los que se desenvuelve su actividad de una manera más normal y sucesiva, se observen, no obstante, signos que revelan malestar y deseo vehementísimo de remediarlo. Para que florezcan todas y cada una de las instituciones jurídicas, culturales y sociales sin trastornos, y para que las perturbaciones sean menos sensibles, es por lo que se afanan y laboran con ahínco la aristocracia de la intelectualidad, los leaders de los partidos políticos y los elementos más inteligentes e ilustrados de todos los países. Existe una conciencia internacional, que en cien ocasiones se ha revelado y cuya obra bienhechora jamás se habrá elogiado bastante, la cual es síntesis y compendio del alma universal que flota con fuerza incoercible en donde quiera y cuyos designios son ya afortunadamente inapelables. Esa conciencia universal difusa, va expandiendo luz a raudales, y puede considerarse en la hora presente como el elemento propulsor por excelencia y como el motor que da calor y vida a todas las santas reivindicaciones que el humanismo proclama.
EL LABORANTISMO INTELECTUAL.– La mayor desdicha de España, la desgracia más terrible que pesa sobre esta nación, es el que en nuestro país apenas haya irradiado esa especie de polen fecundante que la alta mentalidad produce al hacer sentir sus efectos en los pueblos. Por esto habríamos de poner todo nuestro empeño en ir creando hábitos de estudio, haciendo paulatinamente que el laborantismo intelectual creciese como un arbusto vigoroso, capaz de resistir los embates del ambiente, y no como ahora, que es una raquítica planta de invernáculo. Es indispensable inflamar el espíritu público, agitar el alma nacional que dormita, porque pesa sobre ella el espectro del pasado. La sombra de esas grandes fábricas arquitectónicas de nuestras maravillosas catedrales, ha sido tan funesta para España como la de esos árboles fatídicos que causan la muerte a los que en ellos se cobijan.
DIFICULTAD DE FORMULAR UNA SÍNTESIS DEL PUEBLO ESPAÑOL.– La estructura social de España ofrece al observador tal género de datos contradictorios, que impiden elaborar una síntesis, porque no existen realmente elementos básicos suficientes para afirmar que nos hallamos ni siquiera en camino de constituir una nacionalidad definida. Hay, por el contrario, antinomias de tanta magnitud que inducen a creer que para reconstituir nuestro país sería indispensable removerlo hasta en sus más profundos cimientos.
ACCIÓN UNIFICADA. Todos los órdenes del vivir exigen en España una completa transformación. Cada instante se hace más indispensable elevar el nivel mental de las clases humildes y de la pequeña burguesía, como asimismo urge mejorar su situación material. Mientras se alce el fantasma horrible del pauperismo, es más que difícil, imposible, intensificar la producción en todas las formas y con ello amenguar la pobreza y desterrar de nuestro suelo la miseria. Para esta tarea, de segura eficacia, sería preciso que las instituciones docentes tuvieran aquella realidad que entre nosotros únicamente han tenido en el orden formal. Para levantar la condición de una gran parte de la clase media y del proletariado, que son los factores sociales más importantes de las naciones, porque son los más numerosos y sufridos, habría que plantear en sus verdaderos términos el problema de la Instrucción pública.
PROBLEMAS URGENTES.– Para acabar con el caciquismo, sería indispensable trabajar continuamente el cuerpo social y sacudir la pereza que ha domeñado a todos los elementos que lo integran. Para abatir y derrocar la oligarquía absorbente y brutal, que ha extenuado las energías de la inmensa mayoría de los núcleos de la sociedad, y singularmente de aquellos en que su existencia ofrecía caracteres más rudimentarios, es forzoso que el favoritismo, el compadrazgo y la corrupción no hallen una predisposición favorable por parte de los individuos, para lo cual sería preciso que fueran reeducados. La falta de medida, la exageración en que oscilamos siempre, nos hacen caer en extremosidades igualmente falsas. De otro lado, la incapacidad organizadora nos ha ido sumiendo en la situación oprobiosa en que actualmente nos hallamos. Un gran número de los desastres que aquí se han sucedido, son debidos a la mezquindad y la cicatería con que fueron dotados los servicios públicos más indispensables para que las actividades sociales pudieran desenvolverse con amplitud y sin esas limitaciones que imponen los Presupuestos generales del Estado, evidentemente exiguos para que se cumplan los fines primordiales en la vida jurídica.
En higiene y salubridad, instrucción y educación, obras públicas, comunicaciones, justicia, Bellas Artes, expansión comercial, &c., las dotaciones son irrisorias. Con las sumas consignadas en los Presupuestos anuos, es imposible hacer nada de provecho para el país y ninguna iniciativa podrá implantarse.
LOS CARGOS SEGÚN LAS APTITUDES.– Mientras la política camarillesca imponga como ejecutoria única la banal que dan las categorías y los títulos, continuarán los despilfarros y las prodigalidades en varios servicios que no tienen más existencia real que el figurar en las partidas de gastos de los Presupuestos.
La renovación de España, al igual que la transformación de Alemania, de Italia, de Francia, de Inglaterra, del Japón y de todas las naciones que hoy figuran en primera línea, ha sido un producto obtenido merced a la conjunción de la aptitud y la vocación que dan lugar a la competencia integral, porque antes el especialismo fue preparando la personalidad individual y por fin elaboró la conciencia colectiva.
LA PERSISTENCIA EN LA TAREA.– En los pueblos contemporáneos, el laboreo incesante, llevado a cabo de una manera silenciosa y continua, es la base de la reconstitución nacional. Aquí sólo hay explosiones ruidosas, de las que apenas queda nada aprovechable, pasado el entusiasmo del momento. La agitación es predominantemente exotérica, y las conmociones sociales tienen un carácter epiléptico. Las nuevas corrientes en la opinión no llegan a concretarse en fórmulas de aplicación inmediata o remota.
LA SUBVERSIÓN DE LOS VALORES.– Nuestra realidad actual es tristemente desconsoladora. No nos hemos dado cuenta aun de que todos nuestros valores morales se hallan en quiebra. Existe una subversión total y, lo que es peor, las clases directoras y los gobernantes no aciertan a advertirlo. El pueblo suspira por la transformación de todas las instituciones y lo ha pedido en todos los tonos; pero carecemos de personalidades de arraigo que recojan y den forma a los deseos expresados en cien ocasiones distintas por la masa anónima.
Es general en España la incomprensión de los hombres que ocupan los primeros puestos en la dirección de la política, que hoy ha de ser genuina intérprete de todas y cada una de las aspiraciones populares. En toda Europa la organización social tiende nuevamente hacia el comunismo. Y aquí permanecen impasibles los gobernantes, desoyendo los clamores de la parte más sana de la opinión, de aquella que no se ha contaminado de escepticismo ni sufre la depresión que tan a lo íntimo de los espíritus ha llegado en nuestro país. En otros más adelantados y prósperos, el papel del individuo consiste en anegarse en el todo, acentuando las características que imprimen un sello a la personalidad. Aquí se considera aún esto como una utopía, lo que constituye un título de incapacidad para cuantos, presumiendo de cultos, transigen con los politicastros y los legiferadores.
CARACTERÍSTICA DE NUESTRO PUEBLO.– En España los acontecimientos tienen lugar de una manera distinta que en los otros países. Aparte de las diferencias que han de asignarse al medio, y que son perfectamente explicables, existe otra serie de concausas que, de momento, escapan a la percepción del observador superficial. Para comprender un sinnúmero de hechos contradictorios que a diario ocurren, precisa aguzar el análisis y penetrar en lo más hondo de la subconsciencia colectiva. Sin explorar en la intrahistoria no se conciben esos movimientos incoordinados que, sin embargo, se realizan repetidamente. Dirigiendo el examen en cualquier orden de la dinámica biosocial, nos sorprende la disociación que denotan las manifestaciones que el vulgo considera como legítimas y, por lo tanto, como normales. A fuerza de alegorías, de ficciones y de convencionalismos, se ha ido lentamente deformando la propia manera de ser de nuestro pueblo. La afectación, el disimulo y el soslayamiento a que ha dado lugar el ejercicio continuado de una moral farisaica, dura y sarmentosa, nos ha hecho pacatos y taimados. Pero la práctica de la hipocresía es peligrosa, porque, sobre ser esterilizante, acaba a la larga por arruinar aún a los tipos mejor dotados y más firmes.
LA HIPOCRESÍA.– En España llevamos infiltrado en lo intimo del organismo el prurito de ocultar el pensamiento, y de ahí que nuestra acción sea, por lo general, una obra mediocre, endeble y desorientada. El hábito de la mentira, cómodo y, en ocasiones, útil para el individuo, es siempre perjudicial para la comunidad. La confianza en sí mismo, el entusiasmo en la propia obra, exigen arrojo y acometividad. Y estas cualidades sólo se poseen cuando la personalidad se ha adquirido de una manera gradual y sucesiva; es decir, cuando el carácter se halla incólume y no sufre la autodepresión que evidentemente pesa en los momentos actuales sobre nuestro pueblo en masa.
TENDENCIAS UNILATERALES.– No cabe la menor duda que el predominio exclusivo de una sola facultad significa el embotamiento de las demás. Por esto no campea la originalidad en la producción intelectual española; porque la elaboración de las ideas, al igual que la de las manufacturas, necesita el poder creador de la imaginación y de la reflexión compenetradas y formando un todo armónico. Además, la tarea del intelectual no se concibe aislada, separada e independiente, ya que le es indispensable la correlación inherente a todos los fenómenos cósmicos y sociales.
EL PENSAMIENTO Y LA ACCIÓN.– Mientras no se modifique el ambiente y nuevas costumbres no substituyan a las antiguas, es ilusorio creer en el triunfo del esfuerzo intelectual. El gran sociólogo A. Menger, demuestra en su notabilísimo libro Neue Sitten Lehre, que ha de asignarse a la tarea reconstructiva el valor máximo, porque es la única eficiente, la que prende más, la que más firmes raíces echa en lo profundo del cuerpo social. Los pueblos fuertes, cultos y prósperos, que a la hora presente figuran en primera línea, lo fían todo a la convergencia que ha de existir entre el pensamiento y la acción. La inspiración y la destreza contribuyen por igual a impulsar la marcha de las sociedades progresivas, tanto más acelerada cuanto más perfecto es el concierto que existe entre aquellos dos elementos básicos de la producción integral. En tanto perdure la dualidad en alguno de sus aspectos, los esfuerzos serán poco menos que baldíos.
LA UNIDAD IDEOMOTORA. Se impone, pues, el monismo, así en la esfera ideológica como en la positiva. Desechando las preocupaciones, que engendran la suspicacia y el misoneísmo, acaso nos sería más fácil incorporarnos a las corrientes psicológicas que privan en estos instantes en Europa entera. Sin unidad ideomotora, no se logra el perfeccionamiento individual ni el avance colectivo. La historia del siglo XIX nos lo atestigua con datos fehacientes, irrebatibles. A ellos es preciso atenerse para no ser víctimas propiciatorias de la imprevisión, que conduce al nihilismo en todos los órdenes y cuyos efectos, dolorosos e irreparables, están en la memoria de todos los que habitamos el viejo solar hispano.